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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 137 - Número 01 -  Octubre 2015 (en Castellano)

 
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La Sabiduría Acumulada

 

 

Tim Boyd.

     

 

 

 

  Una de las definiciones que H.P. Blavatsky dio de la Teosofía fue “la sabiduría acumulada de los siglos, probada y verificada por generaciones de videntes”. Todos los que le encontramos valor a la Teosofía y a la tradición sabiduría de la cual procede deberíamos, de vez en cuando, reflexionar sobre ese linaje que ha ido acumulando, probando, verificando y transmitiendo sabiduría. Una gran parte de lo que encontramos en las enseñanzas de la Teosofía se encuentra más allá de nuestra capacidad actual de experimentación directa. Cosas tan básicas como la naturaleza del aura humana, las formas del pensamiento, el “cuerpo” mental o astral, incluso el de los Maestros de  Sabiduría, son temas de los que pocos podemos hablar desde la experiencia personal.

 

  Según las investigaciones de un historiador teosófico se deduce que, en toda la historia de 140 años de la Sociedad Teosófica, sólo unas veinticuatro o veinticinco personas han tenido un encuentro físico con uno de los Maestros. Y, sin embargo, un cierto reconocimiento del conjunto organizado de quienes han ido más allá de la etapa de la humanidad normal y de la influencia protectora de los Maestros en la formación de la ST y sus enseñanzas, es casi un requisito para aceptar las enseñanzas más profundas de la Teosofía. Parece que honramos y aceptamos estas enseñanzas por tres razones: 1) porque son atractivas para nuestra lógica, es decir, les encontramos un sentido,  2) porque se corresponden con nuestra conciencia intuitiva, es decir a un nivel más profundo de nuestro ser percibimos su verdad y 3) a causa de la alta estima que tenemos por las fuentes de esas enseñanzas y por las personas que las han transmitido y que han demostrado su fiabilidad. Pero existe un proceso posterior que seguiremos necesariamente: es el  proceso de la experimentación. Ponemos a prueba las cosas que podemos experimentar y finalmente las verificamos por nosotros mismos. Todo lo que consideramos como tradición teosófica es una herencia de las generaciones anteriores. Una de las características interesantes de cualquier herencia es la de que las personas que acaban beneficiándose de la riqueza generalmente no han hecho nada para crearla. Por ninguna otra razón que el hecho de haber nacido en un lugar y un tiempo determinados, somos beneficiarios de tener un fácil acceso a la Teosofía, la expresión más reciente de la tradición sabiduría. Ciertamente que el karma juega su papel, pero incluso en nuestra época han existido y siguen existiendo lugares donde la gente solamente puede estudiar estas enseñanzas con un gran riesgo personal y para sus familias. En las enseñanzas del Lam Rim de Tsongkhapa, en el budismo tibetano, hay un concepto sobre la “preciosa vida humana”. Según esta manera de pensar, no todas las vidas son igualmente preciosas. Es necesaria la presencia de varios factores para que una vida particular se considere capaz de alcanzar su expresión más completa. Uno de esos factores es el que la persona deberá nacer en un tiempo y lugar en los que tenga acceso a enseñanzas genuinas que tengan el potencial de conducir hasta la iluminación. En el Vivekachudamani, Shankaracharya se hace eco de esta manera de pensar cuando dice que la persona que “ha conseguido un nacimiento humano… y es lo suficientemente estúpida como para no prepararse para la auto liberación, realmente comete un suicidio, se mata con el apego a las cosas irreales”.

 

  El proceso de la “auto liberación” conlleva la noción de que la guía y ejemplo de los demás son vitales. Muchas veces no sabemos apreciar el linaje y la importancia de la conexión con una línea de personas que han experimentado en el laboratorio de su propia conciencia y realizado los frutos de esta sabiduría. Quienes  lo han realizado en cierta medida, son capaces de compartir de manera efectiva la sabiduría perenne.

