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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 140 - Número 04 -  Enero 2019  (en Castellano)

 
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Un legado de Sabiduría

 

Joy Mills

 

Exvice-Presidenta internacional de la Sociedad Teosófica.

Reimpreso de la revista Theosophia, Primavera de 1969. Boris de Zirkoff fue el editor/fundador de esta publicación.

 

Aquellos cuyas vidas han sido tocadas de cualquier manera por la filosofía teosófica se han convertido en herederos de una gran tradición de una sabiduría inmortal. El conocimiento de esa tradición se puede obtener por medio del estudio, contemplación e incluso del debate de los principios de la sabiduría con los demás. Pero la sabiduría deriva de un conocimiento total en el que la comprensión se expresa constantemente en todos los modos de vida. El legado de la sabiduría, de la cual somos herederos hoy, es de tal naturaleza que a menos que seamos transformados por su cualidad vital, puede seguir siendo una posesión estéril, encerrada en los libros e inaccesible para experimentar. Una premisa fundamental presentada en La Doctrina Secreta sugiere la existencia de una sabiduría acumulada de las edades, hoy verificable por medio de la experiencia, y que puede ser demostrada por las hipótesis científicas. Este conocimiento testimoniado por generaciones de videntes y sabios, puede decirse que constituye un pentagrama de la ley, que encuentra su síntesis final en el hombre.

 

En las manos de sus Guardianes, que son los Adeptos de la Sabiduría, este conocimiento es mucho más que una mera recopilación de doctrinas, es un todo vivo que evoluciona, tan vivo como el Universo que es su expresión visible. Reunir hechos no es encontrar la sabiduría, poner sobre una mesa todas las partes componentes de un reloj no es experimentar la acción de un reloj ni comprender el tiempo. El legado de la sabiduría del cual somos herederos hoy, es una sabiduría total, cada principio de la cual no es sino un aspecto del total, y el total es la expresión de la Consciencia omniabarcante que es el Universo. Como nos fue trasmitida por esa notable mensajera, H. P. Blavatsky, la sabiduría se desarrolla en una secuencia natural  de comprensión, formando, como ya se ha sugerido, un pentagrama de la ley.

 

Entre los principios, es primordial la hipótesis fundamental de que hay una Realidad Universal, en la cual todo se basa, cuya esencia es la Consciencia Incondicionada Absoluta. Lo real es enteramente no material, tal como hoy está descubriendo y demostrando la ciencia; la Realidad es, no importa lo que suceda en el campo de energía universal de infinita potencialidad. Estamos incrustados en esa Realidad una, y todas las “realidades” transitorias obedecen a las leyes de la Realidad universal, indivisible. Su cualidad primordial es el darse cuenta, la consciencia (chit), y así el Universo es por completo consciente y vivo, en y de sí   mismo, esa Realidad es existencia eterna (sat); su naturaleza esencial es armónica en cualidad (ananda), y permite que por su misma naturaleza surja en secuencia natural la belleza y beatitud del orden.

 

La segunda premisa surge de la primera: el universo y todas las formas fenomenales, son la manifestación periódica de la Realidad primordial. La materia es una excrecencia, una eyección de la Realidad, el material de la Realidad, actuando desde dentro hacia afuera. La materia es, entonces, la precipitación de la energía, nunca separada de su fuente, sino que aparece externamente como la demostración transitoria de la Realidad Una, el universo del ser proyecta el universo de procesos. Esa proyección es periódica, de acuerdo con el ritmo inherente de la consciencia. En todas partes ocurre el pulso de la Realidad, algunas veces acelerado para la auto-consciencia como en el hombre, algunas veces retardado a casi inconmensurables ciclos como en las edades geológicas.

 

(No hace mucho tiempo un científico informó: “El pulso del planeta Tierra  aún no ha sido calculado. Pero un pulso está allí… Un latido rítmico en la envoltura magnética que encierra el planeta, surge del viento solar… Dentro de la envoltura magnética, la atmósfera de la Tierra se expande y se contrae…”) El latido del pulso de la Realidad se desenvuelve en sí mismo para revelar sus propias privaciones, para definirse en límites, porque dentro de la Realidad primordial está el dinamismo de su propia naturaleza. La palabra Fohat ha sido asignada a ese dinamismo que aún no es descubierto por la ciencia, excepto en sus efectos.

 

El campo universal es existencia no activa. La activación dentro del campo universal de la Realidad, de aquello que es conocido para el ocultista como Fohat, resulta en universos activos que son transitorios y temporales, y constituyen sombras a través de lo Real.

 

Entonces, la tercera hipótesis: el universo es llamado maya porque todo en él es transitorio, aunque es suficientemente real para los seres conscientes que se mueven dentro de él. Eso que fue envuelto de forma simultanea dentro de lo Real universal es ahora desenvuelto secuencialmente en los procesos del tiempo y de la evolución, de aquí que sea denominado maya, porque está sujeto a medida. El hombre, como un ser auto-consciente, aprende a utilizar el tiempo, a trabajar en él y con él, para alcanzar los procesos de evolución. El hombre es, en consecuencia, la medida de todas las cosas, como también el medidor de todos los procesos, manipulando tanto el tiempo como el proceso.

