Vol. 129 - Número 6 - Marzo 2008 (en Castellano) |
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El misterio de todos los tiempos
Anon
(De Lucifer, 15 septiembre 1887)
La luz interna que guía a los hombres al esplendor, y los hace nobles, es un misterio de todos los tiempos y debe permanecer así mientras el Tiempo dure para nosotros; pero llegan momentos, incluso en medio de la vida ordinaria, cuando el Tiempo no nos tiene atrapados, entonces todas las circunstancias de la existencia exterior desaparecen, y nos encontramos cara a cara con el misterio del más allá. Estos momentos llegan con grandes problemas, con gran felicidad, con gran exaltación, con enfermedades serias. Luego parecen maravillosos, mirándolos a la distancia. ¿Qué es este misterio?, y ¿por qué está tan velado?, son las preguntas acuciantes para todo aquel que ha comenzado a darse cuenta de su existencia. Las dificultades a menudo elevan al hombre a ser conscientes de ellas, y los fuerza a hacerse estas preguntas cuando aquellos que hemos amado más que a nosotros mismos, son llevados al abismo desconocido y sin forma de la muerte, o son cambiados por las experiencias de la vida, al punto que ya no los reconocemos como los mismos; luego viene el ansia salvaje del conocimiento. ¿Por qué es esto así? ¿Qué es esta gran nube oscura que nos rodea, en la cual todas las cosas queridas se lanzan en el tiempo y las perdemos, nos las arrebatan totalmente? Esto es lo que hace la vida tan insoportable para las naturalezas emocionales, y desarrolla el egoísmo en corazones estrechos. Si no hay certeza y permanencia en la vida, entonces al egoísta le parece que no existe un curso razonable, excepto atender sus propios asuntos, y estar contento con la felicidad de la primera persona en singular. Existen muchas personas lo suficientemente generosas en temperamento para desear que otros también sean felices, y que, si vieran cualquier modo de hacerlo, alegremente corregirían los males existentes, la miseria del pobre, los males sociales, los sufrimientos de los enfermos, el dolor de aquellos afligidos por la muerte. El filántropo sentimental se estremece al pensar en estas cosas. No actúa porque puede hacer muy poco. ¿Tomará él un niño miserable y le dará cobijo cuando millones soportarán el mismo destino, cuando ese muera? La inexorable crueldad de la vida continúa en su curso gigante, y quienes nacen ricos y saludables, viven en lugares agradables, están temerosos de pensar en los horrores que la vida esconde. Pérdida, desesperación, dolor innombrable, llegan finalmente, y quien hasta ahora ha sido afortunado está en un mismo nivel con quienes se han familiarizado con la miseria experimentándola toda la vida. Porque el problema muerde más fuerte cuando salta sobre una nueva víctima. Por supuesto, hay naturalezas profundamente egoístas que no sufren en este sentido, que sólo buscan comodidad personal y están contentas con los pequeños horizontes perceptibles a la vista de una persona; para éstas existe poca dificultad en el mundo, no hay dolor vehemente que exista en naturalezas sensibles y poéticas. El artista de nacimiento es consciente del dolor tanto como del placer; reconoce la tristeza como parte de la vida humana antes que haya tocado la suya. Tiene una consciencia innata del misterio de los años, eso que se mueve dentro del alma del hombre y le permite sobrellevar la pena y volverse grande, lo que lo lleva al sendero de la vida divina. Esto le da entusiasmo, un heroísmo magnífico, indiferente a la calamidad; si es un poeta expresará lo que siente su corazón, incluso para una generación que no tiene ojos u oídos para él; si desea ayudar a otros personalmente, es capaz de dar su propia vida para salvar un niño desdichado de entre un millón. Porque no es su pequeño esfuerzo personal en el mundo lo que él observa, ni su pequeño espectáculo de trabajo realizado; de lo que él es consciente es del deseo dominante de trabajar con las fuerzas benéficas de lo sobrenatural, para volverse uno con el misterio divino, y cuando puede olvidar el tiempo y las circunstancias, se encuentra cara a cara con ese misterio. Muchos han imaginado que lo tienen que lograr por medio de la muerte; pero ninguno ha regresado para decirnos que esto es así. No tenemos pruebas de que el hombre no sea tan ciego más allá de la