Vol. 134 - Número 07 - Abril 2013 (en Castellano) |
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Confirmación de la Existencia de una Religión Mundial de Sabiduría Antigua Transformando la Creencia en Conocimiento
Ray Walder y Edi Bilimoria El Dr. Ray Walder tiene un Doctorado en Química de la Royal Holloway College de Londres, y trabajó en radioquímica industrial. El Dr. Edi Bilimoria trabaja en la Cátedra de Educación de la Junta de la Scientific and Medical Network, y escribió el laureado The Snake and the Rope. Literalmente, este artículo realiza algunas afirmaciones sorprendentes. El lector puede estar seguro de que tales afirmaciones no podrían realizarse de no estar sustentadas por muchos años (cerca de veinticinco) de continua, detallada investigación por parte de uno de los autores (RW). Dicha investigación se encuentra en un libro, Experience and Essence de más de 200.000 palabras. Un artículo técnico titulado A Mathematical Solution of the Psychophysical Problem presenta la esencia matemática del libro justificando las afirmaciones cualitativas realizadas en ese artículo. Los autores están más que deseosos de discutir, y explayarse, sobre cualquier aspecto del artículo que el lector considere de interés.
Les contamos ahora lo que sabemos, ya que nosotros debemos aprenderlo por medio de la experiencia personal [Énfasis del Mahatma] Carta nº 70 C
Preámbulo: ¿Cómo sabemos algo realmente? H.P. Blavatsky (HPB) afirmó en sus escritos que una vez existió en todo el mundo una religión de sabiduría que era conocida entre los sacerdotes del antiguo Egipto, los magos de Babilonia y Persia, los filósofos de la antigua Grecia, y los rishis de la India. De ninguna manera ella era la única que sostenía esta idea, muchos otros han afirmado este concepto —entre ellos pensadores eminentes como Marsilio Ficino (1433-1499), Henry More (1614-1687) e Isaac Newton (1642-1727). A esta religión de sabiduría antigua la denominamos “Teosofía”, por la sencilla razón de que “Teosofía” significa “sabiduría divina”. Pero, además, Blavatsky se propuso “ayudar a demostrarle a la humanidad que existe algo llamado Teosofía”. Y hoy, surge una importante pregunta: ¿la Teosofía se apoya en creencias, creencia en una esencia infinita, creencia en la naturaleza inmortal del hombre, etc.? Ésta es una pregunta importante, ya que en nuestro actual clima intelectual, las creencias no son atractivas. De hecho, la sola idea de que una organización esté fundada en creencias puede ser —y con frecuencia lo es— suficiente como para ahuyentar a la gente. En estos días, la sola posesión de creencias es motivo suficiente para ser acusado de pertenecer a uno de los tantos inocentes movimientos New Age o cultos religiosos fundamentalistas. HPB se esforzó en responder la pregunta “¿existió alguna vez una religión de sabiduría mundial?”. Pero podemos formular la pregunta de otra manera: “si alguna vez existió una religión de sabiduría mundial, una religión que reconocía la quintaesencia que subyace y apuntala la vida y el mundo, ¿cómo hicieron los sacerdotes, magos, filósofos, sabios y santos para saber que existe esa esencia subyacente? Estas preguntas no se pueden responder sin contemplar la idea de que esta religión de sabiduría se fundó en base a creencias. Las creencias serían insuficientes; un conocimiento superior (sabiduría) basado en experiencia directa es la base más segura: uno debe probar que los seres sagrados poseían una cierta cantidad de conocimiento, no que se aferraban a un conjunto de creencias.
