Vol. 138 - Número 08 - Mayo 2017 (en Castellano) |
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Servicio: el sendero interno y el externo
ANANYA SRI RAM RAJAN
Directora de las Publicaciones de la Orden Teosófica de Servicio (OTS) en EE.UU. Charla dada en la Convención Internacional, Adyar, el 3 de enero de 2017.
Cuando se nos pide hablar o escribir un artículo, hay momentos en que buscamos inspiración que nos ayude. Aunque tenía las ideas básicas para esta charla, en realidad no tenía el modo de ponerlas en palabras. Irónicamente, la inspiración vino a través de noticias bastante tristes. Mientras escribía algunas ideas, un amigo me envió un mensaje en el que decía que le habían diagnosticado cáncer pancreático terminal y le daban de seis a diez meses de vida. Continuamos enviándonos mensajes y compartiendo pensamientos acerca de su inminente muerte, ya que nuestra amistad fue especial para los dos, y acordamos hablar a la semana siguiente. Volví a trabajar en esta charla, pero me di cuenta de que me sentía incómoda y, en esa incomodidad, quería una distracción de algún tipo. A menudo cuando nos enfrentamos a noticias difíciles o desagradables, queremos alejarnos del sentimiento que provoca dentro de nosotros. Pero, a fin de cuentas, el único lugar en el que podemos estar es en el momento presente con lo que sea que estemos sintiendo. No hay ningún lugar adonde ir. Debemos practicar lo que hemos aprendido en nuestro trabajo espiritual, para que podamos servir al mundo exterior de la mejor manera posible. Por ejemplo, para poder sentarse con un amigo que está muriendo y estar completamente presente con esa persona, debemos ir a nuestro interior, debemos volver a la Fuente para conectarnos con Eso que "vive y respira en nosotros y camina por la vida con nosotros sin importar cuán estéril el viaje pueda ser", como afirma la Hermana Joan Chittister. Sólo cuando nos conectamos con la inteligencia divina de la que somos parte, podemos explorar las cuestiones que podríamos no estar dispuestos a afrontar, tales como el sufrimiento que un amigo moribundo puede estar sintiendo, que, a su vez, nos lleva a pensar sobre nuestra propia mortalidad. Nos guste o no, todos vamos a morir en algún momento. A la mayoría de nosotros no nos gusta la idea, por lo que la ignoramos. O minimizamos la situación e intentamos no hablar de lo que tenemos delante de nosotros. Pero para servir verdaderamente a otro, debemos enfrentar nuestros propios miedos y molestias, para no sentir el deseo de estar en otra parte, o tener el deseo de poner distancia entre nosotros y el otro que estamos sirviendo. Lo que sentimos en nuestro interior se refleja en nuestras acciones externas. Como refiere el título de esta charla, podemos considerar que hay dos caminos para el servicio: el que está en nuestro interior y el que se encuentra en el mundo manifestado. Y como se menciona en el ejemplo dado, podemos ver por qué el trabajo en nuestro interior es importante si vamos a servir a otros. Sin embargo, quizás también exista un aspecto más profundo de nuestra necesidad de conectarnos a esa divinidad viva y que respira que viene del Uno y se encuentra en todos los seres, incluyéndonos a nosotros mismos. Somos la Orden Teosófica de Servicio (OTS), y es la Teosofía la que marca la diferencia en cómo servimos. Dentro de la Sociedad Teosófica (ST), nuestro lema es "No hay religión más elevada que la Verdad". Es esa Verdad, esa Unidad, en la que todos estamos en un viaje para descubrirla a nuestra manera. Para algunos, su vida espiritual es una práctica cotidiana, mientras que para otros, es algo tibio. Podemos sentirnos desanimados en momentos de dificultad o lucha, y tal vez nos preguntemos si logramos algún cambio en el mundo manifestado, en general, al ser amables y ayudar a las personas. En los OST, si vamos a ser "una unión de los que aman, al servicio de todo lo que sufre", debemos servir al sendero interior. Debemos servir a lo Uno. Es de lo Uno que han llegado nuestras antiguas