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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 138 - Número 07 -  Abril 2017 (en Castellano)

 
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La importancia del Centro

 

Tim Boyd

 

 

 

Con el paso del tiempo la idea del “centro” ha ido adquiriendo cada vez una mayor importancia para mí. Todos tenemos alguna idea de lo que queremos decir cuando utilizamos la palabra “centro”, pero dependiendo de lo que estemos debatiendo, su significado puede tener varios matices. Como miembros de la Sociedad Teosófica (ST) somos conscientes del primero y primario Objetivo de la ST: “Formar un núcleo de Fraternidad Universal de la Humanidad”. Un núcleo es la parte central y más importante de cualquier organismo, sistema u organización. Es ese centro que dirige la actividad y crecimiento de cualquier organización a la que pertenezca.

Annie Besant hablaba del centro teosófico de Adyar como “la Casa de los Maestros”. Hay, pues, un elemento de historia e interacción con distintas personas, distintas conciencias, que ha fluido a través de este lugar y sigue fluyendo. En todo momento hay allí personas, y otras en todo el mundo, que envían sus pensamientos y energías a Adyar; ¿es ése el centro? Una de las cosas que queda más clara es que cada uno de los componentes antes mencionados está implicado en esta centralidad, pero ninguno de ellos constituye ese centro. Incluso cuando los juntamos a todos, de alguna manera el conjunto excede todas sus partes combinadas. Entonces, ¿dónde está el centro? ¿Es algo identificable tal como nos gustaría que pudieran identificarse esos componentes? ¿Podemos señalarlo?

Todos tenemos una idea, o una imagen, de quién y de qué somos. Sin prestarle mucha atención al tema, señalamos nuestro cuerpo en las conversaciones donde prevalecen el “yo” y el “mí”. Cuando estaba en el Tibet, me impresionó la manera en que los tibetanos se señalan a mismos en la conversacn. Los occidentales tendemos a señalarnos el pecho; los tibetanos se señalan la nariz. Sea cual sea el punto, tenemos ese concepto de cierta unidad identificable que es el “yo”.

El cuerpo humano está compuesto de trillones de lulas y cada una es una vida independiente con su propia agenda, que incluye su nutrición y su reproducción por divisn celular, creando un clima y un entorno hospitalarios para su vida. Por más células humanas que haya en el cuerpo, hay incluso más células individuales que son bacterias. Son literalmente colonias de células que viven dentro del cuerpo, pero no forman parte del organismo humano. En términos del número de células que hay en el cuerpo, somos más bacterias que humanos. Estas formas de vida independientes participan en el proceso de la vida humana. Las    células se constituyen en organismos más grandes, y cada órgano tiene una conciencia específica. El corazón no funciona como el hígado; el riñón no              funciona como el pulmón; todos tienen una expresión y conciencia particulares.

No existe un “yo” que se pueda describir o comprender de alguna manera solamente a través de procesos físicos; es imposible. Es, pues, un proceso de           la conciencia. Hoy en día somos capaces de trasplantar los órganos. En los Estados Unidos los donantes de órganos llevan una nota en su permiso de conducir   para dar permiso de donar sus órganos en caso de muerte accidental. La nota está allí porque los trasplantes necesitan hacerse con rapidez antes de que las células     de los órganos empiecen a morir. Hoy hay unos 3.100 trasplantes de corazón cada año. Algo que ocurre con un mero significativo de                pacientes trasplantados es que experimentan cambios en su personalidad, su visión, gustos y preferencias, etc. Y no son casos aislados. Hay                 pacientes trasplantados que, antes de la operacn, llevaban una dieta sana y después de ella, de repente, sólo quieren comer comida basura        o experimentan otros cambios en sus preferencias alimentarias. He oído hablar de una persona trasplantada de corazón que solía llevar una dieta               no vegetariana y que, repentinamente, se hizo vegetariano convencido. El paciente averiguó que el donante de corazón tenía un restaurante vegetariano. Generalmente estos hechos no se comunican a los receptores, que únicamente conocen el género, raza y edad del donante. Hay también personas que, después de haber tenido un trasplante de corazón, empezaron a tener sueños sobre alguien con un nombre y aspecto determinados y más tarde descubrieron      que se trataba del donante. Un caso especialmente notable fue el de una niña de ocho años que recibió un trasplante de corazón de un niño de diez años             que aparentemente había sido asesinado. Después de la operación tenía terribles pesadillas sobre el crimen y sus padres la llevaron a un psiquiatra.              Fue  capaz de recordar la persona, cómo iba vestida y lo que decía, hasta el punto de que ¡pudieron rastrear al verdadero asesino del niño y condenarlo!

Los órganos del cuerpo poseen una cierta conciencia distintiva. Bajo circunstancias normales, los órganos funcionan cooperativamente. Hay enfermedades como el cáncer, que implican un crecimiento descontrolado de las células. Con el cáncer se rompe la cooperación y el ritmo normal. Si progresa lo suficiente, interfiere con las funciones de otros órganos y se produce la muerte. Entonces el producto del esfuerzo cooperativo entre estos distintos niveles y corrientes de conciencia es lo que tendemos a señalar y llamarle yo”. Pero incluso eso no es suficiente, porque hay un centro superior que describiríamos como “alma”, el centro genuino del “yo”, el principio central de la orquesta que en algunos puntos toma posesión de este cuerpo.