tumba, como lo es de este lado. ¿Ha entrado al pensamiento eterno? Si no es así, el misterio es pasivo. Para quien entra al ocultismo con seriedad, de pronto todas las dificultades del mundo parecen aparentes. Existe una experiencia en la que el padre y la madre, la esposa y el niño, se vuelven indistinguibles, y no parecen familiares o amigos, sino un grupo de extraños. El más querido de todos puede estar cerca e imperturbable, y sin embargo estar tan lejos como si la muerte se hubiera metido en el medio. Entonces toda diferencia entre placer y dolor, amor y odio, ha desaparecido. La melancolía, más viva que la sentida por un hombre en su primera experiencia intensa de dolor, ensombrece al alma. Es el dolor de la lucha para romper el caparazón en el que el hombre se ha encerrado a sí mismo. Una vez roto, desaparece el dolor; todas las ataduras se cortan, todas las demandas personales se silencian para siempre. El hombre se ha forzado a sí mismo a enfrentar el gran misterio, que ahora ha dejado de ser tal, porque se ha vuelto parte de él mismo. Esencialmente es el misterio de las edades, y éstas ya no tienen ningún significado para él, para quien el tiempo y el espacio y todas las otras limitaciones son sólo experiencias pasajeras. Para él se ha vuelto una realidad, profunda ciertamente, porque no tiene base; amplia, porque es ilimitada.
Él ha tocado la grandeza
de la vida, que es sublime en su imparcialidad y generosidad
natural. Es amigo y amante de todos aquellos seres vivos que se
conectan con su consciencia, no solamente de uno o dos elegidos, que
indudablemente es sólo un egoísmo ampliado. Mientras un hombre
todavía posee su humanidad, es cierto que uno o dos elegidos le
darán más placer al contactarlos que todos los demás seres en el
Universo y todos los espíritus celestiales; pero debe recordar y
reconocer qué es esta preferencia. No es algo egoísta que debe ser
destruido, si este amor es el tipo de amor que da; la libertad de
apegos no es una condición meritoria en sí misma. La libertad
requerida no es la de aquellos que se apegan a ustedes, sino de
aquellos a quienes ustedes se apegan. La frase familiar del amante
Por el contacto con estas otras almas, tiene canales adicionales por medio de los cuales puede ingresar al gran misterio, porque toda alma lo toca, aunque sea la más tenebrosa. La soledad es un gran maestro, pero la relación es aún uno mayor. Es tan difícil encontrar y captar la parte más elevada de quienes amamos, que en la dificultad misma de la búsqueda, existe una educación trascendente. Al hacer ese esfuerzo nos damos cuenta, mucho más claramente, qué es lo que crea el misterio en el que vivimos, que nos hace tan ignorantes. Son los deseos dominantes, oscilantes e incansables del alma animal. La vida de esta parte de la naturaleza del hombre es tan vigorosa y está tan fuertemente desarrollada por el tiempo en que el hombre se albergó en ella, que es casi imposible acallarla para poder contactarse con el espíritu superior. Esta vida constante y confusa, esta ocupación incesante con las insignificancias del momento, la presteza para emociones superficiales, esta rapidez para estar complacido, entretenido o desanimado, es lo que desconcierta nuestra visión y embota nuestros sentidos internos. Hasta que podamos usar estos sentidos, el misterio permanece en su silencio inescrutable.
Cuando la unidad sólo piensa en sí misma, la totalidad, que está conformada de unidades perece, y la unidad misma es destruida.
Esto ocurre en toda la Naturaleza y en cada plano de la vida. Esta, por lo tanto, es la primera lección a aprender.
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Lo que busca el verdadero ocultista, no es conocimiento, o crecimiento, o felicidad, o poder para sí mismo; sino volverse consciente de que la armonía de la que forma parte está rota en el plano externo, busca los medios de cambiar esa desarmonía por una armonía superior.
Esta armonía es Teosofía, Sabiduría Divina o Universal, de cuya raíz han surgido todas las “religiones”, es decir, todos los “lazos que unen a los hombres”, que es el verdadero significado de la palabra religión.
Por lo tanto, la Teosofía no es una “religión”, sino la Religión misma, la “unión misma de los hombres” en una Fraternidad Universal.
Anon
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