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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 138 - Número 04 -  Enero 2017 (en Castellano)

 
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Un Himno al Señor Buddha

 

J. Krishnamurti

Reimpreso del TheTheosophist, mayo de 1995. Documento original de fecha abril de 1927.

 

 

1.    La Visión

Me senté sin un propósito, en una habitación con un gran silencio. La madrugada estaba silenciosa y sofocante; las grandes montañas azules se erguían contra el oscuro cielo, frío y claro; dando vueltas alrededor de la oscura casa de madera las aves negras y amarillas daban la bienvenida al sol. Me senté en el suelo con las piernas cruzadas, medité, olvidé las azules montañas iluminadas por el sol, las aves, el inmenso silencio y el sol dorado. Perdí la sensación de mi cuerpo; mis extremidades estaban inmóviles, relajadas y en paz. Una gran dicha, de insondable profundidad, llenó mi corazón; mi mente estaba ansiosa y sagaz, concentrada; perdido estaba el mundo transitorio. Yo estaba lleno de fuerza.

 

Como la brisa oriental que surge repentinamente y calma el mundo, allí frente a mí, sentado con las piernas cruzadas, como el mundo lo conoce, con su túnica amarilla, simple y espléndido, estaba el maestro de maestros. Mirándome, inmóvil, estaba sentado el poderoso ser. Lo miré e incliné mi cabeza, mi cuerpo inclinado hacia adelante.

 

Lo que miré me mostró el progreso del mundo, mostró la inmensa distancia entre el mundo y el más grande de los Maestros del mundo: Cuán poco comprendí y cuánto dio él; cuán dichosamente se elevó, escapando de nacimientos y muertes, de su tiranía y su enmarañada rueda. Al alcanzar la iluminación, dio al mundo la verdad, así como las flores dan su perfume.

 

Cuando miré los sagrados pies que una vez hollaron el feliz suelo de India, mi corazón derramó su devoción, ilimitada e insondable, sin restricción ni esfuerzo.

 

Me perdí en esa felicidad. Mi mente muy fácil y extrañamente comprendió la verdad que él anheló y consiguió. Me perdí en esa felicidad. Mi alma captó la infinita simplicidad de la verdad. Me perdí en esa felicidad.

 

2. El Himno

Tú eres la Verdad, tú eres la Ley, tú eres el Refugio, tú eres la Guía, el Compañero y el Amado. Tú has cautivado mi corazón, has conquistado mi alma; en ti he encontrado mi solaz; en ti se ha establecido mi verdad.

 

Por donde tú has pisado yo camino; donde tú has sufrido y vencido reúno fuerzas; donde tú has renunciado yo crezco. Me he vuelto desapasionado, desapegado como las estrellas. Feliz es quien te conoce eternamente. Como el mar, insondable es mi amor: he alcanzado la verdad y la serenidad crece en mi espíritu. Pero ayer anhelaba apartarme del doliente mundo en alguna montaña aislada, ilimitada, libre, lejos de todas las cosas en tu búsqueda; y ahora tú te has aparecido ante mí.

 

Te llevo en mi corazón; donde mire, tú estás allí, sereno, feliz, llenando mi mundo, la encarnación de la verdad. Mi corazón es fuerte, mi mente está concentrada: estoy lleno de ti. Como la brisa oriental que brota repentinamente y tranquiliza el fatigado mundo, así lo he percibido. Yo soy la Verdad, soy la Ley, soy el Refugio, soy la Guía, el Compañero y el Amado.

 

 

Donde mire, tú estás allí, sereno, feliz, llenando mi mundo, la encarnación de la verdad. Como uno que contempla la luz a la distancia, yo te vi en la oscuridad. He caminado hacia ti a través de muchas vidas, con dolor, alegría, en la duda, la sospecha, a través de las espinas, de hermosos campos, en pobladas ciudades.  He sabido desde el mismo cimiento de la tierra de tu gloria, de tu existencia, de tu belleza, que conmovió mi alma.

 

Nunca estuve seguro, nunca se me permitió estar en paz conmigo mismo, con el hombre o con el bello cielo. De entre la gran incertidumbre nace la certeza. Como la brisa oriental que surge repentinamente y calma el doliente mundo, así lo he entendido; camino en lo sucesivo a tu sombra.

 

Porque tú eres mi compañero eterno soy fuerte, fuerte como el torrente que se precipita por la ladera de la montaña.  Soy inconmovible porque tú eres mi Consejero; por tu causa estoy lleno de visión. Porque tú me has irradiado (soy como nada, como el viento que pasa) pero porque tú te has mostrado ante mí, soy como los ríos que danzan hacia el mar. A causa de tu llamado, lo que hago es por ti. Mi corazón está encendido porque me acerco a ti eternamente. Cada aliento me está transformando a tu imagen, porque tú me la has mostrado.

