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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 137 - Número 08 -  Mayo 2016 (en Castellano)

 
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Sobre Krishnaji

 

CLEMICE PETTER

Antiguo miembro de la Sociedad Teosófica de Brasil. Ahora trabaja como voluntaria en

la Sede Internacional en Adyar. Charla dada en el Día de Adyar, 17 de febrero 2016

 

 

Hablar de J. Krishnamurti es un deleite, un reto y una gran responsabilidad. Es fácil hablar acerca de alguien a quien amamos. Pero el desafío en este caso es que no vamos a hablar acerca de una persona común. Vamos a hablar acerca de alguien que trajo luz, comprensión y enseñanzas nuevas al mundo.

 

La Presidenta anterior de la Sociedad Teosófica, señora Radha Burnier dijo en una conferencia que dio en 1994 en la Logia Adyar, que Krishnaji era un misterio:

 

Pienso que nadie que entró en contacto con él lo conoció realmente tal como era; había profundidades para él que nadie pareció alcanzar. El sentimiento más fuerte que tuve de él fue que internamente no pertenecía a este mundo. Era como un pez fuera del agua en varias situaciones.

 

En este sentido, Krishnamurti y Adyar tienen la misma naturaleza; no hay dudas de que Krishnamurti es el amado Hijo de Adyar. Aunque geográficamente situado en esta tierra, Adyar es un lugar que no pertenece a este mundo. Como dijo Krishnamurti: ‘Este lugar tiene una presencia que nadie sentirá en ninguna otra parte del mundo’. Radhaji consideraba el campus de Adyar como un ashram. Pero llamar a Adyar ‘ashram’ no es suficiente; este es un ‘lugar’ único con un espíritu propio. Un espíritu que, como Krishnamurti, no pertenece a este mundo. Es un lugar cuyo espíritu no conoce raza, nacionalidad o división de clases, que no muestra preferencias, no tiene conocimiento alguno acerca de gustos o aversiones personales, etc. Y sin ser de este mundo, tiene una atmósfera, una energía única y delicada, que necesita ser mantenida viva. Para mantener vivo el espíritu de Adyar necesitamos cuidar de él. Uno espera que todos percibamos la naturaleza sagrada de este lugar, la clase de cuidados que necesita y la absoluta importancia de Adyar para el trabajo teosófico en el mundo. Uno también espera que todos nos demos cuenta de la responsabilidad de mantener vivo el espíritu. Cada uno de nosotros, sentado en esta reunión, así como los teósofos a través del mundo, somos responsables de mantener la santidad de Adyar.

 

El mensaje de Krishnamurti para este mundo caótico es de Amor y Orden. Él solía decir: ‘Necesitamos poner la casa en orden’. Él también decía: ‘Es solo el amor lo que conduce a la acción correcta. Lo que trae orden al mundo es el amor, y dejemos que el amor haga lo que quiera’. Cuán difícil es para la mente, que es desorden en sí misma, comprender cuando uno habla desde el orden. Y cuán difícil es cuando uno no conoce el Amor, ver su absoluta necesidad. Así, quizás fue muy natural que al principio la gente no estuviera preparada para escucharlo. La gente no podía renunciar a sus creencias y esperanzas y considerarlo sin la carga del pasado.

 

En marzo de 1986, un mes después de la muerte de Krishnaji, la Sociedad Teosófica lanzó una edición especial de The Theosophist dedicado a Krishnamurti. En ella Radhaji expresó:

 

La conexión entre J. Krishnamurti (Krishnaji, como era afectuosamente conocido) y la Sociedad Teosófica se rompió, no porque él la dejara – como creen tantos miembros – sino porque la gente no estaba preparada para escuchar un profundo mensaje entregado en una forma a la que no estaban acostumbrados a escuchar. No es la primera vez que esto ha sucedido. Los judíos no escucharon a Jesús cuando llegó a enseñar. La mayoría de los hindúes no respondieron durante mucho tiempo a lo que el Buda tenía que decir. A la mayoría de las personas les gusta volver a sus acostumbrados pensamientos, sus hábitos, sus redituables teorías e ideas, aun cuando podrían transformarse, porque el cambio fundamental es difícil e ‘inconveniente’.  Pero todo lo que es profundo es radical. La verdad no puede contemporizar ni transar y nosotros queremos transigir y tener lo mejor de ambos mundos. En Las Cartas de los Mahatmas, se deja muy claro que quien es serio acerca del Sendero debe abandonar todos sus acostumbrados modos de pensar y formas de actuar. Así los miembros de la Sociedad Teosófica deberían haberse preparado para escuchar un nuevo mensaje. Pero cuando Krishnaji comenzó a hablar de una manera esencial, hubo muchos que no pudieron escuchar.

