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Vol. 129 - Número 3 - Diciembre 2007 (en Castellano) |
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Página 9 |
La naturaleza del Amor
Wayne Gatfield
Wayne Gatfield es Presidente de la Rama Boston de la Sociedad Teosófica en Inglaterra
Nunca hubo en el mundo un tiempo en que el amor fuera tan necesario como lo es hoy, cuando la intolerancia religiosa, la violencia, la explotación del materialismo y del egoísmo se encuentran en su máxima expresión. Por un lado están los que no comprenden la verdadera naturaleza del amor y lo confunden con lujuria; por el otro encontramos aquellos que están espiritualmente desarrollados y aptos para decir que el amor es solamente otro concepto que necesita ser trascendido. Puede que en un análisis final, la última afirmación sea verdad, pero el amor tiene aún una tarea que llevar a cabo en este mundo ¡antes que desaparezca de la vida de los mortales! En el Glosario Teosófico, H. P. Blavatsky explica que aunque la palabra popularmente se refiere al dios del amor, esotéricamente la palabra ´Kâmadeva´ significa:
Kâma es el primer deseo omniabarcante consciente, del bien y del amor universal, y para todo cuanto vive y siente, y que requiera protección y benevolencia; el primer sentimiento de infinita y tierna compasión y piedad que surgió en la conciencia de la creadora Fuerza UNA tan pronto como vino a la vida y a la existencia, como un rayo de lo ABSOLUTO. Dice el Rig-Veda: “El deseo apareció primero en ELLO, que fue el germen primordial de la mente, y que los Sabios, investigando con su intelecto, descubrieron en su corazón que es el lazo que une la Entidad con la no-Entidad”, o manas con el âtma-buddhi puro. No hay idea alguna de amor sexual en el concepto. Kâma es por excelencia el deseo divino de crear felicidad y amor; y sólo tiempo después vino a convertirse en el poder que satisface el deseo en el plano animal, a medida que la humanidad comenzó a materializar sus más grandes ideales en escuetos y áridos dogmas, antropomorfizándolos.
En las profundidades mismas de nuestro ser tenemos esta armonía que es el reflejo del primer sentimiento de infinita y tierna compasión. Es la semilla de la hermandad de los Bodhisattvas que muchos en este planeta tratan de nutrir. Ellos intentan hacer desaparecer todo impedimento, de modo que lo que permanece en sus corazones es la llama del amor, una llama fría y constante que interpreta todo lo demás como vacío. Este es el tipo de vida al que aspiran los Budistas Mahâyâna, los Sufis y los Bhakti Yogis en India. Lamentablemente, este tipo de amor ha ido desapareciendo en la sociedad moderna. La ciencia materialista nos ha otorgado muy poco respeto por la vida humana. No importa cuánto la ciencia intente defenderse, ¡a un árbol se lo conoce por sus frutos! Uno de los frutos más tristes de esta sociedad es el poco valor que se le da a la vida. Casi todos los días leemos acerca de personas que son asesinadas o lastimadas para robarles un poco de dinero, celulares o joyas. Otra tendencia preocupante es la de ciertos grupos de jóvenes que atacarían a cualquier persona solamente por “la diversión” que ello les produce. Incluso afirman que filmarían el hecho con sus celulares para compartirlo con sus “amigos”. Esto está muy lejos de lo afirmado en los Versos Dorados de Pitágoras que postulan que deberíamos “tener coraje porque la raza humana es Divina”.
Esto sucede porque somos demasiado superficiales en nuestra consideración por los demás. Si tan solo nos diéramos cuenta que la misma Luz es la que brilla en el corazón de todos los seres, comprenderíamos que cualquier ilusión de separatividad es tan solo una manifestación superficial. Indudablemente la separatividad es una herejía grave como lo expresa La Voz del Silencio. Es la causa de gran parte de la maldad y del egoísmo en este mundo. Si la Unidad es el sueño de todo verdadero místico, la separatividad es su pesadilla. Si la Edad de Oro está siempre en nuestro interior, entonces la edad oscura está rodeándonos, creada por el malentendido de quiénes o qué somos realmente y nuestra relación con nuestros semejantes los seres humanos.
