Vol. 137 - Número 10 - Julio 2016 (en Castellano) |
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La evolución espiritual Y el futuro de la Sociedad Teosófica
Tim Boyd
La primera de las tres verdades del librito de Mabel Collins El Idilio del Loto Blanco, dice que el alma “es inmortal y su futuro es el futuro de algo cuyo crecimiento y esplendor no tiene límites”. Es una frase concisa sobre la trayectoria de nuestro desarrollo. Dentro de cada uno de nosotros hay un germen de lo más Alto, que está oculto, pero cuyo crecimiento y capacidad para irradiar en este mundo lo que se describe como “esplendor” no tiene límites.
Todos conocemos las ideas que tiene la comunidad científica contemporánea sobre la evolución, el modelo darwiniano, cuyo enfoque es la evolución de las formas. Las dos fuerzas impulsoras de este modelo son la mutación accidental y la selección natural (supervivencia de los más aptos). La idea básica es que de vez en cuando tienen lugar pequeños cambios en distintas formas de vida que las hacen más adaptables a su entorno. Esto determinará cuáles de esas formas seguirán existiendo. Este modelo describe un proceso evolutivo progresivo, que conduce continuamente a una mayor complejidad y capacidad, pero no está relacionado de ninguna manera con un objetivo final; es una visión lineal de la evolución. El desarrollo tiene lugar de forma accidental y avanza hacia adelante continuamente; las especies aparecen y desaparecen sin ningún propósito importante. Ésta es la idea científica dominante que estudiamos en nuestro proceso educativo normal.
Cuando hablamos de evolución espiritual, podríamos preguntar “¿Cuál es la diferencia?” Los cambios, las mutaciones y los procesos por los que las formas de vida vienen y van están descritos con precisión en la visión darwinista de la evolución. Sin embargo, lo que no se describe ni se considera es el aspecto extremadamente importante de la conciencia. En ninguna parte se habla de manera formal de la conciencia ni de su desarrollo dentro de la ciencia contemporánea. Es una limitación significativa para el modelo científico del momento.
En el modelo actual, para que algo se tenga como digno de consideración científica tiene que existir claramente dentro del reino material, ser capaz de ser testado, oído, tocado, sentido u observado por varios instrumentos. Cualquier cosa fuera de lo que pueda observarse de esas maneras se considera más allá del campo de la ciencia contemporánea. Este planteamiento se ha descrito como “el materialismo reduccionista”, es decir, el cosmos se reduce al reino material. La conciencia se halla fuera de esos límites. Afortunadamente, hay muchos científicos que ven claramente esta limitación y están haciendo esfuerzos por ir más allá y experimentar realmente en la conciencia.
Aunque la conciencia misma no sea mesurable, sus efectos sí que son visibles en todas partes y se pueden medir. Pero las energías sutiles se hallan todavía más allá del reino de lo mesurable y por lo tanto la conciencia queda fuera de la ecuación. Sin embargo, para quienes están implicados en el sendero espiritual y en su estudio, la conciencia es muy importante. Una comprensión genuina de las funciones de la conciencia conduce al desarrollo de poderes de varios tipos, a la sintonía con los esquemas de las energías no materiales, a la percepción intuitiva, a la capacidad de ser feliz, y a una capacidad de compartir todo esto con los demás. Parece, pues, que la conciencia es digna de consideración.
El Proemio de La Doctrina Secreta habla de una “peregrinación obligatoria” para el alma, una peregrinación de ida y vuelta. El alma, o chispa de lo Divino, sale de un estado unitivo y se asocia con la materia. Ése es el estado en el que nos encontramos, donde el germen espiritual que hay dentro de nosotros queda oculto para nuestra percepción normal porque estamos muy profundamente inmersos en los procesos del cuerpo y en las limitaciones de nuestra conciencia cotidiana. Este proceso evolutivo implica que el germen espiritual va entrando en la vida cada vez más, hasta el punto en que los poderes de la entidad espiritual que hay en nuestro interior se revelan incluso a través del medio de la materia física.
Este proceso de desarrollo empieza desde un estado de inconsciencia espiritual que, como resultado de la creciente asociación con la materia, va adoptando niveles cada vez más profundos de concienciación, de poder y capacidad. Está relacionado con la evolución física del tipo darwiniano y se expresa a través de las formas físicas que surgen y que inevitablemente se están desarrollando cada vez más en términos de su complejidad. El desarrollo de estas formas permite un campo expansible de expresión para la conciencia.