 

Entonces, la pregunta es: hoy, después de casi noventa años, ¿cuán serios somos?

 

Aún en estos días, hay gente que piensa que Krishnamurti negaba a los Maestros. Pero en realidad lo que Krishnaji hizo fue algo que a los teósofos se les pidió que hicieran en 1900. Y él lo hizo de una manera bella y definida. Dejó de hablar acerca de los Maestros. Y nuevamente, hubo muchos que no pudieron escucharlo. Entonces, surge el interrogante: ¿Alguna vez escuchamos? ¿O solo continuamos haciendo lo que es conveniente, solo lo que no perturba nuestra cómoda morada construida con nuestras creencias y conclusiones?

 

Radhaji en su artículo continúa, de una bella manera, explicando lo que sucedió cuando Krishnamurti comenzó a hablar de una manera inesperada. Y no podría haber sido de otro modo. Él tenía que hablar de una manera impensada porque si iba a hablar acerca de algo ya conocido ¿cuál era la necesidad de su llegada? Si yo pienso que sé cuáles son las enseñanzas y cómo van a ser presentadas, entonces yo soy el maestro, no hay necesidad de nadie más. Pero si estoy esperando que alguien enseñe, es porque yo no sé. Este es el motivo por el que se esperaba al Maestro, para traer algo nuevo, no algo ya conocido. Esto es lógico y obvio, y la Sociedad Teosófica estaba esperando nuevas enseñanzas, lo que significa que las enseñanzas teosóficas para el mundo no estaban completas con la obra de Blavatsky. Y esto lo aclaró la misma Blavatsky cuando ella escribió en La Clave de la Teosofía:

 

“Si el intento actual, bajo la forma de nuestra Sociedad, consigue mejor resultado que sus antecesores, entonces existirá como cuerpo organizado, vivo y sano cuando llegue el momento de efectuar el esfuerzo del siglo XX. La condición general de las mentes y corazones de los hombres habrá progresado, se habrá purificado por la propagación de sus doctrinas, y como ya he dicho, los prejuicios e ilusiones dogmáticas habrán desaparecido, al menos hasta cierto punto. Y no sólo esto, sino que, además de una literatura vasta y accesible a los hombres, el próximo impulso hallará un cuerpo unido y numeroso, dispuesto a dar buena acogida al nuevo portador de la antorcha de la Verdad. Hallará la mente de los hombres preparada para su mensaje, un idioma preparado para él, en el cual podrá expresar las nuevas verdades que traiga; una organización que espera su llegada, que apartará de su camino los obstáculos y dificultades puramente mecánicas y materiales. Pensad cuánto podría llevar a cabo aquel a quien se diese semejante oportunidad. Apreciadlo por comparación con lo que la Sociedad Teosófica ya ha conseguido efectivamente en los últimos catorce años, sin ninguna de esas ventajas y rodeada de un sinnúmero de dificultades que no obstaculizarían al futuro guía”.

 

Aquí Blavatsky dejó muy claro que la Sociedad Teosófica iba a preparar el terreno para el próximo portador de la antorcha de la Verdad. Su trabajo era ‘limpiar la casa’ (la mente de la humanidad) de los prejuicios e ilusiones dogmáticas. Ella insistió muchas veces en el peligro de la cristalización, ella esperaba que pudiéramos mantener la ST como una institución viva. Si hay algo que es cierto, es que necesitamos mantener una mente que aprende, una mente abierta a lo nuevo a cada instante, no una mente que sabe, porque en el momento en que uno sabe es el momento de la cristalización. Y ya que se dice que la evolución es eterna, nosotros nunca conoceremos el final, porque parece que no hay ‘conocimiento’ final. Acerca del ‘conocimiento’, Blavatsky dijo que el hombre que dice que sabe no sabe, porque no hay nada que conocer. Y, de modo similar, Krishnamurti menciona en sus conferencias, al hombre que dice que sabe “desconfíe de él completamente” porque él no sabe.

 

En la misma edición especial de The Theosophist de marzo de 1986, hay una breve cita de Annie Besant:

 

Cuando se dé la gran enseñanza no será la Teosofía como la conocemos. Requiere un crecimiento del Alma, que al comienzo sólo podrá comprender fragmentos de ella.  Lo que se necesita en el mundo para la Reconstrucción no es la ICL (Iglesia Católica Liberal), ni la Co-Masonería, etc., sino algo adicional que solamente Él puede dar, y el mundo necesitará algo que el Señor tendrá que hacer educir de la humanidad, una nueva comprensión.

