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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 136 - Número 07 -  Abril 2015 (en Castellano)

 
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El Delta del Rio

  

Tim Boyd

 

Estuve recientemente en California para un programa en el que iba a tener una conversación pública con Michael Murphy, un hombre brillante que ha tenido una vida extraordinaria. Aunque es autor de varios libros muy influyentes en el campo de la espiritualidad contemporánea, probablemente es más conocido por el papel que ha tenido en la fundación del Instituto Esalen. Esalen fue creado en 1962 y ha sido muy importante en el mundo occidental en el campo de la preparación de los maestros. La conversación versaba sobre el potencial humano y los estados cumbre de la experiencia humana, lo que la ST podría describir como los “poderes latentes en el hombre”. La mayoría de los maestros prominentes de hoy en día en el campo de la espiritualidad contemporánea han pasado por las puertas de Esalen en un momento u otro.

 Fue una conversación de dos horas, podría haber durado mucho más. Una de las cosas más fascinantes para mí fue el hecho de que, aunque la sala estaba abarrotada, no se trataba de un público que estuviera familiarizado más que superficialmente con la Teosofía o la Sociedad Teosófica. Como pasa siempre cuando alguien empieza a explorar los planteamientos contemporáneos, muchas de esas personas habían encontrado la ST o su literatura, pero por distintas razones no había sido suficiente. Algunos de ellos, en su estudio de la Teosofía, se sintieron descorazonados por el inglés victoriano tan difícil utilizado en nuestra literatura de los primeros tiempos. Otros que estudiaron un poco más, se encontraron con dificultades para entender correctamente las ideas desafiantes sobre razas y rondas. Un par de personas tuvieron problemas con algunas de las primeras enseñanzas teosóficas que hablaban del concepto de las razas raíces y con la manera en que esas ideas fueron distorsionadas, posteriormente, con el desarrollo de algunas doctrinas racistas en la Alemania de los nazis.

 

Durante la sesión de preguntas y respuestas de la noche, un caballero me sondeó con un par de preguntas. Era un hombre que claramente había profundizado en el estudio de la historia de la ST y al menos en algunas de sus enseñanzas. Su introducción a la primera pregunta apuntaba al hecho de que varias personas prominentes hubieran abandonado la ST para seguir otros planteamientos de la Sabiduría Perenne. Mencionó a Rudolf Steiner, que dejó la ST llevándose la mayor parte de la sección alemana para formar la Sociedad Antroposófica. Resaltó la separación de J. Krishnamurti después de desmantelar la Orden de la Estrella, la de William Quan Judge y otros. Después de  esbozar parte de la historia de esas personas tan famosas, la pregunta que hacía era la siguiente: “Siendo una organización que promueve la unidad, la verdad y la fraternidad, ¿cómo se explican ustedes tantos “cismas”? Por su manera de plantear la pregunta estaba claro que no se trataba solamente de la historia de la ST, sino de su credibilidad en cuanto a la presentación de algunos de sus elevados ideales. Me dio la impresión de que el caballero lo tenía muy claro.

 

Como alguien que debe hablar a menudo con grupos de gente, una cosa con la que me he encontrado todos estos años es que, en las sesiones de preguntas y respuestas, muchas veces me interrogan en forma “capciosa” con preguntas que obligan a seguir las creencias o los conocimientos de una persona, y acaban por llevarte hasta la respuesta que confirma esas creencias. Son siempre unas oportunidades maravillosas para “salir de la caja” y mirar las cosas desde un punto de vista distinto.

 

En una ocasión, durante la vida del Buddha, se le acercó una mujer para hacerle una de estas preguntas. Su único hijo acababa de morir. Con un gran dolor, llevó al niño muerto a casa de sus vecinos pidiéndoles que le dieran alguna medicina para revivirlo. Los vecinos se compadecieron viendo claramente que el niño ya se había ido. Pensaban que había perdido el juicio. Al final encontró a un hombre que le dijo “No te puedo dar ninguna medicina para este niño, pero conozco a un médico que lo hará” y la mandó a ver al Buddha. Desesperada, se le acercó con una pregunta en mente “¿Puedes darme una medicina que haga revivir a mi hijo?” Era una pregunta simple y directa que requería una respuesta igualmente directa, ya fuera “sí” o “no”.

