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El Teósofo - Órgano Oficial del Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 135 - Número 08 - Mayo 2014 (en Castellano)

 
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Desde la Atalaya

  

Tim Boyd

  

Algunos de los más grandes sabios que han vivido tuvieron especial cuidado de acentuar un punto en particular. Aunque el punto ha sido expresado en numerosas formas, la idea esencial es que el cambio es constante e inevitable. En este mundo todas las cosas cambian. Uno pensaría que este punto es tan obvio que no necesita ser expresado tan a menudo y en tan diferentes formas. Sin embargo, parece que para las personas sabias hay una razón para esta repetición. Aquellos de nosotros quienes con los años hemos observado que nuestro cabello se vuelve gris y nuestros cuerpos cambian, no necesitamos  que nos convenzan. Los jóvenes entre nosotros presencian el mismo proceso cuando sus voces se profundizan, las tecnologías cambian, y nuevos niveles de responsabilidad se abren a ellos.

Así, ¿por qué acentuar lo tan obvio? Parece que para nosotros, aún cuando ‘sabemos’ que el cambio es inevitable, no hemos aprendido a incluirlo. La respuesta normal es resistirlo e ignorarlo. Todas las industrias han crecido alrededor de este deseo masivo de detener, o al menos retardar, la embestida de la ola del cambio. En el Occidente, una de las especialidades que ha crecido más rápido en la medicina es la cirugía estética –cortar aquí, un pliegue allí- y el cirujano puede dar la apariencia de un rostro joven a  una persona, pero estas personas no viven mucho más, ni alcanzan niveles superiores de felicidad durante el transcurso de sus años. En realidad esta clase de procedimientos probablemente tienen poco que ver con cómo nos ven los demás, sino que somos guiados por cómo deseamos vernos. Esto es simplemente un ejemplo expreso de nuestra necesidad de crear al menos una ilusión de constancia y control en este mundo fluctuante. Innumerables otros ejemplos pueden verse con sólo pensar un poco –todo con una fijación en obtener más y más dinero, la necesidad de títulos y reconocimientos, el deseo de que nuestro cabello sea más oscuro, o más claro, el deseo de gustar, de que piensen muy  bien de nosotros, de ser bellos, de ser inteligentes. Todo esto refleja nuestra necesidad de conectar con algo más grande que los límites de lo que vemos.

Tal comportamiento es fácil de criticar, o caricaturizar. Sin embargo, el axioma hermético que enuncia “Como es arriba, es abajo” nos da una indicación de un significado más profundo. Un escritor americano contemporáneo, Jack Kerouac, lo puntualizó muy  simplemente. El escribió “Nadie cree que no hay nada en que creer”. Muy profundamente dentro de todos nosotros hay una certeza de algo que es inmutable. Todos sentimos esto. El hecho que su presencia esté oculta de nosotros en el mundo común y corriente, causa que actuemos extrañamente. No encontramos lo que todos sabemos débilmente que es real, pero lo proyectamos al mundo en estas variadas y  divertidas formas.

Por extraño que pueda parecer, nuestro confuso alcance de la juventud eterna termina en menos abundancia, perfecta salud, conocimiento y poder y pueden verse como una prueba de su realidad. Lo que nosotros los teósofos llamamos Verdad, es eterna, sin límites, perfecta, omnipresente y alcanzable por cada uno de nosotros. La desventaja para nosotros como seres humanos es nuestra tendencia a tratar de forzar al mundo para que nos recompense con algo que no puede dar. La real necesidad que se halla detrás de nuestro esfuerzo es alcanzar la paz, la sabiduría, por una seguridad que tiene sus raíces en lo eterno.

Recientemente, dentro de la Sociedad Teosófica la necesidad del cambio ha caído sobre nosotros. Con la muerte de nuestra presidenta internacional, con treinta y tres años de liderazgo todo cambió repentinamente. Siguiendo a nuestro extenso periodo de elecciones estamos ahora enfrentados con la necesidad de acomodarnos con un nuevo presidente. Como con todos los cambios en el pasado, la ST se acomodará y progresará. El trabajo de la ST no ha cambiado desde su fundación. Los comentarios de HPB sobre el Futuro de la Sociedad Teosófica en La Clave de la Teosofía son dignos de considerar:

 

“Su porvenir dependerá casi enteramente del grado de generosidad, celo, lealtad y por último, (pero no por eso lo menos importante), de la suma de conocimiento y sabiduría que posean aquellos miembros en que recaiga el deber de continuar la obra y dirigir la Sociedad después de la muerte de los Fundadores.

Hablaba más bien de lo mucho que necesitarán nuestros sucesores un juicio claro y recto en la dirección de la Sociedad. Todos los intentos parecidos al de la Sociedad Teosófica han fracasado hasta ahora, porque tarde o temprano han degenerado en sectas, formulado dogmas cerrados y perdido de esta manera, por grados imperceptibles, aquella vitalidad que sólo la verdad viviente puede dar.

…….si la Sociedad Teosófica sobrevive y se mantiene fiel a su misión y a sus primitivos impulsos, a través de los cien años próximos decidme, repito, si voy demasiado lejos al afirmar que la Tierra en el siglo XXI será un paraíso en comparación con lo que es ahora!”

 

¡Claramente, tenemos mucho que hacer!

 

 

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