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El Teósofo - Órgano Oficial de la Presidenta Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 134 - Número 08 -  Mayo 2013 (en Castellano)

 
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Belleza y bondad

 

RADHA BURNIER

 

 

En las obras de Platón, a Sócrates se lo describe como enseñando a sus discípulos por medio de preguntas tales como el significado de palabras de fundamental importancia, como el amor y la belleza. Cuando se le daban las definiciones, él las examinaba críticamente y señalaba las falacias de los conceptos que daban pie a esas definiciones. Este método y evaluación crítica fue también el que adoptó Buddha y otros maestros de la antigüedad.

   A la mayoría de nosotros, si nos preguntaran, nos resultaría muy difícil dar una definición de palabras como belleza y bondad que profundizara en la implicación y la verdadera importancia de los términos. Pero un intento en esta dirección puede ser muy satisfactorio, porque nos permitiría adentrarnos en campos del pensamiento desconocidos hasta ahora y en una validez de experiencia que no admite contradicciones, porque solamente es experiencia meditativa de la cualidad en cuestión lo que hace posible dar una verdadera definición.

   Trataremos de examinar brevemente qué es el arte y cuál es el lugar que ocupa en él la belleza. Podríamos decir que el arte se refiere normalmente a las creaciones del hombre que pretenden ser bellas. Resulta evidente que todo lo que es hermoso no es arte, porque no nos referimos a bellezas naturales como los árboles y las flores, el cielo y las estrellas, o la belleza del carácter de un ser humano o el encanto de la inocencia de un niño como arte. El arte es la creación artificial del hombre en contraposición a las obras y maravillas de la naturaleza.

   En los museos de todo el mundo, muchas obras curiosas encuentran un lugar en medio de los objetos de arte, manchas de color entremezcladas, una caricatura de la figura humana con el ojo en el estómago, o una nariz detrás de la cabeza, y también obras que damos en llamar escultóricas incomprensiblemente poco atractivas para todos salvo unos pocos. También hay música que parece ruido o que destroza los nervios. Un poeta moderno expresó:

 

Él juguetea con las obras de Dios

Y las convierte en extrañas.

 

 En muchos de estos casos, podemos ver que un despliegue de ingenuidad o habilidad y el deseo de estimulación intelectual o emocional acaban siendo algo feo en vez de hermoso. Una verdadera obra de arte puede exhibir una habilidad extraordinaria, pero además tiene que surgir de un estado de la mente que sea consciente de la belleza y sea capaz de comunicársela a los demás. Allí donde falte la cualidad de la belleza, esa actividad o creación no es arte, por más que exista satisfacción intelectual o moral, placer de las emociones, realización de auto expresión o cualquier otra cosa.

   Se ha descrito a la poesía como una “intuición lírica”, lírica porque está imbuida de sentimiento. Vâlmiki, el primero de los poetas de la tradición sánscrita, fue capaz de crear su magnífica obra de arte, el poema épico Râmâyana, impulsado por un fuerte sentimiento de tristeza por un pájaro que había perdido a su compañera. La sintonía que experimentó con el pájaro le condujo a una meditación tras la cual escribió un poema que ha inspirado y sigue inspirando a millones de personas de toda India. Este flujo de sentimiento de solidaridad puede existir incluso hacia las cosas inanimadas de la Naturaleza. Es posible entrar, de alguna manera, en el ser mismo de las cosas.

 

Imaginar las cosas tal como son por sí mismas es equivalente a imaginar lo que serían si tuvieran una vaga conciencia de su propia existencia. Ahora solamente tenemos una manera de imaginar las cosas así desde dentro, que es situándonos dentro de ellas. (Souriau)

 

 La posibilidad de situarnos “dentro” de las cosas y de sentir como ellas, no se limita a las criaturas semejantes a  nosotros, es decir, a otros seres humanos. Incluso los pájaros que cantan mientras vuelan pueden parecer afines a nosotros, o un árbol que crece y se expande, que disfruta del calor del sol o se ve azotado por una tempestad. Pero es posible entrar en el ser interno incluso de una roca o una piedra, o de la tierra cuando recibe la lluvia después de un día muy seco.

 

Podemos proyectarnos no solamente en las formas del árbol, identificando nuestra vida con la de los tiernos tallos que nacen y crecen,  sintiendo en el alma el encanto de las ramas que se inclinan y vuelven a  subir deliciosamente en medio del aire. También extendemos estos sentimientos a las cosas sin vida, que les dan sentido. Y con estos sentimientos transformamos las masas inertes de un edificio en numerosos miembros de un cuerpo vivo, un cuerpo que experimenta tensiones internas que nos llevamos después con nosotros. (Lotze)

 

   El artista, pues, tiene la capacidad de sentir desde dentro. Pero como todos sabemos, puede hacerlo sin ser un pensador, sin comprender lo que hace y sin manifestar la virtud que describe. Puede cantarle al alma valerosa en tonos inspirados aunque “él no esté dotado de un gran valor práctico; incluso puede revelar signos de timidez y cobardía”; pero de momento siente la dignidad del valor.