Un primer camino Una forma de responder a la pregunta, “¿existió alguna vez una religión de sabiduría mundial?” es el método que utilizó HPB: reunir gran cantidad de literatura de textos arcaicos: ciencia, escrituras, mitologías, literatura oculta, escritos esotéricos de distintas edades, culturas y épocas, y luego poner de relieve el hilo conductor. Cuando hizo esto, sin embargo, HPB no sólo actuaba como un estudiante universitario que realiza una investigación sobre el tema que ha escogido. La cita al comienzo de este artículo y la siguiente revisten suma importancia:
El sistema en cuestión no es fantasía de uno o de varios individuos aislados. Es el archivo no interrumpido durante millares de generaciones de videntes, cuyas experiencias respectivas se llevaban a efecto para comprobar y verificar las tradiciones, transmitidas oralmente de una raza antigua a otra, acerca de las enseñanzas de los Seres superiores y más exaltados. ... No era aceptada la visión de ningún Adepto hasta ser confrontada y comprobada por las visiones de otros Adeptos, obtenidas de modo que se presentasen como evidencia independiente y por siglos de experiencia. (énfasis en cursiva resaltado por el autor de este artículo) La Doctrina Secreta Vol. I p 316 (Ed. de Adyar)
Estas citas dejan bien en claro que la religión de sabiduría antigua no es un conjunto de creencias que deba ser tomado literalmente como un artículo de fe; sino más bien es algo a ser verificado por nosotros mismos por medio de la experiencia y exploración personales. Pero eso está muy bien para aquellos dotados con una naturaleza tan pura y elevada que pueden emprender dicha exploración personalmente; o para quienes disponen de tiempo y energía ilimitados para trabajar asiduamente en bibliotecas verificando esas partes de las doctrinas arcaicas a las que tenemos acceso. Para la mayoría de nosotros, muchas de las afirmaciones de la literatura teosófica (como La Doctrina Secreta) deben quedar en el nivel de la creencia, aunque, como dije anteriormente, Blavatsky ha proporcionado abundante corroboración desde las doctrinas sagradas de diversas culturas, razas y épocas. ¿Cómo, entonces, podemos acelerar nuestra experiencia? Por supuesto intentando comprender lo que queremos decir con experiencia.
¿Existe, entonces, otro camino en completa armonía con el primero? La respuesta está en intentar comprender lo que queremos decir con esa encantadora y sencilla palabra: “experiencia”. Pero antes necesitamos despejar el camino.
Removiendo obstáculos camino a la comprensión: el “yo” versus el “tú”: la dicotomía sujeto versus objeto
Parece que la dificultad principal al tratar la cuestión de la naturaleza de la experiencia se encuentra en la manera en que se nos enseña convencionalmente a mirar la vida y el mundo. Ya que nos enseñan —nuestros padres, pares, el sistema educativo, la misma lengua que utilizamos— a mirar la vida y el mundo en términos de objetos que están “allí afuera” y un yo que está “aquí dentro” aprehendiendo esos objetos. En resumidas cuentas, se nos enseña a mirar el mundo en términos de sujeto y objeto. Lo que no se nos enseña es a mirar la vida en términos de experiencia, eso que, como se la considera comúnmente, es lo que media entre objeto y sujeto. Pero ni bien hablamos de mirar la vida en términos de experiencia, es probable que surja un problema: es probable que nuestro lector inmediatamente asuma que “experiencia” significa el proceso de aprehensión de un objeto (u objetos) por parte de un sujeto. Esa no era la posición que adoptaban esos sacerdotes, magos, filósofos, rishis; ellos no asumían que existía un mundo “allí afuera” que un yo “aquí dentro” está experimentando. Más bien, ellos consideraban la experiencia como una “entidad” en sí misma sin realizar conjeturas (ya que eso es lo que son) del mundo “allí afuera” o de un yo “aquí dentro”. La humanidad siempre se ha dividido entre aquellos cuyo punto de vista se basa en “un sujeto que experimenta un objeto” y aquellos cuyo punto de vista se basa en “la experiencia como una ‘entidad’ en sí misma”. Pero la primera de estas posturas recibió un fuerte impulso en el siglo diecisiete cuando el filósofo René Descartes propuso la idea de que la Naturaleza está dividida en dos “reinos”: una “cosa extensa” (res extensa) y una “cosa pensante” (res cogitans). De hecho, esta idea se apoderó de la imaginación popular, y permitió un gran avance en la comprensión que la humanidad alcanzó sobre uno –sólo uno– de los “reinos” de Descartes: res extensa. En gran medida, este avance surgió a partir de la comprensión de que el “reino” de res extensa posee una estructura. Es debido a esto que cualquier parte de res extensa se puede comprender en relación a otras partes del “reino”. En la manera convencional de considerar el mundo, entonces, se puede decir que cada objeto posee una estructura y que cada objeto está relacionado a todos los otros objetos por medio de una estructura global. En la forma común de considerar el mundo, estas estructuras son “transmitidas” de objeto a sujeto por eso que media entre ellos: la experiencia. Esta idea nos sugiere de inmediato que la experiencia debe poseer una estructura en sí misma. Pero si esto es así, entonces será posible analizar la experiencia como una “entidad” en sí misma.
