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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 140 - Número 11 -  Agosto 2019  (en Castellano)
 

 
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La Voz del Silencio:

una guía paradójica para vivir

 

Barbara Hebert

Presidenta de la Sociedad Teosófica en Norteamérica. Charla dada

en el Instituto Krotona de Teosofía, Ojai, California, el 26 de enero de 2019.

 

 

Muchos libros se han escrito refiriéndose a los temas de La Voz del Silencio de H. P. Blavatsky (HPB). Muchos estudiantes extraordinarios han hablado, y hablarán, acerca de estos. Es humillante contemplar la posibilidad de compartir algo en unas pocas páginas, que ya no se haya compartido. Por otra parte, la sinergia de muchos, pensando acerca de las mismas líneas y contemplar estas instrucciones místicas y a menudo paradójicas para recorrer el Sendero, nos permite expandir nuestra comprensión acerca de nosotros y del mundo que nos rodea.

Esto me recuerda una parte de Las Cartas de los Mahatmas, N° 59 Barker (CM #59; #111 cron.) en la cual el Maestro Koot Hoomi (KH) escribe a A. P. Sinnett:

 

Inténtelo. ‘Nunca se ha perdido nada por intentarlo’. Usted, al igual que todos los principiantes, tiende a sacar conclusiones totalmente firmes a partir de insinuaciones parcialmente captadas, y a dogmatizar sobre ello como si se hubiera dicho la última palabra. A su debido tiempo, usted corregirá esto. Usted puede comprendernos mal, es más que probable que lo haga así, pues nuestro lenguaje debe ser siempre, más o menos, el de la parábola y la sugerencia cuando se pisa terreno prohibido; nosotros tenemos nuestros propios modos peculiares de expresión, y lo que se encuentra más allá de las barreras verbales es más importante aún que lo que usted lee. Pero aún así, INTENTELO.

 

Por lo tanto, seguiremos las palabras del Maestro y lo INTENTAREMOS.

La Voz es un libro místico. El Diccionario Merriam Webster define la palabra místico como que tiene un significado espiritual o realidad que no es ni aparente para los sentidos ni obvio para la inteligencia; y abarcando o teniendo la naturaleza de la comunión subjetiva directa de una persona con Dios o la realidad última.

Cuando leemos o estudiamos La Voz, debemos hacerlo con la intuición o buddhi-manas porque estamos teniendo una comunión directa y subjetiva con la Realidad Ultima; una comunión que no es ni aparente para los sentidos ni obvia para la inteligencia o la mente (kama-manas). Me recuerda la enseñanza de la poesía a los estudiantes de la escuela secundaria que trataban de leer y comprender cada palabra literalmente. Esto no se puede hacer. Tenemos que leer más allá de las palabras. O, más bellamente comentado por Sangharakshita y su folleto, Paradoja y Poesía en La Voz del Silencio:

 

Es como si la mano que transcribió (estos fragmentos) por el bien de la humanidad y los dedicó  “A los Pocos”, hubiera escrito con letras de fuego sobre el portal del santuario una enorme advertencia, que aquí se encuentra el terreno que el intelecto no puede hollar, donde solamente una disciplinada y sublimada intuición espiritual que no funcione dentro de los estrechos límites de la lógica formal, posiblemente podría esperar obtener admisión. (p.7)

 

Con esta advertencia presente, trataremos de obtener la percepción de algunos de los paradójicos comentarios en La Voz; afirmaciones paradójicas que de acuerdo a Sangharakshita son “un método para despertar la Sabiduría del Alma” (p.7). El Fragmento I, versos 58-62 de La Voz, proporciona un punto útil para comenzar esta exploración:

 

No puedes recorrer el Sendero, antes de que te hayas convertido en el Sendero mismo.

 

Deja que tu Alma preste oído a todo grito de dolor, así como el loto entrega su corazón para absorber el sol matutino.

 

No permitas que el Sol ardiente seque ni una lágrima de dolor, antes de que la hayas enjugado del ojo de quien sufre.

 

Deja que cada ardiente lágrima humana caiga en tu corazón, permaneciendo allí sin eliminarla, hasta que el dolor que la causó haya desaparecido.

 

Estas lágrimas, oh tú de corazón misericordioso, son los arroyos que riegan los campos de caridad inmortal. Este es el suelo sobre el cual crece la flor de media noche de Buddha, más difícil de encontrar y más rara de ver que la flor del árbol Vogay. Es la semilla que libera del renacimiento. Aísla al Arhat de la lucha y de la concupiscencia, lo conduce a través de los campos del Ser a la paz y beatitud conocidas sólo en la tierra del Silencio y del No-Ser.

 

Cuando pensamos en el Sendero Espiritual, la mayoría de nosotros lo percibe como algo lineal, con un comienzo y un final. Merriam Webster define un sendero como un “camino hollado; una senda especialmente construida para un uso particular”. Es un camino externo para que nosotros lleguemos a nuestra meta. Sin embargo, el verso 58 nos presenta una paradoja. No podemos recorrer el sendero hasta que nos convirtamos en el sendero mismo. ¿Qué significa esto? ¿Cómo nos convertiremos en el sendero? Llegar a ser el sendero, llegar a ser algo, requiere  de una transformación interna.

