Vol. 134 - Número 11 - Agosto 2013 (en Castellano) |
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Mi introducción a las enseñanzas de Krishnamurti
S. N. DUBEY Desempeña el cargo administrativo superior en la Fundación Krishnamurti, India, en Varanasi.
No conocí a J. Krishnamurti personalmente y solamente lo vi y escuché en una oportunidad, pero esta conferencia está muy vívida en mi memoria. Mucho más tarde en mi vida me convertí en un ferviente estudiante de sus enseñanzas. En octubre de 1982, mientras estaba destinado en Bihar, había ido a Delhi para asistir a una reunión oficial y un amigo me llevó a una conferencia de J. Krishnamurti. Entramos al salón donde se organizó la charla y nos sentamos. Después de un rato, entró un anciano físicamente delicado y tomó asiento, estaba impecablemente vestido con un Kurta-pyjama y chaqueta, y su cabellera totalmente blanca estaba bien peinada. A pesar de su avanzada edad (me dijeron que tenía más de 85 años), estaba completamente erguido. Tenía un bello aspecto, nariz puntiaguda y un rostro atractivo. Miró a su audiencia y cuando dirigió su mirada hacia nosotros, tuve la sensación de que me miraba directamente a mí, y sentí muchísimo cariño hacia él, como sucede cuando miro a alguien por quien siento afecto. No había nadie para presentarlo ni decir de qué iba a hablar y después de mirar a su audiencia, comenzó su charla.
Nunca podré olvidar sus palabras iniciales, porque ocasionaron en mí una permanente impresión, la que tengo aún ahora y la tendré para siempre, porque cambió mi vida. Él comenzó así:
Esta no es una conferencia, sino más bien una conversación entre dos personas, entre tú y el que habla, no es sobre un tema en particular que ilustre o dé forma a tu pensamiento u opiniones. Somos dos amigos sentados en el banco de un parque conversando sobre nuestros problemas; somos dos amigos sentados en un banco en el parque, conversando sobre nuestros problemas, amigos profundamente preocupados de lo que pasa en el mundo, con la confusión, el caos que existe por toda la tierra. Me pregunto si tienes algún amigo con quien charlas y sacas a la luz tus sentimientos, tus conceptos, tus ideas, desilusión, etc. Juntos vamos a hablar de esta manera: explorando, preguntando, siendo imparcial, con gran amistad, lo que significa con gran afecto, respetándonos mutuamente sin tener pensamientos o motivos ocultos…
Luego siguió hablando de las razones y causas de la confusión en nuestra vida. Después de esta charla comencé a pensar y recordé que en 1970 escuché de Jiddu Krishnamurti por primera vez, cuando hacía un curso de posgrado en la Universidad de Waterloo, en Canadá, con el catedrático K. Ariaratnam, profesor universitario de ingeniería civil, quien recientemente había concurrido a una charla de J. Krishnamurti, cerca de Los Ángeles en los EEUU. La descripción de la conferencia a la que había ido y lo que influyó en él realmente me conmovieron por un tiempo, pero tal vez yo no estaba listo para entrar en detalles en ese momento porque estaba más centrado en mis objetivos académicos. Más tarde, al ver mi interés en lo que entonces me había descripto, el catedrático Ariaratnam me envió algunas notas de las conversaciones que Krishnamurti tuvo con el catedrático Alan Anderson profesor de Estudios Religiosos en la Universidad del Estado de San Diego, California, EEUU. Las copias de esta conversación junto con lo que escuché de Krishnamurti en persona, en Nueva Delhi en 1982, realmente captaron mi interés en saber más de lo que él hablaba y decía a sus audiencias por todo el mundo. Siempre había pensado que entrar al servicio Administrativo Indio era el momento más exitoso de mi vida y no necesitaba ningún otro sistema de apoyo hasta que escuché a Krishnamurti en 1982. Continué mi vida con falta de confianza en mí mismo por 18 años hasta el 2000.
En enero del 2000 tuve la oportunidad de ir a Rajghat, Varanasi, con un familiar mío, quien una vez fue alumno de la Escuela Besant de Rajghat. Recorrimos los terrenos aledaños a la escuela y visitamos el Centro de Estudio KFI. En el Centro de Estudio, fuimos a ver la habitación en la que Krishnamurti se quedaba cuando iba a Rajghat. En ningún lugar de los alrededores de Rajghat había una estatua, ni monumento, ni lugar para venerar a J. Krishnamurti, ni tampoco plegarias elevadas a él. Esto le pareció un poco raro a mi mente, profundamente condicionada a las tradiciones hindúes. En el Centro de Estudio me dijeron que el Rector del lugar era el catedrático P. Krishna, ex Jefe de Departamento y Profesor universitario de Física, de la Universidad Hindú Banaras; pero no pudimos conocerlo ni verlo porque estaba en una reunión y luego vino la hora del almuerzo. En el Centro de Estudio compré cuatro libros de oferta y es así cómo comenzó mi largo viaje para conocer a J. Krishnamurti y lo que él decía.
