Vol. 137 - Número 03- Diciembre 2015 (en Castellano) |
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Día de la Fundación
Tim Boyd
El 17 de noviembre es un día especial para nosotros como miembros de la Sociedad Teosófica. Si pensamos más profundamente en el significado y valor que tiene el hecho de ser miembros de la Sociedad, nos daremos cuenta de que, aunque es maravilloso celebrar y reconocer este día, el verdadero valor del 17 de noviembre de 1875 es que, en ese preciso momento se inició un movimiento de la conciencia. Es un movimiento que ha afectado profundamente nuestro mundo aunque sólo percibamos vagamente la profundidad y extensión de sus efectos. Una de las dificultades que tenemos al intentar valorar lo que ha significado este movimiento y su introducción en el mundo es que perdemos de vista el contexto en el que nació la ST. Viviendo en 2015 y mirando al 1875, hay muchas cosas que creemos ver claramente, pero tal vez no sea así. Una parte de la belleza de esta conmemoración es que nos concedemos la oportunidad de hacer dos cosas: 1) una expresión de gratitud por haber entrado en contacto con algo que tiene un gran valor; 2) un recuerdo de la vida de grandes personas y el efecto que eso ha tenido en el mundo.
Fue el año pasado cuando me di cuenta de que este día, el 17 de noviembre, se llamaba el “Día de la Fundación”. En los Estados Unidos siempre se había llamado el “Día de los Fundadores”. El enfoque iba siempre dirigido a los individuos, a las personas que fundaron esta Sociedad. Creo que el “Día de la Fundación” es tal vez más correcto; es más amplio. El proceso implica los tres aspectos de los Fundadores, de la fundación y de la base que se construye. Sin embargo, está bien empezar recordando a las personas implicadas.
Según el criterio de todo el mundo, Henry Steel Olcott y Helena Petrovna Blavatsky (HPB) eran un par de “personajes”. Tenían una vida rica en formas que nos serían ajenas. Ella nació en Rusia, en el seno de una familia noble. Durante su juventud se vio rodeada por todo tipo de ocurrencias extrañas. Fue notablemente clarividente desde su nacimiento y siempre veía cosas que los otros no veían. Era famosa por las historias fascinantes sobre los mundos internos que les contaba a sus amistades. A menudo se la veía rodeada de jóvenes amigos en ascuas y asustados por las cosas que les describía y que parecían rodearles. Tenía poderes de la imaginación y también de “ver”.
Se dio cuenta muy pronto de la presencia de un hombre alto y de piel oscura, que parecía ser una persona muy poderosa. En momentos de necesidad, esta persona se le aparecía siempre. Ella sabía que se trataba de un ser muy elevado, un guía y protector. Aunque la joven HPB podía describir cada uno de sus rasgos y las cualidades de su carácter, nunca lo vio en su cuerpo físico hasta que tuvo veinte años.
A los diecisiete años huyó de su casa y empezó una vida de estudio y de viajes extraordinarios que la llevó por todo el mundo. Se había casado con un hombre por una “apuesta”. La historia convencional dice que la institutriz de HPB le había dicho que con la naturaleza caprichosa e impetuosa que tenía “ni siquiera el Viejo Blavatsky”, un hombre que le doblaba la edad, “se casaría contigo”. En tres días estaba prometida con él y pedida en matrimonio. Solamente entonces se dio cuanta de lo que había hecho y quiso deshacerlo. Su solución fue marcharse del país. Embarcó para Constantinopla y después a Egipto y se pasó el resto de la vida viajando de un lugar a otro. Dondequiera que se encontrara, lo que llenaba su vida fue la búsqueda de la sabiduría oculta, la presencia de un conocimiento más profundo de las cosas ocultas.
El día de su vigésimo cumpleaños en Londres conoció por primera vez en persona al hombre que había estado viendo de forma clarividente durante su juventud. Resultó ser el que conocemos como el Maestro Morya. Tuvo la oportunidad de hablar con él y durante esa conversación le presentaron el curso que seguiría el resto de su vida para que tuviera la opción de aceptarlo o no. Le dejaron claro que la suya no sería una vida fácil; estaría llena de pruebas y decepciones pero al final valdría la pena. Durante los cuarenta años siguientes, ésa fue la clase de vida que tuvo. Murió a los sesenta años.
