Vol. 135 - Número 09 - Junio 2014 (en Castellano) |
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Discurso Inaugural Tim Boyd
SALUDOS para todos. Es un gran honor estar aquí con todos ustedes. Siento una gran humildad al ver que muchos de ustedes han dedicado tiempo e interés por la Sociedad Teosófica y por quien pueda ser su Presidente. Hoy estoy aquí porque hemos celebrado recientemente una elección, y ahora estamos teniendo una inauguración. La Sociedad Teosófica, desde su fundación, ha elegido a sus líderes de forma democrática. Se han hecho votaciones. Algunos han votado de una forma, y otros han votado de manera diferente. A quienes vieron que valía la pena considerar la posibilidad de que asumiera el cargo, les doy las gracias. Para todos aquellos que vieron otra opción y otra posibilidad, les doy igualmente las gracias, porque todos hemos confiado no solamente en una persona, sino en una organización que cuenta con una rica historia, una visión poderosa, y una misión para elevar a la humanidad. Por esto, el individuo que al final se pone a hablar ante el micrófono, es realmente algo secundario para considerar. Me encuentro en la posición de ser el octavo presidente de la Sociedad Teosófica desde su fundación en 1875 en la ciudad de New York. Muchos de ustedes han conocido algunas de las personas que han ocupado este cargo, y cada uno de ellos, sin duda, ha sido un gran individuo. Ninguno era perfecto, pero todos eran perfectos en su devoción a la Sociedad Teosófica y en su vida de servicio a este trabajo que consideraban tan valioso. Como octavo Presidente, soy el más reciente en aportar mi propio conjunto particular de imperfecciones a este trabajo, pero prometo que lo intentaré. Más no puedo prometer. Desde sus inicios, la Sociedad Teosófica se ha comprometido en un trabajo muy importante en todo el mundo. Hemos visto una gran parte de ese trabajo, pero hay otra igualmente grande que ha tenido lugar en las áreas más importantes que debía cubrir, que son los niveles internos de nuestro ser. Si realmente tuviéramos que señalar lo que la Sociedad ha hecho, podríamos decir que se ha dedicado a sembrar en la conciencia humana, igual como el agricultor siembra la tierra, unas semillas con un gran potencial que se esperaba que dieran frutos. El nombre particular que se ha dado a este trabajo ha sido el de Teosofía, la Sabiduría Eterna, que habla de las posibilidades de desarrollo de las capacidades que tenemos cada uno de nosotros, pero que parecen permanecer ocultas, latentes, durante el transcurso de nuestra vida. Con la introducción de la Sociedad Teosófica, se describió vívidamente una gran parte de ese paisaje oculto de nuestra conciencia y se dibujó una vía para nuestra verdadera transformación. Si lo miramos históricamente, una de las semillas plantadas, germinó y dio fruto en alguien como Annie Besant. Otra semilla germinó en alguien llamado J. Krishnamurti. Y otras semillas que se plantaron, se refieren a los científicos contemporáneos como Rupert Sheldrake, poetas como W.B. Yeats, artistas como Kandinsky. El movimiento del pensamiento humano, las artes, y de todos los reinos en expansión desde lo interno a lo externo se han visto profundamente influenciados por esta acción de plantar todas esas semillas. Aunque todo eso tenga su propia importancia, probablemente, para usted y para mí la verdadera importancia de esta siembra de semillas, sea la de que también se han plantado por igual en cada uno de nosotros. Ahora estamos esperando que germinen y florezcan. El trabajo de la ST en el mundo y su influencia en la conciencia del mundo es algo claro e innegable. No hay nada de todo cuanto vemos en el mundo actual, que no haya sido tocado por esta sabiduría llamada Teosofía y su Sociedad. Cada uno de nosotros es un receptor de este gran beneficio. La instrucción original que tenía la Sociedad de popularizar el conocimiento de la Teosofía, se ha cumplido espléndidamente de muchas formas. Si de nuevo nos remontamos al contexto de 1875, cuando apareció esta sociedad, las distintas ideas y conceptos que hoy en día damos por sentado - como la constitución septenaria del ser humano; como el hecho de que somos algo más que un cuerpo; como que hay toda una serie de capas y planos de existencia, que están funcionando simultáneamente dentro de cada uno de nosotros- no sólo eran ideas remotas, sino que eran desconocidas, sobre todo en el mundo Occidental. Ideas muy comunes y corrientes en el mundo Oriental – tales como karma y reencarnación, que son un hecho cierto en la vida de muchas personas, eran ideas desconocidas en el mundo Occidental de Europa y las Américas. Hoy en día, cualquier diccionario del