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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 137 - Número 06 -  Marzo 2016 (en Castellano)

 
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Pasión, desapego y compasión

 

V. RAMASUBRAMANIAN

Juez de la Suprema Corte de Madrás. Ofreció la Conferencia Besant

en la Convención Internacional en Adyar, el 1 de enero de 2016

 

Me siento orgulloso y honrado por la invitación que se me hizo llegar para ofrecer la Conferencia Besant como parte de la Convención Internacional 140º de la Sociedad Teosófica.

 

Orgulloso, porque soy tal vez el único juez de la Suprema Corte de Madrás, desde la independencia de India, que fue invitado a ofrecer la Conferencia Besant. Estoy al tanto de que grandes abogados como Sir C. P. Ramaswami Aiyer, Nani Palkhivala, Soli Sorabji, Fali Nariman y Ashok Desai, y grandes jueces como Venkatachaliah, Jeevan Reddy, Dharmadhikari y J. S. Verma la ofrecieron en el pasado, pero ningún Juez de la Suprema Corte de Madrás fue invitado a hacerlo, al menos desde 1950 hasta hoy. Esto a pesar del hecho de que fue Sir S. Subramania Iyer, un Juez de la Suprema Corte de Madrás, quien fue fundamental para registrar oficialmente a la Sociedad Teosófica en 1905, por lo cual se convirtió en Vice-Presidente en 1907. La contribución del Juez Subramania lyer fue única, dado que sirvió a la Sociedad como su abogado antes de convertirse en juez. En la cumbre de su carrera judicial como Presidente Interino de la Suprema Corte de Justicia de Madrás, renunció a su cargo, alegando problemas de salud. Además de servir a la Sociedad Teosófica como abogado, también fue testigo voluntario en el famoso caso de la custodia de niños, en la Corte que presidió durante más de doce años. Hacia el final de su vida, Subramania Iyer llevó la vida de un santo cuyas únicas posesiones eran un par de prendas de vestir y un dhanda (bastón) en su mano.

 

Nosotros, en esta parte del mundo, creemos que el número 108 es místico. Por lo tanto, en la Sociedad donde el juez Subramania Iyer fue el Vice-Presidente en 1907, yo, su homónimo juez Ramasubramanian, he venido a ofrecer la Conferencia Besant después de 108 años. Esta es la razón por la que me siento orgulloso.

 

La razón por la que acepté respetuosamente la invitación, es que este es el suelo en el que fueron sembradas las semillas de grandes pensadores filosóficos del siglo XX. Esta es la tierra donde el destino demostró que sus caminos son siempre inescrutables. Cuando la Sociedad Teosófica ungió a Jiddu Krishnamurti como el Maestro Mundial a través de la Orden de la Estrella de Oriente, él desaprobó la pretensión de ser el Mesías. La gente pensó que las predicciones de Annie Besant respecto a que el Sr. Krishnamurti era el Mesías estaban equivocadas. Pero él resultó ser uno de los filósofos más notables del siglo XX, probando que Annie Besant estaba en lo cierto y que él se había equivocado. Por lo tanto, me siento honrado por haber sido invitado a ofrecer esta Conferencia Besant.

 

Queridos amigos, no sé cómo eligieron “Compasión y Responsabilidad Universal” como tema central para la 140º Convención. El reciente monzón y las inundaciones que devastaron Chennai, hace unas tres semanas, mostraron la cara compasiva de esta ciudad y la responsabilidad ilimitada que los jóvenes asumieron para salvar la ciudad. Tan pronto como las aguas amainaron, advertimos que la compasión no se había agotado completamente de los corazones de la gente de Chennai. Por lo tanto sentí que el tema central de esta Convención, tal vez fue dispuesto desde arriba, por las mismas fuerzas que le dictaron muchas cosas a Madame H. P. Blavatsky, al Coronel H. S. Olcott y a C. W. Leadbeater. De lo contrario, la elección del tema no habría ocurrido por mera coincidencia.

