Vol. 136 - Número 04 - Enero 2015 (en Castellano) |
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Mis recuerdos de Radha Burnier
BHUPENDRA R. VORA
Era Noviembre de 1982 y el lugar, el aeropuerto internacional Sahar en Mumbai. Yo regresaba a Nairobi después de visitar a mi padre que estaba enfermo en el hospital en Mumbai. Estaba en la sala de embarque, esperando abordar el avión hacia Nairobi, cuando la Sra. Radha llegó junto al Sr. Surendra Narayan. Ambos estaban camino al 7mo Congreso Mundial de la Sociedad Teosófica, organizado por la Secciones Central y Este de África en Nairobi, Kenia. Esta era la primera vez que me encontraba con ellos y, como era parte del Comité del Congreso Mundial me acerqué a saludarlos y a presentarme. Ella preguntó acerca del clima en Nairobi y sobre la organización del Congreso Mundial. Los miembros de la Sección Africana del Este les dieron una recepción VIP en el Aeropuerto Internacional de Nairobi. Desde entonces ella visitó Kenia muchas veces, en algunas de esas ocasiones tuvimos el privilegio de hospedarla y conocerla de modo más personal. Durante nuestras reiteradas visitas a Adyar, al asistir a las Convenciones anuales, mi mujer y yo tuvimos el privilegio de estar con ella y hablar sobre la Sección Africana del Este, de la cual yo era entonces el Secretario General. Tenía una digna reticencia, que muchos malinterpretaron como inaccesibilidad. Pero en más de tres décadas de conocerla nunca experimenté otra cosa que calidez de naturaleza y un entusiasta interés en el trabajo de la Sociedad alrededor del mundo. Durante el séptimo Congreso Mundial que tuvo lugar en el Centro Internacional de Congresos de Kenyatta, ella solía sentarse discretamente junto al Vicepresidente en la parte posterior de la Sala de Congresos, excepto cuando se requirió su presencia durante la apertura oficial del Congreso. Incluso durante las Convenciones anuales en Adyar, uno podía verla sentada de piernas cruzadas frente al Teatro Adyar en vez de estar en la primera fila de asientos. Era modesta y nunca intentaba llamar la atención. En muchas de las ocasiones que visitó Kenya, tuve la oportunidad de contactarla y hablar sobre el trabajo Teosófico en nuestra Sección y sobre aspectos de enseñanza y literatura teosófica. Esos momentos eran muy gratificantes ya que podíamos percibir la profundidad y claridad de sus pensamientos. Recuerdo que cuando fui Presidente de la Logia de Nairobi, le escribí pidiéndole su consejo sobre el tipo de estudios que deberíamos realizar en la rama y recibí una carta muy detallada al respecto, refiriéndose a lo que era apropiado. En sus extensos viajes alrededor del mundo teosófico, su atención siempre estuvo en el trabajo y nada más. Una vez me hizo un comentario risueño respecto a sus viajes y de las preguntas que las personas le hacían cuando regresaba a su casa acerca de cómo era el país que había visitado. Ella, inevitablemente, respondía que iba a fomentar el trabajo de la Sociedad y no a conocer lugares. En una de sus visitas a Kenya le sugerí recorrer algunas atracciones turísticas pero ella no aceptó. Solo una vez aceptó, y con mi esposa Sudha la llevamos muy temprano a recorrer el Parque Nacional de Nairobi, porque amaba la naturaleza. Estaba encantada de ver la vida silvestre en su ambiente natural. Observaba la Naturaleza y toda la vida con interés, preguntando acerca de cómo los pájaros volaban sin una brújula o qué les permitía identificarse con su propia bandada en medio de tantas otras, como en el caso de los pingüinos que anidan por miles, etc. Ella se refería a la inteligencia que subyace y guía toda la vida. Esta aguda observación de la naturaleza, y su profunda comprensión, podían verse en sus notas en “Desde el Atalaya”, las que nunca dejaron de asombrar a muchos de quienes lo leían. Cada edición de El Teósofo incluía una pieza suya que trataba sobre asuntos de importancia para el mundo. Es un gran servicio a los miembros que sus artículos “Desde el Atalaya” hayan sido publicados en el libro “El mundo a nuestro alrededor”. Radhaji tenía una comprensión única sobre el trabajo teosófico alrededor del mundo y de las personas implicadas en éste. A menudo hablaba sobre determinados asuntos que ocurrían en algún lugar y las personas involucradas. Esta visión de lo que estaba sucediendo en el mundo teosófico hacía posible que ella solucionara ciertas cuestiones, siempre que fuera posible, a través de sus consejos y designando a personas para resolverlo. Ella alentaba a los trabajadores teosóficos durante sus viajes. Durante una de sus visitas a la Sección Africana del Este, se había organizado una entrevista para ella en la Emisora Televisiva de Kenya (KBC) para publicitar la Sociedad Teosófica. La acompañé al estudio de la KBC para la grabación del programa. Cuando llegó el momento de la grabación, ella me persuadió para que la acompañara y respondiera algunas preguntas relacionadas con el trabajo local de la Sociedad, de esta manera me alentaba a asumir mayores responsabilidades en el trabajo de la ST. En las Convenciones Internacionales, asignaba charlas a muchos jóvenes teósofos, quienes con el tiempo maduraban a su capacidad total. De vez en cuando pedía artículos para El Teósofo y de este modo proporcionaba la experiencia y la confianza para escribir. Durante su último viaje al exterior visitó los Centros de Krotona y Wheaton, antes de detenerse en Londres en Tekels Park. Descansó allí durante una semana antes de viajar a Naarden y luego a Chennai. En el tiempo que pasó aquí me dijo que ese sería su último viaje al extranjero. A pesar que estaba agotada por el viaje, habló acerca del trabajo de la ST alrededor del mundo. No es posible mencionar la multifacética personalidad de nuestra gran Presidente, que sirvió a la Sociedad Teosófica por más de tres décadas y fijó, con sincera devoción, estándares de servicio que son difíciles de igualar. Rendimos un humilde homenaje a quien fuera nuestra Presidente Internacional, la querida Radhaji, invocando siempre la bendición de los Maestros.
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