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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 138 - Número 03 -  Diciembre 2016 (en Castellano)

 
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La Joy Mills que conocí y amé

 

Adelle Chabelski

 

Presidente de la Rama de la ST Valle de Ojai y parte del claustro en la Escuela Krotona de Teosofía.

También es traductora, escritora y defensora de los derechos humanos.

 

Hay momentos en nuestras vidas en que conocemos a alguien, y lo amamos instantáneamente. Permanece en nuestras vidas por un breve momento, pero sabemos que el cruce de nuestros caminos ha cambiado nuestras vidas y a nosotros para siempre. Joy Mills fue esa persona en mi vida. Lo que aprendí y compartí con ella permanecerá conmigo y enaltecerá el propósito de mi vida.

 

En sus últimos dos años, Joy dijo en muchas ocasiones: “Estoy consciente de que ya no soy una buena conversadora.” Ella no se daba cuenta que lo que decía en cualquier momento, sin importar dónde estuviéramos, sus comentarios sobre lo que fuera añadían agudeza, informaban, o señalaban una verdad más elevada. Vivió su vida de este modo, se volvió su naturaleza brindar más luz a cualquier tema e infundía esperanza y optimismo a muchos diálogos y conversaciones. Aún así, no era una optimista ciega, y nunca la vi con sentimentalismos. Tampoco evitaba preguntas o temas difíciles, o se escondía de las severas realidades de la vida, que observó por todo el mundo en su larga y activa vida; viajó por más de cincuenta países, observando pobreza abrumadora, intolerancia, y sufrimiento con sus propios ojos.

 

Por haber vivido muchos momentos épicos e históricos, Joy pudo canalizar el significado y recordar detalles de esos eventos, como si hubieran sucedido ayer. Durante los disturbios por los derechos civiles, ella era Presidente de la Sociedad Teosófica en Norteamérica (ST) y habló en público en contra del sufrimiento que presenciaba por entonces, y durante los años que duraron las protestas. Ahora damos eso por sentado, pero en ese entonces fue criticada por algunos por hacerlo.

 

Joy y yo compartimos periódicos y revistas, y a menudo disfrutábamos discutiendo artículos y libros que leíamos juntas. A veces me sorprendía lo bien que recordaba un artículo o un libro que había leído incluso décadas atrás, y de cómo retenía la esencia de algo que leyó una sola vez, tiempo atrás. Siempre estaba bien informada e interesada en los asuntos que eran importantes para la humanidad como un todo. En su compañía, ningún acto de bondad pasaba desapercibido; era agradecida y apreciaba el menor afecto o gesto de atención. No tomaba por sentado lo que otros hacían por ella.

 

Su vida fue un dedicado servicio por la ST, y por la enseñanza. Todo su impulso y energía fueron para el beneficio de la humanidad. Incansablemente estudiaba y enseñaba Teosofía, y dedicó su vida a la única causa que pensó que podía elevar a la humanidad, uno a uno, hacia un corazón más comprensivo y amoroso. El “individuo se sana y se hace íntegro, sintiendo mucho cariño, porque todas las cosas son valiosas y no podemos lastimarlas, dañarlas o lesionarlas, así crece el mundo plenamente y la fraternidad se convierte en la relación natural que prevalece”.

 

Por medio de su enseñanza, escritos, e interacción social, Joy intentó despertar la conciencia de la solidaridad. Teníamos preocupaciones similares y compartíamos el amor por los libros, que llegaron a nosotras desde temprana infancia, cuando reconocimos que los libros eran nuestros amigos. De aquí fluyeron nuestras pláticas regulares, y quizás nuestra amistad. A menudo hablamos sobre qué se necesitaba para despertar la conciencia. Incluso en sus noventas y con toda su experiencia, era difícil para ella comprender y aceptar la inhumanidad del hombre contra el hombre, especialmente con los niños, y también con los animales. Para ella, una persona caritativa era “aquella para la que todos los seres son apreciados”.

 

Joy entendió que nuestras vidas deben reflejar esencialmente lo que somos y lo que realmente sabemos. Su vida reflejó compasión en el más profundo sentido, e intentó sembrar ese amor en los corazones de los seres humanos. Vivió su vida desde una sabiduría interna. Enseñó que cuando la conciencia del cuidado nacía, conduce a la recta acción, y esa humanidad comienza en el individuo, hombre o mujer. Con las muchas conferencias y clases que impartió, uno de los temas subyacentes era alentarnos a hacernos cargo de nuestra propia evolución (como así hizo) por medio de una vida de estudio, reflexión, meditación y servicio. Decía que la humanidad comienza con cada individuo, y creía que si eleváramos a la humanidad con cada acción que hacemos, el espíritu humano triunfaría.

 

Aquellos de nosotros que conocimos y amamos a Joy, como también aquellos que no tuvieron la oportunidad de conocerla, pueden regocijarse con saber que tenemos sus conferencias, escritos, libros, y artículos, que contienen lo que más le importaba de la vida y de la Teosofía. Ella fue muy amada. Estamos agradecidos por su presencia entre nosotros y por la luz que nos brindó. La extrañamos, pero continúa dándonos inspiración y coraje en nuestros propios viajes, que pensaba que no eran solo en el espacio o el en tiempo, sino en nuestros corazones. ¡Eres una fuerza del Bien, Joy!

 

 

Pero  las palabras son valiosas y a menudo frágiles vehículos, no solo para el pensamiento sino para las aspiraciones del corazón; ellas pueden comunicar no solo los significados mundanos que nos hacen conocer y relacionarnos con los demás, sino también el anhelo del alma y la belleza del espíritu en su llegada a la morada que permanece por siempre indefinida y por lo tanto inefable.

“Oh Vida oculta… “ Joy Mills

 

 

 

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