Vol. 128 - Número 2 - Noviembre 2006 (en Castellano) |
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Estudios sobre La Voz del Silencio, parte 2
John Algeo
El primer verso de La Voz del Silencio hace alusión a la clase de libro que es (un libro de instrucciones) y a la clase de lectores a quienes va dirigido (particularmente a aquellos que están en el Sendero del auto-desarrollo pero que ignoran los peligros de los poderes psíquicos inferiores). El segundo verso dice que aquellos que oigan La Voz del Silencio deben comenzar por desarrollar dhâranâ “concentración” o recogerse en sí mismos en un centro. Los versos siguientes presentan un método para hacerlo. VERSOS (3-5): Éstos se refieren a la mente y su rol en nuestra percepción de la realidad: (3) Habiéndose vuelto indiferente a los objetos de percepción, el discípulo debe buscar al râjâ de los sentidos, al productor del pensamiento, aquel que despierta la ilusión. (4) La mente es el gran destructor de lo Real. (5) Mate el discípulo al destructor. COMENTARIO. Algunos de nosotros, especialmente en la sociedad occidental, podemos tener una pequeña dificultad en comprender estos versos. La dificultad nace de nuestra tendencia a identificarnos con nuestras mentes y a pensar que la única conciencia “real” es la conciencia mental -que es una manera distinta de decir lo mismo-La Sabiduría Antigua dice que la conciencia, incluyendo nuestra conciencia interna, es de varias clases o modos (específicamente de siete), de las cuales la conciencia mental es sólo una.
Tenemos conciencia de nuestro cuerpo denso (según Hamlet “esta carne demasiada sólida”), del molde o forma interna de nuestro cuerpo, de la vitalidad que fluye a través y alrededor nuestro, de nuestras pasiones, deseos y emociones, y por supuesto también de nuestra mente y sus pensamientos. Pero también tenemos una conciencia que es más perceptiva que nuestra mente, que a veces llamamos “intuición” (aunque esta palabra también se usa de una manera más sencilla o trivial), y que también ha sido llamada “razón” o “inteligencia” o “percepción interna”, cualidades que tendemos a identificar con la mente ordinaria. Y más allá de todas ellas, tenemos conciencia de nuestra unidad con todo lo que nos rodea. En la mayoría de nosotros, (la mayor) gran parte del tiempo, esta última clase es una inconciencia, una conciencia activa sólo potencialmente.
Lo que se quiere dejar claro es que tenemos varios modos de conciencia, de los cuales la mente o la conciencia mental es sólo uno, y también que si nos identificamos con sólo uno de esos modos, por ejemplo la mente, estaremos limitando el concepto de nosotros mismos de una manera que puede producir efectos dañinos. Si pensamos de nosotros mismos como mente solamente, tendremos dificultades para funcionar efectivamente a través de los otros modos. Por eso en todas las tradiciones espirituales, la cuestión básica para preguntar y contestarse es “¿Quién soy Yo?” Esta cuestión es abordada en estos tres versos, especialmente respecto a una probable respuesta equivocada que los occidentales tienden a dar: “Yo soy mi mente”, o como Descartes dijo, Cogito, ergo sum – “Pienso, luego existo”.
El verso 3 menciona el volverse “indiferente a los objetos de percepción”. Este es el quinto paso del yoga clásico analizado en el último estudio. En sánscrito es llamado pratyâhâra, apartar nuestra atención del mundo externo y llevarla hacia el interno. Ese es el primer paso para alcanzar una comprensión de nuestra propia naturaleza. Tenemos que parar de mirar hacia fuera y comenzar a mirar hacia adentro. Si queremos encontrar algo, tenemos que buscarlo donde está.
Hay una vieja historia sobre una persona que vio a su vecino en la calle frente a su casa, buscando frenéticamente algo. Como era una persona servicial, salió y le preguntó a su vecino: “¿Ha perdido algo? ¿Puedo ayudarle a encontrarlo?” Y el vecino contestó: “Gracias. Ciertamente he perdido algo, un anillo, mi más preciada posesión, y tengo que hallarlo”. Juntos buscaron por toda la calle por casi una hora, pero sin éxito. Entonces el hombre dijo: “¿Exactamente dónde estaba usted cuando perdió el anillo?” Y el vecino le contestó: “Estaba en el sótano, limpiando el horno”. “Pero si perdió el anillo en el sótano, ¿qué esta haciendo aquí afuera buscándolo en la calle?”, exclamó el primer hombre sorprendido. “Bueno, verá usted”, contestó su vecino, “está muy oscuro en el sótano, y aquí afuera hay mucha luz”.