 

Hay también otra coincidencia. El 13 de mayo de 2015, el Papa Francisco señaló el segundo aniversario de su elección como pontífice, declarando al 2016 como un Jubileo Extraordinario de Misericordia. Un año de jubileo, basado en el Antiguo Testamento, es un año especial designado por el Santo Padre para redención de los pecados y perdón universal. Desde el año 1300 la Iglesia ha declarado jubileos cada 25 o 50 años. El año de jubileo comienza tradicionalmente con la apertura de la Santa Puerta de la Basílica de San Pedro, seguida por la apertura de las Santas Puertas de las otras tres basílicas mayores de Roma: Santa María Maggiore, San Pablo Extramuros y San Juan de Letrán, así como de las Santas puertas de otras basílicas en el mundo. La apertura de las puertas significa que Dios está abriendo un nuevo camino a la salvación, misericordia y gracia. Por lo tanto, el tema central que han elegido para esta Convención Internacional parece ser el más apropiado.

 

El tema que he elegido para esta conferencia es “Pasión, desapego y compasión”. Mientras que la pasión y la compasión son atributos de manas (la mente), el desapego es un atributo de buddhi, el intelecto. Pero afortunada o desafortunadamente, es la mente la que aprisiona o libera. Es por esto que los Upanishads declaran manayeva manushyânâm kâranam bandhamokshayoh, la mente es la causa raíz tanto de la esclavitud como de la salvación. Cuando buddhi, el intelecto, reina supremo y tiene absoluto control de la mente, una emoción común que toma la forma de pasión obtiene viswarupam (forma sublime) para convertirse en compasión. En otros términos, se trata de desapego, cuyo equivalente Sánscrito es vairâgya, que transforma la pasión en compasión. Esto, en esencia, es el hilo conector entre pasión, desapego y compasión, por lo que elegí este tema para compartir algo de mis pensamientos. De algún modo se puede afirmar que las dos grandes epopeyas, el Ramayana y el Mahabarata, fueron compuestos por sabios que eran conocidos por su vairâgya o desapego. Pero ellos compusieron las epopeyas en momentos en los que estaban sobrepasados por pasión hacia los sufrimientos de otras criaturas y, ese tipo de pasión trascendió el nivel emocional normal hacia uno de compasión.

 

La mayoría de ustedes deben conocer la historia de cómo Valmiki compuso el Ramayana. Cuando él y su discípulo Bharadwaja llegaron a Tâmasa Teertham en las orillas del río Ganges, vieron un par de pájaros krauñcha haciendo el amor. Repentinamente un cazador apareció de la nada y abatió al macho. El gran sabio Valmiki, quien ya había renunciado al mundo y estaba completamente consciente del inevitable ciclo de nacimiento y muerte a través del cual toda criatura debe pasar, se sintió repentinamente abrumado de tristeza por ver la situación en que había quedado la hembra. Vencido por la pasión, dijo:

 

mâ nishâda pratishthâm tvam agamah

sâsvateeh samâh

yat krauñcha mithunât ekam avadheeh

kâma mohitam

 

Los eruditos atribuyen tres tipos diferentes de significado a las palabras de Valmiki. El sentido literal de este verso es:

 

¡Oh! cazador funesto, has asesinado a

un pájaro cuando estaba en pasión lujuriosa

con su compañera,

por lo que no alcanzarás la vida inmortal.

 

Luego de decir esto, el sabio Valmiki recuperó la compostura y se preguntó sobre cómo pudo haber sido dominado por esta pasión. Comprendió que había dicho estas palabras por tristeza. Pero inmediatamente, también comprendió que esta afirmación era poética, compuesta con una métrica particular capaz de dar un significado opuesto. Por lo tanto le dijo a su discípulo, sokârtasya pravrtto me sloko bhavatu na anyathâ (permite que esta afirmación sea tratada como un sloka, y no como una maldición).

 

Por lo tanto, está claro que la gran epopeya del Ramayana nació cuando un renunciante, a quien suponían desapasionado, fue dominado por la pasión al ver el sufrimiento de una pareja de pájaros. La pasión finalmente se transformó en compasión y nació la gran epopeya.

