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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 141 - Número 12 -  Septiembre 2020  (en Castellano)
 

 
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El Regreso de la Consciencia – parte I

 

Elton A.Hall

 

Miembro de la Logia Unida de Teósofos de Itaca, Nueva York.

 

La consciencia insiste en ser reconocida. A pesar de un siglo de esfuerzos por ignorarla y aún declararla una ilusión, ha regresado, exigiendo ser entendida como parte del universo. La ciencia, dirigida por la física, ha tenido una trayectoria espectacular en los últimos cuatro siglos, resultando en profundas teorías apoyadas por la considerable evidencia  desplegada en la tecnología que ha revolucionado nuestro mundo. La teoría cuántica, el descubrimiento del ADN, y el progreso en la ciencia material, son todos asombrosos. Pero la ciencia ha estado perdiendo algo: la consciencia.

 

En un libro publicado recientemente1, el filósofo Philip Goff argumenta que Galileo (1534-1642) cometió un error fundamental al establecer, involuntariamente, a la ciencia en su rumbo actual. Galileo distinguió entre objetos de cualidades primarias y secundarias en el mundo. Las cualidades primarias son las que existen independientemente de nuestras observaciones, tales como forma, extensión o tamaño, número y ubicación.  Las cualidades secundarias son las que implican una interacción de las cosas en el mundo y en nuestras capacidades de percepción.

 

El color de una manzana es una cualidad secundaria porque el color es la respuesta de la consciencia a las longitudes de onda de la luz rebotando en la manzana y en nuestros ojos. Los receptores  en la parte posterior del ojo registran estas longitudes de onda y envían mensajes electroquímicos al cerebro, dando origen a las percepciones del color. La manzana no tiene color propio, solamente absorbe algunas longitudes de onda de la luz y refleja otras.

 

Esta diferencia condujo a Galileo a poner las reglas de la ciencia. La ciencia explora solamente lo que puede medir; y puede medir solamente las cualidades primarias. Para Galileo, esto significaba que la ciencia no puede ser cualitativa sino que debe ser cuantitativa, y su lenguaje natural son las matemáticas. Esta separación permitió a la ciencia desarrollarse en todas las formas notables que conocemos, pero ignoró completamente a la consciencia. Sugirió que la consciencia, típicamente considerada como la mente o alma, podía ser  dejada de lado en la comprensión del mundo físico. Los filósofos después de Galileo tendieron a poner la consciencia en esta mente o alma, un tema para la filosofía y la teología pero no para la ciencia.

 

Isaac Newton (1642-1726), un hombre profundamente religioso, con gran interés en la teología (sus escritos teológicos son más que sus obras científicas), dio una señal de advertencia cuando descubrió la ley de la gravedad. Él explicó cómo trabaja la gravedad, cómo los cuerpos con volumen se atraen unos a otros y cómo esa fuerza de atracción disminuye con la distancia. Pero reconoció que no explicó por qué funciona de la manera en que lo hace. Es decir, no intentó explicar lo que es la gravedad. Y esta “acción a distancia” lo preocupó toda su vida. Esta solamente fue resuelta con la teoría general de la relatividad de Albert Einstein (1879-1955).

 

El gran filósofo Immanuel Kant (1724-1804) influenciado por el empírico David Hume (1711-1776), sostuvo que no podíamos conocer el mundo externo tal como es sino como  se nos aparece. Kant dijo que el espacio y el tiempo son categorías de la consciencia, formas en que percibimos el mundo, y no podemos decir que existen independientemente de la consciencia. No podemos conocer las cosas en sí mismas (Dingen an sich). Esta afirmación desencadenó  muchísimo pensamiento filosófico respecto a lo que podemos conocer, y los idealistas alemanes que lo siguieron analizaron los límites del razonamiento discursivo y la percepción de los sentidos en la comprensión de la realidad.