Puedo decir con mucha certeza que fue la visita a Rajghat la que realmente me llevó a interesarme en las enseñanzas de Krishnamurti y comencé leyendo estos libros. Fue verdaderamente revelador encontrar un análisis totalmente claro de los profundos problemas humanos y también la explicación de Krishnamurti en la que la única manera de resolverlo es a través de nosotros mismos. Hasta ahora yo, como muchos de nosotros, buscaba afuera las soluciones para mis problemas, sin darme cuenta que uno debe buscar las soluciones en su interior, como Krishnamurti dijo: “nosotros mismos somos los problemas” Había leído algunos libros sobre budismo y Buddha sobre una emoción humana como la ira, dice: “Mata el enojo y será feliz/Con el enojo muerto, ya no lloras más”. Sabemos que un hombre enojado es un hombre feo, que tiene la paz y la felicidad a millas de distancia. A pesar de todas las comodidades que podamos tener, no podemos dormir; a pesar de tener buena salud, somos pobres. Llenos de ira herimos a otros física y verbalmente. Muchos de nosotros tendemos a enojarnos por el más mínimo problema o molestia.
Nos enfurecemos o hacemos cosas que una persona fuera de sí puede hacer cuando alguien nos ofende o lo hace con nuestros seres queridos o si nos causa daño material a nosotros o a nuestra familia o si no se porta bien con nosotros. Es verdad que no todos reaccionamos con enojo y hacemos un contra-ataque. A los más prudentes nos gustaría dejar pasar tales casos no como un problema nuestro sino como de la persona que lo ocasionó. Pero nuestro problema permanece, y ¿cómo matar a la ira? El análisis de la ira de Krishnamurti lo encuentro más científico y real, donde nos dice que estemos conscientes de ella y examinemos la causa de la misma, en vez de condenarla y huir de ella, culpando a otros. Si simplemente podemos observarla sin pesarla o medirla, podremos liberarnos de ella.
Mi introducción a la espiritualidad fue a través de mi madre, quien era profundamente religiosa sin seguir estrictamente los rituales hindúes. Todas las noches cuando comenzaban a brillar las estrellas y terminaba las tareas domésticas, prendía una lámpara de barro y la colocaba delante de una planta de albahaca. Un día cuando me senté a su lado le pregunté por qué prendía la lámpara, y me dijo: “cuando en la noche alguien prende miles de estrellas para mí, yo prendo una lámpara para él”. Me sentaba con ella en silencio mirando el cielo y a medida que oscurecía y aparecían cada vez más estrellas, me esforzaba más y más para ver quién prendía las miles de estrellas. Me pregunto ¿es la religión nuestra relación con el infinito, con todo el mundo, las estrellas, la hierba, y con el morador en él, ya sea que el morador es Dios, nada o yo? Muchas veces en mi vida enmudecí ante la belleza austera de la relación del hombre con el silencio máximo de la nada. Pero, como le pasó a mi madre, ¿alguna vez conoceré a quien prende las miles de estrellas?
Ya adulto, comencé a pensar ¿por qué la humanidad con todos sus logros está ansiosa por el estado del mundo, por lo que podría suceder mañana? ¿Por qué el hombre se ha vuelto el mayor enemigo del hombre sobre la tierra? ¿Por qué ha fabricado bombas nucleares y humanas? ¿Por qué nos sentimos solos, inseguros y tristes? Cuando la tierra tiene tantas cosas hermosas para ofrecer, por qué no podemos escuchar, tocar, oler y ver, responder y crear, celebrar con canciones, danzas y poesía, como lo hizo Tagore. ¿Por qué hemos perdido la habilidad de relacionarnos? El camino de la ciencia, en el que le hemos dado primacía al conocimiento, da poder, poder para cambiar, controlar, maniobrar. El camino de la religión dio relación, comprensión y alcanzó la compasión.
Como en respuesta a mis preguntas los libros de Krishnamurti, me llevaron a tener un diálogo conmigo mismo que desafiaba mi manera de vivir y pensar. Claramente vi la necesidad de un cambio psicológico profundo. Vi cómo aún el sistema educativo moderno, del que yo era parte, era veneno disfrazado que corrompía totalmente a la sociedad, cómo para establecer una sociedad compasiva y sana necesitaríamos un hogar, una escuela y una universidad completamente diferentes, fundadas en la comprensión de nuestra relación con el mundo, y de nuestras propias mentes proyectadas en esa relación. Las enseñanzas de Krishnamurti sí que dieron respuesta a muchas de mis preguntas en el nivel intelectual, pero ¿cómo tener una mente silenciosa como lo había dicho él?