Pratyâhâra, el ser indiferente a los objetos de percepción, nos dice que si queremos descubrir quienes somos verdaderamente, es mejor que miremos dentro, aunque no haya demasiada luz allí, en vez de fuera de nosotros mismos.
Por lo tanto el verso 3 nos dice que “busquemos al râjâ de los sentidos”. El râjâ o rey de los sentidos es la mente. La psicología medieval reconoció que cada uno de los sentidos percibe una modalidad diferente de realidad: vista, sonido, gusto, tacto, olfato. Pero cuando le damos un mordisco a una manzana (por ejemplo), no percibimos cinco realidades diferentes: un globo rojo, un sonido crujiente, un sabor dulce, tersura, y un olor a manzana. En vez de eso, experimentamos todos estos diversos datos sensoriales como un todo, que llamamos “una manzana”. Por lo tanto, debe haber algo en nosotros, además de los sentidos individuales, que relaciona lo que ellos nos transmiten. Esa facultad fue llamada “sentido común”. Es lo que conduce a los cinco sentidos a estar en comunión uno con otro. Hoy día usamos el término “sentido común” de una manera un tanto diferente; la usamos para significar “un buen juicio práctico”. Pero es fácil ver cómo ese significado surgió del anterior: es sólo “sentido común” (en ambos significados) que nuestros cinco sentidos nos transmiten una realidad singular, y no cinco realidades diferentes. La mente es nuestro “sentido común”, el rey o soberano de los otros cinco.
La mente es también el “productor del pensamiento” porque produce ideas. Pero en el proceso de producir ideas, puede distorsionar la información que los sentidos le dan. Cuando la mente relaciona todos los bits de datos sensoriales que le llegan, construye un cuadro con lo que ellos le informan. Y ese cuadro puede no corresponder exactamente, ni aún aproximadamente con el mundo, que nuestros sentidos han percibido sólo imperfectamente. Resulta ser que ese real “sentido común” (en el más reciente significado del término) es una de las cosas más poco comunes del mundo.
Con nuestras mentes creamos cuadros, dibujamos mapas, imaginamos cómo es todo lo que nos rodea y muy a menudo no estamos en lo cierto. Pensamos que sabemos cómo son las cosas, pero frecuentemente estamos equivocados. Recordamos cosas incorrectamente; anticipamos futuros que nunca llegan; arribamos a conclusiones a partir de poca evidencia con una lógica imperfecta; atribuimos motivos que no existen a otros. En resumen, la mente despierta la ilusión.
La mente no somos nosotros. Pero para no confundirla con nosotros mismos, tenemos que examinarla, para reconocerla por lo que es. No podemos encontrar la Verdad a menos que sepamos qué es falso. Y, por lo tanto, debemos observar la mente, para conocer su naturaleza. Y su naturaleza, como nos dice el verso 4, es la de “destruir” lo “Real”. Necesitamos analizar ambos términos.
La palabra sánscrita para “real” es sat, que es el participio presente del verbo sánscrito para “ser”; su significado básico es “seidad”. También significa “lo existente, lo real, lo verdadero, lo bueno”. La palabra satyan “verdad” (como en el lema de la Sociedad Teosófica “No hay religión más elevada que la verdad”) se deriva de ella. Lo que es real es lo que realmente es. Y lo que realmente es, es bueno y verdadero.
¿En qué sentido, entonces, la mente “destruye” lo que es verdadero, bueno, y real? Nuestra mente, al relacionar la evidencia de nuestros sentidos, crea una imagen de la realidad para nosotros. Pero en el proceso, también distorsiona esa realidad y es en ese sentido “la gran destructora de lo Real”. La “destrucción” mencionada aquí es metafórica. Porque vemos y entendemos a través de la mente, la mente determina lo que sabemos. Revela algunos aspectos del mundo alrededor nuestro pero al mismo tiempo oculta otros, por lo tanto tenemos solamente una vista parcial y por eso inexacta de lo que es real. Si intentamos conocer lo que es Real, debemos trascender las limitaciones de la mente. Esa superación es “destruir al matador”.