Este verso, “No puedes recorrer el Sendero, antes de que te hayas convertido en el Sendero mismo”, indica que el sendero no es un camino externo, un camino lineal, que nos permita alcanzar algún punto final; sino que es un peregrinaje interno.

Como Joy Mills escribe en su libro Transformación de lo Interno a lo Externo: Nosotros no estamos separados del sendero, del proceso... estamos examinando nuestros motivos, nuestra naturaleza interna, las raíces mismas de nuestro ser. Es examinar cada aspecto de nosotros. Nada debe quedar sin ser examinado” (p.37). Es a través de este auto-examen, de esta auto-observación, que podemos comenzar a hacer esta transformación interna. En toda La Voz se nos alienta,  incluso se nos aconseja, a participar del auto-examen; desde el comienzo del Fragmento I, versos 4 y 5: “La Mente es el gran destructor de lo Real. Destruya el discípulo al Destructor.” “Abandona tu vida si quieres vivir.” (I.21) “Antes de entrar en aquel sendero, debes destruir tu cuerpo lunar, expurgar tu cuerpo mental y purificar tu corazón” (I.51) “Pasa de la luz del sol a la sombra para hacer más sitio a otros” (II,140), y continúa a través del Fragmento III: “No permitirás que tus sentidos hagan de tu mente un sitio de recreo.” (III, 218).

 

Este peregrinaje interno es nuestro trabajo diario. Todos y cada día, hora y minuto, debemos entregarnos a la auto-observación. ¿Por qué? Porque una vez que nos hacemos conscientes de que hay algo “más” que este mundo de fenómenos; una vez que nos hacemos conscientes de que existe una vislumbre de luz, es casi imposible desviarse. Estamos obligados a avanzar o, más bien, a ir hacia adentro. Nadie nos obliga a hacerlo. Nosotros lo escogemos. Como dice Joy, recorrer este sendero es una “responsabilidad auto-decidida”.

Ella narra la historia de un zadik, un hombre santo judío, encarcelado hace varios cientos de años en la Rusia blanca del Norte, debido a sus opiniones e ideas. Sus carceleros lo ridiculizaban preguntándole: “Si tu Dios es omnipotente y  omnisciente, por qué visitó el Jardín del Edén diciendo, “Adán, ¿dónde estás?”

Como dice Joy, “Parece más bien una pregunta ridícula, ya que Dios tenía solo a dos personas que cuidar, ¿cómo se le pudo perder la mitad de la humanidad?” Pero el zadik respondió, “Sí, Dios es omnisciente. No era que Dios no supiera donde estaba Adán, sino que era Adán quien no sabía donde estaba.” Adán respondió: “Me escondo”. Joy dice que debido a que todos nosotros nos escondemos, no nos encontramos. ¿Sabemos quienes somos? ¿Sabemos dónde estamos?

Es este “descontento divino” el que nos empuja al sendero del cual es casi imposible alejarse. En algún momento escuchamos el llamado, “¿Dónde estás?” Comprendemos entonces, de algún modo, que estábamos “ocultos”, así que comenzamos el peregrinaje para encontrarnos a nosotros mismos. Es un viaje que nos lleva por todas partes, aunque nunca tengamos que movernos físicamente de nuestra ubicación. Es el viaje de convertirse en el sendero.

¿Dónde comienza este viaje? Comienza a cada momento y podemos ser medidos por la manera en que actuamos en el mundo. Alguien podría cuestionar este comentario, preguntando si nuestro peregrinaje no debería medirse por el grado y cantidad de conocimiento que tenemos. Ciertamente el conocimiento incluye parte del viaje, como se ve en el Fragmento I, cuando se habla de los Tres Vestíbulos.

Muchos de nosotros, como teósofos, amamos el Vestíbulo de las Instrucción, es decir, amamos leer, estudiar, debatir, aumentar nuestra comprensión de los conceptos metafísicos que han sido compartidos con nosotros. Debemos tener conocimiento, pero dice La Voz que existe peligro en este vestíbulo en particular. El verso 26 dice: “En él encontrará tu alma las flores de vida, pero debajo de cada flor una serpiente enroscada.” Cuán fácilmente podemos llegar a quedar atrapados en “cortar y rebanar” los conceptos metafísicos que nos han sido compartidos de modo que podamos aumentar nuestra comprensión! Pero el conocimiento, claramente, no es suficiente. Debemos movernos más allá del Vestíbulo de la Instrucción hacia el Vestíbulo de la Sabiduría. El verso 33 nos insta a escapar del Vestíbulo de la Instrucción: “Este Vestíbulo, tan peligroso en su pérfida belleza, es necesario solo para tu prueba.”

 

Por lo tanto, nuestro peregrinaje interno, mientras vivamos en este mundo de fenómenos, debe ser medido por nuestras acciones externas. Se ha dicho que las palabras no tienen valor a menos que se actúe. Otra variación de este dicho es: “Al final no es hablar sino caminar lo que importa.”

