Volver al Índice de Revistas
El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 135 - Número 12 -  Septiembre 2014 (en Castellano)

 
Anterior
Página 9
Siguiente

  

El número siete y nuestra Sociedad

 

H. P. BLAVATSKY

Reimpreso de la publicación de The Theosophist, setiembre de 1880

 

 

 

El lector observador debe haber reflexionado bastante sobre la importancia misteriosa que el número Siete parece siempre haber tenido entre los antiguos, como se indicó en pocas palabras en nuestro número de junio, así como la teoría de los ciclos, tratada en la publicación de julio. (Ambas publicaciones están disponibles en la web en: www.theosociety.org/pasadena/theos-hp.htm). Allí se mencionó que los científicos alemanes le están prestando atención actualmente a esta manifestación de la armonía numérica y periodicidad de las operaciones de la Naturaleza. Una serie de observaciones estadísticas, que abarcan varios siglos de hechos históricos, tienden a mostrar que los antiguos deben haber estado perfectamente conscientes de esta ley cuando construyeron sus sistemas de filosofía. Ciertamente, cuando la ciencia estadística esté totalmente perfeccionada, como parece factible que así sea, habrá un aumento constante en las pruebas de que la evolución de los héroes, poetas, jefes tribales, filósofos, teólogos, grandes mercaderes, y todo personaje notable, sea una estimación posible basada en la potencialidad de los números, como el regreso de un cometa, por las reglas de los cálculos astronómicos. El relativamente sistema moderno de seguro de vida se basa en la expectativa de vida calculada sobre el promedio de ciertas edades y mientras nada es tan inseguro como la longevidad de cualquier individuo en una comunidad, nada es más seguro que la posibilidad probable de vida de cualquier persona, en la masa de la población, y se puede conocer basado en el promedio general de la vida humana. Ciertamente, como M. de Cazeneuve, en el Journal du Magnetisme, debidamente observa, la ley de proporciones numéricas se verifica en todo departamento de las ciencias físicas. Lo vemos en la química como la ley de proporciones definidas y múltiples; en física, como la ley de óptica, acústica, electricidad, etc.; en mineralogía, en el maravilloso fenómeno de la cristalización; en astronomía, en la mecánica celeste. Bien puede afirmar el escritor mencionado: “Las leyes físicas y morales tienen infinitamente tantos puntos de contacto, que, si todavía no hemos alcanzado el punto donde podemos demostrar su identidad, no es menos cierto que allí existe entre ellas una analogía muy grande”.

 

Hemos intentado mostrar cómo, por medio de cierto instinto común, todas las personas y en todas las épocas, le han dado al Número Siete una solemnidad peculiar y una significación mística. Nos queda ahora a nosotros citar, de la experiencia de la Sociedad Teosófica, algunos hechos que indican cómo su poder se ha manifestado en nosotros. Continuamente nuestras experiencias se han asociado con el Siete o alguna combinación o múltiplo del mismo. Y se debe recordar que, ni siquiera una vez, hubo intención de que el número jugara un rol en nuestros asuntos pero, por el contrario, lo que sucedió fue en muchos casos exactamente lo opuesto a lo deseado. Fue sólo el otro día que comenzamos a darnos cuenta de la sorprendente cadena de circunstancias, y algunas sólo se recordaron ahora en el momento de escribir.

 

Los dos fundadores principales de nuestra Sociedad, fueron el Presidente, Coronel Olcott, y la Conductora de esta Revista. Cuando se conocieron (en 1874) el número de la oficina del primero era siete, y el número de la casa de la segunda era diecisiete. La Alocución Presidencial Inaugural fue dada el 17 de noviembre de 1875; la Sede Internacional se estableció en la calle 47, (tienen número todas las calles hacia la parte alta de la ciudad en Nueva York) y la oficina del Cnel. Olcott fue cambiada a 71 Broadway. El 17 de diciembre de 1878 nuestros delegados emprendieron su viaje por mar hacia Londres, camino a India: el viaje, debido a tormentas y niebla, duró diecisiete días; partimos de Londres hacia Liverpool el 17 de enero de 1879, para tomar el vapor hacia Bombay, abordamos al día siguiente, pero permanecimos toda la noche en el Mersey, y el 19, a diecisiete días de haber llegado a Inglaterra, partimos. El 2 de marzo, diecisiete días después de llegar a Bombay, nos mudamos a la vivienda en la que hemos estado desde ese momento. El 23 de marzo, treinta y cinco (7 x 5) días después de llegar, el Cnel. Olcott dio su primer discurso público sobre Teosofía, en el Instituto Framji Cowaskji de Bombay. El 7 de julio, se escribió la primera propuesta del proyecto de fundación de The THEOSOPHIST; el 27 de setiembre, se hizo el primer “formato” en la oficina de la imprenta, y el 1 de octubre, nuestro día 227 en India, apareció la revista.

 

Pero anticipamos eventos. A principios de abril, del año pasado, el Cnel. Olcott y la Conductora de esta revista fueron a las Provincias N. W. para reunirse con Swami Dayanand, y se ausentaron de la Sede Internacional treinta y siete días, y visitaron siete ciudades diferentes durante el viaje. En diciembre de ese año nuevamente viajamos hacia el norte, y el 21 (7 x 3) de ese mes, se realizó una reunión especial en la Sociedad de Pandits de Benarés, para saludar al Cnel Olcott y nombrarlo Miembro Honorario como prueba de amistad de los pandits hindúes ortodoxos hacia nuestra Sociedad, un hecho muy importante.