 

Cuando ella dice, “algo que el Señor tendrá que hacer educir de la humanidad” es importante observar que no es algo que el Señor dará, ya que, después de todo, cada uno tiene que educir su propia comprensión. Nadie sobre la Tierra o en el Cielo puede darnos comprensión. Tenemos que trabajar duro. También es importante ver que la comprensión no es una conclusión; la conclusión llega cuando no hay comprensión. La conclusión es severa, rígida, cadavérica. La comprensión es luz, viva, móvil; en la comprensión hay espacio para el crecimiento, para una nueva comprensión. Es dinámica.

 

No hay palabras para expresar que gran ser humano fue Annie Besant. Estaba preparada para lo nuevo. Cuando Krishnamurti comenzó a hablar de una manera inusual, ella se sentaba a sus pies durante sus conferencias y decía: “Quiero aprender de ti. Tú eres mi maestro”. Ella era una mujer en sus ochenta y no se sentaba en la silla reservada para ella cerca de él en el estrado. Se sentaba a sus pies. Esto decía lo suficiente y no necesita otro comentario.

 

Nosotros deseamos lo nuevo (porque profundamente en lo interior sabemos que tenemos que avanzar hacia adelante), y al mismo tiempo tenemos miedo de soltar lo viejo. Este es nuestro conflicto, básicamente tenemos miedo. Pero ¿cómo movernos de un lugar a otro sin dejar el lugar anterior? Esto es imposible, por supuesto. Para moverse, vivir, y la vida es movimiento, necesitamos aprender a soltarnos. Y para soltarnos necesitamos saber a lo que nos estamos sujetando. Esto es acerca de lo que Krishnamurti habla. Nos muestra nuestra lentitud y señala que, para moverse uno necesita estar ligero, soltar todas las cargas, ser nada. Tenemos que ser nada. Krishnamurti dijo: “Feliz el hombre que es nada” Y ser nada es difícil para la mayoría de las personas, porque deseamos ser famosos, queremos ser reconocidos por este mundo engañoso. Krishnamurti enseñó de una manera peculiar, no daba una respuesta directa; ayudaba a la persona a indagar por sí misma, a resolver. Estaba interesado en enseñarnos a caminar solos, a ser una luz para nosotros mismos, a no depender de nadie.

 

Blavatsky preparó el terreno, limpiando la casa de viejas conclusiones que dio origen a dogmatismos y supersticiones diciéndonos: ´Hay otra forma de vivir que está más allá de la mente’. Señala: “La mente es el destructor de lo Real”. Y Krishnaji llama la atención a la necesidad de poner la casa en orden. Para ir más allá de la mente necesitamos comprender sus métodos, sus mecanismos. Continuar limpiando cuando la casa ya está limpia conduce al fanatismo, a la neurosis, etc. Después de quitar todas las telarañas y el polvo es hora de tener un nuevo orden en la casa. Este nuevo orden es una nueva comprensión de la vida, una nueva forma de vivir el día a día con nuestros vecinos, con nuestra esposa e hijos y con la Naturaleza. Una forma saludable de vivir, con cuidado, respeto y responsabilidad hacia toda forma de vida que comparte la existencia sobre este planeta con nosotros, con cuidado y responsabilidad hacia el mismo planeta. Y esta transformación en la vida solamente sucederá con la comprensión de lo que somos, de lo que somos verdaderamente y no de lo que deberíamos ser, que es la proyección de la mente confusa.

 

Krishnamurti estaba en lo cierto cuando en su lecho de muerte, después de comprender que nadie había entendido lo que él había estado diciendo, expresó: “Ustedes no saben lo que se han perdido”. En sus últimos días fue diagnosticado con cáncer y el doctor quería darle morfina, él la rechazó al comienzo porque no quería que la medicina interfiriera con la lucidez del cerebro. Pero después de algún tiempo dijo que  el dolor también iba a interferir con ella, así que accedió a tomar la morfina para aliviar el dolor. Después de un par de días le dijo al Prof. P. Krishna: ‘Señor, la medicina no ha interferido tanto como pensé que lo haría, porque el Maestro del Mundo aún está aquí’.(A Jewel on a Silver Platter)

 

Hace treinta años, el 17 de febrero de 1986, Krishnamurti devolvió a la Madre Tierra el cuerpo que por más de sesenta años recorrió la tierra sosteniendo un espejo para que aquellos que eran lo suficientemente serios se miraran a sí mismos. Hoy el cuerpo no está, pero el espejo todavía está aquí para quienes son lo suficientemente fuertes para ver lo que revela el espejo.

 

 

 

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