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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 137 - Número 03-  Diciembre 2015 (en Castellano)

 
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Compasión y

responsabilidad universal

 

CLEMICE PETTER

Miembro vitalicio de la Sociedad Teosófica en Brasil. Actualmente es voluntaria en la Sede Internacional en Adyar.

 

En un mundo en llamas, donde cada uno se siente separado de los demás, donde los niños son abandonados, donde tiene lugar toda clase de crueldades y donde sólo unos pocos están conscientes de la urgencia del cambio, se me pide hablar sobre compasión y responsabilidad universal. Es un mundo extraño, aquellos que crean el desorden son los mismos que se sienten incómodos en un mundo desordenado.

 

La mayor tragedia de los seres humanos es que parecemos ser incapaces de ver lo que hacemos. Hay una inmensa destrucción en esta maravillosa Tierra, con todo el sufrimiento que esto engendra y los seres humanos parecen no querer darse cuenta de las implicaciones que esto conlleva. O quizás solamente no queremos tomarnos el trabajo de cambiar nuestro modo de vida, que implica el abandono del consumismo, al romper la barrera de una visión ego-centrista, y ser uno con la Naturaleza. Esto significa ser uno con todo lo que vive, con quienes compartimos la misma Madre y el mismo Padre; la Madre que es la Tierra, nos agrade o no, porque todas las criaturas están compuestas de los elementos de la Tierra, y el Padre, lo Divino en todos nosotros, que anima el cuerpo mundano. Uno puede darle el nombre que prefiera, culturas diferentes los llaman por diversos nombres, pero la etiqueta que le demos no cambia el principio Divino que habita en cada uno de sus hijos. De algún modo los humanos han alimentado el sentimiento de estar en lo más alto de la escalera evolutiva, un sentimiento de estar más evolucionado que otras especies y creyéndolo así, nunca nos cuestionamos el modo en el que nos relacionamos con aquellos que deberíamos proteger y ayudar en este largo viaje hacia la auto-realización.

 

¿Qué diría uno si los padres dejaran a sus hijos pequeños al cuidado de los mayores, esperando que ellos cuidaran y protegieran a los pequeños, pero cuando regresan a casa encuentran que los así llamados mayores han maltratado a aquellos a los que debían ayudar y proteger? Este podría ser el escenario en la Tierra; se nos confió cuidar a nuestros hermanos y hermanas (los reinos inferiores) y se esperaba que viviéramos juntos en el mismo hogar, la Tierra. Pero no sólo maltratamos a nuestros jóvenes hermanos, también incendiamos la casa.

 

La explotación ha sido la tónica de la presencia humana en este planeta. Se ha aceptado como parte del comportamiento humano y muy pocos cuestionan esta conducta destructiva. Los humanos parecen sentirse cómodos explotando a la Naturaleza; existe este sentimiento de que la Naturaleza tiene que doblegarse a la voluntad del hombre. Fácilmente se olvida que los humanos también son parte de la Naturaleza, no que están por encima de ella.

 

Y luego está el terrible sufrimiento que viene con la explotación del hombre por el hombre, que ha estado sucediendo por siglos. Ha cambiado sus métodos, se han vuelto más sutiles y a pesar de todo el avance tecnológico, aún hoy está muy arraigado en cada sociedad, el débil es explotado por el fuerte. Esto nunca cambiará por las leyes, ni por las reformas sociales. Después de todo, ninguna ley es capaz de transformar el corazón del hombre. Creemos que las leyes se pueden hacer cargo de esta falta de crecimiento interno. Si hubiera amor en el hombre, habría una sociedad completamente distinta, habría paz en la Tierra. Esto es muy obvio.

 

Por lo tanto, antes de atrevernos a hablar sobre compasión y responsabilidad, necesitamos entender qué significa tener amor en nuestros corazones. ¿Hay amor cuando juzgamos a otros? ¿Sabemos qué sucede cuando juzgamos? Lo hacemos porque pensamos que sabemos que está bien y qué está mal y cómo deben comportarse los demás. Significa que hemos cristalizado una fórmula y con este monstruo continuamos la vida, sin ni siquiera observar nunca otra cosa que no sea esta roca cristalizada en nuestro corazón, destruyendo toda posibilidad de amor, compasión o responsabilidad. Lo único que hacemos es esparcir infelicidad y de lo que es capaz una persona infeliz lo podemos ver y escuchar todos los días en las noticias. Juzgamos porque no entendemos y rápidamente nos las arreglamos para crear una fórmula y la aplicamos en todas las situaciones y con todas las personas por el resto de nuestras vidas. Esto hace que gradualmente la mente pierda su capacidad de permanecer joven, fresca; nunca se renueva. Se embota cada vez más y más. Podemos ver cómo sucede, particularmente en muchas personas mayores.

 

Desafortunadamente parece ser parte de la naturaleza humana hablar indefinidamente sobre una cosa o la otra, pero nunca hacerlo en el día a día. Quizás esta hipocresía nos ha conducido al estado en el que estamos. Predicar y esperar de otros que lo hagan ha probado ser ineficiente. Después de todo, ha habido innumerables reuniones alrededor del planeta para tratar los problemas medio ambientales, todos los países han estado representados, han tratado la necesidad de un cambio de dirección para minimizar el calentamiento global y con todo esto aún estamos donde estamos. Se ha hecho muy poco. No hay necesidad de profundizar mucho en esto, todos sabemos lo que está sucediendo. Nuevamente, debido a que cada uno quiere que el otro haga lo que hace falta, nadie lo hace. Parece haber una renuencia en dejar ventaja hacia lo que uno cree que es su derecho, sin comprender un simple hecho: cuando la casa se quema, ninguna habitación es segura. El destino es el mismo para todos sus habitantes.