 

Respecto a nuestro viaje a Ceilán (Sri Lanka), al consultar el diario vemos que nuestro grupo partió de Bombay, el 7 de mayo, el vapor puso en marcha sus máquinas a las 7:7 de la mañana. Llegamos a Point de Galle el 17. En Ceilán, en la primera reunión de candidatos para la iniciación, se presentaron siete personas. En Panadure, primero se iniciaron siete, porque la tarde estuvo tan tempestuosa y borrascosa que los demás no pudieron salir de sus hogares. En Colombo se iniciaron catorce (7 x 2) la primera noche, y en la reunión preliminar para organizar la rama local temporalmente, hubo veintisiete. En Kandy, diecisiete formaron el primer cuerpo de candidatos. De regreso a Colombo, organizamos la “Sociedad Teosófica Lanka”, una rama teosófica, el 17 del mes, y en la noche, cuando se formó la rama Panadure, treinta y cinco nombres (7 x 5) se anotaron del modo siguiente: siete sacerdotes se iniciaron aquí durante esta segunda visita, y en Bentota, donde nos demoramos para organizar una rama, nuevamente se admitieron siete sacerdotes. Treinta y cinco (7 x 5) miembros organizaron la rama Matara y aquí nuevamente los sacerdotes admitidos fueron siete. Así fue también en Galle, veintisiete personas se presentaron la noche de la organización, los demás estuvieron inevitablemente ausentes, y en Welitara el número fue de veintiuno, o tres veces siete. Después de contar todos los budistas laicos incluidos en nuestras siete ramas de Ceilán, dedicados a los intereses de esa fe, encontramos que nuestro número místico siete ocupa el lugar de las unidades, y lo que se suma a la singularidad del hecho, es que se dio el mismo caso con el número total de sacerdotes que ingresaron a la Sociedad Matriz.

 

Nuestra fatalidad séptuple nos acompañó durante todo el viaje de regreso a Bombay. Dos miembros de la Delegación, por tener asuntos urgentes, tomaron un vapor antes desde Colombo, reduciendo así nuestro número a siete. Dos más intentaron por todos los medios de regresar a casa desde Galle, tomando el navío del 7 de julio, pero sucedió que la embarcación no paró allí y entonces, nuestro grupo de siete llegó el 12, el día cincuenta y siete después de nuestra llegada. El viaje por mar desde Ceilán a Bombay, se puede decir que comenzó después de dejar Colombo, ya que la ruta desde Galle a ese puerto está en aguas celandesas. Supimos por algunos amigos, cinco laicos y dos sacerdotes, nuevamente siete, que fueron a Colombo a despedirnos, supimos que el THEOSOPHIST de julio había llegado allí, y como naturalmente estábamos ansiosos de ver una copia, pidieron con urgencia que nos enviaran una, si era posible antes de las 5 de la tarde, la hora en que pensamos partiríamos del puerto. Nos prometieron que así sería, y después que nuestros amigos se fueron, observábamos todo barco que se acercaba. Se hicieron las cinco en punto, luego las seis, y las seis y media, pero no llegó ningún mensajero o revista para nosotros. Finalmente, exactamente a las siete, vimos que una pequeña canoa se movía en el mar apresuradamente; se acercó, se puso al lado; en su proa, pintado de blanco, estaba el Número Siete; un hombre subió al barandal del barco, y en su mano estaba lo que esperábamos! Cuando se elevó el ancla, y sonó la campana del piloto para que las máquinas se pusieran en marcha, dos de nuestro grupo corrieron para mirar el reloj del barco: marcaba las siete y siete minutos de la tarde.

 

En Tuticorin, el Sr. Padshah, uno de nuestro grupo, se dirigió a tierra porque quería regresar a Bombay por tren para ver el Sur de India y notamos que el pequeño bote en el que regresó a tierra –al moverse pudimos verlo con claridad- tenía el número cuarenta y siete. En nuestro viaje de ida por la costa hacia el sur, nuestra embarcación tocó catorce (7 x 2) puertos; de regreso a casa, nuestro navío, debido al monzón y al fuerte oleaje en la Costa de Malabar, visitamos sólo siete. Y finalmente, como para mostrarnos que nuestro destino septenario no se evadiría, fue exactamente a las siete en punto, como el tronco del show SS. Chanda, cuando vimos al piloto de la bahía de Bombay; a las 7:27 sonó la campana para reducir la velocidad de la máquina; a las 7:47 el piloto se puso de pie sobre el “puente” y tomó control del barco, y a las 9:37 nuestra ancla fue arrojada del Apollo Bunder, y nuestro viaje concluyó así el 24 de julio, el día setenta y siete después del día en que partimos hacia Ceilán.

 

Atribuirle una mera coincidencia a esta extraña concatenación de hechos, si no algo totalmente sin precedentes, en los que estaba el número Siete, como los astrólogos lo llamarían “en ascendente”, sería un absurdo. El examen más superficial de la doctrina del azar será suficiente para demostrarlo. Y, si ciertamente debemos admitir que alguna misteriosa ley de potencialidades numéricas está reafirmándose en moldear los destinos de la Sociedad Teosófica, ¿dónde nos dirigiremos para buscar una explicación, excepto a esas filosofías asiáticas antiguas que fueron construidas sobre los fundamentos de la Ciencia Oculta?

 

Se dice que el número promedio de vidas que se pasan en la tierra entre la individualización y cuando se alcanza el Adeptado es aproximadamente 777. De éstas, unas 700 se pasan en adquirir experiencias en condiciones salvajes y semi-civilizadas, unas 70 en adquirir experiencias en condiciones civilizadas y en perfeccionar la naturaleza moral, y las últimas 7 en hollar el Sendero que conduce al Adeptado.

                        

Auto-cultura a la luz de la Sabiduría Antigua

I. I. Taimni

 

 

Anterior
Página 9
Siguiente