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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 137 - Número 10 -  Julio 2016 (en Castellano)

 
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Sobre los Amigos y

los Enemigos – I

 

Pradeep Talwalker

Miembro de la Rama de Poona de la Sociedad Teosófica en India.

Charla dada en la Rama el 10 de mayo de 2009.

 

“Ningún hombre es tu enemigo, ningún hombre es tu amigo. Todos son por igual tus instructores”. Vamos a explorar este pensamiento de Luz en el Sendero. No es difícil de entender. Todos sabemos que aquellos a quienes vemos como amigos o como enemigos han llegado a nuestras vidas por medio de nuestro karma pasado; que al resolver los lazos  kármicos se brindan nuevas oportunidades para corregir nuestras actitudes. Intercambiamos amor con nuestros amigos y ambas partes se benefician. Pero respecto a nuestro “enemigo”,  sentimos que ha llegado a la fiesta sin invitación para atormentarnos. ¿Lo ha hecho en realidad? Los sabios nos han dicho, lo hemos leído en varios libros y lo hemos experimentado en cierta medida, que ningún tormento proviene del exterior. Proviene desde el interior por la agitación de nuestra mente reactiva: el resultado de nuestro propio egocentrismo. Evidentemente necesitamos mejorar bastante. Una vez que la paz se establece en el interior, nada ni nadie nos puede angustiar. (Experimentamos esta ecuanimidad incluso ahora cuando nos encontramos en un estado anímico de paz, de felicidad. Si la mente está alterada, nos enojamos incluso por menudencias). Esta compresión coloca nuestras angustias en la perspectiva correcta, aparta la auto-compasión, y nos impulsa hacia el Sendero correcto. Si la persona a la que observamos como enemigo nos coloca en el Sendero correcto (aunque inconscientemente), ¿cómo podemos llamarle enemigo? Él, también, es un maestro. Algunos maestros enseñan con amor, otros usando la vara. Si no proporcionamos una causa para que nos golpeen con la vara, ese problema no continuará. Los amigos nos enseñan amor, los “enemigos” nos enseñan paciencia e introspección, ambas esenciales en nuestra evolución. Amigo o enemigo, ¡ambos son maestros! Si estamos convencidos de la ley de karma ¿por qué olvidar que la causa de la animosidad del rival la hemos proporcionado nosotros mismos? Si entendemos esto, nos acercamos a comprender al hombre. Si esto nos lleva a amarlo y a sentir simpatía por él,  incluso él puede ser recíproco. Quedamos liberados de una negatividad persistente y en consecuencia sobrellevamos una carga menor.

 

            Todo esto ya lo sabemos. Pero no sólo consideramos a las personas como nuestros enemigos. Los aspirantes consideran las llamadas emociones “menores” como las “seis enemigas” - las shadripu (shad = seis; ripu = enemigo). Estas son: 1) kama = sensualidad carnal; 2) krodha = cólera; 3) lobha = codicia; 4) moha = mentira; 5) mada = orgullo; 6) matsara = envidia. A lo mejor amamos a los animales, pero eliminamos moscas, mosquitos y otros insectos. ¿Por qué?, ellos, también, son parte de la creación de Dios; ¿por qué deben ser considerados como pestes? Una vez que se logra la paz interna (como veremos), incluso estos dejan de ser “pestes”. Examinemos estas reflexiones más detalladamente.

 

            Sabemos que mientras evolucionamos desde reino animal, nuestras primeras encarnaciones están gobernadas por tamas (oscuridad, la oscuridad mental). Aunque ahora estamos en el reino humano, el ego todavía posee un gran remanente de las cualidades animales. Sus deseos se centran en el cuerpo físico; se esfuerza principalmente por conseguir la gratificación de las necesidades físicas. La vida gira en torno al trío de alimento, sexo y sueño. Esta “oscura cualidad” es llamada tamoguna. (Tamas deriva en tamo por combinación de palabras; guna, en sánscrito, significa cualidad. Las guna-s “Superiores” como lo son tamas, rajas y sattva, aparecen en las etapas posteriores de la evolución y las trataremos más adelante). El hombre está rodeado de personas de su misma clase. Ellos también poseen sólo deseos animales. Si los medios de gratificación son limitados, o si muchas personas buscan la misma cosa, evidentemente habrá pugna. La única regla funcional es: el uso de la fuerza es la vía correcta. La naturaleza rechaza la supervivencia del débil. Un animal o un hombre influido por tamas no piensa en absoluto cuando le arrebata el objeto de deseo al más débil. La sumisión al más fuerte se da sin protestar. “La ley del más fuerte” es una consideración superior.

