Vol. 136 - Número 01 - Octubre 2014 (en Castellano) |
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Radhaji: amiga y compañera. En Memoria
Joy Mills.
Fue en el año 1966. Lugar: The Kongresshaus, Salzburgo, Austria. Ocasión: Quinto Congreso Mundial de la Sociedad Teosófica, el primer evento de esta clase que se celebraba después de la Segunda Guerra Mundial. Se congregaron más de 1200 miembros de todo el mundo para escuchar a los principales dignatarios de la Sociedad: el Presidente N. Sri Ram; el Vicepresidente, James S. Perkins; el Presidente de la Federación Europea, John Coats quien, junto con un extraordinario equipo de trabajadores, había organizado el Congreso; Geoffrey Hodson, Rukmini Devi Arundale, Clara Codd, nombres muy familiares para todos los asistentes; y también, entre los oradores, los Secretarios Generales de unas cuarenta Sociedades Nacionales.
Ese fue el momento, el lugar y las circunstancias del primer encuentro entre Radha y yo. Ella era Secretaria General de la Sección de la India y yo era Secretaria General (Presidente Nacional) de la Sección americana. Radha ya era conocida no sólo por ser hija del Presidente internacional, sino por sus muchos méritos, incluyendo el de ser primera bailarina de Bharatanatyam y el papel que tuvo en la película clásica de Jean Renoir “El Rio”. Además de las distintas conferencias que se ofrecían en el programa del Congreso Mundial de Salzburgo, también había varias reuniones para que los Secretarios Generales pudieran intercambiar opiniones sobre temas significativos de interés para la Sociedad; una conferencia sobre las edito-riales, una reunión consultiva del Consejo General etc. Esas reuniones más reducidas del Congreso de Salzburgo fueron maravillosas oportunidades para conocer a mis colegas del cuerpo de gobierno de la Sociedad y sobre todo para valorar otras opiniones distintas a las mías.
El año siguiente, 1967, visité Adyar por primera vez y continuó mi amistad con Radhaji, una amistad que duraría toda la vida, porque pude conocerla más plenamente. Cuando falleció el Sr. Sri Ram en 1973, se celebraron elecciones y el Sr. John Coats ocupó la Presidencia de la Sociedad. Entonces me nombró a mí como Vicepresidente Internacional, con lo cual me quedé a vivir en Adyar seis años. Esta sucesión de eventos también sirvieron para acercarnos mucho más a Radhaji y a mí, y después ella accedió a la presidencia en 1980. Seguí viajan-do frecuentemente a Adyar para las reuniones del Consejo General, porque me había nombrado uno de los “Miembros Adicionales” del Consejo y en su papel de Presiden-te del Krotona Institute, ella también visitaba Krotona, donde yo era residente después de mis años de la vicepresidencia. En varias ocasiones durante mis visitas a Adyar, me invitó a quedarme en su casa, en los Parsi Quarters, como se la conoce, siempre tan acogedora, y así tuve ocasión de mantener con ella numerosas conversaciones e intercambio de ideas.
Memorables, por supuesto, fueron las conversaciones más íntimas, el compartir nuestras opiniones sobre el buen curso de la Sociedad, su profunda preocupación por que Adyar siguiera siendo la sede mundial de la Sociedad, sus ideas para un mayor rendimiento de la finca, aun manteniendo su belleza y atmósfera únicas. Le interesaba también utilizar de forma sabia y prudente, aunque frugal, los bienes de la Sociedad, mientras atendía a la mejora gradual de las instalaciones de Adyar. Creo que conocía cada uno de los árboles, de los arbustos y de todas las criaturas que se movían por la finca. ¡Cuántos paseos (me costaba seguir su ritmo rápido) habíamos dado por Adyar, y siempre me mostraba lugares que yo no conocía o me señalaba algún árbol totalmente desconocido para mí! Conocía toda la finca, tanto en sus partes salvajes como en las otras, de una manera que nadie que no hubiera nacido y crecido allí habría conocido; ¡las mismas raíces de Adyar se hallaban en las suyas!
Con el transcurso de los años, tanto si nuestros encuentros eran frecuentes como si no, tanto si esos encuentros eran en Adyar como en Krotona o en posteriores Congresos Mundiales, Nueva York en 1975 u otros posteriores en Nairobi, Sydney, Brasil, en eventos europeos o en la sede de la Sección Americana, siempre teníamos una alegría inmensa de volvernos a encontrar y nuestra amistad crecía cada vez más. No estábamos siempre de acuerdo en los temas referentes al buen curso de la Sociedad, pero compartíamos un objetivo común cuando se trataba de la siguiente pregunta: ¿qué es lo que más beneficia al trabajo de la Sociedad?
La amistad, me parece a mí, necesita dos elementos importantes: una disposición para escucharse mutuamente y un respeto por las opiniones del otro. Estos atributos estaban siempre presentes cada vez que Radha y yo nos reuníamos para discutir de temas referentes al bienestar de la Sociedad. Podíamos muy bien diferir en nuestra respuesta con algún tema que surgía en la reunión del Consejo General, pero nos escuchábamos la una a la otra y siempre se respetaba la respuesta que cada una de nosotras daba al tema en cuestión. No se trataba de ganar la discusión, sino de reconocer la necesidad de llegar a una comprensión más profunda, tal vez a un compromiso, tal vez a una aceptación de un punto de vista que no se había considerado antes. Lo importante era el bienestar de la Sociedad, su armonía con los principios teosóficos, su “honestidad” con los ideales teosóficos.
Aunque el foco central de la mayoría de nuestras conversaciones durante todos esos años estaba dirigido al bienestar de la Sociedad, a su sede internacional, y la salud u otros asuntos de sus numerosas secciones nacionales, también nos interesaban a las dos muchos otros temas en nuestras conversaciones. Las dos éramos ávidas lectoras, preocupadas por el estado del mundo y por mu-chas otras cosas sobre las que los principios teosóficos ciertamente podían arrojar mucha luz. Por eso nuestras conversaciones cubrían muchas cosas, desde la política a la economía, desde la educación a la medicina alternativa, a las ideas culturales, al vegetarismo, al veganismo, a la ciencia, al medio ambiente y más allá.
Por eso ahora, querida Radha, no nos estamos despidiendo, sino que hay que seguir adelante, hasta que volvamos a encontrarnos.
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