 

De manera similar, el Mahabarata, compuesto por Krishna Dvaipâyana Vyâsa, fue narrado por su estudiante Vaisampâyana inmediatamente después que el sacrificio de una enorme serpiente, organizado por Janamejaya el hijo de Parikshit, fue detenido por un joven muchacho llamado Âstika. La pasión por venganza de Janamejaya debía ser neutralizada por Âstika, un muchacho de inconmensurable compasión y  vairâgya.

 

Es interesante que Veda Vyâsa no llegó a alcanzar la realización, ni después de codificar los Vedas en cuatro y componer un quinto Veda, el Mahabarata  (barata pañchamo vedah). Por eso se dice que Vyâsa alcanzó las orillas del río Saraswati con un estado de mente perturbado.

 

tathâpi batame daihyo hyâthmâ cha

ivâthmanâ vibhuh

asampanna ivâbhâti brahmavarchasya

sattamah

 

Vyasa se dijo a sí mismo: “A pesar de que estoy completamente provisto por todo lo que está prescripto en los Vedas, me siento incompleto e insatisfecho.”

 

Es a partir de esta emoción que nació Srimad Bhâgavatam. Por lo tanto, aún aquellos que han renunciado al mundo y han logrado un estado de vairâgya o desapego, son a veces movilizados por la pasión que asume un carácter universal, convirtiéndose en compasión. Por lo tanto, pasión, desapego y compasión constituyen las tres patas de un trípode sobre el cual están montadas nuestras vidas.

 

Las palabras “desapego” y “compasión” tienen su raíz en la palabra “pasión”, aunque transmiten emociones de naturaleza opuesta. La palabra “pasión” tiene su origen en el Latín patoir, cuyo significado literal es “sufrimiento”. Por esto es que en la teología Cristiana, “pasión” se utiliza para indicar la crucifixión, el dolor, el sufrimiento o la agonía de Jesucristo.

 

En la religión, vuestra pasión siempre se mide por la cantidad de dolor o sufrimiento que estás en condiciones de llevar sobre ti mismo. Tomemos el caso de Abraham del Viejo Testamento. El Señor declara que Abraham es un profeta. Pero el Señor ordena a Abraham que sacrifique su propio hijo, Isaac. De acuerdo con el Viejo Testamento, Isaac nació cuando Abraham tenía 100 años de edad y su esposa Sarah, que también era anciana. El acto de Abraham es ejecutado en forma santa desde el punto de vista teológico, aunque significaba dolor y sufrimiento para él.

 

Pero, en el mundo moderno, “pasión” no indica solo dolor o sufrimiento. Se lo define como un intenso deseo por algo, o un sentimiento muy poderoso. Robert J. Vallerand, un profesor de psicología de la Universidad de Quebec, Montreal, realizó investigaciones exhaustivas sobre la pasión y propuso un Modelo Dual sobre la Pasión, para las actividades. Su investigación mostró que un gran porcentaje de gente tiene pasión por una variedad de actividades. Clasificó esta pasión en dos tipos, a saber: Pasión Armoniosa y Pasión Obsesiva. La pasión armoniosa es aquella en la que la persona controla su actividad favorita. Pasión obsesiva es cuando la actividad controla a la persona. Por ejemplo, si soy apasionado del tenis y le dedico una hora en la mañana a jugarlo, se trata de pasión armoniosa. Pero, una vez que me hago adicto y no puedo resistir la tentación de seguir jugando sin tener en cuenta mi horario regular de trabajo, se convierte en obsesiva.

 

Lo que la psicología moderna ha categorizado como pasión armoniosa y pasión obsesiva no es algo nuevo en el mundo de la religión y la espiritualidad. Sabemos que la pasión nace del deseo y lleva al apego. Cuando alguien le preguntó a un gurú si es bueno tener apegos, el gurú narró una breve parábola. Mulla Nasruddin estaba sobre un caballo. El caballo merodeaba en el mismo lugar una y otra vez. Cuando la gente le preguntaba hacia adónde iba, Nasruddin respondía:”no lo sé, pregúntale al caballo.”