enseñanzas. Las enseñanzas que han resistido la impermanencia de la humanidad, el mundo que tú y yo y cada individuo en este planeta hemos creado. A pesar de nuestra crueldad hacia los demás, a la brutalidad que puede crear la mente humana, a las mezquinas e inhumanas acciones que llevamos a cabo contra los que sentimos son "menos que" nuestra propia ficticia individualidad, las enseñanzas permanecen. Lo Uno permanece continuamente derramando su bondad en nosotros, nunca pidiendo reconocimiento, sin pedirnos que cambiemos nuestras formas, nunca seleccionando sólo unos pocos o una población especial para su radiante vitalidad, sino que da incondicionalmente a todos los seres, y nunca vacila en su efusión, constante, serena, generosa, conocedora, todo amor. El Uno continúa. Ninguno de nosotros estaría aquí si esa inteligencia divina se detuviera. Nosotros, tú y yo, somos la prueba de que lo Uno continúa. Las plantas y los animales que nos rodean son prueba de que la Verdad existe. Incluso las cucarachas, serpientes y escorpiones son prueba de que lo Uno existe, porque ellos también tienen lo divino en su interior. Lo Uno es todo, todo es lo Uno. Así que el sendero interno es conectarse con lo Uno y comprender que nuestro servicio a lo Uno y su bondad, es imperativo a nuestra evolución como humanidad. Cuando somos capaces de comprender, en una experiencia visceral profunda, cómo lo Uno, la Verdad, es nuestro mejor maestro, comenzamos a imbuirnos de las cualidades de esa inteligencia divina. Comenzamos a servir a eso que nos habla en el silencio, nos trae luz durante la noche oscura del alma, y nos da fuerza y nos eleva cuando creemos que no podemos seguir adelante. Ya no tenemos un acercamiento tibio a nuestro trabajo espiritual. En realidad, lo Uno no nos está dando nada, porque somos parte de lo Uno, lo Absoluto y lo Divino. Ciertamente, estamos conectándonos con nuestra verdadera esencia, con lo que siempre hemos sido. Permitimos que la luz del ser interior sobrepase nuestro ego, ya que es nuestro ego lo que nos separa de lo Real. Descifrar lo real de lo irreal dentro de nosotros tiene un fuerte impacto sobre el mundo exterior, el sendero exterior. Cuando nos comprometemos a servir a la Verdad, nos comprometemos a servir al bien supremo en nuestro propio interior y con cada ser sensible con el que entramos en contacto. La evolución de cada criatura, no importa si es un organismo microscópico o una ballena azul, se convierte en nuestra preocupación porque no tenemos elección. La elección ya no la hace la mente humana o ego, sino el impulso del corazón. Hay un anhelo en nosotros que tiene un solo deseo: poner fin al sufrimiento de otros sirviendo a su mayor necesidad. “Altruismo” es una palabra interesante. Auguste Comte acuñó el término como antónimo del concepto de egoísmo. El origen proviene de la palabra latina alteri que significa "otras personas". En otras palabras, uno ya no piensa en sí mismo, sino en el beneficio de los demás, a veces a expensas de ellos mismos. Pero en el contexto de esta charla sobre nuestras acciones derivadas de la Verdad o de lo Uno, la palabra "altruismo" adquiere un significado más profundo. Todo es Verdad. Es la acción que proviene de la fuente de todo bien, pureza y beneficencia. Actuar de cualquier otra manera no es altruista, y el altruismo es clave en los OTS. En el mundo de hoy, servir al sendero interior parece mucho más fácil que servir al sendero exterior. Como dice el refrán, es muy fácil practicar la vida espiritual cuando se está sentado en la cima de una montaña. No hay nada que pueda provocar ninguna molestia aparte de los calambres que nos pueden dar en las piernas por sentarnos en comunión con Dios. Pero cuando dejamos nuestra almohadilla de meditación, o la cima de nuestra montaña, ¿cómo respondemos a quienes padecen hambre, quienes son torturados, que son marginados por la sociedad dominante porque viven un estilo de vida diferente, practican una religión distinta o tienen cuatro patas en lugar de dos? Nuestra