 

El cuarto punto del pentagrama es la  premisa básica de que todo en el universo, por todos los reinos de la Naturaleza, es consciente, dotado de una consciencia de su propia clase y en su propio plano de percepción. Puesto que la Realidad fundamental, no-divisible y no-material, es por completo consciente aun cuando lo fenomenal constituye una sombra sobre esa Realidad, está aún enraizada en la consciencia primordial y debe por lo tanto participar en la consciencia. Todo está incrustado en lo Real, revelándose en las secuencias del tiempo, y por consiguiente, de acuerdo con la quinta hipótesis, el universo es trabajado y guiado desde dentro hacia afuera. Emergen diseño, modelo y forma.

 

Así podemos visualizar los cinco puntos esenciales de una sabiduría eterna, un pentagrama de la ley al que toda la Naturaleza se integra y que encuentra su expresión final en el hombre, que es la localización de todo lo que está presente en todas partes en el universo. Tradicionalmente, el símbolo del hombre ha sido la estrella de cinco puntas; cada punta puede representar una ley universal que el hombre encarna por su misma naturaleza. Su tarea, entonces, es llegar a ser la ley que representa.

 

El hombre, por amplio que sea su alcance, por alto que crezca, debe permanecer todavía en la tierra; sus pies deben estar plantados en algún lugar, porque siempre debe haber alguna base sobre la que se yerga, y su visión debe proceder desde donde está. De modo que parándose allí, con la visión de lo que es, limitada y definida por nuestro estado presente, podemos aún crecer hacia arriba, hasta que se expanda la consciencia a las cinco puntas de la sabiduría,  y podamos entender lo que ha sido verdadero desde el comienzo, que estamos inmortalmente enraizados en la Auto-Existencia.

 

El logro de esa realización es un proceso científico, al que puede darse el nombre de “el Sendero”. Porque la doctrina, por noble que sea, no es suficiente. Los principios, aunque elevados, no bastan. Como lo expresó Pseudo-Dionisio: “El hombre no sólo debe conocer la verdad, debe experimentarla.” Hay un Camino que encontrar y hollar, aunque hay mil accesos para entrar a ese Camino. El Sendero en si es uno y el discípulo se elige a sí mismo. El legado de la Sabiduría que es nuestra, revela la naturaleza del Sendero; uno encuentra la realidad última viviéndola. Por nuestros propios esfuerzos desarrollamos el tremendo potencial de la consciencia, por medio de la meditación y la “correcta plena atención” nosotros “recordamos”, como Platón lo describe, eso que internamente somos. Al aprender a olvidar los reclamos y deseos del yo transitorio con un propósito de vida que ahora es redescubierto, aprendemos a dar, con profunda compasión, todo lo que somos y tenemos, al servicio de la humanidad. Porque el hombre se  compromete a brindar apoyo, de manera auto-consciente, a todo el proceso del cual él es una parte.

 

Pero este compromiso exige una salida radical del modelo evolutivo normal; requiere un nuevo modo de crecimiento, ya no un crecimiento en el sentido lineal de secuencia, sino una auto-transformación que tiene lugar desde dentro. La analogía más útil es el proceso de la metamorfosis. Una oruga no se convierte en mariposa a través de un proceso de crecimiento lineal, volviéndose solamente  una oruga más y más grande; el proceso se alcanza solamente cuando la oruga se envuelve en su propio capullo, se aísla del medio ambiente externo en el cual se ha alimentado, y depende únicamente de sus propios recursos para una transformación asombrosa. Allí dentro del capullo ocurre un proceso casi milagroso: todos los órganos de la larva desaparecen, se reducen a una emulsión amorfa, viscosa, sin una estructura perceptible. Por algún milagro de reorganización, que la biología no puede explicar, dirigido por un misterioso dinamismo que la ciencia aún no ha etiquetado, energizado por una fuerza desconocida para la física, esta emulsión sin forma y aparentemente muerta se  transforma en una mariposa. Aquello que fue una vez la oruga es ahora algo bello y con alas, adaptada a un ambiente totalmente diferente, el aire, y adaptada para un modo de vida totalmente diferente.

Entonces el hombre, por un esfuerzo auto-consciente y auto-planeado puede alcanzar una transformación semejante en propósito, igualmente magnífica en otro nivel de realización, emerger de su existencia de oruga como algo de la tierra, y experimentar un crecimiento lineal a través de sucesivas encarnaciones para la vida más libre de la regeneración espiritual.

 

Aquí, entonces, está nuestro legado de sabiduría: somos herederos de las edades, manteniendo la confianza en un sagrado compromiso. Pero es más que conocimiento lo que se nos ha dado, y es más que conocimiento a lo que debemos aspirar, si el legado que nos ha sido otorgado es para ser transmitido en su magnificencia a quienes vienen detrás de nosotros. Debemos encontrar la verdad de manera tan personal que nos sostenga y domine; debemos transmutar los principios universales, en el horno ardiente de las experiencias de la vida, en el oro de la sabiduría, llegando a ser el auto-transformado y la auto-transformación. Los principios eternos de la Sabiduría no están fuera de nosotros, no son externos a nosotros, ni actúan sobre nosotros; son la esencia de nuestra verdadera naturaleza; somos el pentagrama de la ley. Saber esto es ver la vida completa, percibir la visión sin límites de la Realidad, y por lo tanto vivir y actuar de modo que el legado de la sabiduría de la cual somos sus herederos hoy, nunca pueda perderse para la humanidad.

 

 

 

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