 

Los grandes maestros dicen que nuestros deseos deberían ser como caballos. Debemos ser capaces de montar o desmontar el caballo cuando queramos. Swami Ramakrishna Paramahamsa ofreció una maravillosa narración que explica esto. Mientras estaba de pié en las orillas de un río, un hombre vio una manta de lana negra flotando sobre las aguas. Saltó al río y la tomó. Cuando intentó nadar hacia la orilla sintió que la manta de lana lo llevaba en la dirección opuesta. Aterrorizado por esto, el hombre intentó deshacerse de ella, pero notó que él no estaba sujetando a la manta sino que la manta lo sujetaba a él. Una mirada más cercana reveló que no se trataba de una manta de lana sino de un oso.

 

Paramahamsa dice que, para comenzar, saltamos al río del samsâra y tomamos la manta del deseo. Eventualmente no la poseemos sino que somos poseídos por ella. Cuando controlamos nuestros deseos con la habilidad de deshacernos de ellos cuando queramos, se dice que tenemos pasión armoniosa. Pero cuando los deseos nos controlan, sufrimos pasión obsesiva.

 

Es interesante que la palabra “pasión” sea sinónimo de “ira”. El equivalente Sánscrito de “pasión” es “râga”. Lo que es “râga” en Sánscrito es “ira” en Castellano. En otras palabras, ambos idiomas tienen palabras similares para describir la emoción de la pasión.

 

La pasión nace del deseo que lleva al apego. El estado de ausencia de deseo o templanza se conoce como desapego. El equivalente Sánscrito del término “desapego” es vairâgya. Todas las religiones del mundo aceptan el hecho de que el deseo produce apego y el apego produce tristeza. El gran poeta tamil Thiruvalluvar proclamó: “Cuando se elimina el apego a un objeto, el dolor y el sufrimiento que puedan surgir de ese objeto también son eliminados.” (Thirukkural 341, en el capítulo llamado  ‘Turavu’, or ‘Renunciación’)

 

Por lo tanto, las religiones orientales recomiendan a vairâgya, o desapego, como la panacea para el mal de la tristeza. La dificultad con vairâgya, es que el desapego, o no-apego, constituye un desincentivo a la acción o karma. La palabra kâma (deseo) tiene solo una letra menos que “karma” (acción). La letra “r” probablemente representa a râga, que induce a todos los seres humanos a alcanzar su kâma a través de karma.

 

Para aclarar la duda sobre la relación entre acción y apego, el Bhagavadgitâ propone el amor por la acción, pero desapego a los frutos de la acción, proclamando karmanyevâdhikâraste mâ phaleshu kadâchana. Si observan cuidadosamente el contexto sobre el cual emerge el Bhagavadgitâ pueden ver que Arjuna, el más grande arquero de todos los tiempos, que había combatido en muchas batallas antes de Kurukshetra y que nunca dudó en matar a seres humanos en el campo de batalla, sufrió de ilusión en el estado mental conocido como vishâda yoga. Esto surgió de su apego a sus parientes y amigos. Dado que el ejército enemigo estaba compuesto por sus primos, maestros, tíos abuelos, tíos maternos y sobrinos, la confusión lo agobió. Pero, si el ejército enemigo no hubiera estado compuesto por parientes ¿se habría negado a combatir? ¿Cómo Arjuna, un gran guerrero, se convirtió súbitamente en un mendicante de la no-violencia? Después de todo, el Emperador Ashoka enfrentó el mismo dilema en el campo de batalla. Pero el dilema de Ashoka no nació de la pasión o el apego, sino de la compasión que finalmente lo condujo a vairâgya, o desapego.

 

En la compilación de sus famosas conferencias sobre el Bhagavadgitâ, el célebre âchârya y karmayogi Vinoba Bhave narra una interesante parábola. Había una vez un juez que sentenció a muerte a cientos de delincuentes durante el curso de sus juicios habituales. La gente pensaba que tenía el corazón duro, pero él se consideraba un típico karmayogi. Un día la policía llevó un delincuente a su corte. Por desgracia el delincuente resultó ser el hijo del juez. Inmediatamente el juez comenzó lo que nosotros llamamos “juez vishâda yoga”. Comenzó a cuestionar la lógica de aplicar la pena capital. Cuestionó cómo una sociedad civilizada puede imponer la sentencia de muerte y cómo la sentencia de muerte puede permitir al culpable rectificarse y mejorar. Resultó claro entonces que lo que impidió que el juez pronunciara la pena de muerte no fue su transformación súbita al camino de ahimsa, sino el apego a su hijo. El caso es similar al de Arjuna.