Ese mandato ciertamente no significa que debamos eliminar la mente. Si no tuviéramos mente, no seríamos sabios, sino idiotas. “Destruir al matador” no es eliminar la mente, sino contrarrestar su visión limitada. La mente “destruye” lo Real al limitar nuestras percepciones de ello. Por lo tanto “destruimos al matador” limitando sus limitaciones.
El último estudio sugirió que La Voz es una clase de Yoga Sutras Teosóficos. Estos tres versos apoyan esa sugerencia. El segundo verso de los Yoga Sutra nos dice (en la traducción del libro de I. K. Taimni, La Ciencia del Yoga): “Yoga es la inhibición de las modificaciones de la mente”. Las modificaciones de la mente son aquellas actividades constantes por medio de las cuales la mente nos pinta un cuadro sobre su interpretación de la realidad y a través del mismo realmente se convierte en el “gran destructor de lo Real”, porque pinta un cuadro falso. Yoga es aprender a inhibir esas modificaciones, es decir, “destruir al matador”. La Voz del Silencio y los Yoga Sutras de Patanjali están diciendo la misma cosa en palabras sólo ligeramente diferentes. Ambas están diciendo que debemos aprender a controlar las actividades de la mente para que no induzcan a error y para que no las identifiquemos con nuestra naturaleza esencial.
VERSO (6-13) : Luego de los versos 3-5, que tratan sobre el funcionamiento y el control de la mente, siguen los versos 6-13 que nos hablan sobre la naturaleza de la experiencia que tenemos después de comenzar a ejercitar ese control. Y algunos de ellos son extraños, y quizá desconcertantes desde el punto de vista de nuestra conciencia ordinaria. (6) Cuando su propia forma le parezca irreal, como parecen al despertar todas las formas que ve en sueños; (7) Cuando deje de escuchar a los muchos, podrá distinguir al UNO –el sonido interior que mata al exterior. (8) Solamente entonces, no antes, abandonará la región de Asat, lo falso, para llegar al reino de Sat, lo verdadero. (9) Antes de que el alma pueda ver, debe ser alcanzada la armonía interior, y los ojos de la carne deben permanecer ciegos a toda ilusión. (10) Antes de que el Alma pueda oír, la imagen (el hombre) tiene que volverse sorda tanto a los rugidos como a los susurros, a los bramidos de los elefantes furiosos como al zumbido plateado de la luciérnaga dorada. (11) Antes de que el alma pueda comprender y recordar, debe unirse con el Hablador Silencioso, como la forma que le es dada a la arcilla está primero unida con la mente del alfarero. (12) Porque entonces el alma escuchará, y recordará. (13) Y entonces el oído interior hablará.
COMENTARIO. Una de las primeras experiencias que tenemos es distinguir entre lo Real y lo irreal (en sánscrito sat y asat). Esto es lo que A los Pies del Maestro llama la primera cualidad: discernimiento -como dice el libro- distinguir entre lo real y irreal, lo correcto y lo erróneo, lo importante y lo no importante, lo útil y lo inútil, la verdad y lo falso, y el egoísmo y lo inegoísta.
Las palabras sánscritas para “real” e “irreal” (y por inferencia todos los otros pares de opuestos) son particularmente reveladoras y aplicables a lo que estos versos están diciendo. Sat, traducida generalmente como “real” o “verdadero”, como se dijo precedentemente, es realmente el participio activo del verbo sánscrito para “ser”. Significa literalmente “seidad”. Lo Real es lo que es, lo que tiene seidad. Asat, lo irreal, es esa misma palabra con el prefijo negativo o privativo a-, que significa “no” o “sin”. Ese prefijo, en su forma griega, aparece en palabras como “atípico”, significando “no típico”, o “asexual”, que significa “sin características sexuales”. Por lo tanto lo Real es lo que tiene ser; y lo irreal es lo que no tiene ser o es sin seidad.
Pero entonces la cuestión es, “¿Qué es real?”. Chuang-tzu, uno de los más grandes maestros taoístas, cuenta un sueño vívido y real que tuvo una noche, en el que era una mariposa. A la mañana siguiente, al recordar lo real que le pareció el sueño mientras dormía, comentó: “No sé si fui un hombre soñando que era una mariposa, o ahora soy una mariposa que sueña que es un hombre”. ¿Qué es estar despierto, qué es el sueño? Esa es una pregunta que las personas a menudo han considerado. En la historia imaginaria de Lewis Carroll “A través del Espejo”, Alicia sueña que ve una pieza de ajedrez que es el Rey y está dormido, y se le dice que ella sólo es parte de su sueño. Cuando despierta, ve esa pieza de ajedrez a su lado, en la mesa; se pregunta si ha estado soñando con el Rey, o si el Rey ha estado entonces soñando con ella. Este relato tiene una alusión muy seria.