Un segundo camino: entendiendo la estructura de la experiencia ¿Alguna vez se ha sugerido una estructura de la experiencia? Sí: en realidad, ha sido sugerida una posible estructura por uno de los científicos más eminentes del siglo veinte: Wolfgang Pauli. No sólo fue un Nobel que gozaba de la mayor estima por parte de sus colegas como Einstein y Heisenberg, sino que además Pauli fue un místico y amigo y colaborador de Carl Jung. La estructura de Pauli fue producto de su intuición, pero ahora una nueva estructura de la experiencia ha sido deducida con rigor matemático y demostró ser justamente la misma estructura propuesta por Pauli. Sin embargo, antes de explayarnos sobre esta estructura, se debe tratar la cuestión acerca de qué es lo que se espera de una estructura de la experiencia. Primero y principal, se espera que una estructura refleje la experiencia diaria. Pero de inmediato surge una dificultad obvia: la cuestión queda abierta. A pesar de que se demuestre que la estructura refleje algunos tipos de experiencia, es imposible garantizar que no fallaría por completo cuando se trate de otro tipo de experiencia. Se requiere, por lo tanto, un método adicional para asegurarse que la estructura es correcta. Encontramos un método de esas características al considerar los escritos de esos antiguos sacerdotes, magos, filósofos, rishis, y preguntarnos si la estructura de la experiencia que se propone, corrobora cualquiera de las afirmaciones que ellos hicieron. Por ejemplo, ¿existe un camino en el que la estructura se vea construida según un esquema de seis etapas originados por los sacerdotes del antiguo Egipto y establecido en el primer capítulo del Libro del Génesis? Observen cuán severa y exigente es la pregunta: la estructura debe completarse a sí misma en exactamente seis etapas; las etapas deben seguir el patrón que aparece en el Génesis; la estructura debe derivarse de sus propios “funcionamientos” internos, ya que obviamente no puede haber nada fuera de la experiencia. La respuesta a la pregunta es afirmativa: la estructura propuesta por Pauli, cuando se la interpreta correctamente, realiza todas estas cosas. Este descubrimiento abre el camino a preguntas relacionadas a los insights de otras religiones, y provee un modelo parar responder a tales preguntas. Y, subyacente a estas preguntas, se encuentra la pregunta fundamental con respecto a si existió alguna vez una religión de sabiduría conocida por los pensadores de todo el mundo. Por medio de estas preguntas, da comienzo la estructura, mostrando de qué manera se incorporan y explican los importantes insights dentro del Hinduismo, Budismo, Taoísmo, Cristianísimo, etc., para obtener confirmación de su corrección. Pero, por lo que se conoce, las respuestas obtenidas de preguntas relacionadas a los insights en el Cristianismo son las que mejor ilustran la corrección de la estructura. La religión Cristiana se centra sobre una “entidad” que posee ciertos atributos —siguiendo el ejemplo del Apóstol Pablo— “el Cristo”. Según el pensamiento Cristiano, los atributos del Cristo incluyen la idea de que Cristo es amor desinteresado, la idea de que Cristo es "la luz del mundo", y la idea de que la muerte genera la renovación de la vida. ¿La estructura de la experiencia incorpora al “Cristo” y lo hace de tal manera que demuestre al menos esos tres atributos? En realidad sí incorpora al “Cristo”, y lo hace de tal manera que corrobora estos atributos, e incluso más. Por lo tanto, la sugerencia de Pauli de una estructura de la experiencia, provee algo que refleja (y explica) la experiencia diaria (hasta donde es posible) y las ideas que se encuentran en la religiones. Y sin embargo, aunque son exigentes, los correspondientes métodos de investigación son insuficientes para corroborar la estructura de la experiencia como correcta: se necesita algo más, algo tan definitivo como para proveer una comprobación irrefutable. Una comprobación irrefutable de la estructura de la experiencia ha sido lograda: se ve que la estructura predice correctamente ciertos números