 

Por lo tanto, la pasión que nace del deseo lleva al apego. El apego lleva a la confusión y nos sumerge en la tristeza. Esta es la razón por la que las escrituras indias abogan por vairâgya, un sentido de templanza que podemos llamar desapego.

 

Los shastras hindúes hablan de dos tipos de vairâgya: prasava vairâgya y smasâna vairâgya. El primero es el desapego que una mujer desarrolla hacia el amor marital cuando tiene dolores de parto. El segundo es el desapego que se desarrolla en un crematorio luego de realizar los últimos rituales al ser querido. Pero, estos vairâgya-s duran poco y son olvidados en cuestión de horas, días o meses.

 

El gran siddha Thirumoolar dijo que en el instante que la vida se va del cuerpo, amigos y parientes se reúnen y lamentan sobre el cuerpo y, el nombre con el que llamaban al fallecido, también se va. Sr./Sra./Srta., etc., no es ya identificado por ese nombre sino identificado solo por el cuerpo. Lo llevan al crematorio, se convierte en cenizas y la gente que lo acompañaba toma un baño y, tarde o temprano olvida a la persona, sus memorias y también el vairâgya que obtuvieron transitoriamente en ese momento. Por ello, nuestras escrituras proponen a vairâgya como herramienta para superar el dolor.

 

La dificultad con el desapego es que sirve como un desincentivo al trabajo. Sin deseo y apego no hay pasión ni motivación para trabajar. Es este dilema el que empuja a la gente a los extremos.

 

El deseo y el apego actúan como los primeros motores para la acción y la acción es inevitable para sostener el mundo. Por ello, todas las religiones orientales defienden al deseo de diferente naturaleza, diferente dimensión, diferente fuerza y diferente tipo, el cual es realmente compasión.

 

La historia de la creación y la respuesta a las preguntas, “¿Cómo vino el mundo a la existencia?” y “¿De dónde vino?” pueden encontrarse en un himno védico, cuya traducción, realizada por Swami Vivekananda, es la siguiente:

 

No había algo ni había nada

ni el aire ni el cielo arriba.

¿Qué cubría todo? ¿Dónde yacía todo?

Ni la muerte existía, ni la inmortalidad

ni cambiaban la noche y el día.

Primero surgió el deseo, el primer germen de la mente.

Los sabios, buscando en su corazón por sabiduría, encontraron la unión

Entre la existencia y la no-existencia.

 

Por lo tanto es claro que los Vedas, que se consideran como la bóveda del tesoro del conocimiento, afirman que el universo vino a la existencia a partir del deseo. Este deseo de la conciencia cósmica es completamente diferente al deseo que poseen ustedes y yo. Es este deseo el que toma la forma de compasión.

 

Esto nos lleva a la siguiente pregunta: “¿Qué es la compasión?” ¿Es simplemente una sensación de simpatía o de preocupación por el sufrimiento de otra persona? ¿Es simplemente calidez hacia la persona que está delante de nosotros o es una aguda claridad de reconocimiento de sus necesidades y su dolor? No, no lo es. Compasión es una determinación sostenida y práctica para hacer cuanto sea posible y necesario para ayudar a aliviar el sufrimiento de los otros.

 

En “Sânti Parva”, el 12º canto del Mahabharata, Yudhishthira le pide a Bhishma que le diga por medio de qué condición mental podría uno matar su aflicción cuando pierde sus riquezas, su esposa, hijo o padre. Bhishma cuenta la conversación que tuvo lugar entre un rey llamado Senajit y un hombre sabio que visitaba su corte. Senajit estaba afligido por la muerte de su hijo. El sabio preguntó a Senajit:

 

¿Por qué estás estupefacto? Tú mismo eres un objeto de dolor y ¿por qué te afliges por otros? Dentro de unos días otros se  afligirán por ti y a su vez, también otros los lamentarán a ellos.

