Vol. 137 - Número 10 - Julio 2016 (en Castellano) |
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El Progreso Evolutivo de la Moral
Raisa Kalashnikova Presidente de la Rama Laya de la Sociedad Teosófica en Ucrania.
Lo que es hermoso es moral. Gustave Flauvert.
La raza humana ya ha comenzado a ascender el arco evolutivo del progreso espiritual. Como resultado, el renacimiento de la ética, incluyendo la moral y los ideales humanos también siguen el sendero del progreso evolutivo. Pero si es así, ¿por qué existe la opinión de que mientras tiene lugar el progreso tecnológico, “el progreso moral” no ocurre? Muchas personas creen que en la antigüedad las personas eran “más puras y amables”, pero actualmente, la sociedad considera frecuentemente “el colapso de la moral”, “la expansión contagiosa de la violencia” y “los ataques a la libertad de expresión”.
Es posible responder a la pregunta “¿hay progreso moral?” analizando lo siguiente:
¿Qué es la “moral”, y, es sinónimo de “moralidad”? ¿Dónde y cómo surge la moral? ¿Por qué las cosas eran mejores en el pasado a lo que son hoy? ¿Qué contribuye a la formación de la moral y cómo se implementa? ¿Cuáles son los vectores de los cambios de moral en este mundo cambiante?
Actualmente, muchos científicos, psicólogos y filósofos creen que la moralidad y la moral son sinónimos. Sin embargo, existe la opinión de que estas nociones son completamente diferentes, aunque siempre están relacionadas. Probablemente, esta última opinión está más cerca de la Verdad porque ambas, moralidad y moral, se estudian bajo la misma disciplina, llamada “ética”.
Las dos, moralidad y moral, significan ciertas normas de comportamiento, reglas y orden establecido, que las personas deberían seguir en la sociedad. Pero hay una gran diferencia entre estas dos nociones. Para la moralidad, estas normas, reglas y orden son factores externos. La moralidad está gobernada por las normas de la realidad objetiva que son específicas en determinada etapa de desarrollo de la sociedad e impuestas por la necesidad del “aquí y del ahora”.
La moralidad refleja la actitud de una persona hacia otras personas y hacia la sociedad, como también las obligaciones de la sociedad hacia una persona. La moralidad consiste en reglas de comportamiento humano, que establecen la responsabilidad individual de las personas hacia los demás y hacia la sociedad como un todo. Los requerimientos morales están asociados con la noción de cómo debe comportarse una persona en determinada situación. Se le puede enseñar moralidad a una persona con determinadas instrucciones, consejos, recomendaciones, ordenes. Por ejemplo, es posible elaborar estándares de ética corporativa, establecer reglas que regulen la conducta en los espacios públicos, etc.
Por el contrario, es imposible “enseñar” moral, porque la moral es un elemento interno específico constituyente, que es característico de cada individuo; la moral representa la moralidad personal, la auto evaluación y el estado espiritual de una sociedad como un todo. Cuando una persona es moral, se espera de ella que tenga establecidos sus propios límites y regulaciones internas.
Cada individuo que evalúa su comportamiento y el comportamiento de otras personas, aplica el grupo de normas, haciéndose primero que todo las siguientes preguntas: “¿Qué es bueno y qué es malo?” y “¿Qué es la bondad y qué es la maldad?” Al aceptar las normas y los estándares comunes de conducta que correspondan a elevados ideales y principios, una persona puede aprender identificando y viendo las diferencias de criterios que le permitan determinar el estado moral y alcanzar un crecimiento espiritual.