compasión y altruismo no deberían extenderse sólo a las personas, o sólo a los animales, o simplemente a las plantas. ¿Podemos ver lo Uno en Todo? El sufrimiento que existe a nuestro alrededor debe ser examinado con mucho cuidado. Debemos aprender a estar presentes con él, a pesar del malestar que nos causa. Los problemas que nos rodean son muchos. Puede ser abrumador y turbarnos, porque no queremos creer que somos responsables de las atrocidades que se producen en el mundo. Nos gusta ser parte de lo Uno cuando las cosas son hermosas y encantadoras, pero nos distanciamos de las partes más oscuras de la humanidad. Muchos de nosotros defenderemos nuestro estilo de vida y diremos que compramos productos sin experimentación animal, vivimos de manera minimalista, tenemos sólo un televisor o coche, etc. Pero la defensa también se convierte en un almohadón, la cima de una montaña, que utilizamos para protegernos de hacer algo más. Ni bien nos defendemos, hemos dejado de estar presentes en el mundo a nuestro alrededor. Un pequeño ejemplo de esto es cuando alguien nos dice algo que nos ofende. En lugar de escuchar lo que la persona está diciendo, quedamos atrapados en nuestra reacción a lo que están diciendo y lo groseros que son y cuán equivocados están. A escala mayor, podemos encontrarnos atrapados en nuestras reacciones a los sufrimientos del mundo, incapaces de soportar el sufrimiento, incapaces de atestiguar lo que está delante de nosotros. Como teósofos, no podemos permitirnos hacer esto. Sin que parezca proselitismo, hemos elegido esta vida. No es casualidad que la Teosofía se haya convertido en parte de nuestras vidas. No importa si uno es parte del grupo de Adyar, el ULT, Point Loma, o algún grupo teosófico que no esté afiliado con nadie. El corazón es la Teosofía, el corazón es la Verdad. Creámoslo o no, elegimos este camino mucho antes de que se nos dieran nuestros nombres en esta encarnación. No hay ningún error en que estemos reunidos aquí por alguna razón. Hemos recibido este don para descubrir quiénes somos en el corazón de nuestro ser a través de las enseñanzas de la sabiduría antigua. Y debemos utilizar esas enseñanzas como herramientas para ayudar a quitar la pesada carga del karma de la humanidad. El sendero interno, si se toma como una oportunidad para distinguir lo real de lo irreal en nosotros y finalmente en el mundo que nos rodea, puede ser difícil pero también gratificante. Es difícil porque requiere disciplina. Se trata de observar constantemente nuestros pensamientos, palabras y acciones, de tener "Una mirada constante sobre el ideal de la evolución y la perfección humanas, el cual describe la ciencia secreta". También requiere de paciencia, porque el cambio interno es lento y gradual. Nada en la naturaleza sucede de la noche a la mañana, incluyendo nuestro propio crecimiento espiritual. Y a pesar de que creamos lo contrario, no estamos separados de la naturaleza, sino que somos una parte de ella, una pequeña parte. Un principio requerido de cada miembro de la OST, que no es diferente de la ST, es una mente abierta. La universalidad sólo se puede alcanzar cuando reconocemos nuestra unidad en la diversidad. No podemos decir que estamos realizando el trabajo teosófico sólo para una población selecta de personas, especies o causa. No siendo distintos de lo Uno que vive en cada ser, no debemos tener ninguna reserva para el que sufre. Curiosamente, la naturaleza puede ser nuestra mejor maestra en esta lección, si le permitimos que nos hable. Cuando lo hagamos, encontraremos que hay una armonía subyacente con la diversidad en la Naturaleza. Diferentes árboles, pájaros, animales, flores, todos existen y continúan a pesar de sus diferencias. Y si observáramos de cerca, veríamos cómo las criaturas se ayudan entre sí. Pero como seres humanos parecemos tener un problema enorme con esto. Somos la única especie que supuestamente es consciente de sí misma, o consciente de una identidad. Si alguien dice algo con lo que no estamos de acuerdo, se