Vol. 138 - Número 02 - Noviembre 2016 (en Castellano) |
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La Elección del cambio Tim Boyd
Cuando nos vemos inmersos en un esfuerzo espiritual, o sendero, estamos contemplando alguna forma de cambio de nuestra naturaleza interna. A menos que seamos rematadamente ingenuos, todo cambio conlleva necesariamente una elección. No se trata de “me gustaría que fuera distinto” cuando se produce la transformación de la conciencia porque estamos mirando el programa de televisión adecuado. Debemos pensar en términos de cambio y cómo interactuamos con ese proceso. En la tradición sufí encontramos muchas historias acerca de un gran Maestro, que es un arquetipo. Se llama Khidr, o Al-Khidr. A veces se lo describe como El Hombre Verde, porque sus ropajes son verdes, símbolo de la frescura del conocimiento “sacado de la fuente viva de la vida”. Se dice que una de las características de su estatura es el haber sido maestro del profeta Moisés. En el Islam, Moisés era bien conocido y se lo consideraba como uno de los grandes profetas y maestros. Cuando hablaba, muchos tenían experiencias espirituales basadas en sus discursos. En alguna ocasión, algunos le decían cosas como “Tú sabes mucho, pero hay alguien que sabe más que tú. Se llama Khidr”. Así que Moisés fue a buscarlo y, cuando finalmente se encontraron, le dijo: “me gustaría estudiar contigo”. Khidr le respondió: “Está bien, sólo que en realidad no creo que tengas paciencia para mi manera de enseñarte, especialmente porque eres incapaz de comprenderla”. Entonces, Moisés replicó: “Te lo prometo, seré paciente, aprenderé”. Y comenzaron a viajar juntos. La historia cuenta que sucedieron tres cosas. Primero, estaban caminando a orillas de un río y tenían que cruzar a la otra orilla. Había algunos pescadores que reconocieron a Khidr y les dijeron: “Venid a cruzar en nuestra barca y no os cobraremos”. Mientras estaban todavía en el barco, Khidr cogió un hacha y abrió un agujero en el fondo de la barca. Moisés le dijo: “¿Es así como pagas por la amabilidad? Eso está mal. ¿Qué haces?” Y Khidr dijo: “ya te dije que no serías paciente conmigo”, a lo que Moisés respondió: “perdóname, no lo volveré a hacer”, y se marcharon después de que la barca se hundiera. Luego, encontraron a un chico que estaba jugando con otros. Khidr se acercó y mató al chico. Naturalmente, Moisés protestó por ese asesinato aparente y de nuevo se le recordó su falta de paciencia. Y él se volvió a disculpar. La tercera vez, llegaron a un pueblo después de viajar un largo tiempo. En esa parte del mundo era costumbre no rechazar a ningún extranjero. Había que darles hospitalidad. En ese pueblo no lo hicieron y Khidr respondió reconstruyendo un muro desmoronado que había en el pueblo. Moisés volvió a protestar: “Ni siquiera nos han dado una migaja de pan para comer y tú les reparas el muro. ¡Al menos podrían haberte pagado!”, a lo que Khidr respondió: “¡Esta fue tu última oportunidad!” Entonces Khidr explicó: “Cuando estábamos con los pescadores, abrí un agujero en el fondo de la barca porque se acercaba un rey belicoso que habría tomado el mando de las barcas y de los pescadores y éstos habrían perecido en la batalla. Pero tú no supiste verlo. El chico que maté pertenecía a una familia creyente y justa, pero él era rebelde y desobediente y murió porque Dios proveerá a esa familia con otro hijo que será más virtuoso. Finalmente, debajo del muro que reconstruí hay un gran tesoro que un hombre que había fallecido ocultó y dejó para sus hijos, y ahora esos chicos son huérfanos. Reconstruí el muro para que el tesoro estuviera seguro hasta que esos chicos lleguen a la mayoría de edad y puedan tenerlo”. Y después de decirle eso, él y Moisés se separaron. Si insistimos en una interpretación literal de la historia, cada una de las razones de Khidr es cuestionable según nuestra ética y moralidad comunes. Pero tal vez en la tradición sufí, igual que en la Teosofía y otras tradiciones, esas historias “para enseñar” tengan como fin abrir la conciencia de distintas maneras. Tanto en la tradición sufí como en la tradición teosófica, se dice que las historias que enseñan tienen siete niveles de interpretación. Uno de ellos es el nivel literal y moralista, y ese es al que la mayoría de la gente puede llegar. Pero hay al menos un par de maneras alternativas de considerar esta historia. La barca: un rey belicoso iba a apoderarse de ella y utilizarla, junto con la gente, como instrumentos de guerra. En ciertas tradiciones existe la idea de ahimsa, o el no dañar. La idea, pues, era la de eliminar lo que sería