Entonces, ¿dónde comienza la conciencia individual y, dónde y cómo nace la moral? Fijémonos en nuestra compatriota Helena Petrovna Blavatsky quien, en su libro La Doctrina Secreta, le mostró al mundo las enseñanzas renovadas de la Sabiduría Eterna, la Teosofía. Ella escribió: “La Teosofía es una enseñanza sobre la ética y los principios morales”. Es la Teosofía la que provee una respuesta a esta difícil pregunta basada en las siguientes tres Leyes del Universo:
1. La Unidad de Todo lo Existente. 2. La Ley del Karma. 3. La Ley de la Reencarnación.
En las Ramas Teosóficas de Londres en 1889, refiriéndose a los comentarios del Verso 4, Estancia I, de La Doctrina Secreta (Parte I, Cosmogénesis), HPB destacó las doce grandes causas de la existencia llamadas nidāna-s, que dan nacimiento al Universo Manifestado según la Ley de Karma. Estos son los agentes morales del Universo y están incluidos en māyā. Esto significa que la moral nace en el primer momento de la manifestación de un nuevo manvantara, una nueva vida o un nuevo cosmos. Cada nidāna representa un eslabón en la cadena de la causalidad, “una cadena de causas y efectos”. Según el Glosario Teosófico, las nidāna-s se listan según el siguiente orden de numeración:
1. Jāti, o nacimiento, según uno de los cuatro modos de entrar en la corriente de la vida y la reencarnación. 2. Jarāmarana, o decrepitud y muerte, que sigue a la madurez de los skandha-s. 3. Bhava, el agente kármico que conduce a cada nuevo ser conciente en tal o cual modo de existencia. 4. Upādāna, la causa creadora de bhava, que así viene a ser la causa del jati, que es el efecto, y esta causa creadora de nacimiento es el apego a la vida. 5. Tṛshnā, amor, ya sea puro o impuro. 6. Vedanā, o sensación, percepción por medio de los sentidos. 7. Sparśa, el sentido del tacto. 8. Sadāyatana, los órganos de la sensación. 9. Nāmarupa, la personalidad, esto es, una forma con su nombre correspondiente, símbolo de la irrealidad de las manifestaciones de los fenómenos materiales. 10. Vijñāna, conocimiento perfecto de toda cosa perceptible y de todos los objetos en su concatenación y unidad. 11. Samskāra, acción en el plano de la ilusión. 12. Avidyā, falta de verdadera percepción o ignorancia.
Luego, en sus “Instrucciones para el Grupo Interno” H. P. Blavatsky escribió lo siguiente: “Las Nidāna-s son la expresión detallada de la ley del Karma, bajo doce aspectos”. Explicó que, ya que “las nidāna-s pertenecen a las doctrinas más abstrusas y sutiles del sistema metafísico Oriental, es imposible adentrarse en este tema más detalladamente”. No obstante, si intentamos desvelar en fragmentos la esencia interna de cada nidāna y luego unirlo para obtener un todo integral, se hace evidente que un individuo nace con estos principios morales adquiridos como resultado de las acciones de vidas previas y éstas tienen que ser perfeccionadas en la nueva vida según la Ley del Karma.
El famoso psicólogo del siglo diecinueve Carl Gustav Jung en su trabajo titulado “Alma y Mito. Seis Arquetipos” menciona que “ya en el plasma de la sangre humana, en forma de vida embrionaria, … hay algo incluido, algo espiritual, una inclinación a ser espiritual”. En tal caso, ¿qué dirigiría a una persona hacia el desarrollo de su don espiritual?
Desde el punto de vista teosófico, todo lo sucedido en el pasado y lo que sucede frente a nuestros ojos, tiene una sola explicación y un solo significado: es necesario que cada individuo expanda gradualmente su propia conciencia. Además, la conciencia debe entenderse en su más amplio sentido, como el trabajo de la Mente, del Corazón, de la Conciencia, la Voluntad, y del Amor que todo lo unifica. Mientras trabaja en la expansión de su propia conciencia, el individuo aprende lecciones de la experiencia de vida mientras el Alma transita de una vida a otra; esto resulta en la revelación de que las malas acciones conducen al sufrimiento.