La sociedad se ha desarrollado en gran parte, basándose en la coerción en vez del Amor. León Tolstoy enfatizó este punto de vista hacia el fin de sus días. Si hubiéramos desarrollado una sociedad basada en las verdaderas enseñanzas de Jesús, no habríamos necesitado la policía, el ejército, los tribunales, etc. Jesús nos enseñó a amar a nuestros enemigos y a bendecir a aquellos que nos ofenden, pero, ¿cuántos en los así denominados “países cristianos” siquiera pensarían en hacerlo?. Los fundamentalistas musulmanes y cristianos parecen haber olvidado el significado del amor y lo han comercializado para convertirse en niños de esta época agresiva, promoviendo la ley de la violencia y la separatividad, y utilizando la coerción para transmitir su mensaje.
¿Cuál de estas dos religiones será la primera en seguir la ley del amor, la que sus fundadores le inculcaron y ser por ello un ejemplo ante el mundo de un verdadero sentimiento religioso? Tal como están actualmente, ambas siguen un sendero que es diametralmente opuesto al que sus maestros deseaban. Esto no significa que la gran mayoría de los cristianos y musulmanes sean así; muchos de ellos tratan de seguir el buen ejemplo de sus maestros. Desafortunadamente, existe una minoría de fanáticos muy expresivos que han malinterpretado las sutilezas de sus escrituras y de algún modo creen que el asesinato de inocentes es justo. Estoy seguro que Karma establecerá el equilibrio con el transcurso del tiempo. Quizá deberíamos compadecer más a los asesinos que a las mismas víctimas ya que pronto descubrirán que sus expectativas de recompensa eterna en el cielo, por actos de crueldad y asesinatos nunca darán sus frutos.
¡Es el momento de que el amor entre en lucha! Es lo único que puede enternecer nuestros corazones y que nos acerque más como seres humanos. Uno puede aprender enseñanzas filosóficas y espirituales y no tener una pizca de compasión y cuidado por los demás. Se ha terminado el tiempo en que nos dábamos el lujo de aprender las enseñanzas esotéricas y espirituales solamente para ampliar nuestra propia comprensión. El mundo está en crisis y únicamente el amor puede salvarnos del abismo que enfrentamos individual y colectivamente. No puede existir un mundo sin amor, no importa cuán avanzados sean los logros tecnológicos o lo magnificentes que sean las ceremonias religiosas. Tampoco puede el mundo sobrevivir basándose en la comprensión intelectual de las enseñanzas espirituales. Sin amor en su sentido más verdadero estamos perdidos en la niebla del egoísmo y la ignorancia.
Entonces, ¿qué es el amor? En su sentido más noble es nuestra relación con lo más elevado. Es el reflejo dentro nuestro de la armonía que se encuentra en el corazón de todas las cosas. Es el deseo universal del bien, de todo aquello que es beneficioso que se manifieste en la humanidad. Es nuestro vínculo con lo divino y nuestros semejantes. Es la Suprema Atracción.
Sabemos que el amor viene a nosotros de distintas formas. Tenemos el amor de padres a hijos, de hijos a padres, el amor de los amigos, el amor de un hombre a una mujer y viceversa. Todos, en su más alta expresión pueden ser nobles y bellos. Pero, por supuesto, también son limitantes porque una madre podría ver incontables personas morir si ello significara que su hijo viviera y ¡los amantes podrían matar por el bien de su amada! No obstante, hay un lado positivo porque en el caso que una pareja estuviera verdaderamente enamorada, su afecto podría llegar a tocar a otros y de esa manera beneficiar a la humanidad y aumentar el cúmulo de amor puro que necesita ser impulsado por los benefactores del planeta.
Están aquellos en el mundo que nos advierten de no analizar demasiado al amor. Es algo para ser experimentado y no examinado. Esto es así hasta cierto punto, pero también están los pensadores profundos que encuentran imposible aceptar algo sin haberlo comprendido primero en su máxima expresión. Una vez que ellos han descubierto la naturaleza científica del amor tal como se expresa en la cita al comienzo de este escrito, estarán en condiciones de relacionarlo con las leyes de la Naturaleza aplicando la máxima: “Como es arriba así es abajo” y, por lo tanto, ver claramente que el amor en cualquier nivel es una visión de esta eterna armonía en grados variables, y que toda falta de amor se debe a una visión distorsionada. Indudablemente el amor está presente en todo el universo manifestado y es lo ÚNICO que finalmente puede salvarnos.