En los Yoga Sutras de Patanjali leemos una frase sobre el propósito de la unión del espíritu y la materia. Patanjali nos da una explicación concisa: el propósito de la unión del espíritu (purusha) y la materia (prakrti) es el de que el componente espiritual alcance una concienciación de su verdadera naturaleza y el desarrollo de los poderes inherentes en ambos purusha y prakrti, en espíritu y materia. El componente espiritual empieza con una concienciación unitiva no consciente de sí misma hasta que se individualiza en distintas formas. A través de esas formas, consigue la concienciación de su verdadera naturaleza. La asociación también desarrolla esos poderes inherentes en la materia. Es un proceso mutuo.
A este proceso de unión también se le ha dado una imagen. Se dice que es como alguien que no puede andar y que va sobre los hombros de alguien que no puede ver. El componente espiritual tiene la visión, pero no la capacidad de influir directamente en el mundo material; el componente físico puede llevar al espiritual, pero necesita la guía de una visión superior. Juntos hacen este viaje y juntos se desarrollan y, al final, ambos toman sus propias direcciones, llevando consigo la riqueza de la experiencia acumulada durante ese tiempo de asociación.
Este proceso cíclico de la evolución espiritual está descrito en la literatura espiritual del mundo. Muchas de las grandes historias que encontramos en distintas tradiciones religiosas son un ejemplo de ese proceso. Un ejemplo sería el Ramayana, donde tenéis al gran Señor, una encarnación espiritual en la forma de Rama, que es expulsado de su reino, vaga por los bosques y tiene distintas experiencias. Finalmente entabla y gana una batalla y al final vuelve como un gobernante despierto. Ésta es una de las formas arquetípicas en la que aparecen estas historias.
Para los que han nacido en occidente, nosotros también tenemos una forma similar en la conocida historia de “El hijo pródigo”. El hijo le dice a su padre divino que necesita salir al mundo a tener experiencias. Le pide al padre su parte de la herencia. El hijo la recibe y viaja a tierras lejanas. Así el alma, la chispa de lo Divino, deja la casa del padre, el estado de unidad, se lleva la riqueza de la concienciación espiritual y la gasta en su viaje a tierras lejanas. En esas tierras de vida material, el alma olvida sus orígenes; olvida que tiene un padre divino, en el cual están presentes todas las cosas. En la historia de la Biblia, el alma vive en esa tierra lejana en época de hambruna, es decir, en una condición en la que falta el alimento que requiere el espíritu. El alma desciende hasta la ocupación más inferior, que en el modelo bíblico consistía en alimentar a los cerdos. No sólo estaba alimentando a los cerdos, sino que tenía tanta hambre que ¡incluso se comía la comida de los animales!
Esto describe el punto más inferior de este arco evolutivo, donde la conciencia está inmersa muy profundamente en la materia y está cegada por esa íntima asociación. En muchos aspectos, éste es el punto más importante del viaje del alma, porque es en este momento de la historia cuando, de repente, el hijo recuerda haber vivido en otra situación y que tenía un padre cuya casa una vez era la suya. Es en ese momento cuando el alma dice: “Me levantaré e iré a la casa de mi padre”. Es el momento importantísimo del despertar para el ser humano como individuo, porque con el nacimiento de una concienciación de la entidad espiritual y de sus potenciales superiores tiene la posibilidad de empezar conscientemente el viaje de vuelta a casa. Ése es el sendero en el que estamos ahora. La Teosofía, la práctica del yoga, cualquier forma de espiritualidad es superficial y carece de significado hasta que surge esa experiencia interna.
Cuando consideramos la fundación de la Sociedad Teosófica miramos a personas como H.P. Blavatsky, H.S. Olcott y W.Q. Judge. Eran personas excepcionales: brillantes, altruistas, con muchas cualidades excepcionales y extraordinarias. Son las personas a través de las cuales se fundó la ST. Pero nos equivocamos si creemos que el movimiento teosófico fue generado por unas personas, aunque fueran excepcionales.
Lo que hizo excepcionales a esas personas fue su generosa entrega a los Fundadores Internos de este movimiento, a los Maestros de Sabiduría, los Grandes Seres, que durante muchos años habían estado buscando oportunidades para dar a conocer su presencia mediante la reintroducción de una enseñanza que pudiera ennoblecer y ayudar a la gente en el proceso de la transformación. La oportunidad se presentó cuando esa constelación particular de individuos se reunió a finales del siglo diecinueve.
Entre todas las numerosas cosas maravillosas que escribió HPB, ella misma sería la primera en admitir que una gran parte no la entendía. Claro que entendía muchas de ellas, pero algunas de las profundas enseñanzas de la Teosofía que se estaban reintroduciendo en la humanidad nos han llegado a través de ella, pero no fueron en modo alguno su contribución personal consciente. Ella lo describía como una guirnalda de flores en la cual su contribución era el cordel que las sujetaba. Se ofreció para que todo ello ocurriera de manera pura, de modo que la influencia de los Maestros estuviera coloreada al menos por la conciencia del individuo. Gracias a su obra, contamos con un núcleo de individuos que permitieron una mayor expresión y una supervivencia de más de ciento cuarenta años.