Luego de muchas encarnaciones, el Alma de un individuo comprende que obedeciendo las leyes morales ayuda a evitar sufrimientos innecesarios. El Alma nutre esta moral y valores morales, que en la antigua Grecia eran llamados “virtudes éticas”. El profesor, escritor, filósofo e ilustre Ucraniano Kryhoriy Skovoroda, que fue llamado “Sabiduría de los Cielos”, consideró la compasión, la misericordia, el buen sentido, la benevolencia, la justicia y la fraternidad como los elementos principales en la lista de esas virtudes. Estas cualidades positivas forman la base de la vida espiritual de cada ser humano. Sirven de fundamento para el desarrollo de relaciones fraternales entre las personas, y a largo plazo, contribuyen a la implementación del “primer y más importante Objetivo de la Sociedad Teosófica”. Radha Burnier en su trabajo “La Regeneración Espiritual de la Humanidad” subrayó el hecho de que sin moral es imposible construir la Fraternidad Universal, que sólo puede manifestarse al nivel de buddhi. Ya en la tierra, aquí y ahora, es necesario ocuparnos del desarrollo de nuestra moral y crecimiento espiritual.
Mientras perfeccionamos nuestra propia naturaleza interna en el proceso de evolución, una persona se vuelve capaz de elevar la conciencia a niveles superiores, así comienza a manifestar aspectos y cualidades morales que correspondan al nivel de desarrollo individual. En otras palabras, el nivel moral depende del nivel de conciencia de una persona específica en particular, y así, de la sociedad como un todo. Sin embargo, en ocasiones en una sociedad cierta persona es reconocida como de elevada moral, pero en otra sociedad de conciencia más avanzada, la moral de la misma persona puede que sea considerada inadecuada. Ésta siempre ha sido la naturaleza de las cosas y aún lo es hoy.
Podemos recordar que en el momento en que Pedro el Grande gobernaba Rusia, según una de sus reglas de conducta, estaba prohibido irse a la cama con la botas puestas. ¿Aplica esta regla hoy en día? Es obvio que hoy esta cuestión no es relevante en absoluto. Este es un buen ejemplo de la manifestación de la moral interna por medio de un elevado nivel de conciencia.
H. F. Pisareva en su libro Sobre el Significado Oculto de la Vida relaciona claramente al nivel moral humano con uno u otro nivel de conciencia, comenzando por el nivel más bajo que es intrínseco de los bárbaros y finaliza con el nivel más elevado de conciencia de las personas modernas, prácticamente hasta el momento presente. Ella subraya el hecho que el estado de conciencia más elevado aún está por alcanzarse, y que cada nivel tuvo, tiene y tendrá su propio criterio de moral que permite determinar el nivel de desarrollo de una persona como una parte integral del todo, y así, el nivel de desarrollo del todo en sí mismo.
La vida aún continúa. Actualmente nos sentimos especialmente entusiasmados en relación a cuánto ha avanzado la vida. Los requisitos de comportamiento se han vuelto más duros, la etapa previa de conciencia está perdiendo su poder y una nueva etapa de conciencia se acerca para reemplazarla. Mientras tanto, la conciencia de la mayoría de las personas no está al día con el ritmo general de la evolución. Este es el porqué algunas personas aún consideran obsoletos estilos de vida que son considerados modelos de orden, fuerza y equilibrio, y se enfocan sólo en el pasado y pierden la visión del futuro. Como resultado, las personas frecuentemente dicen: “los tiempos pasados eran mucho mejor”. La razón de esta opinión es que estas personas no combinan el pasado y el futuro en un único flujo evolutivo de una época transitoria cuando un proceso de adaptación y reformulación de todo lo que sucede ha comenzado; esto da la errónea impresión de retroceso. H. F. Pisareva trató este tema y escribió lo siguiente:
Este proceso sucede porque el equilibrio existente se tambalea, la psicología humana evoluciona para hacerse más sofisticada y, mientras se adapta a requerimientos de vida más elevados, todas sus manifestaciones externas se vuelven más caóticas, contradiciendo los estándares anteriores, “suprimidos” del contexto moral existente, … se necesita mucho tiempo para deshacerse de las características previas adquiridas, … para la gradual reforma de todos los conceptos pasados, sentimientos y habilidades internas… Tal período de adaptación siempre se caracteriza por eventos complejos y signos de una degradación moral.