conocidos en la ciencia —el período de gestación humano, el tiempo de Planck (el menor incremento posible de tiempo), y la constante estructura fina (la cual determina, en última instancia, cómo todo se mantiene unido en el universo). En otras palabras, la estructura de la experiencia que se propone ha demostrado la capacidad de generar tanto resultados cualitativos (la experiencia diaria, ideas encontradas en las religiones) como resultados cuantitativos (números conocidos en la ciencia). Por lo tanto, la estructura se ha reivindicado. Pero, ¿cuál es la estructura? Pocos lectores se sorprenderán al saber que la propuesta original de Pauli sobre una estructura de la experiencia fue una sugerencia matemática: Pauli era, después de todo, un físico. Pero la idea de que la estructura sea de naturaleza matemática probablemente provoque temor en muchos lectores. Sin embargo, ¿cómo podría ser de otra manera? Incluso en una visión de la vida y el mundo basada en objetos y sujetos, las estructuras de los objetos —necesariamente matemática— son “transmitidas” por medio de la experiencia al sujeto. Aquellos que no tienen interés por las matemáticas pueden investigar la estructura de la experiencia, obteniendo una valoración cualitativa de cómo la estructura puede ser utilizada para generar nueva información con respecto a la vida y el mundo. Por supuesto, para comprenderlo cabalmente, si uno desea verlo por uno mismo, por ejemplo, cómo es posible que exista el menor incremento de tiempo —los aspectos matemáticos (que no son más avanzados que el nivel inicial universitario) son inevitables. Pero, así como uno puede realizar una tarea satisfactoria en, digamos, química, sin profundizar los aspectos matemáticos de las moléculas, también se puede investigar la experiencia sin profundizar sus aspectos matemáticos. Sin embargo, hay un aspecto de investigación cuantitativa que, sin entrar en el aspecto matemático del mismo, se puede discutir: Su predicción de la estructura constante fina. El hecho de que la estructura de la experiencia está construida en seis etapas que siguen de cerca el patrón dado en el Génesis, implica que la primera etapa es “una separación de la luz de la oscuridad” (para utilizar el relato bíblico). Ahora bien, la estructura constante fina puede considerarse como la medida de lo que lleva separar una partícula de luz (un “fotón”) de una partícula de materia, en otras palabras, “la luz de la oscuridad”. Esta separación es, según la física, fundamental para todo el proceso que hace posible el universo físico y la investigación cuantitativa de la estructura de la experiencia muestra que el valor de la constante de estructura fina se encuentra a partir de esa región que se relaciona con la primera etapa según se describe en el Génesis. Por lo tanto, entonces, la descripción del Génesis es apropiada: la “separación de la luz de la oscuridad” es, en verdad, fundamental para todo lo que sigue (a saber, en términos populares, “Creación”; en sentido estricto, emanación o manifestación). También se puede correlacionar en un sentido general con varias de las Estancias de Dzyan que describen las etapas del despertar y desarrollo cósmicos. Todo lo anterior sirve para establecer que Blavatsky estaba, por supuesto, en lo correcto: existió una vez una religión de sabiduría que era conocida por los pensadores del mundo antiguo, ya que existe una esencia que subyace y apuntala la vida y el mundo, una esencia que puede descubrirse sencillamente por medio de la investigación de la experiencia como una “entidad” en sí misma.
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La verdad y el Orden universales Nacieron del radiante fuego espiritual, Y de allí nació la noche, y de allí El ondulante océano de espacio.
Del ondulante océano de espacio Nació el Tiempo —el año Ordenando los días y las noches, El director de cada momento.
En el comienzo como antes, El Creador hizo el sol, La luna, el cielo y la tierra, El firmamento y el reino de la luz. Rig-Veda X.190.1–3
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