Pensamos que estamos despiertos, pero quizá sea realmente una clase de sueño del espíritu, y realmente estamos despiertos cuando despertamos del sueño de esta vida. De este modo Buddha es el que ha despertado. Quizá, como los versos 6-8 dicen, entrar dentro del reino de Sat, la verdad, implica el reconocimiento de que nuestras formas (que generalmente consideramos como “nosotros”) no tienen existencia en realidad.
A través de todos estos versos, se contrasta una serie de opuestos, explícitamente o a veces por inferencia: real/irreal, despierto/dormido, Uno/muchos, interior/exterior, falso/verdadero, visión/ceguera, armonía/discordia, realidad/ilusión, alma/imagen, rugidos/susurros, bramido/zumbido, recordar/olvidar, unidad/división, forma/mente, oír/sordera, Voz/Silencio. ¿Cuál es el propósito de todos estos contrastes? Y ¿cómo están relacionados al concepto de Sat o “seidad”? ¿Nos movemos de uno a otro mientras “destruimos al matador”? ¿o trascendemos la distinción?
Además de los pares de opuestos, estos versos (especialmente el verso 11) también introducen una tríada: forma corporal, alma, y el Hablador Silencioso, que son comparados a la arcilla, la forma de la vasija, y la mente del alfarero. Esta semejanza metafórica es digna de ser meditada. ¿Cómo está relacionada la arcilla, la forma de la vasija y la mente del alfarero con nuestra forma corporal, con el alma y con el Hablador Silencioso? También son mencionados como el oído externo, el oído interno, y la Voz del Silencio. ¿Qué representan estas tres cosas?
Después de que el alma oiga la Voz del Silencio, se dice que “recordará”. ¿Qué recordará? ¿Qué hemos olvidado? Platón habló sobre olvidar y recordar. Dijo que todos sufrimos de amnesia (esta palabra es nuevamente nuestro privativo a– más mnesia o “memoria”, como en mnemotécnico, que significa algo que ayuda a la memoria). Platón dijo que aprender era realmente recordar lo que hemos olvidado, un proceso de anamnesia o “no” (an-) “no” (a-) recordar (mnesia). Dos negativos (los dos privativos an- y a-) hacen un positivo.
Finalmente, ¿Qué dice La Voz del Silencio? ¿Cuál es el mensaje que da?
PREGUNTA. Reflexionen un poco sobre las preguntas de estos últimos cuatro párrafos. Vean qué respuestas pueden surgir de ellas. El buscar esas respuestas, puede ayudar escuchar la Voz del Silencio.
VERSOS (13 y siguientes): La pregunta planteada precedentemente, sobre qué dice La Voz del Silencio, es contestada en los versos 13 y siguientes. La Voz nos comunica lo que somos, comenzando por revelar lo que no somos:
(13) Y entonces el oído interno hablará LA VOZ DEL SILENCIO Y dice: (14) Si tu alma sonríe al bañarse en el sol de tu vida; si tu alma canta dentro de su crisálida de carne y materia; si tu alma llora dentro de su castillo de ilusión; si tu alma se esfuerza por romper el hilo de plata que la une a su Maestro4; sabe, ¡oh discípulo, que tu alma es de la tierra! (15) Cuando al tumulto del mundo tu alma en capullo5 presta oídos; cuando a la rugiente voz de la gran ilusión tu alma responde6; cuando se asusta al ver las lágrimas ardientes de dolor, cuando se ensordece por los gritos de angustia, tu alma se retira, como la tímida tortuga, en el caparazón de la personalidad, aprende, oh discípulo, que de su silencioso “Dios”, tu alma es un santuario indigno. (16) Cuando, ya más fuerte, tu alma se desliza de su seguro refugio; y escapándose de su santuario protector, extiende su hilo de plata y avanza; cuando al contemplar su imagen en las ondas del Espacio: ella susurra, “Esta soy yo”, digo, oh discípulo, que tu alma está atrapada en las redes de la ilusión7. COMENTARIO. Estos versos tienen un número de notas realizadas por HPB para clarificar algunas de las ideas vertidas en dichos versos, y vale la pena prestarles atención. La primera nota para esta serie de versos (nota 4) es particularmente importante: Nota 4. El “gran Maestro” es el término usado por los lanoos o chelas para designar al Yo Superior. Es el equivalente de Avalokitesvara, y es lo mismo que el Adi-Buddha de los budistas ocultistas, que el Atman, el