 

La estupidez humana es tal que para terminar una guerra se comienza una nueva. Hay quienes dicen: 'La guerra es un mal necesario'. Al pensar así, contribuyen con toda la miseria que esto conlleva. Están aquellos que producen y proveen armamento a otros países. Hoy envían armamento, mañana envían soldados para enfrentar a los mismos países que armaron. Es increíble, pero está sucediendo.

 

Están aquellos que dicen: No somos como ellos, trabajamos por la paz. Entonces, la pregunta para ellos es: '¿Viven en paz? ¿Saben lo que es estar en paz? Si no, se están auto-engañando'. Uno no puede trabajar por la paz si uno no vive en paz consigo mismo. Es como intentar limpiar la casa con los pies sucios, sin darse cuenta de que los pies están llenos de barro.

 

La Sociedad Teosófica le fue dada a la humanidad no sólo para secar nuestras lágrimas, sino más importante, para asegurarnos de que no existan lágrimas que secar, para ayudar al hombre a comprender la naturaleza destructiva del 'mí' y de lo 'mío', y alcanzar la Sabiduría. Para lograr esto, necesitamos abandonar el sentimiento de separatividad, pero también es muy importante que sepamos con quién cooperar, para que podamos mantener este precioso regalo.

 

Amor y compasión van de la mano. No existe la necesidad de pedirle a alguien que conoce el verdadero amor de que sea compasivo, porque él se ha convertido en el amor mismo. De la misma manera, cuando el amor está allí, naturalmente, lo acompaña la responsabilidad. En el amor no hay separación como la de 'yo' y 'tu'. Si sólo conocemos las cosas por el ojo del 'mí' y de lo 'mio', obviamente lo que pensamos que es el amor, no puede ser cierto. Estamos acostumbrados a imaginarnos al amor como algo emocional y asumimos que el amor será siempre del modo en el que nos lo imaginamos. Pero no es así. El amor ve claramente lo que se necesita a cada momento, no según nuestros deseos y emociones particulares, sino según las necesidades reales de esa situación específica. Muchas veces, las situaciones requieren acciones contundentes y es parte del amor hacer lo que se requiere. Es como el cirujano que para curar al paciente, necesita abrir el cuerpo. Muchas veces el doctor no está seguro si el paciente sobrevivirá o no, pero incluso así, él sabe que esto es lo que hay que hacerse. Si se vuelve emocional al respecto, nunca más podrá ser un buen cirujano.

 

Lo más peligroso es pensar 'Yo sé lo que es el amor'. Porque mientras exista el 'Yo' que conoce, el amor nunca estará allí. Y esta separación entre el 'Yo' que conoce y los otros que no conocen, engendra crueldad. Esto está muy claro en el mundo. Ha venido sucediendo durante siglos en cada estructura espiritual, por llamarla de algún modo, con todos sus conjuntos de creencias y de enfoques dogmáticos de la vida.

 

Debido a que no sabemos lo que es el amor, pensamos que el amor es lo opuesto al odio. Ciertamente no es así. Cuando hay amor no existe protección, no hay ganancia, no hay miedo a la pérdida y no existe el daño. Sólo cuando hay amor, se encuentra la cualidad de la compasión y la responsabilidad es su consecuencia. Sin amor, hagas lo que hagas, no habrá responsabilidad. La responsabilidad no es algo que puedes imponerle a otro o a ti mismo. Si lo haces, se convierte en una carga. De esta imposición proviene la infelicidad con toda la miseria que tanto conocemos. Pero debido a que el hombre, después de todo este período de evolución en la Tierra no ha conocido al amor, la imposición ha sido el modo y conocemos muy bien sus consecuencias.

 

Solo es necesario ver las estadísticas, donde se demuestra que es en el hogar, en el silencio del hogar donde se espera que se cuiden a los niños, pero es donde son abusados psicológica, emocional y físicamente por aquellos de quienes se espera que sean responsables por su bienestar. La violencia domestica es la responsable de una gran parte de los reportes policiales y se sabe muy bien que ni siquiera el cincuenta por ciento de los casos de violencia doméstica se reporta. Ninguna ley ha sido capaz de enmendar este serio problema.

 

Para sentirse responsable uno necesita un gran sentido de sensibilidad, ser responsable significa cuidar sin el sentido del 'Yo' que cuida. Cuando el 'Yo' es el que cuida, significa que está mi modo de cuidar y así es como yo cuido. Pero cuando no hay 'Yo', lo único que queda es el cuidado. Y esta es una manera muy diferente de ver la vida.

 

¿Cómo puede uno ver lo que realmente está sucediendo cuando sólo nos importa nuestro enfoque particular de la vida? Esto significa que uno no está verdaderamente abierto para ver, porque nuestras propias conclusiones se interponen como ladrillos con los que tropezamos y lo único que podemos observar son nuestras propias conclusiones, y con esto eliminamos la sensibilidad. La responsabilidad se sepulta bajo la pesada carga del ayer, el conocimiento acumulado, que son las respuestas preconcebidas que usamos tan convenientemente cuando encaramos los retos de la vida.

 

Para vivir la vida con este perfume, el perfume del amor, la compasión y la responsabilidad, uno necesita ser libre. Después de todo, el amor sólo puede suceder en libertad.

 

 

Como animales sociales, los seres humanos necesitan la amistad,

pero la amistad no proviene de la riqueza y del poder,

sino de demostrar compasión e interés por los demás.

 

Su Santidad el XIV Dalai Lama

 

 

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