 

Pero el éxito siempre creciente de la ciencia teórica y experimental se lanzó hacia adelante, justo al presente. Cuando era joven me asombraba lo que mi abuela materna había experimentado. Nació en los 1880, era muy joven cuando llegó la electricidad a su zona en Colorado (Estados Unidos), y cuando los hermanos Wright volaron en su primer avión. Nos visitó por última vez en la década de 1960, volando a California en un jet. Ahora que soy mucho más viejo, puedo recordar la aparición de la televisión a color, las pruebas de las bombas atómicas, el primer computador para uso privado, el Internet, el teléfono celular, el primer  alunizaje, y recientemente el vuelo espacial más allá de  Plutón. Nosotros debemos mucho a la ciencia que es tanto positiva como premonitoria. Aunque lo que Goff llama error de Galileo, el dejar la consciencia fuera de la ciencia, persiste en parte a causa de estos éxitos en la ciencia, y especialmente en la física.

 

En la última mitad del siglo diecinueve, la consciencia reapareció lentamente en la psicología y en la psiquiatría. El filósofo y psicólogo William James (1842-1910), en su famoso Las Variedades de la Experiencia Religiosa, publicado en 1902, afirmó la realidad de lo invisible. Quiso decir que las experiencias subjetivas, que incluyen las experiencias místicas, son reales porque ocurren, y deberían estar sujetas al estudio empírico tanto como lo son los objetos en el mundo. Mientras su filosofía y psicología afectaron a los estudiantes de esos campos, la así llamada ciencia dura simplemente las creía intrascendentes para su trabajo “real”. Sus métodos científicos simplemente no podían tratar la experiencia subjetiva.

 

En el primer cuarto del siglo veinte, el Círculo de Viena y otros,  reconsideraron el empirismo. Karl Popper (1902-1994), nació en Viena, tuvo conocimiento del Círculo y simpatizó con algunos de sus intereses pero no fue miembro y trabajó independientemente. Desarrolló el principio de la ‘falsabilidad’. En términos simples, una teoría o que afirma ser tal, no tiene sentido a menos que uno pueda precisar cómo puede ser tergiversada. La afirmación clásica  de que todos los cisnes son blancos es  desmentida y por lo tanto significativa. Fue desmentida en los 1700 con el descubrimiento del cisne negro australiano. En la opinión de Popper, una afirmación que no puede ser desmentida no tiene sentido.

 

Poniéndola de manera extrema, una afirmación indesmentible es absurda. De aquí que la afirmación “Existe un Dios” que no es refutable (¿Qué demostraría que es falsa?) carece de sentido. Tales afirmaciones pueden revelar nuestras actitudes, disposiciones, emociones y evaluaciones, pero no tienen sentido en modo alguno en relación a la realidad. Aunque no lleva mucho tiempo discernir que el principio de ‘falsabilidad’ no es en si refutable, porque es el criterio de la ‘falsabilidad’ y así no puede aplicarse a sí mismo. Sin embargo, la perspectiva que presentó, influyó al pensamiento científico durante años. 2

 

Durante el primer cuarto del siglo veinte, dos sucesos notables en la ciencia sacudieron al mundo. Uno fue la teoría de la relatividad de Albert Einstein (1879-1955), que trata con lo muy grande; y la teoría cuántica, defendida por Niels Bohr (1885-1962), que trata con lo muy pequeño. Nada en la ciencia sería lo mismo después que surgieron estas dos teorías y fueron perfeccionadas en las décadas siguientes. El espacio y el tiempo ya no fueron vistos como elementos separados de la realidad sino como un continuo espacio-tiempo de cuatro dimensiones. La versión de Bohr de la teoría cuántica, llamada la interpretación de Copenhague3, pone límites a lo que la ciencia puede conocer. Enunciada simplemente, Bohr sostuvo que podemos conocer solamente lo que podemos medir. Dado que a una entidad cuántica se la conoce solamente cuando es observada, lo que precede a la observación es desconocido. Nuestras posibilidades de observación son limitadas.

 

Como expresado en el Principio de Indeterminación de Werner Heisenberg (1901-1976), observar algunas características de una partícula, impide la observación de otra. Por ejemplo, observar la rotación de una partícula impide observar su dinámica y viceversa. Cuando la medición de la rotación se hace más precisa, la medición del impulso disminuye crecientemente. Como Bohr reconoció, tales características del mundo cuántico pone limitaciones en la epistemología (lo que podemos conocer) y excluye la ontología (lo que es la realidad).