Algunas de sus afirmaciones dadas durante el curso de charlas me dejaron pensando profundamente. Aquí hay algunas de las aseveraciones que realmente me produjeron un revuelo mental:
La intuición es la inteligencia sumamente despierta y es la verdadera y única guía en la vida. Podemos ser muy cultos, pero si carecemos de una integración de pensamiento y emoción, nuestras vidas son contradictorias, están incompletas y divididas con muchos temores, y mientras la educación no cultive una actitud integral ante la vida, tiene muy poco significado. Un pensador consecuente es una persona irreflexiva porque se ajusta a un patrón, repite frases y se estanca en las mismas ideas.
Sobre nuestra temible muerte él menciona muy claramente:
Creemos que vivir está siempre en el presente y que morir es algo que nos espera en un tiempo distante. Pero nunca nos hemos preguntado si esta batalla de la vida cotidiana es vivir de alguna manera. Queremos saber sobre la verdad de la reencarnación, queremos pruebas de la supervivencia del alma, escuchamos las afirmaciones de clarividentes y del fin de lo físico, pero nunca, nunca preguntamos, cómo vivir, vivir con gozo, con encanto, con belleza cada día. Hemos aceptado la vida como es, con toda su agonía y desesperación y nos hemos acostumbrado a ella, y pensamos que a la muerte hay que evitarla cuidadosamente. Pero la muerte es extraordinariamente como la vida cuando sabemos cómo vivir. No puedes vivir sin morir. No puedes vivir si no mueres psicológicamente a cada minuto. Esto no es una paradoja intelectual. Para vivir completamente, totalmente, como si fuera una nueva soledad, debe haber un morir a todo lo de ayer, de lo contrario vives mecánicamente y una mente mecánica nunca puede saber lo que es el amor o lo que es la libertad. (Libertad de lo Conocido).
Lo que Krishnamurti dice sobre morir psicológicamente cada minuto, es mirar nuestras actitudes, opiniones, a las que nos hemos aferrado totalmente por años y estar dispuesto a cambiarlas si vemos que son falsas. Significa morir a los prejuicios que hemos acumulado y que son ilusiones. No podemos morir a la verdad porque la verdad es “lo que es”, y no es ni una idea ni una opinión.
Krishnamurti va más allá para decir que “Toda autoridad de cualquier clase, especialmente en el campo del pensamiento y la comprensión, es la cosa más funesta y destructiva. Los líderes destruyen a sus seguidores y los seguidores destruyen a sus líderes. Tienes que ser tu propio maestro y tu propio discípulo. Debes cuestionar todo lo que el hombre ha aceptado como valioso, como necesario.” (Libertad de lo conocido)
Luego, para mi agradable sorpresa y extrema satisfacción, tuve la oportunidad de ir y trabajar en el Centro Educativo de Rajghat, donde me sumé dejando un empleo muy redituable con una ONG, que había aceptado después de renunciar a I.A.S. dos años antes de lo previsto, en el 2007, después de trabajar allí solo seis meses. Fui realmente afortunado de conocer en Rajghat a algunas personas extremadamente agradables, especialmente al profesor P. Krishna, Sri Rajesh Dalal, Sri Kabir Jaithirtha y Swami Chidananda. Todas estas personas influenciaron mi vida, cada una a su modo. Los libros y artículos del Prof. Krishna, sus conferencias y sesiones de diálogos, me dieron una comprensión práctica y profunda de las enseñanzas de J. Krishnamurti. Aún cuando estuve en el servicio administrativo por treinta y seis años, aprendí mucho de él sobre administración sin causar dolores de cabeza y aún ser efectivo en tratar los temas críticos. El concepto de tomar decisiones de modo grupal que él había introducido en Rajghat, era algo completamente extraño para mí en el comienzo, porque yo siempre pensé que si tenía autoridad para hacer alguna cosa, no necesitaba consultar a nadie y había practicado por años que toda decisión administrativa debe tomarse en secreto. Pero este enfoque nuevo de tomar decisiones, se convirtió en mi luz guía en toda toma de decisión futura y les dije a todos mis amigos del I.A.S. sobre ella y cuán efectivo era para implementar decisiones. Chidanandaji, quien se cambió a J. Krishnamurti después de casi dos décadas de estar totalmente asociado a la Misión Chinmaya, una organización religiosa puramente hindú influyó en mí, mucho por su humildad y bondad. Mi trato diario con Chidanandaji, me reveló la bondad de los seres humanos en general y de Chidanandaji en particular, algo que rara vez yo había visto antes.