 

Luego de escuchar estas palabras, el rey Senajit preguntó:

 

¿Qué es esa inteligencia, qué esa penitencia. Oh, hombre instruido, qué esa concentración de la mente, qué ese conocimiento y qué ese aprendizaje, que, adquiriéndolos no te aleja del dolor?

 

Entonces el sabio respondió:

 

El sufrimiento es el hijo de la enfermedad creada por el deseo. La felicidad viene nuevamente cuando la enfermedad del deseo está curada. De la dicha se origina la aflicción y la aflicción viene una y otra vez. La aflicción llega después de la felicidad y la dicha luego de la aflicción. La alegría y la aflicción de los seres humanos giran sobre una rueda. Los amigos no son la fuente de nuestra felicidad. Los enemigos no son la fuente de nuestra miseria. La sabiduría no puede traernos riqueza, la riqueza no puede darnos felicidad. La inteligencia no puede darnos riqueza, ni la estupidez es la causa de la pobreza. Solo un hombre sabio y nadie más, comprende el orden en el mundo. Si se renuncia a los objetos del deseo, se convierten en fuentes de felicidad.  El hombre que sigue los objetos de deseo se arruina en su búsqueda. Cuando una persona retrae todos sus deseos como una tortuga retrae todos sus miembros, entonces su alma, que tiene luz propia, puede verse a sí misma. Renunciando a lo verdadero y lo falso, a la aflicción y a la dicha, al miedo y al coraje, a lo agradable y a lo desagradable, puedes adquirir ecuanimidad del alma.

 

Pero incluso el hombre sabio no puede estar desprovisto de compasión. En el Buddhismo, a Avalokiteshvara se lo llama Buddha de Compasión. La iconografía tibetana lo representa con frecuencia con mil ojos que ven el dolor en todos los rincones del universo, para extender su ayuda. El objetivo de todo budista es alcanzar el estado de Buddha. Shantideva, un maestro budista, habla sobre cómo puede alcanzarse dicho estado:

 

¿Qué necesidad hay de decir más?

Los niños trabajan para su propio beneficio,

Los Buddhas trabajan para el beneficio de otros;

Solo mira la diferencia entre ellos.

Si no intercambio mi felicidad

Por el sufrimiento de otros.

No alcanzaré el estado de Buddha,

Y aún en el samsara, no podré tener verdadera dicha.

 

Asanga fue uno de los santos budistas más famosos de la India, que vivió en el siglo cuarto. Fue a las montañas a un retiro solitario, concentrando toda la práctica de su meditación en el Buddha Maitreya, con la ferviente esperanza de que sería bendecido con la visión de este Buddha y recibiría enseñanzas de él. Durante seis años Asanga no tuvo siquiera un sueño auspicioso. Estaba descorazonado y dejó su ermita. En el camino de regreso a su casa vio a un hombre frotando una enorme barra de hierro con una tira de seda. Cuando Asanga le preguntó qué estaba haciendo, dijo, “Voy a hacer una aguja con esta barra de hierro.” Asanga estaba asombrado por el problema que la gente se hace por cosas totalmente absurdas. Por lo tanto retornó a su retiro.

 

Pasaron otros tres años sin el menor signo del Buddha Maitreya. Entonces abandonó el retiro nuevamente y pronto llegó a una curva del camino donde había una gran roca. Al pie de la misma había un hombre ocupado, que la frotaba con una pluma empapada en agua. Cuando le preguntó qué estaba haciendo, dijo: “Esta roca evita que el sol brille en mi casa, por lo que trato de deshacerme de ella”. Asanga estaba asombrado por la infatigable energía del hombre y avergonzado por su propia falta de dedicación. Entonces volvió al retiro.

