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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 136 - Número 12 -  Septiembre 2015 (en Castellano)

 
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Sobre Relaciones

Propósito elevado y sentido

Parte VII

 

RAPHAEL LANGERHORST

Joven teósofo, activo en la ST en Austria. Es ingeniero en electrónica y

 Tecnologías de la Información con talentos musicales.

 

 

 

  Escalamos montañas, cruzamos el cielo. Dirigimos las aguas, nuestras ciudades se elevan. Ejercemos el poder de la vida o de la muerte en todo, excepto para nosotros mismos y el destino de este mundo está sujeto a nuestros caprichos, de los que no somos más que esclavos. Hemos dominado todo, excepto a nosotros mismos; incluso somos inconscientes de la presencia misma de este yo. Estamos perdidos... esclavos de nuestras mismas creaciones e incluso intentamos compensar con más creaciones, que nos cercan y ciegan mucho más fuertemente a las cadenas de la oscuridad. ¿Cómo podemos relacionarnos con los demás si incluso no nos relacionamos con nuestro yo?

 

   ¿Qué dirige al mundo? ¿El aumento de las pasiones, la excitación, las posesiones y los apegos como también el apaciguamiento de nuestros dilemas personales (muchos de ellos auto impuestos)? Sin embargo, todo esto es rendirle culto al Rey Mara, manteniéndonos bastante seguros fuera del camino, porque así estamos perdidos en el no yo. Nuestra libertad interna se extiende mucho más allá... creamos el cielo y el infierno, éste es el poder oculto y practicado. Ignorantes de nuestra naturaleza incluso degradamos nuestra espiritualidad para que sirva a nuestro bienestar personal con una gran confianza, todo lo cual sepulta nuestra divinidad fuera del reconocimiento, esclavizándonos al temor. Tenemos que aumentar la claridad de nuestro propósito en ésta, nuestra creación. Y sin temor asumir nuestra responsabilidad.

 

  Más allá del mundo de la pasión y la excitación

 

 ¿Cuál es nuestra motivación al vivir en este mundo? ¿Qué es lo que nos mantiene vivos ante todo? Limitados por nuestra personalidad, estamos conducidos por el deseo, porque Manas (la mente) está esclavizada por Kâma (deseos personales). Buscamos comodidad, amor, riqueza y excitación. Incluso nuestros objetivos altruistas están, en definitiva, basados en apegos personales a nuestras ideas e imágenes, cubriendo nuestro egoísmo.

 

  Es un proceso de importancia primordial para que podamos entender nuestras limitaciones mientras estamos condicionados por nuestros principios inferiores. Todos nuestros logros, nuestro conocimiento y fuerza aparente son sólo polvo en el mejor de los casos y nuestra condena en el peor sin el ingrediente principal, nuestra conciencia limitada de esa misma esencia latente en toda la vida, esta misma luz que brilla de la misma forma en tu mente y en tu corazón. Sólo de esta conciencia proviene el amor, el genuino reconocimiento carente de egoísmo de nuestra unidad siempre presente y esencial. Para esto sacrificamos todo lo que somos, alegremente, porque sólo así seremos capaces de construir la eternidad y nuestras capacidades pueden finalmente ser dirigidas con un sentido y un propósito más elevado en consideración.

 

 

 

  El Plan

 

  Aunque inicialmente tenue, sólo esta conciencia puede liberar alguna compresión del panorama mayor y de nuestro propio rol y lugar en el continuo flujo de la vida, de eternidad en eternidad. Este flujo, que emerge de la eternidad y se disuelve en la eternidad, sigue un patrón, un impulso divino que no es sino nuestro mismo ser. Es sólo el amor divino el que continúa ese flujo, las formas moldeadas por nuestra conciencia en un ciclo a través de creación y destrucción, siempre adaptándose a nuestra conciencia evolutiva, que esencialmente se busca a sí misma, que es todo lo que hay. Esta vislumbre e idea inicial del eterno proceso se puede apreciar a través de la Teosofía, pero todo el conocimiento obtenido puede incluso formar cadenas mucho más fuertes alrededor de nuestra libertad interior, al sujetar nuestra mente a ideas caprichosas si este conocimiento permanece sin conciencia, sin la expresión de amor hacia la humanidad, nuestra familia y nuestro verdadero hogar, sin este deseo intenso por esa totalidad superior, sin Buddhi (Alma universal o Mente).