 

            En el contexto actual, el dinero ha adquirido más importancia que la comida, al robar dinero ajeno un hombre puede obtener lo que desee sin mucho esfuerzo. Por supuesto, esto no es fácil. El propietario toma precauciones para salvaguardar su propiedad. Para obtener su dinero engañándolo se necesita astucia, esto también conlleva riesgos. Las mismas habilidades y atrevimientos, usados adecuadamente, pueden generar mucha más riqueza con honor y gran facilidad. Pero la persona gobernada por el proceso mental de tamas está programada extrañamente. Usando diversas habilidades y tomando riesgos extremos, elige robar. Robar es su idea del logro. No ve nada malo en eso, posiblemente en su manera de pensar lo percibe como la acción correcta. Con puntos de vista peculiares para cada quien, todos observamos cosas peculiares como que “son evidentes”. Vemos peculiaridades extrañas incluso en personas “educadas”. Bajo el control de tamas, la regla es “yo primero”. Hermanos, hermanas, madres o padres, todo es secundario a favor del interés propio. Noticias de riñas en vecindarios, peleas o asesinatos por razones triviales, incluso entre familiares, adornan las noticias del día. La mayoría de los periódicos tienen reporteros que siguen a los policías buscando noticias.

 

            El impulso por perpetuar las especies también es innato. Aquí también, obtener el objeto deseado por la fuerza no es visto como algo malo. Este rasgo parece incluso ser esencial en la Naturaleza para la selección natural. Las luchas por las hembras entre los machos (como los leones y como los ciervos) se pueden estudiar, sentados en casa, en canales de televisión como “Animal Planet”. El vencedor se queda con la hembra que también, parece no tener objeciones sobre el arreglo. Entonces no es de sorprender que el mismo instinto continúe gobernando sobre la débil conciencia de las primeras encarnaciones como humanos. Todo lo que sucede en la sociedad actual, que es debido a este impulso, también es publicado en las primeras páginas de los diarios. Incluso diarios “serios” lo imprimen. Los medios electrónicos prosperan con estas noticias sensacionalistas. Muchos lectores o televidentes las consumen con apetito.

 

            Las adicciones toman una nueva dimensión. En compañía de a quiénes pertenecen, es difícil no caer presa de esos hábitos. Después que se sacia el ansia por la comida o por el sexo, el resto del día se emplea en intoxicarse o en dormir. Sueño de la mente como también del cuerpo. La mente aún no es capaz de inspirarle algo mejor. Esto llega muy gradualmente,  casi de forma imperceptible, en una larga sucesión de vidas.

 

            En las etapas tempranas cuando gobierna “la supervivencia del más apto”, hay poca evidencia de que surja el “orgullo”. No hay júbilo de triunfo en abrumar al débil, ni vergüenza por la derrota, denigrándose ante el fuerte. Sobrevivir de cualquier manera es el objetivo limitado del instinto primitivo. La dominación o la sumisión es sólo un detalle sin importancia, fácilmente intercambiable cuando llega la ocasión. El éxito en las primeras reencarnaciones está en proporción con las habilidades físicas. En reencarnaciones posteriores él observa que la fuerza acompañada del cerebro es mucho más efectiva. Gradualmente, aparece la facultad del pensamiento. Las inteligencias jóvenes tienden hacia la astucia. La práctica la hace más efectiva. Cuando cosecha los frutos de la inteligencia, se arraiga el orgullo. Incluso, el desarrollo del engreimiento es un paso adelante en la evolución, un signo del incipiente rajoguna: el deseo de crecer “más” que los demás, promoviendo el orgullo. (Del Sánscrito rajas = polvo; las partículas de polvo se pueden observar moviéndose constantemente en un rayo de luz solar, que significa actividad. Las personas con el rajoguna como la guna predominante, se las describe como rajasi).

