Vol. 138 - Número 01 - Octubre 2016 (en Castellano) |
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Desde La Atalaya
El Primer objetivo de la Sociedad Teosófica
Tim Boyd
La Sociedad Teosófica tiene establecidos tres Objetivos, de los cuales el primero es el más importante: “Formar un núcleo de Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de raza, credo, sexo, casta o color”. El segundo y el tercero también son importantes, pero los dos están relacionados con el primero. El énfasis parece estar en distintas maneras de entender la Unidad. Cuando en 1875 se formuló el primer Objetivo, corrían tiempos muy distintos de los de ahora. Si tenemos en cuenta el contexto de la época en la que aparecieron esas ideas, el concepto de Fraternidad Universal resultaba muy revolucionario. En 1875, cuando se fundó la Sociedad en la ciudad de Nueva York, sólo habían pasado diez años desde la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos. Diez años antes, las leyes del territorio permitían que alguien pudiera comprar a otra persona de ascendencia africana y tratarla igual como a cualquier otro objeto de su propiedad, ya fuera un caballo, una vaca o un cerdo. Era un desafío introducir en aquel momento una idea que rezaba: “Independientemente de la raza o de la religión, existe una Fraternidad Universal”. El papel de la re-introducción de la Teosofía y del comienzo de la Sociedad Teosófica fue en parte el de preparar el terreno para un tiempo futuro. H.P. Blavatsky dejó muy claro que no era posible que la sabiduría que había venido a compartir se entendiera durante su vida. De hecho, dijo que hasta al cabo de cien años esas ideas no se comenzarían a considerar de manera inteligente. Se necesitaba un avance en el conocimiento humano y en la conciencia. Alguien tenía que plantar las semillas para que crecieran después, y ése fue el papel que HPB tuvo la “desgracia” de que le tocara hacer. Fue una desgracia en el aspecto personal, debido al patrón habitual que se da siempre que se introduce una idea nueva. Tanto en el campo de la ciencia como en cualquier otro campo, la primera respuesta frente a cualquier idea nueva o a la persona o personas que la presentan, es simplemente de rechazo. Las ideas o métodos vigentes están tan arraigados que en un principio no cabe ninguna duda de que la idea nueva es un error y ni siquiera hace falta hablar de ello. Pero cuando se comienza a demostrar que esa idea vale la pena, la siguiente respuesta también es siempre la misma. Se la resiste y se la ataca, a veces con violencia. Una vez ha quedado demostrado que la idea es buena, y ha calado en la conciencia popular, todo el mundo habla de ella como una obviedad de tal manera que ni siquiera es necesario dudar de ella. Eso se puede ver en todos los ámbitos. Albert Einstein fue un genio que desarrolló las teorías de la relatividad general y especial, cambiando completamente el punto de vista científico y de pensamiento de la humanidad. Pasó un tiempo antes de que se comprendiera, y un tiempo antes de que se aceptara. Pero era tan clara e innegable que las nuevas pautas se impusieron de una manera relativamente rápida. En vida de Einstein, pareció otro nuevo paradigma científico con unas ideas igualmente extrañas de la física cuántica. Hoy en día, esas teorías son probablemente las ideas científicas más comprobadas y verificadas de todos los tiempos. Porque hablan de las piezas fundamentales del universo de un modo que no se conforma con nuestra mente lógica ni con la manera normal de verlo y desafía el modo en que vemos el mundo. Especialmente la idea de aleatoriedad era algo que Einstein no podía aceptar. Era un hombre brillante, un genio, pero no podía aceptar esa nueva corriente de pensamiento que difería de su manera habitual de ver el universo. Durante un famoso debate entre Einstein y Neils Bohr, uno de los físicos destacados de la física cuántica de la época, Einstein dijo la famosa frase: “Dios no juega a los dados con el universo”. Era una manera de expresar su rechazo a la posibilidad de la aleatoriedad inherente en lo que él creía ser un universo ordenado. Se conoce menos la respuesta igualmente ingeniosa de Neils Bohr: “¿Quién es el Sr. Einstein para decirle a Dios lo que debe hacer?” HP Blavatsky se encontró en la situación de introducir ideas que contrastaban tan brutalmente con las creencias normales que tuvo que pagar por ello durante su vida. Actualmente, hay muchos países en el mundo en los que, por ley, no se puede discriminar a nadie por su raza, religión, casta, etc. En 1948, las Naciones Unidas adoptaron la Declaración de los Derechos Humanos, que utiliza las palabras de nuestro primer Objetivo. Los movimientos a favor de los derechos humanos y civiles se han codificado en las leyes. Aunque no sea una realidad ni se tenga una comprensión muy profunda de la fraternidad, por lo menos la idea está ahí. Ese cambio necesario, por lo menos a nivel superficial, hace que sea posible considerar el primer Objetivo de una manera más profunda. Se trata de algo más que de leyes, y que de saber tratar a alguien amablemente porque su religión o su color de piel son distintos. Pero, hasta que no exista un desarrollo en el nivel superficial, resultará difícil explorar los aspectos más profundos. Los dos caballeros que recibieron la mayoría de las cartas de los Mahatmas, A.P. Sinnett y A.O. Hume eran británicos