A finales de su vida, HPB hizo una declaración sobre la Sociedad Teosófica que vale la pena considerar, porque habla de su futuro y propósito. Dijo que la ST por un lado había sido un “maravilloso éxito” y, por otra parte, había sido un “fracaso absoluto”. El “maravilloso éxito” fue que el movimiento de la ST y las ideas y conceptos que promovía se extendieron por todo el mundo. Y esto es todavía más cierto en nuestra época. Pensad en la última parte del siglo diecinueve: ideas que son tan familiares ahora para nosotros eran inaccesibles en el mundo occidental, como la reencarnación, el karma, el yoga, los planos de la naturaleza etc. En ese momento eran conceptos que ni siquiera se estaban empezando a comprender en occidente. Hoy en día estas palabras se encuentran en los diccionarios de cualquier lengua occidental del mundo. Estas ideas ahora son tan corrientes que las consideramos completamente normales. Éste es el maravilloso éxito del movimiento teosófico. Por primera vez en la historia humana tenemos un lenguaje global con el que interactuamos sobre temas de la vida interna. Antes era una imposibilidad: estábamos estrictamente limitados a la tradición en la que hubiéramos nacido. Nuestro lugar de nacimiento determinaba el horizonte de nuestra visión.
¿Qué quería decir HPB cuando afirmaba que la ST había sido un “fracaso absoluto?” Albert Schweitzer nos dejó una frase que podría aclarárnoslo. Era un hombre extraordinario, muy humanitario, un profundo pensador, ganador del Premio Nobel de la Paz, uno de los más dotados organistas de Europa, además de médico, teólogo y filósofo. Con la posibilidad de tener una prominente carrera en Europa, lo dejó todo para ir a servir como médico en una remota región de África. Pero al ser un hombre tan profundamente comprometido, el mundo lo fue a buscar. En una ocasión a Schweitzer le preguntaron cuál era la mejor manera de enseñar y gobernar y si era un buen método enseñar o gobernar con el ejemplo. Su respuesta fue: “El ejemplo no es lo principal para influir en los demás, es lo único” Enseñar o gobernar no se consigue simplemente con palabras. Se transmite con el ejemplo de una vida que esté integrada, y que entonces puede relacionarse con esas palabras. Solamente entonces las palabras tienen fuerza. Ni el significado ni la fuerza se hallan en las palabras, sino en la conciencia que imbuye las palabras.
En el sentido más básico nuestra experiencia de las Cartas de los Maestros es como la tinta sobre el papel. Ninguno hemos oído las palabras dichas en nuestros oídos, sólo unos cuantos han visto las verdaderas cartas que hoy se conservan en la Biblioteca Británica, pero durante más de un siglo han sido fuente de instrucción e inspiración. Las palabras son poderosas según seamos capaces de leer y de oír, no con nuestros oídos y ojos físicos, sino con los ojos y los oídos de la intuición. Sólo entonces tenemos la capacidad de comprender.
Según la idea de HPB, la Sociedad Teosófica fue un fracaso absoluto por la falta de ejemplos de la fraternidad universal que ella misma promovía, y porque la ST se creó para proporcionar un vehículo a través del cual una corriente espiritual pudiera fluir en el mundo, una corriente que se origina con los Fundadores Internos y después encuentra una salida a través de la vida de quienes intentan vivir esos ideales.
¿Cuál es el futuro de la Sociedad Teosófica? En muchos aspectos su futuro es el mismo que su pasado. No hay ninguna nueva misión que ni la ST ni sus miembros tengan para el siglo veintiuno. La misión de intentar alinear la vida, la mente y las acciones con los ideales no ha cambiado. Sólo cuando eso ocurre es posible que fluya la corriente espiritual. Las señales de ese fluir no se encontrarán en el número de personas que firmen un papel y digan “yo soy miembro” sino que se verán en la manera en que esos ideales se representen personalmente y después estimulen al mundo de nuestro alrededor.
Miles de organizaciones hoy en día se dedican a promocionar algún aspecto de la tan amplia doctrina teosófica. Hay organizaciones que inciden solamente en la meditación de la conciencia plena, otras que insisten en diferentes modalidades de energías sanadoras y otros grupos enfocan su perspectiva de los Maestros de Sabiduría. Estas distintas organizaciones han tomado sólo un aspecto de las enseñanzas y lo han promocionado. En muchos casos lo hacen mucho mejor de lo que podría hacerlo la Sociedad Teosófica.