 

  Recuerdo una ocasión en la que me encontraba en un evento social. Un actor muy bueno se levantó y leyó una plegaria determinada de la Biblia, el Salmo 23. Fue algo hermoso. Su dicción era perfecta y su tono y expresión impresionantes. Pero en la misma reunión había un anciano. No era ni famoso ni especialmente dotado, pero había hecho frente a numerosas tormentas en su vida. Era un hombre profundamente religioso que durante la vida había experimentado profundos momentos de inspiración con el rezo. Se levantó y leyó la misma oración. Cada palabra era la misma pero el efecto que tuvo en cada uno de los presentes fue electrizante. Fue algo palpable el sentirnos transportados a la presencia de algo poderoso.

 

  En Luz en el Sendero leemos la frase siguiente: “La palabra solamente viene con el conocimiento. Alcanza el conocimiento y alcanzarás la palabra”. Este conocimiento es, naturalmente, algo más que el resultado del estudio convencional. Es el conocimiento del alma que da fuerza a nuestra habla con una genuina autoridad.

 

  Igual que ocurre con los que heredan grandes fortunas y tierras, nuestra prueba con la herencia que nos han dejado del potencial de sabiduría será lo que hagamos con ello. Es una historia triste pero común la de la gente que hereda una fortuna y la dilapida imprudentemente. También hay historias de personas que han aceptado la herencia recibida, la han apreciado y han aumentado su riqueza mucho más de lo que se les dio originalmente. Esperemos encontrarnos entre estos últimos.

 

  El mes de octubre debería ser especial para los miembros de la Sociedad Teosófica. Dos delimitaciones señalan el principio y el final del mes. El 1 de octubre de 1847 nació la Sra. Annie Besant. El 31 de octubre de 2013 murió la Sra. Radha Burnier. Como ocurre con todos los principios y finales, es difícil decir con exactitud adónde nos llevarán.

 

  Es cierto que no hay nada en los principios de Annie Besant que nos den indicación alguna de la elevación de conciencia y de la influencia global que esa persona asumiría en su vida más adelante. Nacida en una familia de sólida clase media, la muerte de su padre cuando ella tenía cinco años cambió, de forma dramática, la situación económica de la familia. A los dieciocho años se casó con un clérigo maltratador. La relación era tan tóxica para su espíritu que en un momento determinado contempló el suicidio y llegó a tener el veneno en la mano a punto de tomárselo. En ese momento de debilidad, justo antes de ingerirlo, oyó una voz que cambió la dirección de sus intenciones y también la nuestra. La voz le dijo “cobarde, más que cobarde, que soñabas con el martirio y ahora no puedes soportar unos años de infortunio”. Cuando oyó la voz, se deshizo inmediatamente del veneno.

 

  El resto es historia, pero su vida fue una ruta extraña, tortuosa e impredecible hacia la grandeza. La impronta de su vida y su personalidad en el movimiento teosófico fue probablemente más grande que la de ningún otro presidente de la ST, excepto el Coronel Olcott. La Orden Teosófica de Servicio, la Comasoneria, J. Krishnamurti, la Orden de la Estrella, el activismo político y social, la investigación clarividente, todo ello ocupó un lugar entre sus actividades.

 

  Hace dos años, el último día de octubre, murió la Sra. Radha Burnier. Al momento de su traspaso, Radhaji había pasado treinta y tres años guiando la ST como su Presidente internacional, más tiempo que ninguno de los seis predecesores. En algunas conversaciones que habíamos mantenido, hablaba de la naturaleza sinuosa y no planificada de su vida teosófica. Aunque nació en una familia teosófica y creció en la finca de Adyar, su vida dio varios giros antes de estabilizarse totalmente en el servicio de la ST.

 

  Paso a paso, año tras año, tenemos el potencial de hacer más profunda nuestra conexión con la Teosofía. Somos afortunados por tener el ejemplo de quienes nos han precedido y de quienes caminan a nuestro lado actualmente. El reconocimiento es una cosa simple pero poderosa.

 

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