 

Nuestro conocimiento es limitado y no tenemos conocimiento de la realidad fuera de la observación y la medición. Einstein, quien sentía que la ciencia debería describir la realidad, estuvo profundamente afectado por esta consideración de la teoría cuántica, e hizo numerosos intentos por mostrar que la teoría estaba incompleta. El fracasó. El enfoque de Bohr, el que predomina hoy, guarda silencio sobre la realidad. En otras palabras, la física, sobre la que están construidas todas las ciencias, puede decir mucho acerca de cómo funciona el mundo, pero no puede decir por qué funciona de esa manera o cuál es la realidad.

 

Por supuesto, la realidad simplemente no desapareció. Erwin Schrödinger (1887-1961) desarrolló una ecuación estadística proporcionando una visión donde una partícula subatómica, tal como un fotón o electrón, puede verse antes de ser observada. Cuando es observada, esta onda “colapsa” en una ubicación precisa. La realidad no observada entonces, es solamente una reunión de posibilidades estadísticas. Al intentar  eliminar este misterioso colapso de una partícula cuando es observada, se desarrolló la teoría de los multimundos, en la cual son realizadas todas las posibilidades en un universo siempre dividido (debido a la observación) en mundos paralelos que no pueden comunicarse con otro. Todas estas consideraciones están basadas en lo que se conoce en la física cuántica, pero claramente incluye afirmaciones filosóficas, y especialmente metafísicas.

 

Sir Arthur Eddington (1882-1944) dio el nombre de “ondícula” al descubrimiento de Einstein de que la luz algunas veces actúa como una onda y algunas veces como una partícula, el fotón. Bohr expuso su principio de complementariedad, que sostiene que ningún modelo individual de una partícula lo describe totalmente. Por ejemplo, necesitamos tanto el modelo de onda como el modelo de partícula para describir completamente la luz. Lo mismo es verdad para otras partículas subatómicas. Una vez más, hay un vacío entre lo que podemos conocer y lo que es la realidad.

 

Este breve e inadecuado bosquejo de dónde estamos en la ciencia, plantea lo que ha sucedido en los estudios de la consciencia. En psicología, el enfoque positivista4 condujo a algo llamado conductismo, la consideración de que la consciencia no tiene nada que ver con una persona: solamente la conducta, es decir, la palabra y las acciones podían estudiarse y tenerse en cuenta para explicar a los seres humanos, porque los estados subjetivos no pueden ser estudiados por medio del criterio positivista. Esto fue en parte una reacción a la imprecisión percibida de la sub-consciencia de Sigmund Freud (1856-1939) y al inconsciente de Carl Jung (1875-1961), que llegó a incluir un inconsciente colectivo. El conductismo fue mostrado como inadecuado (incoherente de acuerdo a Noam Chomsky5), pero tanto el psicoanálisis freudiano como la profunda psicología jungiana están con nosotros en variadas formas hoy. Tanto Freud como Jung evitaron la filosofía, aunque la psicología de Jung está impregnada de ella. La psiquiatría ha tomado principalmente una perspectiva muy materialista, al suponer que la consciencia tiene bases químicas y al desarrollar terapias que reflejan esa posición.

 

                                                                                                (Continuará)

 

Referencias

 

1. Philip Goff, El Error de Galileo: Fundamentos para una Nueva Ciencia de la Consciencia, Pantheon Books, Nueva York, 2019.

 

2. Ninguna teoría científica compleja es refutada solamente por medio de la observación o la experimentación. Uno siempre puede cambiar una suposición o modificar alguna parte de la teoría, y experimentar nuevamente. Si la teoría falla en explicar muchas observaciones y experimentos, puede juzgarse incompleta, pero será típicamente sostenida hasta que otra teoría se desarrolle que sea consistente y tome en cuenta todas las observaciones y experimentos. Entonces la nueva teoría es aceptada y se dice que tiene más poder aclaratorio.

 

3. Hay varias versiones de la interpretación de Copenhague. Estas sutilezas son ignoradas a propósito aquí.

 

4. El positivismo es la afirmación de que las únicas aseveraciones justificables son las que pueden ser científicamente verificadas, o lógica o matemáticamente demostradas. Esto, por supuesto, excluye la metafísica y mucho de la filosofía y la teología.

 

5. Noam Chomsky, “El Caso contra B. F. Skinner”, New York Review of Books, 30 de diciembre de 1971. Esta es una revisión de Más Allá de la Libertad y Dignidad de Skinner.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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