Cuanto más alejados estemos del amor, más cruel se tornará la sociedad y más nos hundiremos en los incontables horrores que nos acechan hoy en día. Todo tiene que ver con la falta de amor y no particularmente con la carencia de espiritualidad. Hay gente “espiritual” que solo se ama a sí misma. Por lo tanto no es necesariamente la falta de espiritualidad la que hace que el mundo sea tan oscuro, sino la falta de amor. ¡Amarnos los unos a los otros es lo máximo que podemos lograr en este planeta!
Cuando se le preguntó a H. P. Blavatsky en su libro La Clave de la Teosofía si “la justicia equitativa indiscriminada y el amar a todas las criaturas” es la máxima expresión de la Teosofía, su respuesta fue que hay un nivel más elevado que es “darle a los otros más que a uno mismo – auto sacrificio”. Pero de hecho, el auto-sacrificio sería imposible sin amor. Si el dar estuviera carente de amor, sería un acto vacío sin valor llevado a cabo sin sentido porque fue escrito en algún libro o porque alguna autoridad lo recomendó. Es sólo el amor más profundo el que inspira a una persona al auto-sacrificio. Ninguna otra cosa despertará la compasión en el corazón. Por lo tanto, aunque el auto-sacrificio puede ser el paso siguiente al amor, es sólo a través de la puerta del amor que se puede alcanzar. No hay otra manera si ha de ser significativo y transformador a nivel individual y global.
El amor es la luz brillante que debe ser encendida en nuestros corazones para que el sufrimiento del mundo pueda disminuir y las experiencias amargas de la vida puedan ser endulzadas al menos un poquito. Esto es lo que deberían cultivar a perpetuidad en su corazón todos los que desean que el dolor en la humanidad cese. No es algo que pueda ser aprendido o agregado. Sólo necesitamos apartar los obstáculos que impiden que se manifieste en nosotros.
Nacidas de la ilusión de la separatividad, las emociones y sentimientos creados por el ser humano, producen una barrera que impide que el amor brille a través nuestro e ilumine la vida de los demás. Por lo tanto la lujuria, la ira, la avaricia y los celos han de ser eliminados empapándonos de enseñanzas sobre el amor, meditando sobre el amor, y también introduciéndolo a través de nuestros actos en la vida diaria. Buddha nos indica que la ira nunca puede ser vencida por la ira misma, solamente el amor la vence. La actual escalada de actos de violencia en todo el mundo, debido a la equivocada y desastrosa perspectiva de que la revancha contra la violencia podrá, de alguna manera terminar con ella, es en la actualidad la causa principal de mucha de la miseria en el mundo.
Tal como Jesús nos dice, debemos aprender a amar a nuestros enemigos y bendecir a quienes nos ofenden si es que deseamos acercarnos a la paz en la tierra. Alguien necesita romper los ciclos de violencia y es necesario que eso comience a través de cada uno de nosotros. Si pensamos que nuestra contribución es demasiado pequeña, entonces estamos cediendo a otra grave herejía, el pesimismo. La paz debe comenzar en algún lugar, entonces hagamos que comience con nosotros y ella crecerá. Una vez que las semillas sean plantadas ¡brotarán! El proceso TIENE que comenzar en algún lado. La legislación política ha probado ser estéril, porque no puede reformar la naturaleza humana, entonces dejemos que el amor diga lo que tiene que decir porque es el amor el que verdaderamente puede transformarnos para ser mejores. Una vez que nos demos cuenta de la naturaleza del verdadero amor, apartado de sus asociaciones de sensualidad y sentimentalismo, tendremos un poder que no puede ser vencido por ninguna fuerza en el “cielo” o en esta tierra. Así entonces estaremos seguros de sentar las bases para el retorno de la Edad de Oro tan necesaria y que resurgirá únicamente cuando nosotros realmente lo queramos.
Solamente podremos saber lo que es la inteligencia cuando sepamos lo que son la compasión y el amor… Porque como no sabemos lo que el amor y la compasión son, tenemos que recurrir a la astucia… El amor y la compasión son la misma cosa.
J. Krishnamurti
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