Es notable pensar que lo que conocemos como literatura teosófica original, los numerosos volúmenes de las obras de HPB, fueron todos escritos entre 1875 y su muerte en 1891, dieciséis años que produjeron miles de páginas y numerosos volúmenes de enseñanzas de la sabiduría que perduran mucho más allá que ella misma. Fue extraordinaria en ese aspecto. La extensión de sus viajes conocidos fue igualmente notable.
En años recientes he estado viajando internacionalmente, a la India y a otros lugares -y a veces me quejo de lo difícil que es ir al aeropuerto, que te vengan a buscar, soportar todas las molestias del viaje, a veces veinte horas o más para llegar al destino. Sus viajes la llevaron por Europa, Canadá, los estados Unidos, Sudamérica, el Tíbet y la India. Esto ya sería notable en 2015, pero a finales de 1800 ella viajó en buque de vapor, en carro de bueyes, a caballo, en carromato, en tren (¡a veces en elefante!) por todo el globo; es algo inimaginable. Pero ésta era la vida que tenía.
Su homólogo en este trabajo teosófico, el Coronel Henry Steel Olcott, era un americano de Nueva Jersey. De adolescente su familia tuvo dificultades y se fue a vivir con sus tíos en Ohio, donde se interesó mucho por la agricultura. Mucha gente no es consciente de que lo que más recordaba Olcott fuera de la Sociedad Teosófica era el trabajo que hizo sobre agricultura científica. Le ofrecieron cátedras y puestos importantes en el gobierno para su trabajo en ese campo en particular, porque era un investigador científico excelente.
Eran unos momentos insólitos en los Estados Unidos. Él era joven en el momento de la Guerra Civil y una de cada cincuenta personas murió en ella. En la ciudad de Nueva York el censo de 1853 decía que de los que morían la mitad eran niños de menos de cinco años. Todo el mundo tenía vecinos, amigos y parientes que fallecían a su alrededor; nadie se salvó de eso. Fue en esos momentos cuando surgió ese movimiento tan influyente llamado “Espiritismo”. Fue algo muy singular, tanto que nos cuesta comprenderlo.
Todos los periódicos de Estados Unidos publicaban artículos sobre lo que ocurría en las sesiones espiritistas. Estaba el deseo incontrolado de ponerse en contacto con todos los seres queridos que habían muerto en la guerra y de otras formas. Después estaba la respuesta del Movimiento Espiritista, que parecía confirmar la continuación de la vida consciente más allá de la tumba. Este movimiento atrajo necesariamente a mucha gente fraudulenta, pero al mismo tiempo produjo unos fenómenos reales que no se podían explicar de otra manera. El Coronel Olcott se dedicó a investigar esos fenómenos y era un investigador muy tenaz. Durante la Guerra Civil se le había pedido que eliminara la corrupción del Ejército y la Marina de los Estados Unidos y después dijeron que su trabajo para el ejército había sido más valioso para la guerra en sí que ganar una gran batalla. Era investigador y científico. Dirigió, pues, su atención a estos fenómenos del Espiritismo y fue sobre esa base que HPB y el Coronel Olcott tuvieron su primer encuentro.
Dos hermanos de una pequeña granja de Vermont estaban presentando una serie de fenómenos paranormales: mesas que se levantaban, objetos que se materializaban, sonidos procedentes de las paredes, mensajes de personas que habían fallecido. El Coronel Olcott fue a investigar y escribió sobre sus descubrimientos para un importante periódico de New York City. Y allí fue donde él y H.P.Blavatsky tuvieron su primer encuentro. El le encendió el cigarrillo y empezaron a hablar en francés.
Después de conocerse, en la ciudad de Nueva York reunieron a unos cuantos intelectuales preeminentes, científicos y gente de distintos campos que estaban interesados en los mundos internos, que los habían estudiado y que se sentían atraídos por HPB, porque ella podía demostrar esos fenómenos a voluntad. Con ese grupo decidieron formar una Sociedad que pudiera estudiar algunas de esas ideas, probarlas y aceptarlas o rechazarlas. Se reunieron para redactar una carta constitutiva y decidieron que el 30 de octubre anunciarían los estatutos y la formación de la organización que llevaría el nombre de Sociedad Teosófica. Sin embargo, en esa fecha no se había completado todavía todo el preámbulo de los estatutos y la fundación se pospuso hasta el 17 de noviembre.