utilizado como herramienta de violencia por el belicoso rey. Si se mira desde una perspectiva interna, podemos preguntarnos “¿Qué hay dentro de nosotros que alimente todo el descontento, las guerras y las controversias en las que nos enredamos? Vemos que al rey aposentado en nuestra mente se le describe a menudo como el pequeño ego, o la mente inferior. Para neutralizar el medio de la expresión violenta de ese falso gobernante, que todo lo dirige hacia fines malvados en nuestro interior, ¿qué utilizamos como herramientas para gestionar una conciencia incorrecta? En la tradición oriental hablan de los órganos del conocimiento y también de la acción. Hay cinco órganos del conocimiento o sentidos. Podemos conocer el mundo según nuestra manera de tocarlo, verlo, oírlo, saborearlo, etc. Los órganos de acción también son cinco: las manos y los pies, los ojos, las orejas, la lengua y los órganos sexuales. Son nuestro modo de actuar en el mundo. Es una forma posible de interpretación. La idea del chico que muere es más difícil de entender. ¿Cómo justificamos una acción así? Si la consideramos como quitar la vida de un joven ser humano, no se puede justificar. En La Voz del Silencio hay muchas frases profundas. Una que se cita a menudo es: “La mente es el destructor de lo real”. El nivel inferior, inmaduro y subdesarrollado de la mente nos impide nuestra experiencia de la realidad; está continuamente destruyendo lo real, introduciendo una corriente constante de pensamientos, imágenes y apegos. “La Voz” sigue diciendo: “Debes destruir al destructor”. Volvemos a tener algunas posibles sugerencias para interpretar algo que claramente no hay que tomar de forma literal. Después tenemos la construcción del muro para proteger el tesoro que los huérfanos, cuando lleguen a la mayoría de edad, podrán encontrar y utilizar. La idea básica es que el padre y los hijos se separaron cuando el padre murió. Los hijos, huérfanos en el mundo, separados de su padre, son una réplica del Hijo Pródigo de la biblia que encontramos en todas las tradiciones del mundo. El hijo deja la casa de su padre y se lleva su riqueza, la despilfarra, viaja a tierras lejanas y finalmente despierta y vuelve a casa. El esfuerzo de Khidr para reconstruir el muro es similar al trabajo de todos los Grandes Seres para convertirse en una de las “piedras que forman El Muro Guardián” que protege a la humanidad, protegiendo a una humanidad inmadura hasta que la mente llega a la madurez. Hay una historia sobre Khidr llamada “Cuando las aguas cambiaron”. En la historia, Khidr venía a anunciar a la humanidad que muy pronto llegaría el momento en el que todas las aguas de la tierra se cambiarían y, en ese momento, las aguas nuevas que empezarían a fluir enloquecerían a todo el que las bebiera. Solamente los que habían conservado algo de las aguas originales podrían mantener su cordura. La historia continúa diciendo que en todo el mundo solamente hubo una persona que escuchó. Y se guardó parte del agua. Llegó el día en que vio que los ríos empezaban a secarse y las corrientes dejaban de fluir. Volvió a su santuario y esperó, y al cabo de un tiempo las aguas nuevas empezaron a correr. Al cabo de un tiempo el hombre bajó desde su morada y llegó donde estaban todos los demás. Cuando llegó allí estaban actuando de forma anormal. Pensó que se habían vuelto locos. Y mientras hablaba con ellos e intentaba describirles cómo se habían desviado de lo que era real, algo tan claro para él, los demás le miraban de forma extraña. Algunos incluso se enfadaron. No podían entender de qué estaba hablando y pensaron que él era el que parecía estar loco. Llegaron a creer que había perdido la cordura. Cada día el hombre volvía a buscar el agua que había guardado hasta que, en un momento dado, la soledad abyecta de ser el único diferente entre todas aquellas personas le empezó a pasar factura. Concluyó que era mejor ser aceptado y formar parte del resto, que experimentar el dolor de ser el único en ver las cosas de forma distinta. Así que bebió un sorbo del agua de los demás y se olvidó del agua “segura” y de la realidad. Se convirtió en uno de los demás. Esta historia habla a distintos niveles. A un nivel, estamos continuamente implicados en este proceso sólo por haber nacido en este mundo. Un niño no está todavía aclimatado al tipo de visión de las personas de su alrededor. Lo ve todo muy diferente. Pero gradualmente, él, como pasa con nosotros, empieza a beber las aguas de este mundo y, con cada sorbo progresivo, cada vez está más “normalizado”, más habituado, más conforme con los distintos tipos de identidades que