mundo contiene todos estos términos, y las ideas se han arraigado en un sentido popular. Es muy frecuente estar sentado en una cafetería o en una tienda en los Estados Unidos, y oír una conversación en la que alguien habla de su karma, o acerca de la reencarnación, o sobre algún nivel de los sueños y sus significados - todo esto era impensable en el mundo de 1875, y ahora es muy común. Esas semillas en particular han florecido. Este hecho beneficioso forma también parte del problema. Las enseñanzas teosóficas presentan una visión integral. Sin embargo, el mundo en general las ha adoptado en sus detalles particulares, tomando lo que le interesaba y dejando de lado la visión más amplia dentro de la cual se encuentran. Así pues, conceptos tales como karma, los planos de la naturaleza, la evolución espiritual, e incluso seres como los Maestros de Sabiduría, se han minimizado — reducido hasta convertirse en productos y simples detalles en la incesante búsqueda de la autosatisfacción. Eso es parte del problema. Como miembro de la Sociedad Teosófica, esta condición del mundo nos plantea ciertas preguntas. En el momento de la fundación de la Sociedad, fue considerada como el bálsamo consolador de la verdad que si se presentaba de forma adecuada, podría ayudar mucho a aliviar gran parte del sufrimiento que el mundo se causa a sí mismo. Poca gente alegaría que el mismo tipo de motivos egoístas que estaban activos en los corazones y las mentes de muchas personas en 1875, están menos activos en el 2014. En todo caso el nivel de competición egoísta ha aumentado. Las naciones, grupos e individuos, se encuentran en lucha constante los unos contra los otros - ¿para qué? Parece que todo el mundo, está tratando de conseguir algo más. Pero, ¿más de qué? Más de todo: más control, más dinero, más fama, más. El mismo tipo de deseos que corroe el corazón de la gente ahora mismo, ha corroído los corazones de la gente antes, incluso en presencia de algo que llamamos “Teosofía”. Lo que describimos como sectarismo religioso no difiere en ninguno de sus detalles, de las naciones en guerra ni de las empresas depredadoras. Si lo engloban, todo parece lo mismo. Todo el mundo está compitiendo por “su parte del mercado”, su porción del pastel global. El escenario de hoy en día no es la visión que se esperaba de la de la humanidad y que tanta gente proyectaba en el futuro cuando se fundó la ST. Lo que nos obliga a hacernos algunas preguntas sobre nosotros mismos. La primera podría ser: “ ¿Qué, ha ocurrido con este bálsamo tranquilizante de la verdad que la Sociedad Teosófica introdujo en el mundo?” No hay religión más elevada que la verdad; no hay dharma más elevado que la verdad - ninguna persona, ninguna idea, ningún movimiento, ninguna enseñanza. Frente a esta expresión más reciente de la sabiduría eterna, ¿Cuál ha sido la respuesta de nuestro mundo? Esto también nos hace pensar en otra pregunta: como miembros de la Sociedad Teosófica, como gente que en realidad valoramos y tratamos de vivir según nuestras experiencias de esta Verdad, ¿cuál es nuestro papel en la consecución de este estado de cosas en el mundo? ¿Hemos abdicado de un papel que debería implicar a quienes, al menos en teoría, tienen conocimientos? Lo que nos hace plantearnos otra pregunta: ¿es suficiente el conocimiento, incluso el conocimiento que describimos como Teosófico? ¿Es suficiente con decir que “lo sé”, y decir que sé algo que las personas sabias de todas las épocas han señalado por tener un gran valor? Para algunos la respuesta que nos da el mundo es que tal vez se necesite algo más, ¿y qué es? Todos estamos dotados de cierto grado de sensibilidad, en formas ligeramente diferentes. Hay unos pocos que no son conscientes de que está emergiendo un nuevo esquema en el mundo actual. Podemos ver que está ocurriendo, sabemos que algo está sucediendo, pero nuestra capacidad para describir sus contornos, para señalar el camino por el que va a emerger, es de alguna forma limitada. Aun así, todos sabemos que algo está ocurriendo en este mundo. Hay una conciencia poderosa que quiere darse a conocer en el mundo. Si fuera una persona, podríamos describirla como algo que quiere caminar entre nosotros. Existe esta conciencia, que siempre busca, así como el agua busca caminos para fluir. Esta conciencia está permanentemente disponible para las vías de entrada por las que puede hacerse sentir. Para aquellos quienes han abrazado el sendero espiritual, para quienes las ideas y verdaderas experiencias de la Teosofía han adquirido significado, podemos decir que nuestro papel es el de convertirnos en esa vía de entrada. Pero tenemos un problema. Puede parecer pequeño, y tal vez no haría