 

            La astucia inferior y la vanidad es una combinación excitante. Hace al hombre sentirse especial, distinto del resto de sus coetáneos. Este es el comienzo de la “separatividad”. Puede considerarse como un resbalón en la evolución, pero señala el despertar del sueño del tamas. Tiene una consciencia en aumento de su “yo”. Al emplear algunas vidas en la arrogancia, comienza a adquirir un sentido de dignidad. Se hace consciente de su “condición”. Evita actos que considera impropios de una “persona como él”, al menos abiertamente.

 

            Lentamente, aprende a mantener controlados los deseos inferiores. Luego, comienza a hacer algunas buenas obras, para adquirir elogios. Se une a un grupo de aduladores que lo lisonjean, el comienzo puede que sea humilde. En el contexto actual se une a un grupo que, digamos, organiza festivales locales. Se convierte en un obsecuente de los políticos locales y forja su ascenso. Finalmente, se convierte en el líder del partido, en un industrial o funda una universidad privada (¡aunque no sea él mismo muy educado!), cualquier cosa para brillar en la sociedad, pero aún permanece bastante vulgar. Se hace rico por cualquier medio y se esfuerza por tener un gran grupo bajo su control. Adquiere una influencia política sustancial. En su avance daña a muchos, gana sus enemistades y sus maldiciones. En la intoxicación por derrotar a los demás, disfruta de su enemistad. Pero después de un período de alardear de sus vanos triunfos, cesa de disfrutarlo y tiene que ponerle fin, es agotador.

 

            El hambre por amor despierta en su seno. Las expresiones de amor de las personas son placenteras. Cuando hace esfuerzos en esa dirección, consigue respuesta de los demás. Observa que estas relaciones amorosas son más perdurables y satisfactorias. Su noción del yo, inicialmente limitada a sí mismo, ahora se extiende a su familia, grupo, tribu, etc. Va tomando varias encarnaciones y aprende nuevas lecciones. No siendo más un déspota en su esfera de influencia, ahora se identifica con su grupo, se hace uno con ellos. Graciosamente, esto en realidad lo diferencia y ahora el grupo lo elije como su líder. Se esfuerza por estimular el espíritu de grupo y de unidad. Todo su esfuerzo es por el bien de los demás, no para él mismo. Este es el surgimiento de sattvaguna, la noble cualidad de la pureza (del sánscrito sattva = bondad, esencia, pureza). Ya no existe un reino de temores, sino de amor benigno.

 

            Todas estas son etapas naturales que incluso los Adeptos han tenido que atravesar. Para el progreso espiritual no es necesaria la aniquilación del “yo”; es importante que su ámbito crezca para incluir finalmente a toda la creación. Mientras despierta el “Yo Superior”, el orgullo personal se desvanece silenciosamente, convirtiéndolo en amor por todos. La separatividad termina aquí. La vanidad estrecha separa al hombre de los demás; el Ego que todo lo abarca distancia a codazos al engreimiento. La persona se funde mentalmente con la creación entera. Por otra parte, el orgullo es tal que mientras mas intentamos deshacernos de él, más se adhiere a nosotros. Pero el sentimiento mismo del yo es capaz de producir la salvación, paso a paso. Luego de recorrer quizás cientos de miles de años, pasar a través de miles de reencarnaciones humanas, el incluirlo todo, finalmente nos libera. Es una gran paradoja, pero más cierta que ninguna otra cosa. Esto nos enseña que el orgullo no es nuestro enemigo sino un tramo de escalones que nos conduce a la cumbre espiritual. El orgullo es mada, el quinto de los seis “enemigos” (shadripu). Cuando al “enemigo” se lo toma por el lado positivo, no es más un enemigo, sino nuestro liberador.

(Continuará)

 

 

 

 

Tus amigos creerán en tu potencial,

Tus enemigos te harán vivir conforme a él.

                                                                              Tim Fargo.

 

 

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