   Esta “intuición lírica” o sentimiento de unidad es una forma limitada de bondad. Existe adulterada con el deseo de fama o inmortalidad, envidia y celos, inestabilidad e insensibilidad y otros rasgos que se suelen encontrar en los artistas. El temperamento artístico es bien conocido por ser volátil e incontrolado. También resulta curioso que un artista que ve y crea belleza en un objeto o campo determinados, pueda ser totalmente incapaz de responder a la belleza en otras cosas o en otro campo. Puede ser bastante insensible al encanto de la naturaleza. Incluso dentro de un campo particular, ya sea la música, la pintura o cualquier otro arte, su respuesta puede limitarse a la forma o estilo al que esté acostumbrado.

   Hemos de concluir que el arte surge cuando se ve la verdad de una cosa desde dentro, pero también es el producto de una conciencia condicionada. La mente condicionada se circunscribe o se limita identificándose con distintas experiencias y deseos nacidos de las experiencias. Es, pues, selectivo en su planteamiento de las cosas, rechazando o ignorando algunas de ellas o, en otras palabras, reaccionando a favor o en contra según los deseos de los sentidos.

   Pero ni la virtud de la bondad ni la cualidad de la belleza, en el sentido más elevado, son selectivos. Plotino decía que la virtud existe en el alma cuando ésta tiende a la unidad. Y Shelley también hablaba de lo mismo:

 

Recordemos las sensaciones que teníamos de niños… Habitualmente diferenciábamos todo lo que veíamos y sentíamos de nosotros mismos. Parecía que todo eso constituía una masa (o un todo). Hay personas que, en este aspecto, son siempre como niños… sienten que su naturaleza se disuelve en el universo circundante o que el universo circundante se disuelve en su ser.

 

   Esta pureza infantil de la conciencia que no crea barreras alrededor de sí misma, separándose de los demás, es la única capaz de lograr la cualidad universal y perdurable de la Belleza. Separarnos es lo mismo que circunscribirnos a nosotros mismos. La mente circunscrita sólo ve la belleza circunscrita. Ésta desea, como decía Platón, expresarse o inmortalizarse de muchas maneras, dejando como legado la progenie artística o intelectual, con poemas, canciones o con la constitución de los Estados.

   Pero mientras el deseo de alcanzar la Belleza Una quede satisfecho con la producción de entidades distintas a nosotros mismos, existirá la imperfección, decía Platón, porque el deseo que impulsa estas producciones tiene su raíz en los placeres del yo circunscrito. “El placer es el mayor de los impostores”, citando nuevamente a Platón.  La belleza que es conocida y creada por la mente condicionada y limitada, que escoge los objetos con los que se une, tiene necesariamente una cualidad perecedera. La bondad conocida por este tipo de mente se limita también a los momentos de intuición lírica. Es una “Belleza anexa a la locura”, como decía Blake.

   Pero la cualidad de la Belleza como tal, no simplemente confinada a los productos del arte, tiene una naturaleza no circunscrita y es universal. Ruskin decía que está relacionada con todas las cosas:

 

La nueva virtud que constituye una cosa hermosa es cierta cualidad cósmica o un poder para sugerir la relación con el mundo entero, y elevar así a ese objeto, sacándolo de una individualidad lastimosa… Toda belleza señala hacia la identidad.

 

La Belleza puede, pues, describirse como la liberación de las limitaciones de la individualidad y de la selectividad de un yo condicionado, para pasar a la inmensidad de la comprensión universal. La belleza es, pues, la libertad y el amor. Es la libertad del cautiverio de los sentidos y de los objetos de los sentidos, así como de la atracción de todas las cosas perecederas. En esta libertad, que es la verdadera compasión hacia todos, y no solamente hacia algunos objetos seleccionados, está la bondad que podemos llamar amor, que no escoge nada y que todo lo abarca.

 

Para el amor, la belleza y el encanto

No existe ni muerte ni cambio; su poder

Excede a nuestros órganos, que no soportan

La luz, porque son oscuros. (Shelley)

 

Nacida del cielo, el alma ha de seguir

Su curso hacia el cielo;

Flotando más allá del mundo visible en busca de

La forma ideal, el molde universal

(Pues lo que al sentido deleita es falso y débil);

El sabio, yo afirmo, no encuentra sosiego

En lo que perece: ni entregará el corazón

A nada que del tiempo dependa.

(Miguel Ángel)

 

   El que quiera conocer la belleza puede estudiar la armonía musical, la fusión de los colores, el equilibrio de los átomos, pero no debe hallarse bajo la atracción de estas formas perecederas ni confinarse a ellas. “Lo bueno que obtenemos del arte… es aquello en lo que nos convertimos a través suyo”, decía Oscar Wilde. El que no ama la belleza en todas las cosas, simplemente no la ama. La realización de la belleza en todas las cosas es la bondad en sí misma, porque es el conocimiento de una verdad universal. La Belleza es, pues, la compañera constante de la bondad. “La búsqueda de la belleza es inseparable de una vida llena de pureza, de auto control y ternura”, como decía el Sr. C. Jinarajadasa.

(Anteriormente publicado en 1970)

 

 

 

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