Marie Poutz, quien vivió en Krotona y fue una asombrosa mujer y teósofa, trató el tema de la correcta acción. La Srta. Poutz, como se la conoció, dijo que la diferencia no estaba entre la acción correcta y la errónea sino más bien entre el amor y el no-amor.

Describió el amor como las acciones que despiertan el espíritu inmortal dentro de los demás. ¿No es eso lo que queremos para quienes amamos, encontrar la belleza de sus seres verdaderos? Ella describió el no-amor como una acción que ayuda a oscurecer la luz interior de otro. Así, si miramos una acción que podamos tomar, no como correcta o equivocada, sino más bien como “¿Es este acto de amor o de no-amor?”, estaremos entonces actuando en cada momento en reconocimiento de la divinidad en todo. Joy escribe:

 

Hay muchas personas solas en el mundo, muchos que han sufrido pérdidas de un modo u otro, y principalmente están aquellos que están hambrientos de comprensión, de verdad, de la sabiduría que el punto de vista teosófico universal tiene para ofrecer. Puede que no tengamos todas las respuestas, y ciertamente ninguno de nosotros puede tenerlas, pero podemos hablar desde el corazón, y si no, podemos ayudar con una sonrisa. La acción que surge del amor, del corazón, será siempre  correcta.

 

La opción de los caminos está siempre presente ante nosotros. Podemos vivir de manera tal que nuestra presencia en el mundo traiga, de acuerdo al verso 158: “luz y consuelo al agobiado peregrino, y (en la manera que podamos) busca a aquel que sabe todavía menos que tú”.

¿Qué mejores instrucciones para la vida diaria podemos recibir que estas? Cuán simples aunque cuán profundas. Cuando nos comprometemos en el auto-examen, ¿cuán a menudo podemos decir que hemos pasado el día con acciones que fluyen desde el corazón? ¿Que nuestras acciones trajeron luz y consuelo a otros? ¿Que hemos compartido lo que sabemos con otros? Una advertencia aquí, no tenemos que “predicar la Teosofía” o incluso usar términos teosóficos para compartir lo que hemos aprendido. Más bien, es una obligación para nosotros ir a su encuentro donde están y usar su lenguaje de modo que puedan escuchar. La Verdad es la Verdad, indiferente de su ropaje.

El Fragmento II describe dos senderos. el Sendero Abierto y el Sedero Secreto, y entre estos dos senderos escogeremos uno. Volviendo de nuevo a Joy Mills en Transformación de lo Interno a lo Externo, ella dice: “Como es evidente, en La Voz del Silencio, y ciertamente en todos los escritos de HPB, el dharma o camino, inherente en la visión teosófica es el del Bodhisattva, el sendero de la renunciación.” El nuestro es el Sendero Secreto: como teósofos vivimos para servir a la humanidad.

Cada vez que actuamos desde el corazón, estamos escogiendo el amor sobre el no-amor, nos estamos preparando o quizás incluso comenzando a recorrer el Sendero Secreto, el Sendero del Bodhisattva, que proporciona el arquetipo que tenemos que seguir. Es nuestra guía para vivir.

Los otros versos mencionados anteriormente (58 al 62) nos recuerdan que vamos a llegar a ser la verdadera encarnación de la compasión:

 

Haz que tu alma preste oído a todo grito de dolor, de igual modo que descubre su corazón el loto para absorber los rayos del sol matutino.

 

No permitas que el sol ardiente seque una sola lágrima de dolor, antes que tú la hayas enjugado en el ojo del que sufre.

 

Pero deja que las ardientes lágrimas humanas caigan una por una en tu corazón, y que en él permanezcan sin enjugarlas, hasta que se haya desvanecido el dolor que las causara.

 

Este es el camino del Bodhisattva. Y luego el verso final:

 

Estas lágrimas, oh tú de corazón compasivo, son los arroyos que riegan los campos de caridad inmortal. En este suelo es donde crece la flor de media noche, la flor de Buddha, más difícil de encontrar y más rara de ver que la flor del árbol Vogay. Es la semilla que libra del renacimiento. Pone al Arhat a cubierto de toda lucha y concupiscencia, y le guía a través de las regiones del Ser a la paz y beatitud conocidas únicamente en la región del Silencio y del No-Ser.

 

La compasión que sentimos, “estas lágrimas” son la base o “semilla que libra del renacimiento”. Es el verdadero comienzo del Sendero del Bodhisattva.

La compasión, dice La Voz, es “la Ley de leyes”, la armonía eterna” (III,300). Somos mandados a convertirnos en “compasión absoluta” (III, 301). Luego el verso 307: “Habla la Compasión y dice: ¿puede haber bienaventuranza cuando todo lo que vive ha de sufrir? ¿Te salvarás tú y oirás gemir al mundo entero?”.

 

Como teósofos, respondemos “No”, porque hemos escogido, auto-escogido, el Sendero de la Renunciación para el bien de la humanidad. Permaneceremos con la humanidad hasta que todo dolor sea eliminado, hasta que todo sufrimiento se haya ido, hasta que el mundo ya no se lamente.

  

 

 

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