viste de una manera particular o vive un estilo de vida diferente, tenemos este impulso de expresar nuestra opinión debido a que no estamos de acuerdo. Dos ejercicios que podemos practicar en el auto-conocimiento son el desapego y no reaccionar. Muchas veces nos apegamos en nuestros pensamientos y opiniones. Sentimos que los demás deberían escucharnos y hacer lo que decimos, porque pensamos que lo sabemos todo. Pero si comprendemos las enseñanzas de la reencarnación y el karma, descubriremos que hay tantas facetas en un individuo, que se desenvuelven en una vida, que imponer nuestra voluntad a otra persona, impide que su potencial se despliegue. Es mejor que nos enfoquemos en nuestras propias reacciones y nos preguntemos por qué creemos que lo sabemos todo antes que forzar nuestros puntos de vista sobre otros. Debemos preguntarnos “¿qué es lo que me hace reaccionar de esta manera?”. Cuanto más nos preguntemos esto, más descubriremos lo poco que sabemos sobre nosotros mismos. Dado esto, ¿cómo podemos decir que sabemos lo que es mejor para otro? Cuando somos capaces de eliminar nuestros apegos de los acontecimientos y de las cosas que nos rodean, la mente se calma. Es por esto que el desapego, o el soltar y no reaccionar frente a las cosas, es importante. Cuando dejamos de sentir la necesidad de controlar a una persona o situación, hacemos espacio en nosotros mismos para conectarnos con algo más profundo. Es como si se relajara la mente y se abriera el corazón. En vez de sentirnos reaccionarios cuando alguien dice o hace algo que va en contra de nosotros, podemos encontrar una apertura que nos permita ver a la persona con una perspectiva distinta. De repente, hay curiosidad y atención por lo que el otro tiene que decir. Esto se debe a que hemos dejado de aferrarnos con fuerza a lo que creemos. En lugar de ser rígidos, nos flexibilizamos. Cuando nos tranquilizamos, somos capaces de comunicarnos realmente con otro, planta, animal o persona, y verlos como son, no como queremos que sean. La comunicación no tiene que ver solo con lo que decimos verbalmente. Se trata de cómo decimos algo, nuestro lenguaje corporal, el tono de nuestra voz, la tensión o la relajación en nuestra posición y la energía que exudamos. Esta es una de las razones por las que se pone énfasis en la meditación en la práctica espiritual. Hacernos tiempo para reflexionar en silencio permite que la mente se calme. Esto no ocurre de inmediato porque la naturaleza de la mente individual es estar en constante movimiento. Cuanto más ruido y conmoción nos rodea, más difícil es que la mente se calme. Y cuando la mente está inestable, nuestras acciones en el mundo exterior son incompletas. Hay falta de integridad en lo que hacemos porque la energía de la conexión con ese algo más profundo no está allí. Se produce un gran cambio cuando llevamos nuestro servicio desde nuestro interior hacia al mundo exterior. Cuando la mente está serena, abierta y receptiva, podemos servir directamente a la necesidad de otro sin vacilación ni reserva. La acción viene directamente del corazón, del amor. Y quienes ayudamos, sabemos cuándo estamos presentes con ellos, y cuándo no lo estamos. Cuando la acción proviene del amor profundo, el ser a quien ayudamos cambia para siempre. Estar completamente presentes con otros, significa que no estamos pensando en nuestras propias necesidades. Todo nuestro ser está con el otro o con la tarea que necesita ser realizada para ayudar. A veces un servicio no tiene que ver con una acción física para ayudar a otro. Puede ser así para otras organizaciones, pero para aquellos que sirven desde una formación teosófica, debe ser de una naturaleza mucho más profunda. Debe haber ese impulso de ayudar, porque como dice N. Sri Ram: "No puedes hacer otra cosa que ayudar".
Considera cada contacto como una oportunidad para ayudar, pero sabe también que esto es un medio de auto-purificación. Sri Ram Pensamientos para Aspirantes, Primera Serie
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