se le asignan por familia, religión, la nación en la que nace, hasta que en cierto momento esos son los hechos que acepta como la realidad. En sus primeras etapas, este proceso no está bajo nuestro control. Como niños, nuestra habilidad para escoger de manera fiable todavía no ha aparecido. En cierto momento, no necesariamente en cada vida, pero en cierto momento de nuestro desarrollo interno, empezamos a percibir de forma diferente. Empiezan a abrirse nuevos panoramas, aunque sólo sea momentáneamente. Empezamos a ser conscientes de algo más profundo que está justo detrás del velo que tendemos a llamar “normalidad”. A medida que esos panoramas surgen en nuestro interior, la experiencia está en total contradicción con el mundo “normal” que habitamos, muchas veces tan incómodo. Para quien se encuentra en esta situación, muchas veces es mucho más fácil beber el agua con la multitud porque la conducta requerida de una verdadera percepción de la realidad está en tan fuerte contraste con las conductas aceptadas en nuestra vida “normal” que está garantizado que en algún nivel terminamos por ser un problema en este mundo. Esas son las opciones que hacemos en un cierto nivel de concienciación. Pero si vamos a ser perfectamente honestos, la opción genuina es imposible sin cierto desarrollo interno de la conciencia. Podemos pensar que estamos haciendo elecciones, pero no estamos cambiando mucho. Es como coger una silla de una habitación y cambiarla a otro lugar en la misma habitación. Reorganizar los muebles en la mente o conciencia no es una transformación. Había un miembro de la Sociedad Teosófica y una de las grandes figuras en el mundo de la psicología del siglo XX, William James, autor de “Las Variedades de la Experiencia Religiosa” y muchas otras obras que dijo: “La mayoría de la gente cree que están pensando cuando lo que realmente hacen es únicamente reorganizar sus prejuicios”. Ésa es la actividad necesaria de una conciencia todavía no desarrollada. En el Proemio de La Doctrina Secreta de H.P. Blavatsky, ésta habla de las tres Proposiciones Fundamentales. Son amplias y trascendentes. Una de ellas considera lo Absoluto, la otra trata de los Ciclos (como la reencarnación, el día y la noche, etc; son innegables). Pero la tercera se adentra en lo que está ocurriendo con nosotros en este peregrinaje humano. Ella lo describe como “el peregrinaje obligatorio del alma”. El alma encarna en la materia y participa necesariamente en una variedad de experiencias que finalmente alcanzan el punto en que la conciencia despierta. HPB describe las dos fases de este proceso del despertar. Dice que primero ocurre como “un impulso natural”. La primera forma en la que el alma empieza a desarrollar sus capacidades es la de verse empujada o impelida por la Naturaleza. No está respondiendo, sino reaccionando. Nos vemos conducidos por los distintos golpes de la Naturaleza que tenemos constantemente alrededor. Así crecemos inicialmente y empezamos a desarrollar poderes para dirigir y canalizar las fuerzas de la naturaleza para poder estar protegidos, como el intentar mantenernos calientes cuando hace demasiado frío y frescos cuando hace demasiado calor. A continuación viene una fase muy distinta. HPB la describe como el alma que se desarrolla entonces a través de “esfuerzos auto inducidos y auto elaborados”. Entramos en esa fase del desarrollo en que al final podemos hacer elecciones genuinas. Ya no estamos reaccionando, sino respondiendo. La idea de la libertad tiene distintos significados. Para muchos, cuando se piensa en la libertad, generalmente se trata de liberarse “de” algo: del gobierno de los dictadores, de la imposición de malas leyes, de las obligaciones de la sociedad, de las presiones de la Naturaleza, etc. Es una idea común sobre lo que significa ser libre y que, de alguna manera, somos libres cuando estamos aislados de esas influencias externas. De muchas formas, esa es una etapa por la que necesariamente hemos de pasar. Se parece mucho a esa fase del crecimiento que los padres describen como los “terribles dos”, cuando a los dos años la palabra preferida del niño es “no”. El “no” del niño de dos años o la rebeldía de un adolescente son reacciones. Para poder establecer una identidad e individualidad propias, se hace una oposición a otros tipos de fuerzas, en este caso los padres y sus normas. Ese es un planteamiento. A medida que las personas se van interesando por el desarrollo de una conciencia más profunda y espiritual, empieza a aparecer una visión distinta de lo que significa ser libre. Cuando vemos la vida de grandes seres en las tradiciones