 

Estoy lleno, lleno como el océano, ya que todos los ríos fluyen hacia él. Tu majestad ha despertado tu poder en mí para gritar desde las cimas de las montañas tu Verdad. Tu mirada ha quemado la escoria: yo soy puro, soy santo. Como el pétalo de la rosa es a la rosa, así eres tú para mí. Como la cumbre de la montaña que desaparece en las nubes, así mi amor por ti desaparece en el espacio. Como en el mar iluminado por el sol las aguas danzan alegres en su éxtasis, así está mi corazón danzando por amor a ti. Como las pequeñas gotas de lluvia se mezclan en el vasto océano, así me he perdido en ti. Como las sombras que crecen en una noche, así mi alma ha crecido inmensa en tu Luz.  Mi amor por ti ha despertado el amor por todo.

 

Oh, hombre ¿qué sabes tú del amor?

 

Debo conducir el mundo hacia ti; debo hacerte su eterno Compañero. Deben conocerte como yo te conozco, el Perfecto, el Simple, el Glorificado, la Fuente de la Verdad. Conociéndote, ellos desecharán sus fruslerías, sus pequeños mundos, sus juguetes, sus ostentaciones, las complicaciones de sus religiones, sus ritos, sus ceremonias. Porque tú eres el fin de todo dolor, de toda alegría, de todo conocimiento, de toda búsqueda.

 

¿Qué es la religión? ¿Qué es el culto? ¿Cuáles son los templos y altares del mundo? Tú eres la meta de todas las cosas; solamente en ti se halla la iluminación, la felicidad del mundo. Donde mire, tú estás allí, sereno, feliz, llenando mi mundo, la encarnación de la verdad. Yo soy la Verdad, soy la Ley, soy el Refugio, soy la Guía, el Compañero, y el Amado.

 

 

El sol se estaba poniendo cuando me hallaba en la cima de una colina, mirándolo desaparecer detrás de las montañas. En medio de esa refulgencia, revestido en las nubes de amarillo, tú estabas sentado. Todo el vasto cielo estaba en adoración; el cielo, las nubes vestidas de amarillo eran tus adoradores, tus discípulos. El mundo mortal se unió en adoración a ti, gritando con alegría; las aves, los distantes valles, los vehículos que pasan a la distancia, los grillos, los saltamontes, el viento en los árboles. Las oscuras montañas se alzaban asombradas en su danza, temiendo su propia visión poderosa. Entonces en completo silencio, todas las cosas te percibían como tú eres. En ese gran silencio nació en mí un inmenso deseo de conducir el mundo hacia ti, a tu perfección y a tu felicidad. Tú eres el único altar, aunque los hombres adoran en los altares de muchos templos; tú eres la única Verdad eterna, aunque los hombres la vistan de muchos nombres. Tu vestido es el cielo.

 

Amo el mundo y todas las cosas que hay en él: lo conduciré para que te adoren, te reverencien, porque tu belleza es la Verdad. Una inmensa felicidad ha llenado mi ser, porque te he encontrado a ti. Tú no desaparecerás, aunque mil soles se pongan sobre las montañas. Como nunca las puestas de sol son iguales, cambian constantemente día a día, así es mi deseo por ti más glorioso, más perfecto. Llenaré el corazón de todos los hombres hasta que se perciba tu perfección. En tu mirada está el torbellino, la suave brisa, el sagrado Himavat, las llanuras bajas, el valle feliz y el cielo azul, todas las cosas están en ti. Tú eres la felicidad del mundo; el Sendero de la Felicidad es el Sendero de la Verdad.

 

 

Como la lluvia limpia el árbol al lado del camino, así el polvo de las edades ha sido lavado en mí. Como el destello del sol en los árboles después de la suave lluvia, así mi alma se deleita en ti. Como el árbol que requiere de sus raíces por su inmensa fuerza, así te busco a ti, que eres la raíz de mi fuerza. Como el humo se eleva hacia el cielo en una recta columna de una tarde calma, así he crecido hacia ti. Como la pequeña poza en el camino refleja la faz del cielo, así mi corazón refleja tu felicidad. Como la solitaria nube que pende sobre la montaña, la envidia del valle, así he pendido generación tras generación en un lugar aislado.  Como la gran nube que se acelera ante el poderoso viento, así desciendo al valle, en el valle donde hay dolor y felicidad transitoria, donde hay nacimiento y muerte, donde hay sombra y luz, donde hay lucha y una paz transitoria, donde hay comodidad por la inactividad, donde pensar es pesadumbre, donde sentir es crear dolor. A ese valle descenderé, porque he vencido, porque tú has nacido en mí.

 

Como la luz penetra la oscuridad, así tu Verdad penetrará el mundo; como la lluvia purifica la tierra y limpia todas las cosas que hay en ella, así limpiaré el mundo con tu Verdad. Porque en muchas edades a través de muchas vidas yo me he preparado; pero ahora, ¡mirad! la copa está llena: el mundo beberá de ella. El Hombre crecerá en tu divinidad; tu felicidad brillará en su rostro, porque tu mensajero se pondrá en marcha.

 

Soy el que abre el corazón del hombre, que da bienestar, soy la Verdad, soy la Ley, soy el Refugio, soy la Guía, el Compañero y el Amado.

 

 

 

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