 

El Buddha respondió que le prepararía la medicina siempre que le trajera un ingrediente necesario, un puñado de semillas de mostaza, la especia más común en la India en aquellos tiempos. Muy contenta, la mujer se fue en seguida a buscarlo. Pero él le dijo que la única condición era que la semilla de mostaza tenía que proceder de una casa en la que nadie hubiera perdido a un hijo, un marido, una esposa, un padre o un amigo. Recorrió todas las casas del pueblo, una tras otra. Pero al final del día tenía muy claro que no existía una casa así. Enterró a su hijo y fue a buscar otra vez al Buddha, pero con otra pregunta de nivel distinto. En lugar de pedirle una medicina para alterar el ciclo del nacimiento y la muerte, le preguntó cómo podía conocer la naturaleza de la vida, de la muerte y de la impermanencia.

 

Mientras le respondía a la persona que me había hecho la pregunta aquella noche, me vino a la mente una imagen muy vívida. Era la imagen de un gran río en el punto en que se encuentra con el mar, como el delta del Nilo, del Ganges, o del Rio Misisipí. Vistos desde arriba, estos deltas se parecen a un árbol, con numerosas ramas que fluyen a través del sedimento que el río ha arrastrado en su trayecto para fundirse con el mar. Cuando los ríos y corrientes más pequeños fluyen al río principal se les llama afluentes; allí donde se separan en la entrada hacia el mar o el océano se llaman bifurcación del río.

 

Cada uno de los individuos implicados en los distintos cismas estaba, igual que HPB, sujeto a la influencia de su personalidad. Muchos de ellos eran también personas sinceras e intuitivas que habían sido afectadas por alguna visión profunda causada por su conocimiento de la sabiduría tradición. A través de su vida y su visión, innumerables personas se han visto influenciadas por algunos de los matices de la Tradición Una que representa la Teosofía.

 

La Sociedad Teosófica apareció como la expresión más reciente de la tradición de la Sabiduría Perenne. Igual que un río, aportó sus aguas revitalizadoras a un contexto contemporáneo que había quedado seco por las tendencias materialistas del cientificismo y por los impulsos supersticiosos de las religiones de la época. Tanto la sabiduría de la Teosofía como el vehículo de su expresión en el mundo, la ST, aparecieron gracias a  H.P. Blavatsky.

 

No hay ninguna organización que pueda englobar totalmente la sabiduría de todos los siglos. No hay ninguna forma que permanezca estática. No hay ninguna mente individual que responda de una manera exacta a otra.

 

HPB comentó una vez  que “el mundo es el hombre que vive en su naturaleza personal”. Las enseñanzas de la Teosofía iban dirigidas a ese mundo. Se presentaron sabiendo perfectamente que no serían comprendidas totalmente, ni podían serlo, y que no serían seguidas fielmente; que su significado necesariamente sería distorsionado, pero que su reintroducción a la corriente del pensamiento del mundo era la mayor esperanza de tener una alternativa a la “superstición degradante y al materialismo brutal todavía más degradante” que caracterizaba a su época.

 

En mi conversación con Michael Murphy, y en la interacción con los allí reunidos, quedó claro que en 2015, 140 años después de la fundación de la ST, sus profundas enseñanzas no se han comprendido todavía ni se han apreciado del todo, pero su influencia es cada vez más grande. Aunque relativamente comprendidas por muchos, sus ideas, como un río, se están moviendo lentamente pero de forma segura, hacia una experiencia más profunda de la verdad. La influencia sobre la sociedad que ejerce la ST se debe en gran parte a la manera en que ha sido interpretada y expresada por las numerosas personas prominentes que han entrado en contacto con sus enseñanzas. Para mis ojos optimistas, el proceso es lento; los resultados son imperfectos, pero el fin es seguro.  

 

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