Muchas veces nos gusta pensar que la época en la que vivimos es una era de grandes cambios muy rápidos. Nadie lo discutiría. Pero en 1875 los tiempos no eran menos significativos ni confusos. En todos los planos la tierra parecía desmoronarse bajo los pies. Políticamente, en todo el mundo, la forma aceptada de gobierno establecida desde hacía siglos de la monarquía, la realeza de reyes y reinas, todo eso se desmoronaba. Las nuevas formas experimentales de repúblicas y democracias iban apareciendo de repente. La ciencia de entonces avanzaba mucho y asombraba continuamente la mente de la gente de la época. La Teoría de la Evolución de Charles Darwin trastornó el pensamiento de todo el mundo. Las ideas religiosas y sociales quedaron afectadas por la idea evolutiva de “la supervivencia de los mejores”. Eso cuestionó las afirmaciones de la Iglesia Cristiana sobre la naturaleza de la creación. El electromagnetismo y la radioactividad, tan normal para nosotros hoy en día, acababa de descubrirse. Un descubrimiento científico tras otro iban cobrando sentido. Para mucha gente esa época era cada vez más confusa.
Eran unos momentos en los que la religión pugnaba con la ciencia por la mente y corazón de la humanidad, y estaba ganando una ciencia profundamente materialista. La ciencia cuyas raíces estaban en el materialismo y la religión que exigía una despreciable creencia supersticiosa se convirtieron en los dos polos entre los cuales navegaba la ST. Es algo conocido lo que suele suceder en el momento en que se revela una nueva verdad. Dicen que ocurren tres cosas: 1) La nueva verdad se ridiculiza y se descarta. Es demasiado distinta y está demasiado en conflicto con las normas aceptadas como para hallar ningún nivel de aceptación. Es algo que sucede en el mundo científico donde, por ejemplo, incluso un pionero tan importante como Albert Einstein fue incapaz de aceptar los descubrimientos del cambio de paradigma de la insolente física cuántica. Las verdades teosóficas que se presentaron fueron igualmente descartadas. 2) La nueva verdad tiene violentos detractores que la rechazan. 3) Finalmente se acepta y se considera algo tan evidente y tan obvio, que parece imposible que alguien siquiera la hubiera cuestionado.
En el mundo teosófico se introdujeron ideas como la de que el ser humano es mucho más de lo que vemos con los ojos, que hay un universo multidimensional dentro del que vivimos, que esto se podía demostrar y que existían unos poderes ocultos dentro de cada persona que podían cultivarse. Eran unas verdades quizá demasiado nuevas como para poder simplemente aceptarlas. Que existe una Fuente fundamental y unitiva de la cual proceden todas las religiones era algo también demasiado difícil de aceptar. En 1875 la idea de una Fraternidad Universal de la Humanidad estaba en total oposición con la forma de pensar de entonces. Sólo diez años antes, en los Estados Unidos, la ley permitía que un ser humano tuviera a otro como esclavo, siempre que el esclavo fuera alguien descendiente de africanos. Aunque la esclavitud ya no era una práctica general, en la India, en África, en Sudamérica y otros lugares del mundo, los poderes coloniales europeos tenían ideas muy claras de su superioridad racial y cultural sobre la gente que gobernaban. “La Fraternidad Universal” era una idea revolucionaria.
Los Fundadores que iniciaron este trabajo pionero en los Estados Unidos acabaron por marcharse a la India, donde la Sociedad floreció. En New York City, cuando partían hacia la India, el Coronel Olcott bromeaba diciendo que se quería llevar el candelabro de la sala en la que se reunían, porque en muchas reuniones el candelabro había sido la única otra “persona” asistente. Lo que había empezado con grandes esperanzas había ido declinando. El momento de la ST no estaba maduro todavía en USA. Solamente en la India la ST encontró su vida y después se propagó por el mundo.
El movimiento y la tradición de la ST de los que estamos hablando extraen su vida de lo que se llama a veces la “raíz sin raíces”, de la Tradición Una que está siempre presente debajo de la superficie y que fundamenta las distintas tradiciones espirituales que periódicamente surgen en distintas épocas y culturas. Aparece en un lugar y tenéis los Vedas, en otro momento tenéis los Misterios Egipcios, los Misterios Griegos. A veces aparece representada en grandes individuos; en un Buddha, Krishna, Horus, Jesús, Zoroastro. En nuestros tiempos esta raíz se abrió camino hasta la superficie con H.P. Blavatsky y Henry S. Olcott. Encontró su camino en la vida y el trabajo de la Sociedad Teosófica. La vida de ese movimiento es lo suficientemente fuerte como para que este día, 140 años después de su fundación, gente de todo el mundo se reúna para recordarlo. |
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