religiosas como Buda, Jesús, Mahoma, Lao Tzu, Confucio, Platón, Pitágoras, Quetzalcoatl etc., lo que se ve en términos del tipo de libertad que expresan es que no se trata de una liberación “de” nada. En cada caso se ve que la conciencia expandida es grande porque abarca todo lo que tiene a su alcance, no sólo las alegrías, sino las sutilezas, los dolores y las penas. La vida de los Grandes Seres tiende a centrarse en intentar comunicarnos las formas en las que nosotros también podemos desarrollarnos. Siempre implica no protegernos los unos de los otros, o apartarnos de la corriente de vida de nuestro alrededor, sino abrazarla más completamente. Muchas veces acabaron muriendo a causa de lo que intentaron comunicar para aliviar el sufrimiento de personas como nosotros. Podemos experimentar y comprender la libertad a distintos niveles. Básicamente es una elección que hacemos de ser libres. En las enseñanzas budistas existe algo de lo que HPB hablaba mucho. A menudo parece un poco abstracto, los doce nidhanas, que son los eslabones interdependientes que nos empujan al ciclo de Samsara, o existencia cíclica no iluminada. Describe doce etapas específicas que sujetan la conciencia a esa rueda. Es una herramienta psicológica extremadamente útil. Se llama la Rueda de la Vida, o Bhava Chakra. En la imaginería, la rueda está sujetada por las garras y colmillos del Señor de la Muerte, Yama. En la Rueda hay dibujos relativos a los procesos de la conciencia. En el mismo centro del círculo está la causa raíz de la experiencia en la que nos encontramos, descrita por tres símbolos: el cerdo, la serpiente y un pájaro particular, que representan la ignorancia, el apego y la aversión. Cada uno sostiene la cola del que está delante, en ese orden, formando un círculo. La ignorancia fundamental descrita en esa rueda no se refiere a una falta de conocimiento convencional, sino al hecho de que todo lo que se cree saber se ve de forma incorrecta. El ejemplo que se usa a menudo para describir ese tipo de ignorancia es alguien que va por una carretera bajo la luz del crepúsculo, pensando que ve una serpiente delante en la carretera y reaccionando en consecuencia, bombea adrenalina, miedo, disponibilidad para salir corriendo o atacar. Entonces se nos pide que supongamos que, a medida que se acerca, se da cuenta de que lo que creía que era una serpiente es realmente una cuerda enrollada en medio de la carretera. En ese momento, cada una de las reacciones desaparece repentinamente, porque ahora ha percibido la realidad de la cuerda. Este es el ejemplo que se da para nuestra ignorancia fundamental. No es que no lo sepamos, sino que todo lo que sabemos lo sabemos de forma incorrecta. Alrededor de los tres símbolos centrales de la Rueda de la Vida hay otra rueda donde se dice que se va a producir el karma. A medida que se produce el karma, hay otra rueda, con seis ranuras, que significan los distintos reinos de existencia. En la cosmología budista hay seres del infierno, fantasmas hambrientos, animales, seres humanos y dos niveles de dioses. Después, se llega al anillo externo del círculo, doce eslabones interdependientes describen nuestra repetición continua de la existencia cíclica. Los eslabones primero y séptimo de esa rueda realmente constituyen aquellos lugares donde tenemos cierta capacidad de elegir o interrumpir el ciclo repetitivo de nacimiento, vejez, muerte, renacimiento etc. En el primero hay una imagen de una anciana ciega con un bastón, que significa nuestra ignorancia. Ése es un posible aspecto para el cambio. Percibir la realidad correctamente interrumpe el ciclo. A continuación, en la rueda exterior hay formaciones kármicas, la conciencia humana, y otros símbolos que describen la forma en que la conciencia, envuelta en la ignorancia, se ve empujada por la rueda de samsara hasta que se llega al séptimo eslabón. El séptimo nidhana está descrito como sentimiento, o percepción, y la idea es que en ese momento se percibe la naturaleza dual de nuestro universo. La imagen utilizada es un hombre con una flecha clavada en un ojo: la percepción de la naturaleza dual del mundo y el surgir de las fuerzas internas duales del apego y la aversión. El hombre herido de la vista es otro punto en el que la elección es posible. El primero de los tres grandes principios o verdades descritas hacia el final del libro El Idilio del Loto Blanco, de Mabel Collins, es que “el alma del hombre es inmortal y su futuro es el futuro de algo cuyo crecimiento y esplendor no tiene límites”. No tenemos límites, por más que lo neguemos. La tercera de esas Verdades habla de las