y muy de su época. Pensaban que conocían el mundo mucho mejor que los Mahatmas. Estaban convencidos de que existía gente superior e inferior en el mundo y, por supuesto, para ellos la civilización y la cultura británicas eran superiores. A pesar de ello, esas dos personas fueron utilizadas para tratar de que la comprensión del movimiento teosófico fuera más profunda. A ellos les resultaba difícil entender el significado profundo de una Fraternidad Universal de la Humanidad. Todos somos distintos, tenemos deseos diferentes, hablamos lenguas diferentes, ¿dónde está la unidad? Radha Burnier dijo una vez: “La razón para creer que soy diferente de usted es porque si le ordeno a mi mano que se mueva, se mueve, pero si le ordeno a su mano que se mueva, no pasa nada”. Eso y tantos otros factores confirman nuestra convicción de separación. A finales de su vida, HPB dijo algo muy interesante acerca de la ST y el trabajo de la misma. En primer lugar hablaba de plantar la semilla de los conceptos teosóficos en la humanidad. HPB dijo que, desde su fundación, la ST había sido un “éxito estupendo”. Si lo pensamos con detenimiento, es admirable ver cuán profundamente han penetrado en la conciencia global algunas ideas que la ST presentó al mundo occidental como el karma, la reencarnación, la unidad de la vida y la naturaleza multidimensional del ser humano. En los Estados Unidos, uno puede estar en la cola del supermercado y escuchar a alguien hablar del karma, de la reencarnación y cosas así. Hoy en día, esas palabras se encuentran en los diccionarios de todo el mundo. Debido a la influencia de la ST, ahora tenemos un lenguaje compartido para reflexionar sobre esas materias más profundas. En ese sentido, la ST ha sido un éxito rotundo. En segundo lugar HPB dijo, acerca de la ST y su trabajo, que fue un “fracaso total”. Externamente, un éxito, pero en términos del foco del primer Objetivo: formar un núcleo de los que pueden ver más profundamente la naturaleza de la Fraternidad, en ese sentido, tenía la impresión de que la ST había fallado. Como personas, tendemos a aferrarnos a aquello que nos hace sentir cómodos y el engaño más confortable que seguimos es la idea que HPB describió como la “herejía de la separatividad”. De alguna manera, no lo soltamos. Y es perfectamente comprensible. ¿Por qué? Porque en cada momento, todo parece confirmar que, en realidad, estamos todos separados unos de otros. Albert Einstein afirmó que “no hay ningún problema que pueda resolverse en el mismo nivel de conciencia en el que se creó”. En el mundo de hoy, hay aproximadamente 60 guerras que tienen lugar en diferentes lugares el mundo. La violencia organizada es un fenómeno mundial. ¿Qué solución hemos aplicado al problema de la violencia a través de la historia? La estrategia ha sido aplicar una mayor violencia para reprimir la violencia menor. Estamos tratando el problema desde el mismo nivel de conciencia que lo creó y conseguimos el mismo resultado. Cuando cesa la guerra porque se aplica una mayor capacidad de violencia, lo llamamos “paz”. Cuesta imaginar que los padres que han perdido a sus hijos en la violencia puedan sentir paz, o que en cuanto cese esa supresión temporal de violencia, ésta no vaya a emerger de nuevo. Durante la Primera Guerra Mundial, el eslogan que animaba a la gente a participar era: “¡Ésta es la guerra que acabará con todas las guerras!” Está claro que no era verdad. Nuestro comportamiento es parecido incluso cuando intentamos estudiar la Sabiduría Eterna. Muchas personas que se sienten llamadas a seguir un camino espiritual tienen la fuerte sensación de que el estudio convencional es inadecuado. Tiene que existir algo más profundo. Como respuesta a ese problema, ¿qué hacemos? Cuando nos damos cuenta de que hay otras enseñanzas que parecen proporcionar otras formas de conocimiento, cambiamos los libros que leemos por otros de otra clase. Entonces cambiamos las ideas de un tipo por las de otro tipo, creyendo que de alguna manera el cambio de la forma de conocimiento responderá al problema que sentimos dentro. En la esfera del mero conocimiento, la solución no es un conocimiento. De nuevo nos encontramos tratando de resolver el problema desde el mismo nivel de conciencia que lo ha creado. Algo más debe intervenir en el proceso, algo que señalaban Blavatsky y los Objetivos de la ST. Los Objetivos hablan de la posibilidad de que exista un nivel de experiencia más allá del simple conocimiento. A menudo nos atraen cosas como las enseñanzas teosóficas porque en algún nivel muy profundo nos hacen recordar, recordar algo muy profundo en lo más hondo del corazón de cada uno que de alguna manera se ha conseguido cubrir y olvidar temporalmente. Cuando lo recordamos, algo muy poderoso se enciende en nuestro interior y nos empuja hacia lo que llamamos camino espiritual. La Fraternidad como idea es poderosa. La Fraternidad como experiencia es profundamente distinta de cualquier simple idea. Debido a la fuerza del hábito en ésta y otras vidas previas, asociamos la comprensión y la sabiduría con el conocimiento menor. En muchos aspectos somos espiritualmente inmaduros y nuestra apreciación de la diferencia está todavía sin desarrollar. Esa apreciación más profunda que nos mueve desde la idea hasta la experiencia es la dirección que señala el primer Objetivo.
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