falta ni mencionarlo, pero el mundo actual, con su profundo anhelo de tener alguna conexión con algo que sea “real”, algo que hable a la belleza interna, a la llamada interna que existe en cada persona - ese mundo – no va a construir un camino hasta nuestra puerta, y tampoco hay razones para esperarlo. Tal vez la pregunta más valiosa para nosotros sería: ¿estamos construyendo un camino hasta los necesitados? Este trabajo que tenemos por delante, es el mismo trabajo que tenían los Fundadores; no ha cambiado. Es el trabajo de abrirse a un mundo muy necesitado. Annie Besant, una de las grandes presidentas de la ST., habló acerca de la vida espiritual de muchas maneras. Una de las cosas que dijo de la espiritualidad y especialmente de nuestro esfuerzo y nuestro enfoque de esto, es que deberíamos dejar que nuestra espiritualidad se juzgara por el efecto que teníamos en el mundo — no por lo bien que nos sentimos con nosotros mismos, ni por nuestra habilidad de sentirnos en paz en nuestros momentos privados, - ninguna de esas cosas: “Dejemos que nuestra espiritualidad sea juzgada por el efecto que producimos en el mundo. Procuremos de que el mundo pueda crecer más puro, mejor, y más feliz porque estamos viviendo en él.” Quizás eso pueda no ser la norma de todos para la espiritualidad, pero, es un argumento válido para tenerlo en cuenta. Compartiré con ustedes dos pasajes olvidados de la espiritualidad cristiana. Estos son los que la gente tiende a no citar. El primero es: “A menos que el Señor construya la casa, quienes lo hacen, trabajan en vano.” El segundo es el que formó la base del trabajo de Mahatma Gandhi, Martin Luther King y otros de esa profundidad de percepción: “No resistir el mal”. Para mí, la conexión entre estas dos citas no tiene nada que ver con el mal, y definitivamente nada que ver con la construcción de casas. Tiene que ver con un estado de nuestro ser que tal vez a veces pasamos por alto. En una palabra, esa condición de nuestro ser, de nuestra mente, podría describirse como un estado de apertura. Como una puerta que se abre, o una ventana que se abre, se trata de una condición de nuestro ser que no se resiste a nada, que no bloquea nada, que no se aparta de lo que nuestra mente califica como de feo o de inferior. No resistir. La resistencia, por su propia naturaleza, es la respuesta de una mente que está atrapada en el miedo. “Autoprotección” es la mente que resiste. Para aquellos que son verdaderamente sabios, este comportamiento incluso puede parecer cómico, si no causara tanto sufrimiento. Un filósofo taoísta moderno preguntó, y luego respondió a la pregunta: “¿por qué son ustedes infelices? “Porque el 99.9 por ciento de todo lo que hacen, de todo lo que piensan, de todo lo que quieren, es para el yo, y ese yo no existe”. El yo, que ocupa tanto nuestra atención, que nos esforzamos tanto por embellecer, por armonizar, por seguir la dieta correcta, por pensar los pensamientos correctos, este yo, por su propia naturaleza, carece de sustancia. Las formas externas más adquisitivas de egoísmo: acaparamiento de dinero, casas y reputación, son fáciles de identificar. Las más sutiles, como nuestro compromiso con un yo perdurable que seguirá existiendo de cuerpo en cuerpo, de cultura en cultura, son más difíciles. Sin embargo, cuando se examinan con atención, nadie ha sido capaz hasta ahora, de señalar a este yo tan esquivo. Las respuestas son buenas, pero está la pregunta que es la más valiosa. La pregunta establece el foco para vivir. Las respuestas tienden a ser cosas pequeñas. Así que, esas son las preguntas, los temas que deberían interesarnos interiormente. En este momento no nos falta nada en este trabajo de desenvolvimiento. La semilla se ha plantado dentro de nosotros, el suelo, el agua, los nutrientes, todo se encuentra en este momento. La única cosa que impide que la luz brille y vivifique estas semillas son los obstáculos que vamos poniendo como si fueran nubes. Dicen que lo que eres habla tan fuerte que la gente no puede oír ni una palabra de lo que dices. Tu estado interno es lo que se necesita. Ese estado es esta cualidad de apertura; no es tolerancia, no es simplemente la aceptación de diferentes credos, religiones o razas. Si bien esto es importante, la apertura exige algo más de nosotros. En este momento, hemos de responder a esa llamada constante que se nos hace para abrirnos, ya que es la única forma que tenemos como individuos, de poder transformarnos, y la única manera en que la humanidad pueda experimentar la regeneración de la que han hablado los presidentes anteriores. Ese es el objetivo del trabajo teosófico en su conjunto.
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