Cuando pensamos en un reino, hay personas que construyen las carreteras, cobran los impuestos, y salen a pelear en las guerras; y ¿qué hacen el rey o la reina? Podríamos decir que no hacen nada, pero no es verdad. Básicamente están sentados y todo lo demás ocurre a su alrededor, saliendo de esta conciencia central. En nuestro caso es este centro del “yoque tiene sus raíces en algo que tal vez podremos considerar. La vida oculta de los árboles, de Peter Wohlleben, tiene profundos vislumbres sobre la conciencia de los árboles y el tejido del bosque. El autor dice que, en la industria forestal, todo el objetivo consiste en proporcionar las condiciones necesarias para que los árboles se desarrollen mucho y puedan cortarse al cabo de unos ochenta años, para obtener la madera. Así que la forestación, por su naturaleza, avanza en contra del verdadero crecimiento forestal y promueve el árbol individual aislado. Siempre quiere tener espacio. Lo que el autor ha observado es que el árbol individual puede crecer rápidamente, pero su vida es mucho más corta que los otros árboles del bosque. Cuando los árboles están infestados de orugas, por ejemplo, pueden producir una feromona, un olor químico ¡que atraerá a los depredadores de esa oruga específica! Emanan ese perfume y en seguida acuden unas pequeñas avispas para disfrutar de un  festín de orugas de las que atacan a los árboles. Los árboles también se comunican a través de sus raíces. Igual que pasa con nosotros, la vida por debajo de la superficie es mucho más amplia que la que vemos por encima. Todas las raíces que hay en un bosque están interconectadas. De hecho, su tejido de comunicación es tan omniabarcante y rápido como internet, y por eso el autor inventó el término de “red forestal”. Hay hongos que no son parte del árbol, pero están relacionados con las raíces, y los hongos contienen excreciones que transmiten mensajes de una raicita a otra por debajo de la tierra. Cuando pensamos en términos de un sólo árbol, quiere decir que ignoramos el hecho de que no existe lo que llamamos un árbol. Igual que con las células de nuestro cuerpo, cada árbol forma parte de una vida más amplia dentro de la cual todos esos organismos participan, obtienen su vida y consiguen su identidad.

¿Cuál es el centro? En La Doctrina Secreta H.P. Blavatsky describe al ser humano como algo muy complejo. La versión resumida para expresarlo es que somos el espíritu más elevado y la materia más inferior unidos por la mente. Este proyecto humano aparece allí donde se encuentran tres corrientes de evolución: la espiritual, la intelectual y la física. Y donde se encuentran, tenemos una humanidad. Ella lo describe así: “Cada uno de estos tres sistemas tiene sus propias leyes y está gobernado y guiado por distintas series de los más altos Dhyanis o Logoi. Cada uno está representado en la constitución del hombre, el Microcosmos del gran Macrocosmos, y es la unión de estas tres corrientes en él lo que le convierte en el ser complejo que es ahora (I, 181). La unión de estas tres corrientes de las inteligencias gobernantes y guiadoras asociadas con cada corriente, y las jerarquías de los seres que funcionan dentro de esas inteligencias, es lo que nos convierte en seres humanos.

Naturalmente, somos complejos. Cuando hablamos del reino físico tendemos a creer que sabemos lo que es. Probablemente lo que sabemos es la mera superficie. Nos dicen que en todo el universo hay “agujeros negros”. Su objetividad está más allá de nuestra comprensión. Son tan densos que, a cierto nivel, donde la materia empieza a entrar en ese agujero, ni siquiera la luz puede escapar. Lo que consideramos como materia en nuestro mundo, compuesta de átomos que tienen un enorme espacio alrededor de los cleos, y electrones que dan vueltas alrededor, en el agujero negro eso también está condensado hacia donde no hay espacio entre estas parculas.

Esta densidad y objetividad son totalmente incomprensibles para nosotros, pero se trata de la realidad física última.

También tendemos a pensar que conocemos algo del espíritu a  partir de las experiencias fugaces que tenemos, donde la mente queda iluminada por la luz del alma universal, o buddhi, de vez en cuando. Es nuestra visn fugaz del mundo del espíritu, pero está s allá de nuestra capacidad actual de captarlo. Todos esos elementos son parte del proceso que señalamos cuando decimos: “éste soy yo. Incluso cuando simplemente comemos algo y lo digerimos, pensamos en ello como en “mi digestión”. Pero el mismo proceso inteligente ocurre en todo el reino humano. No se trata de un fenómeno aislado. Es una inteligencia que actúa a través de cada uno de nosotros. Estamos tan convencidos de lo que HPB describió como “la herejía de la separatividad” que modelamos sistemas para todas nuestras relaciones con la convicción de estar separados los unos de los otros y de todas las demás cosas. Hay un hermoso librito de James Allen llamado Tal como piensa el hombre donde al principio leemos un poema. Dice así: Lo pensamos en secreto, pero ocurre que el entorno es nuestro espejo”. El libro trata de nuestro proceso de pensamiento y consiste en el no secretismo y la no separatividad. En las Cartas de los Maestros se describe el proceso como si cada pensamiento emanado por el hombre pasara al mundo interno y se convirtiera en una entidad activa. ¿Cómo? Asociándose con un elemental, una de las fuerzas semi-inteligentes de la Naturaleza. Sobrevive como una inteligencia activa, una criatura engendrada por la mente. Un buen pensamiento se perpea como un poder benéfico activo, y uno malo como un demonio malévolo, todo dentro del ambiente compartido del pensamiento.

Hay algunas líneas en una de las Cartas de los Maestros de Sabiduría que hablan de nuestro proceso del pensamiento. Es la primera carta que se le mandó a A. O. Hume. La idea que expresa es muy poderosa y digna de considerar: los pensamientos son perceptibles por los demás. Dice exactamente lo siguiente: “El hombre está poblando continuamente su corriente del espacio con un mundo propio, repleto del producto de sus fantasías, deseos, impulsos y pasiones, una corriente que reacciona sobre cualquier organización sensible o nerviosa que entre en contacto con ella”. Esto describe un proceso que es compartido. Pensamos en la capacidad mental como individual de alguna manera. Proyectam