Yo (el Yo Superior) de los brahmanes, y que el Cristo de los antiguos gnósticos. Esta nota tiene algunos términos que necesitan ser comentados: “Chela” es el término hindú para un “sirviente, pupilo, estudiante”. Es a menudo traducido al inglés como “discípulo”. Lanoo es un término similar de la tradición Budista. “Avalokitesvara” es el Bodhisattva de la Compasión, la encarnación de la piedad y le interesa el bienestar de todos los seres vivientes. “Adi-Buddha” es el primer Buddha del cual todos los otros proceden; âdi significa “primero” o “primordial”. “Atman” es la esencia de todo, que impregna toda existencia, pero es anterior a cualquier cosa existente; es la realidad última. “Cristo” es lo que San Pablo (quien fue influenciado por el gnosticismo) llama el Cristo en nosotros, no el Jesús histórico, sino el espíritu divino interno. El punto realmente importante en esta nota es que en La Voz, el “Maestro” es una realidad interior, no un ser exterior. El Maestro es nuestra propia naturaleza más íntima, no otra persona. Nota 5. El término Alma es utilizado aquí para designar al Ego humano o Manas, el cual es mencionado en nuestra división septenaria oculta como el alma humana, a diferencia del alma espiritual y animal. El término “alma” se usa de muchas maneras diferentes. Nuestra “alma animal” es esa forma de conciencia que compartimos con nuestros hermanos animales. Nuestra “alma espiritual” es una forma de conciencia sólo muy imperfectamente desarrollada en la mayoría de los seres humanos de nuestro tiempo, si es que está desarrollada de algún modo. Es una forma de conciencia a veces llamada “conciencia cósmica”. El “alma humana” es distintiva de nuestro reino. Es la facultad por la cual buscamos entender el universo que nos rodea y especialmente a nosotros mismos. Es la facultad por la cual buscamos descubrir quienes somos –el tema principal de estos versos. Nota 6. Mahâ Mâyâ, “Gran Ilusión”, el universo objetivo. Esta nota menciona el término sánscrito mahâmâyâ, del cual “Gran Ilusión” es una traducción. Mahâ (relacionado con la palabra latina magna) significa “gran” (como también en mahâtmâ “gran alma” y Mahâbhârata “La Gran Sustancia en relación con los descendientes de Bharata”). Mâyâ proviene de la raíz mâ, que significa “medir, construir”. “Ilusión” es una traducción equivocada para esta palabra, porque no tiene las asociaciones apropiadas. Mâyâ es el poder mágico de crear apariencias. Es el poder de hacer que las cosas parezcan algo distinto de lo que son, especialmente es el poder de hacer que el Uno aparezca como siendo muchos. Radhakrishnan lo llamó “el principio que explica el condicionamiento aparente del Absoluto incondicionado”. El universo objetivo se muestra como lleno de una gran variedad de cosas distintas, que los chinos llaman las “Diez mil cosas”. Pero realmente, el universo entero es la expresión de la Realidad Una. Es sólo el gran poder mágico de hacer que las cosas parezcan otra cosa de lo que realmente son, lo que produce el universo que conocemos. Nota 7. Sakkâyaditthi, la “ilusión” de la personalidad. Estamos seguros de que la personalidad es una cosa real. O al menos es tan real como cualquier otra cosa en el mundo de la Gran Ilusión. La ilusión consiste en pensar que somos la personalidad. Esta serie de versos nos está señalando lo que no somos, algo de lo que debemos darnos cuenta antes de poder descubrir lo que somos realmente. El verso 14 nos dice que no somos nuestro cuerpo terrenal, el asiento de nuestra personalidad, que es una combinación del “alma animal” y el “alma humana”. El verso 15 nos dice que no somos una unidad separada dentro de la confusión del mundo, es decir, no somos algo producido por nuestra experiencia del entorno que nos rodea. El verso 16 nos dice que no somos la imagen mental que formamos de nosotros mismos y que proyectamos hacia fuera. Todo esto es engaño, ilusión, el mágico juego de sombras de mahâmâyâ. Los próximos versos nos guían al descubrimiento de lo que somos realmente. (Continuará)
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