 

  Cooperación

 

  Cuando el conocimiento se vuelve sabiduría por medio de la compasión, la cooperación se vuelve natural. Se debe poner cuidado que esta disposición a cooperar no se mezcle con el egoísmo, ni el propio ni el del otro a quien intentamos servir. Así debemos aplicar el discernimiento con amor a la humanidad como un todo y reducir nuestras propias necesidades al mínimo, para poder estar libres para esa gran labor, para la evolución de nuestra conciencia, en vez de estar ciegos como lo estamos, atados a nuestros deseos egoístas.

 

   La naturaleza de Buddhi

 

 ¿Por qué cooperar? ¿Qué es lo que nos hace parte de una totalidad aún mayor? ¿De dónde proviene el amor? ¿A dónde se dirige? ¿Cómo puede haber sabiduría, si no es por la verdad en sí misma? ¿Cómo reconocer la totalidad si esta totalidad no es parte de nuestro propio ser? ¿Puede haber reconocimiento sin unidad?

 

   La naturaleza de la esclavitud

 

  El plano de la existencia está entre Purusha -conciencia pura-  y Prakriti -materia inerte. La conciencia inmersa en la materia produce las formas y la existencia objetiva. La materia no tocada por la conciencia es caos. La conciencia sin materia es inconsciente de sí misma, carece de su propia reflexión. Mientras la materia imponga su propio dominio  ciego sobre la conciencia que la anima, la vida está esclavizada, es incapaz de expresar su serenidad divina y está sujeta a la oscuridad. Esta oscuridad sólo puede ser iluminada dominando a Prakriti, para que las formas se liberen de su ciego egoísmo y por consiguiente sean una expresión pura de la vida inherente.

 

  Tal moldeado de la forma debe realizarse conscientemente, orientando persistentemente a la materia hacia la divina conciencia interior. Desde la perspectiva de la materia, el sacrificio es infundido desde el interior y nuestra experiencia está viciada por la pérdida y el dolor mientras que nosotros, la vida interior, nos identifiquemos con la forma, que sólo es nuestro reflejo y expresión de la materia. Finalmente, la materia es controlada perfectamente por la conciencia, que ahora está orientada completamente hacia la divinidad interior. Lo superior y lo inferior, unidos en esta santidad, orientados el uno hacia el otro, disuelven la esclavitud en un sacrificio completo y por la tanto, en libertad final.

 

  Ingeniería de la eternidad

 

  ¿Cuál es el origen del yo? ¿Hacia dónde va? Cómo y por qué, si no es a través de la unidad de la vida en todo, esta llama ardiente en los corazones de todos, este océano sin límites, eterno, imperecedero, siempre fluyendo e inmutable.

 

 

  Divinidad relacionada

 

  Atados con cadenas a nuestra propia existencia es nuestro deber recobrar esa serenidad una vez sacrificada, reconociendo nuestro yo en cada uno, seres divinos unidos y dañados mutuamente en el exilio. Reflejando y estimulando mutuamente la conciencia del yo más elevada posible, finalmente nos conduce a nuestro hogar, formando esta red de relaciones vivientes que sostiene la eternidad y nos trae la divinidad serena en todos los reflejos que es esta Unidad.

 

  Arquetipos

 

  En este estado de evolución la humanidad se manifiesta a través de la dualidad de masculino y femenino. Esto nos conduce a varias consideraciones: ¿hay algún arquetipo superior, algún ideal para este par de opuestos para que coexistan en armonía? Si es así, ¿cuáles son estos prototipos abstractos superiores que deberíamos reflejar y manifestar?

