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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 136 - Número 01 -  Octubre 2014 (en Castellano)

 
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Corazón de madre

 

PEDRO OLIVEIRA

Coordinador de Educación para la ST en Australia,

y ex Secretario Internacional y Director de la Oficina Editorial en Adyar

 

Para quienes sólo la conocieron en su imagen presidencial, Radha Burnier era vista como una líder fuerte, una administradora meticulosa, así como alguien que no toleraba los necios. Siempre que presidía las reuniones en Adyar, era breve, medida, y libre de una charla excesiva, que le ofrece a algunas reuniones un ejercicio inesperado de prolongada paciencia. Ella siempre se dirigía al tema central, arrojando luz a nuestra propia responsabilidad como individuos en el mundo.

 

Había sin embargo, otro aspecto en ella. En agosto de 1992, cuando yo trabajaba en Adyar, mi madre murió trágicamente. Al hablar por teléfono con mi cuñado me informaron que se había suicidado. Todavía en estado de shock, corrí a la Oficina de la Presidente a informárselo a Radhaji. Se sorprendió muchísimo. Entonces le informé que necesitaba viajar inmediatamente a Brasil para estar con mi padre y con mi hermana y su familia. Ella sabía que yo percibía un sueldo muy bajo como trabajador en Adyar. Llamó a su agente de viajes, le pidió reservar un ticket inmediatamente y luego lo pagó con un cheque de su chequera personal. El costo de ese ticket, en 1992, fue de Rs. 62.000. Antes de irme de su oficina, tomó mis manos con las suyas y dijo: “Espero que no te sientas muy afectado por lo que te espera allí”. Cuando regresé, quise devolverle el dinero del pasaje, pero se rehusó. “Se tenía que hacer”, dijo.

 

En 1996 tuve que irme de Adyar, como consecuencia de un periodo de falta de salud y constante estrés. Cuando después de un tiempo le escribí para decirle que lamentaba cualquier dolor de cabeza que le hubiera causado, me contestó diciendo: “No es necesario disculparse por algo que no hiciste deliberadamente. Tendrás otras oportunidades”.

 

En 1999 me invitó a conducir una sesión de la Escuela de la Sabiduría. Durante los dos periodos en que residí en Adyar, vi muchos ejemplos de la naturaleza maternal de Radhaji: su amor por los animales, por los niños, y la ayuda económica que ella daba personalmente a innumerable cantidad de personas. Ella nunca tuvo hijos propios, pero el corazón de madre estaba muy vivo en ella. Y en las profundidades de ese corazón, purificado de conflicto y auto-interés, comprometida con el trabajo de los Grandes Seres, había por cierto un lugar especial para Adyar. Ella estaba convencida, con cada fibra de su ser, que en Adyar moraba la sacralidad. Y a esa sacralidad ella la llamaba su hogar.

  

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