Un sólo ejemplo de un grupo que hace trabajo “teosófico” de gran calidad es el Institute of Noetic Sciences (IONS). Llevan a cabo un trabajo científico que fue iniciado por el astronauta Edgar Mitchell. Éste había caminado sobre la luna y en el viaje de regreso miraba por la ventana de la nave espacial. Intentaba ver dónde estaba su casa en el globo. Se dio cuenta de que el globo no se parecía en nada a los mapas que había estudiado; no había ninguna línea que lo dividiera en distintas zonas. Mirando por la ventana, viendo la Tierra en el cosmos, tuvo una experiencia mística de la Unicidad de todas las cosas, de este hermoso globo azul que flotaba en el espacio, conectado de alguna manera con todos los otros globos de distintos aspectos. Tuvo la experiencia de una unidad que lo abarcaba todo. En sus palabras: “De repente experimenté el universo como algo inteligente, lleno de amor y armonioso”. Como científico, se comprometió a pasar el resto de su vida utilizando los métodos de la ciencia contemporánea para demostrar el poder y disponibilidad de la conciencia. Formó la organización IONS para hacer ese trabajo. IONS ha estado trabajando con científicos de todo el mundo muy eficientemente. Pero ese no es el trabajo de la ST.
Todo lo que viene a este mundo, que adopta vida y forma, en último término se disuelve y vuelve a su origen, tanto si hablamos de un edificio, un cuerpo, una institución o una organización. Todo tiene su tiempo. Siempre que la corriente de vida sea lo suficientemente fuerte, la vida sigue dentro de esas distintas formas. La Sociedad Teosófica es una forma, una organización. La Teosofía, la Sabiduría Perenne, es la corriente que mantiene su vida.
La ST no necesita simplemente más cuerpos, o más tinta sobre el papel, sino el hecho de asumir responsabilidad y encontrar esas verdades en las enseñanzas que resuenan en nosotros. Puede que todas ellas no apelen inmediatamente a nuestra intuición; eso no es necesario, pero cuando encontremos las verdades que nos hacen sentir una aceleración interna, necesitamos profundizar en ellas.
Hay ciertas cosas que sabemos que son verdad. Idealmente, queremos expandir nuestra concienciación de las cosas profundas que resuenan en nosotros. Al hacerlo, cuando entramos en contacto con los demás, nuestro estado interno se comunica sin palabras. Los Maestros decían que mientras haya tres personas dentro de la Sociedad que estén vivas, despiertas, comprometidas y que vivan a través de esas verdades, la Sociedad Teosófica se mantendrá. Ése no es nuestro problema. El único problema verdadero es ¿Dónde nos encontramos? No la persona de nuestro lado, no el grupo allende los mares, sino ¿dónde se encuentra cada uno de nosotros en relación a nuestra entrega y compromiso con aquellas cosas que reconocemos como verdaderas y reales?
Muchas veces tenemos dudas. Aunque sintamos que algo es verdad, tenemos dudas, no nos comprometemos, porque parece que eso nos exige más de lo que podemos dar ahora mismo; tal vez más adelante, pero ahora no. Hay una cita, atribuida a Goethe, quizás erróneamente. Tanto si es toda suya como si no, cabe resaltarla:
Hasta que uno se compromete, existen las dudas y la ocasión de echarse atrás. Respecto a todos los actos de la creación hay una verdad elemental, cuya ignorancia mata innumerables ideas y planes espléndidos: que en el momento en que uno se compromete definitivamente, entonces la Providencia también lo hace. Todo tipo de cosas suceden para ayudarle, cosas que, de otro modo, nunca habrían ocurrido. Toda una serie de acontecimientos tiene lugar a partir de la decisión, y todo tipo de incidentes, encuentros imprevistos y ayuda material aparece ante él y a su favor, cosas que nadie podría haber imaginado encontrar. Todo lo que podáis hacer o soñéis hacer, empezadlo. La osadía tiene el genio, el poder y la magia.
Es algo que vemos en nuestra vida cotidiana y que se aplica igualmente a nuestra vida interna.
Cuando nos reunimos en nuestros encuentros teosóficos, de vez en cuando hay momentos en los que parece que una armonía nos inunda. Son los momentos en que somos más útiles en este proceso de evolución espiritual. Es cuando algo mucho más potente se mueve entre nosotros y dentro de nosotros. Lo experimentamos como una sensación de paz o de expansión, pero es una presencia que se deja sentir porque, conscientemente o no, hemos proporcionado la oportunidad de que se expresara a través de nosotros.
Esta presencia es muy buena para nosotros como individuos, pero es más importante el hecho de que le estamos proporcionando una vía para que actúe en el mundo. Es nuestra contribución a un trabajo importante. Entonces somos más efectivos en nuestro servicio potencial al bien superior que es tan necesario en esta época y para el cual existe la Sociedad Teosófica.
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