 

  El punto y la circunferencia

 

  La conciencia por sí misma es un punto sin circunferencia y aún así está en todas partes. El espacio está inherentemente vacío y sin embargo nos provee de la distancia que puede ser penetrada por la conciencia para conectarse a sí misma a través de este espacio. La conciencia puede volverse consciente de sí misma a través de esta conexión y reflejarse en el espacio.

 

  Lo que une estos principios básicos de la existencia, la conciencia y el espacio, es amor.       Y el resultado es lo que llamamos vida. De la perfección de lo que es, surge la armonía.

 

  La conciencia entonces, pudiendo moverse en el espacio, como viajando a través de la circunferencia de un círculo, se encuentra sólo a sí misma, transitando sin fin a través de la reflexión en el espacio. La conciencia del yo y la Sabiduría solamente se pueden obtener a través de la manifestación y de la reflexión de la conciencia en el espacio con la perfección apropiada. En esta perfección de cooperación se manifiesta la verdad y la armonía.

 

  Encontramos una analogía en el hombre y la mujer, que se parece al par de la conciencia y el espacio, respectivamente, atraídos y resultando en conocimiento. La perfección apropiada radica, por un lado, en dirigir la conciencia hacia esta unidad universal que es y, por el otro, en una pureza inmaculada de la reflexión.

 

  Nuestro desafío

 

  Sin embargo, en vez de esta perfección requerida, encontramos nuestra conciencia perdida en la multitud de objetos externos y nuestra capacidad para reflejar contaminada con el lodo de la pasión, la ambición, la excitación y el egoísmo ciego; el egoísmo siempre implica ceguera.

 

  La perfección se requiere en ambas, en la conciencia y en la reflexión, sólo entonces puede surgir la sabiduría. Una conciencia distraída nunca se puede encontrar a sí misma, mientras que las impurezas en la reflexión nos conducen a la oscuridad. Por lo tanto, como hijos de ambos, nosotros los humanos, tenemos que dominar todos nuestros aspectos. Como hombres o mujeres manifestamos uno u otro aspecto más fuertemente y entonces tenemos la oportunidad, a través de una atención enfocada, de elevar nuestra existencia a su ideal respectivo. En la medida en que fallamos, inevitablemente experimentamos y causamos conflictos como resultado natural. En la medida de nuestra perfección, la sabiduría y la armonía divina se pueden manifestar a través del amor e iluminar nuestra existencia en el exilio. Al reflejar y expresar nuestra divina naturaleza superior en nuestros principios inferiores purificados e inspirando este conocimiento divino en cada uno, manifestemos la paz para la humanidad, nuestra familia.

 

  Oscuridad

 

  Inconscientes de nuestra verdadera naturaleza, el Yo único, somos pasivos, nuestra atención descansa en nuestra identidad ilusoria, separados de los otros seres ilusorios. Careciendo de las verdaderas bases de nuestro ser, nuestro ser ilusorio es un ser de escasez, atrayendo pasivamente a todo aquello a lo que se puede apegar, conduciendo finalmente todo a la destrucción, a la nada, su propia naturaleza. Nunca se puede satisfacer esta oscuridad, la escasez, el apego y el ansia son sus mismos principios, cubiertos como deseos, esclavizando y atrayendo a nuestra mente en sus vanos intentos de establecer una identidad. Estamos esclavizados en una serie continua de experiencias, en la oscuridad.

 

  Luz

 

  Luz hay, pero es en aquello que es. Sin embargo, esta luz universal no se puede revelar mientras nuestra mente esté atrapada en el engaño de sí misma. Sólo por el sacrificio y el abandono de nuestra esclavitud se libera nuestra mente para que pueda reflejar esta totalidad desde el interior, imperecedera, eterna, por siempre generosa y auto suficiente. Allí encontramos paz, libertad serena, amor puro, conscientes de la única y gloriosa luz divina en cada uno de nosotros.

 

 

 

Poner fin al dolor es la razón final de la filosofía y no es

verdadera sabiduría la que no conduce a encontrar la PAZ.

 

Annie Besant

 

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