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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 136 - Número 01 -  Octubre 2014 (en Castellano)

 
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Memorias personales de Radhaji

 

B. SANDHYA RANI

Miembro de la Rama de la ciudad de Bengaluru, Karnataka, Federación Teosófica, India.

 

Me gustaría compartir unos pocos recuerdos de un gran ser humano. La grandeza de la Sra. Radha Burnier era notoria aun en las cosas más simples.  Ella poseía un cerebro excelente y un maravilloso intelecto. Aun a la edad de 89 o 90 años, conservaba la capacidad de una total concentración en cualquier cosa que estuviera haciendo. Esto era evidente en sus respuestas a la correspondencia oficial que yo le presentaba para que contestara. Aun a esa edad trabajaba incansablemente con total dedicación y devoción a la causa de la Teosofía.

 

En asuntos más mundanos, si se requería su participación, Radhaji se comprometía y hacía el trabajo a pesar del hecho de que podía haber pasado la responsabilidad a otra persona. A la pregunta que le hice una vez sobre esto, ella respondió, ‘Es mi deber, así es que lo estoy cumpliendo’. Ella siempre solía decir, ‘ninguno de nosotros es perfecto, y ahora es el momento de prepararse para ello’.

 

Que ningún trabajo es pequeño en el servicio de los Maestros, lo descubrí cuando en una de las sesiones de Preguntas y Respuestas de la Convención, alguien señaló que solamente las personas mayores mantenían todos los altos cargos. A esto ella respondió ‘cuando era muy joven llevaba ladrillos y se los pasaba al albañil que construía el edificio en Adyar’.

 

Escuché sus conferencias por dos décadas y nunca he podido olvidar su magnética voz. Cada vez que ella hablaba había cierto poder en ella, el tipo de poder que solamente un alma pura puede poseer. Su habilidad con los idiomas también era notable. Era muy particular acerca de lo que cada palabra transmitiría en toda comunicación, ya fuera a través de conferencias o libros. Recuerdo que  cada vez que daba conferencias en inglés en el estado de Karnataka, uno de los miembros de edad, Smt. Rukmini Krisnamurthy, las traducía inmediatamente. Radhaji escuchaba atentamente la traducción y si era necesario, la corregía en ese momento.

 

En mi asociación con ella comprendí que eran las pequeñas cosas de la vida diaria en las que era muy meticulosa. Una vez fui con ella a su oficina, ella apagó las luces puesto que sentía que no eran necesarias a esa hora del día, y al entrar después  a la sala me preguntó por qué  estaban encendidos dos ventiladores con sólo una persona trabajando en la oficina. Instruyó a la persona para que usara el ventilador que estaba cerca de ella, en vez de encenderlos todos. Esta atención al derroche también estaba muy arraigada en su vida personal. Radhaji siempre llevó una vida sobria. Un día mientras ordenaba algunos de sus papeles viejos, me sorprendí cuando vi que en uno de ellos, había escrito que en caso de cualquier problema serio con su salud, se le debían proporcionar solamente las comodidades básicas. Ella veía  solamente bondad en todos, aun en esos que se aprovecharon de ella. Su personalidad se distinguía por su  gentileza y simpatía. Siempre con una serena mirada en su rostro ella tenía una tremenda capacidad de acomodarse a todas las situaciones.

 

Era una admiradora de la belleza ya fuera la Naturaleza, ropa o incluso joyería. Era la belleza per se que la atraía, cualquiera fuera el medio de su manifestación. Recuerdo un vestido particular que yo usaba un día. Me dijo que  le encantaba su color azul cielo y el tacto de la tela de ese vestido. En otra ocasión tomó mi mano y  se puso a admirar un anillo de coral que yo usaba. La simpatía y afecto hacia otros era muy apreciable.

 

Hacia el final, un día fui a su oficina a encontrarla. Me miró con sus bellos ojos penetrantes y dijo suavemente, “Usted sabe que tengo 90 años”. Fue un momento emotivo para mí.

 

 

 

 

  

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