La exposición que tuve a través de la escuela en Rajghat fue realmente un gran proceso de aprendizaje. El arte del aprendizaje está íntimamente relacionado con el arte de preguntar. En la escuela principalmente son los maestros quienes hacen las preguntas y los niños tienen que encontrar las respuestas. Así gradualmente sus mentes están más llenas de respuestas a preguntas sobre temas variados en lugar de preguntas a las que tú quieres respuestas.
La verdad es que fue la sensación de asombro lo que dio nacimiento a lo que hoy llamamos materias. El asombro es el punto de partida que lleva a la curiosidad y a la investigación. Nuestro entorno evoca preguntas así como el día avanza hacia la noche y hacia otro día. De la misma manera, las sensaciones despiertan preguntas. La piedad es fuente de preguntas también. Si uno aprende este arte de preguntar y mantiene viva su mente, se descubre que uno no acepta ciegamente ni opiniones ni creencias. Cultivar una mente que escucha preguntas y reflexiona sobre ellas en silencio es una mente que investiga. Si nuestra mente está llena de opiniones y creencias de otros, será como una habitación abarrotada de cosas sin espacio, sin ventanas al mundo.
En verdad notamos que cuando estamos lejos de la gente, solos, tal vez en la noche, ciertas preguntas muy personales pueden surgir dentro de nuestra mente. ¿Por qué me enojé con “A” hoy? ¿Por qué generalmente me enojo por cosas pequeñas? ¿Cuáles son mis preocupaciones? ¿Cuáles son mis temores? Preguntas pequeñas, preguntas grandes, algunas veces preguntas tontas, algunas preguntas muy serias. Es la oportunidad de tener un diálogo con uno mismo y si aprendemos a seguir preguntándonos a nosotros mismos sobre lo que está sucediendo dentro de nosotros, podemos descubrir muchas cosas interesantes sobre el mundo dentro de nosotros, precisamente como tenemos tanto conocimiento acumulado dentro de nuestro cerebro sobre el mundo exterior.
He observado en mis diálogos con el Prof. Krishna y también con alumnos y maestros aquí que una pregunta lleva a otra y preguntas tales como: ¿Por qué estoy nervioso hoy? ¿Es porque temo al examen/a enfrentar gente nueva/por qué debería esto ponerme tan nervioso? Todas estas aparecen, y dialogando con estudiantes y maestros, me incluyo, uno llega a conocer la profunda trayectoria y las causas de tales emociones.
Después de haber estado en contacto con las enseñanzas de Krishnamurti durante once años, humildemente puedo concluir que Krishnamurti fue uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, quien consideró los profundos interrogantes que enfrentamos en la vida y buscó sus respuestas sin referirse a ninguna escritura religiosa de ninguna fe organizada, y consideró estas y muchas más preguntas por medio de la investigación, la observación y el auto-conocimiento. Sólo habló desde su propia observación. Lo que dijo pudo haber sido expresado por muchos individuos iluminados en tiempos diferentes, pero llegó a lo que él llamó la Verdad, por sí mismo. También dijo que cualquier hombre puede alcanzarla por el auto conocimiento y la investigación sin ningún Gurú o un sendero religioso. Aunque no dijo que no deberíamos seguir una religión o ir a un Gurú.
Observó que las religiones han fallado en cambiar o transformar la consciencia interna del ser humano porque prescriben ciertos rituales y senderos a seguir, y estos no pueden producir ningún cambio en nuestra consciencia. Aunque nunca dijo que no deberíamos seguir un sendero. Pero muy claramente, de vez en cuando dijo, que el único modo en que puede ocurrir una transformación o cambio en la consciencia, es por medio de la percepción directa de la verdad, por medio de una mente que está libre de condicionamiento y de su pasado (que es experiencia y conocimiento, etc.), como para recibir lo inmensurable. Krishnamurti no afirmó ser un gurú ni un maestro. Su propósito, dijo, era mantener un espejo en el que los individuos pudieran verse a sí mismos, o descubrirse, si así lo preferían.
Cuestionó nuestra identificación con cualquier grupo, religión o país y dijo que la “identificación” pone fin a toda comprensión creativa. Dijo que la identificación pone fin al amor y a experimentar lo nuevo, y que la identificación es seguramente la posesión, afirmación de propiedad, y que la propiedad niega el amor, ya que poseer es estar seguro y no puede haber amor cuando existe una defensa.
Krishnamurti dio una nueva definición a palabras tales como “mente religiosa”, “tiempo”, “amor”, etc., a lo que normalmente queríamos decir y comprendíamos hasta ese momento. Hombres como Krishnamurti es muy difícil que nazcan, y considero a esas personas que se contactaron con él, realmente afortunadas, como yo ciertamente lo soy al interactuar con quienes estuvieron muy cerca de J. Krishnamurti, y lo conocieron.
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