 

Pasaron tres años más y aún no había tenido ni un solo buen sueño. Decidió, de una vez por todas que no había esperanza, y dejó el retiro. En el camino encontró un perro yaciendo sobre el costado del sendero. Solo tenía sus patas delanteras y el resto de su cuerpo se estaba pudriendo y estaba cubierta de gusanos. Asanga estaba agobiado y con un vívido e insoportable sentimiento de compasión. Cortó una porción de carne de su propio cuerpo y se la dio al perro para comer. Entonces se inclinó para quitar los gusanos que estaban consumiendo el cuerpo del perro. Pero repentinamente pensó que los lastimaría si trataban de quitarlos con sus dedos y se dio cuenta de que la única forma de sacarlos sería con su lengua. Asanga se arrodilló sobre la tierra y mirando la retorcida y supurante masa, cerró sus ojos. Se acercó más y sacó su lengua. Lo siguiente que sintió fue su lengua tocando el suelo. Abrió los ojos y miró. El perro había desaparecido, en su lugar estaba el Buddha Maitreya, rodeado por una reluciente aura de luz. Asanga preguntó a Maitreya por qué no mostró piedad hacia él en tanto tiempo. Maitreya respondió:

 

No es correcto decir que nunca aparecí ante ti. Estuve contigo todo el tiempo, pero tu karma negativo y tu ceguera evitaron que me vieras. Tus doce años de práctica los disolvieron ligeramente, entonces pudiste al menos ver al perro. Luego, gracias a tu compasión genuina, todas esas perturbaciones se fueron completamente y pudiste verme ante ti con tus verdaderos ojos. Si no crees que esto es lo que ocurrió, ponme sobre tu hombro y trata de ver si alguien más puede verme.

 

Asanga puso a Maitreya sobre su hombro derecho y fue a la plaza del mercado, donde comenzó a preguntar a cada uno:”¿Qué tengo en mi hombro?” “Nada”,  decía la mayoría y continuaba su camino. Solo una anciana mujer, cuyo karma estaba ligeramente purificado, contestó: “Tienes el cuerpo corrompido de un perro sobre tu hombro, es todo.” Entonces Asanga comprendió el poder ilimitado de la compasión que purificó y transformó su karma y lo convirtió en un vehículo apropiado para recibir la visión e instrucción de Maitreya. Se dice que Buddha Maitreya tomó entonces a Asanga al reino de los cielos y le dio muchas enseñanzas sublimes que están entre las más importantes en todo el Buddhismo.

 

Cuando hablamos sobre compasión debemos entender que es por lejos más grande y noble que la piedad. La piedad tienen su raíz en el miedo y en un sentido de arrogancia y condescendencia, incluso a veces el sentimiento presumido de “Estoy contento que no me pasó a mí”. Como dice Stephen Levine: “Cuando tu temor toca el dolor de alguien, se convierte en piedad, cuando tu amor toca el dolor de alguien se convierte en compasión.” Entrenarse en compasión es saber que todos los seres son iguales y sufren de formas similares, honrar a los que sufren y saber que no estamos ni separados ni por encima de nadie.

 

La Madre Teresa dijo:

 

Todos deseamos el cielo donde está Dios, pero tenemos en nuestro poder estar en el cielo con él en este momento. Pero, ser felices con él ahora significa:

Amar como Él ama,

ayudar como Él ayuda,

dar como Él da,

servir como Él sirve,

rescatar como Él rescata,

estar con Él durante las veinticuatro horas, tocándolo en su apariencia penosa.

Un Regalo de Dios

 

El equivalente sánscrito de la palabra compasión es daya. El Sândilyopanishad define a la compasión o daya como dayânâma sarva bhuteshu sarvatra anugrahah. Daya significa compasión hacia cada objeto, cada criatura presente en todas partes. Como la compasión es algo que trasciende kâla, desa, vartamânam, lugar, tiempo, objeto y acción, es sólo amor en su naturaleza universal.

 

Siempre identificamos el corazón como el órgano que se ablanda ante el sufrimiento de los otros. El equivalente sánscrito de la palabra “corazón” es hrdaya, que tiene como raíz la palabra daya. La persona que tiene buen corazón es identificada como sahrdaya. Entonces, una persona que no tiene compasión es llamada universalmente sin corazón.