razones por las que experimentamos o no cierto grado de esa naturaleza ilimitada. Es decir que “cada hombre es su propio y absoluto legislador, el dispensador de gloria o miseria para sí mismo, quien decreta su vida, su recompensa, su castigo” y eso engendra cierto grado de responsabilidad. El propósito de nuestro proceso de almacenar conocimiento podría describirse en realidad como una preparación para un momento específico que, o bien veremos, o pasaremos por alto. Es un momento que se repite a menudo y que siempre pasamos por alto. Hay un poema escrito por J. Krishnamurti como epílogo de A los Pies del Maestro cuando era un joven de catorce años. “Esperando la palabra del Maestro, observando la Luz oculta; escuchando para captar sus órdenes en medio de la batalla; viendo su menor señal por encima de las cabezas de la multitud; oyendo su susurro más débil por encima del canto más fuerte de la tierra”. Es una hermosa descripción del proceso del despertar de la conciencia, sintonizado con esos momentos, esos accesos a la elección del cambio. Cuando era más joven, yo solía ser una especie de atleta. Practicaba el fútbol como quarterback1. Hacía falta entrenar mucho. Antes del partido, los entrenadores salían y observaban a los equipos contrarios para ver qué hacían y así imaginar los movimientos que podía usar nuestro equipo para ganarles. Además, como quarterback, formaba parte de mi entreno que cada vez que había un partido yo tenía que mirar y ver cómo estaba posicionado el otro equipo. Cuando nuestros entrenadores nos informaban de lo que habían observado, nos señalaban que durante el partido habría unas situaciones específicas en las que se alinearían de una manera determinada que nos daría una oportunidad única.1 La clave consistía en prepararse para que, cuando llegara el momento, yo pudiera verlo. En medio del partido de fútbol, cuando estás cansado, la gente te ha estado asediando por todos lados, miras el alineamiento del equipo contrario y ves la oportunidad para la que te habías preparado. En ese momento, la preparación, el pensamiento, el entreno, y la presencia del momento te permiten ver y elegir, elegir cambiar el juego haciendo una señal a los compañeros de equipo. Es una analogía de la disponibilidad interna que describe Krishnamurti en su poema. En ciertas tradiciones existe la creencia de que todos nuestros pensamientos y acciones durante todo el curso de cada vida en este mundo son sólo preparaciones para un momento, el momento de morir. Algo único ocurre en ese momento. Esencialmente, uno a uno los distintos sentidos que nos han relacionado con este mundo fallan: la vista desaparece, el olfato, el sabor, el tacto, empezamos a ser cada vez más internos, con cada vez menos energía hacia el exterior. Hay un proceso de criba, uno se va despojando gradualmente. En algunas tradiciones espirituales se dice que ocurre un momento particular cuando la Luz Clara aparece de repente. El hecho de que nuestra mente esté turbulenta o no con los apegos y deseos cultivados durante la vida determinará si somos capaces de ver el albor de esa luz cuando ocurra. Si los esfuerzos de nuestra vida nos han preparado para verla, podremos elegir entrar profundamente en esa experiencia profunda de concienciación. Las preparaciones que hacemos para nuestro desarrollo, que no necesitan llegar con el último suspiro, se logran mediante pequeñas opciones incontables, y con otras pocas más amplias que aparecen durante la vida. Son las herramientas que utilizaremos para impulsarnos hacia ese cambio o transformación. Viviendo en el mundo actual con sus fuertes exigencias y problemas, la necesidad de individuos transformados nunca ha sido tan grande. Para quienes participamos en lo que podría llamarse el sendero espiritual, hay una cierta responsabilidad que nos atañe. Estamos aquí para cultivar una determinada clase de conciencia que permitirá la expresión de esa vida más grande en la que nos encontramos, en la que vivimos y nos movemos. Permitamos que se exprese a través nuestro. Nuestra tarea consiste en estar disponibles, percibir la apertura y estar dispuestos a acogerla. Todo eso ocurrirá a través de las elecciones que hagamos de momento a momento
1 1- Quarterback (QB) - En el futbol americano, los quarterbacks son los líderes del equipo ofensivo, responsables de decidir la jugada a realizar. Inician prácticamente todas las jugadas recibiendo el balón del delantero centro. Una vez que el quarterback recibe el balón, puede correr con él, dejárselo en mano a otro jugador o intentar un pase. N.T.
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