Además, después de un largo tiempo la comunidad científica ahora ha descubierto, por así decirlo, una formula universal “aceptada” que también puede ayudar a explicar por qué “solía ser mejor antes”. La formula es la siguiente: la satisfacción equivale a una fracción en donde el éxito es el numerador y las aspiraciones el denominador. Por lo tanto, es claro que mientras más elevadas son las aspiraciones, menores las satisfacciones por logros de metas reales logradas. Así, hoy es “malo” no porque de hecho se haya hecho peor, sino porque nuestras aspiraciones, anhelos y deseos se han incrementado drásticamente y en consecuencia, el llamado “éxito” en nuestra sociedad aún no puede alcanzar nuestras aspiraciones.
¿Qué contribuye, después de todo, a la formación de la moral durante las diferentes etapas de la vida de una persona, y cómo se manifiesta? Vale la pena recordar las palabras del genio científico Albert Einstein: “Requeriremos una nueva manera sustancial de pensar si la humanidad quiere sobrevivir”. En otras palabras, a fin de construir tu nuevo comportamiento y tu actitud hacia el otro, para moldear tu moral en cierta etapa de la vida, es necesario cambiar tu mentalidad. Además, el fundador del yoga integral, Sri Aurobindo, como si hubiera leído los pensamientos del gran genio científico, aconseja:
Además, necesitamos cambiar… la mente hacia la ética, hacia la pureza moral y con esto despertar la realidad interna de nuestra esencia natural, para contactar la realidad más elevada, permanecer conectados a ella, adherirnos a ella, y, debido a este contacto y adherencia, transformar tu esencia convirtiéndola en una nueva esencia, una nueva personalidad, una nueva naturaleza.
Sin embargo, sólo existe una nueva fuerza transformadora, el Amor. Sin Amor todo se convierte en nada. Según Jiddu Krishnamurti, la moral no es sólo el producto del pensamiento, no es resultado de las presiones sociales, tampoco es producto inmediato del pasado o un producto tomado de la tradición. El Amor es el valor más elevado de la vida. Un autor desconocido, en las siguientes inspiradas palabras, nos recuerda este valor:
El deber sin amor hace a la persona irritable. La responsabilidad sin amor hace a una persona grosera. La justicia sin amor hace a una persona cruel. La verdad sin amor hace a una persona contenciosa. Los buenos modales sin amor hace que la persona tenga dos caras. La cortesía sin amor hace a una persona hipócrita. El intelecto sin amor hace a una persona astuta. El conocimiento sin amor hace a una persona autoritaria. El honor sin amor hace a una persona arrogante. El poder sin amor hace a una persona violenta. La riqueza sin amor hace a una persona ambiciosa. La fe sin amor hace a una persona fanática.
Éste es el porqué de que cualquier cosa que hagamos lo debemos hacer “con amor”. Sólo de este modo podemos cultivar en nosotros un elevado nivel de moral, para poder transformarnos a nosotros mismos en este mundo cambiante.
El desarrollo moral individual conduce a la persona hacia la espiritualidad. La verdadera moral aumenta las vibraciones de la conciencia en la esencia humana, y tal persona es capaz de recibir vibraciones divinas. Las normas de la moral son para apartar a las personas de un comportamiento egoísta, que sólo les importe ellos mismos. Le enseñan a una persona a que le importe más el otro; conducen a la persona al altruismo, que es la clave principal de la Teosofía. Éste es exactamente donde deben enfocarse los vectores principales del desarrollo de la moral individual, porque al seguir estos vectores cada persona será capaz de encontrar el camino hacia el Verdadero Yo, para que pueda transformar su propia naturaleza interna individual, y como resultado, pueda fomentar la evolución moral de toda la humanidad. Cuando “comencemos a brillar desde el interior” seremos capaces de decir:
¡Mira! Tú has llegado a ser la Luz, tú te has convertido en el Sonido, tú eres tu Maestro y tu Dios. Tú eres TÚ MISMO el objeto de tus investigaciones , la incesante VOZ que resuena a través de las eternidades, libre de cambio, exenta de pecado, los siete sonidos en uno, la Voz del Silencio.
En conclusión, la moral está evolucionando, lenta, pero continua y sostenidamente. Como afirmó HPB en su obra La Clave de la Teosofía, llegará el momento en que “la tierra será un cielo… en comparación con lo que es ahora”.
La moral es la base de las cosas, y la verdad es la substancia de toda moral. Mahatma Gandhi.
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