 

Hoy somos llevados por la pasión de ser exitosos en la vida. Pero luego de triunfar advertimos que no estamos plenos. Entonces comenzamos a hacer introspección. Les daré un ejemplo de la vida real. Algunos de los financistas más exitosos del mundo se encontraron en 1923 en el Hotel Edgewater Beach en Chicago. Estaban presentes el presidente de la mayor compañía independiente de acero, el presidente de la empresa más rentable, el mayor especulador de trigo, el presidente de la New York Stock Exchange, un miembro del gabinete del Presidente de EEUU, el mayor portador de Wall Street, el presidente del Banco Internacional de Liquidaciones y la cabeza del mayor monopolio del mundo. Estos ocho hombres juntos controlaban más riqueza que el tesoro de EEUU. Historias de éxito de estos hombres han aparecido en revistas y diarios durante muchos años. Pero todos ellos tuvieron algo en común hacia el final de sus vidas. Charles Schwab, presidente de la compañía de acero vivió los últimos años de su vida con dinero prestado y murió en bancarrota. Arthur Cutten, el mayor especulador murió insolvente. Richard Whitney, Presidente del New York Stock Exchange estuvo preso en Sing Sing. Albert Fall, miembro del gabinete del Presidente de EEUU fue perdonado de ir a prisión y murió en su hogar. Jessie Livermore, el mayor portador de Wall Street, Leon Fraser, presidente del Banco Internacional de Liquidaciones e Ivan Krueger, cabeza del mayor monopolio del mundo se suicidaron. Por lo tanto, siete de estos ocho hombres exitosos terminaron sus vidas de manera trágica y triste. Entonces ¿qué utilidad tuvo su exitosa carrera?  Es por esto que Adi Sankara nos pide que nos hagamos la siguiente pregunta: ¿tatah kim? ¿Entonces qué? ¿Qué utilidad tiene mi dinero, mi auto Mercedes, mi casa en la playa, mi cuenta en un banco suizo, mi Forbes 20?

 

Estimados amigos, traje un poema cuyo autor es desconocido. Con las correspondientes disculpas a su autor por infringir el copyright, leemos:

 

Estés listo o no, algún día todo llegará a su fin.

No habrá más amaneceres, ni minutos, horas, ni días.

Todas las cosas que recogiste, atesoradas u olvidadas, pasarán a alguien más.

Tu riqueza, fama y poder temporal se encogerán hasta la irrelevancia.

No importará lo que hayas poseído o lo que te haya poseído.

Tus envidias, resentimientos, frustraciones y celos desaparecerán finalmente.

Entonces, también tus esperanzas, ambiciones, planes y las listas de cosas a hacer expirarán.

Las ganancias y las pérdidas que alguna vez parecieron tan importantes se irán.

Al final, no importará de dónde viniste o en qué lado del camino viviste.

No importará si fuiste hermosa o brillante.

Aún tu género y el color de tu piel serán irrelevantes.

¿Entonces, qué importará? ¿Cómo será medido el valor de tus días?

Lo que importará no es lo que compraste, sino lo que construiste, no lo que tienes sino lo que has dado.

Lo que importará no es tu éxito sino tu trascendencia.

Lo que importará no es lo que hayas aprendido sino lo que hayas enseñado.

Lo que importará es cada acto de integridad, compasión, coraje o sacrificio que enriquece, alienta o da poder a los demás a emular tu ejemplo.

Lo que importará no es tu competencia sino tu carácter.

Lo que importará no es cuánta gente conociste sino cuantos sentirán una pérdida cuando te hayas ido.

Lo que importará no son tus recuerdos, sino los recuerdos que viven en aquéllos que te amaron.

Lo que importará es cuánto tiempo serás recordado, por quiénes y por qué.

Vivir una vida que importa no ocurre por accidente.

No es cuestión de circunstancias sino de elección.

Escoge vivir una vida que importe.

Nos mantenemos con lo que ganamos, pero vivimos con lo que damos.

 

Estimados Teósofos, para resumir, la pasión que nace de la emoción y es un atributo de la mente, si se la canaliza apropiadamente, se puede convertir en Bhakti Yoga. El desapego o vairâgya, si se lo consagra como peetha o fundamento de todas nuestras actividades puede convertirnos en karmayogi-s. Pero si tenemos ojos que se llenan de lágrimas y un corazón que se derrite con el sufrimiento de todas las criaturas, vivas o muertas, animadas o inanimadas, posiblemente hayamos alcanzado el Gnana Yoga. Este es el modo en que veo la pasión, el desapego y la compasión.

 

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