Vol. 134 - Número 05 - Febrero 2013 (en Castellano) |
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Krishnamurti y las Cartas de los Mahatmas
PEDRO OLIVEIRA Miembro de la Sección australiana de la ST, trabajó en Adyar y en otros lugares.
Se crearon dos mitos sobre Krishnamurti desde que disolvió la Orden de la Estrella en agosto de 1929. El primer mito sostiene que todo lo que enseñó fue único y nunca antes había sido dado por un maestro espiritual. El segundo mito es que él no enseñó Teosofía, sino que la rechazó. Estos dos mitos se han convertido en ideologías (verdades percibidas) enfrentadas, y comprensiblemente ganaron adherentes fervientes y algunas veces tenaces, en diferentes lugares. Sin embargo, como el Hermano S. Sri Ram señaló “La Verdad retrocede cuando quien habla sobre la Verdad se ubica demasiado al frente.” Se me sugirió en una conversación con alguien que estaba en estrecho contacto con él, que Krishnamurti no era un individuo común. Allí estaba Krishnamurti, el hombre, que había avanzado de modo significativo en el desarrollo espiritual, como podían testificarlo quienes estaban cerca de él. También estaba K, como solía él referirse a sí mismo, que podía vaciarse completamente de todo pensamiento e impresiones, como se menciona en su Diario, y de este modo volverse un receptor de eso Otro, que es compasión e inteligencia plena, un campo inmensurable de bondad, y benevolencia. Aunque él mismo condenaba los relatos religiosos formales de progreso espiritual, señalando que en su mayoría son sólo formas modificadas de antiguos condicionamientos de la mente, su propia vida, vivida a plena luz del día del siglo veinte, encarna las antiguas descripciones del verdadero viaje del iniciado que conduce a un nivel de trascendencia que probablemente, incluso quienes estaban cerca de él, no podían comprender ni apreciar. Una de las características únicas del libro conocido como Las Cartas de Los Mahatmas a A. P. Sinnett es que éste no sólo presenta importantes enseñanzas sobre la naturaleza de la realidad, la vida y la consciencia, sino que también arroja luz sobre las condiciones en las que el desarrollo espiritual genuino puede tener lugar, siendo fundamental la necesidad de una atención y vigilancia constantes sobre las inteligentes estrategias que el yo personal concibe para la supervivencia de sus propias ilusiones. Una y otra vez, los Mahatmas reiteran que la conquista diaria del yo es de interés fundamental para quienes genuinamente aspiran a ayudar a la humanidad en su difícil situación. Lo que sigue a continuación es un intento, un tanto precario se podría decir, de reunir pasajes seleccionados de las Cartas de los Mahatmas y aspectos de las enseñanzas de Krishnamurti que pueden indicar una posible fuente atemporal para ambos, cuya naturaleza no parece ser una estructura ideológica, teológica o intelectual basada en la creencia, sino una percepción dinámica, que cambia la vida en el corazón de la condición humana. Es posible que los estudiantes de Krishnamurti y de las Cartas de los Mahatmas no estén de acuerdo con esta perspectiva. Sin embargo, las similitudes en ambas enseñanzas parecen hablar por sí mismas. Pasajes de las enseñanzas de Krishnamurti se toman de su trabajo, “El Corazón de las Enseñanzas”, escrito en 1980. Las de las Cartas de los Mahatmas se toman de la Edición Teosófica, Barcelona (1994).
El corazón de la enseñanza de Krishnamurti está contenido en la afirmación que hizo en 1929 al decir: “La Verdad es una tierra sin senderos”. El hombre no puede llegar a ella por medio de ninguna organización, ningún credo, ningún dogma, sacerdote o ritual, ni por cualquier conocimiento filosófico o técnica psicológica. Debe encontrarla por el espejo de las relaciones, por la comprensión de los contenidos de su propia mente, por la observación y no por el análisis intelectual o la disección introspectiva. (K)
Créame, en la vida de un adepto llega un momento en que todas las dificultades por las que ha pasado son mil veces recompensadas. Para adquirir un mayor conocimiento, ya no tiene que recurrir a un minucioso y lento proceso de investigación y comparación de diferentes fenómenos, sino que se le concede una instantánea e implícita percepción de toda la verdad primordial… el adepto ve, siente y vive en la misma fuente de todas las verdades fundamentales. (CM, Nº 31, p. 347).
Intrínsecos a la religión, la filosofía y la ciencia son los métodos para alcanzar una meta. La oración, la meditación, la reflexión e introspección, observación, examen y formulaciones matemáticas se pueden ver como caminos para alcanzar el objetivo en cada uno de estos campos. Pero parece ser igualmente verdadero que la mayor parte del tiempo, la así llamada “meta” se preestablece a partir de nuestros preconceptos y expectativas. Como hemos visto recientemente, la naturaleza y la existencia siguen sorprendiendo a los científicos, y los fuerzan a abandonar viejas ideas. Desgraciadamente, no le ocurre lo mismo a la religión con la ortodoxia establecida para aumentar su influencia sobre más personas alrededor del mundo. El progreso en la filosofía, por lo menos en el mundo occidental, parece difícil, como las categorías intelectuales áridas y rígidas parecen sobrevivir a la necesidad de una percepción fresca en la condición humana. Las citas precedentes indican que la verdad ha de encontrarse en la vida, no en estrategias intelectuales o en esperanzas basadas en las emociones, que pueden no ser nada más que el mismo yo en su movimiento por sobrevivir y continuar. La percepción de la verdad es sin intermediarios y directa, cuando la mente cesa de buscar, rotular, determinar y describir. Transforma la mente y la consciencia porque los vuelve totalmente vulnerables a la realidad de una existencia no dividida, un terreno de santidad y renovación que la mente por sí misma, no puede conocer.
El hombre ha construido en sí mismo imágenes como un cerco de seguridad, religiosas, políticas, personales. Estas se manifiestan como símbolos, ideas, creencias. La carga de estas imágenes domina el pensamiento del hombre, sus relaciones y su vida diaria. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas porque separan al hombre del hombre. Su percepción de la vida está modelada por los conceptos ya establecidos en su mente. El contenido de su consciencia es toda su existencia. La individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que él adquiere de la tradición y del medio. (K)
El verdadero mal procede del intelecto humano y su origen recae enteramente en el hombre racional que se separa a sí mismo de la Naturaleza. Sólo la humanidad, pues, es la verdadera fuente del mal. El mal es la exageración del bien, la progenie de la codicia y del egoísmo humano. Piense profundamente y descubrirá que, excepto la muerte, que no es ningún mal sino una ley necesaria, y excepto los accidentes, que siempre encontrarán su retribución en una vida futura, el origen de todo mal, tanto pequeño como grande, está en la acción humana, en el hombre cuya inteligencia hace de él la única entidad libre en la Naturaleza. No es la naturaleza la que crea las enfermedades, sino el hombre. (CM, Nº 10, p.82).
La división se ha vuelto la segunda naturaleza de la humanidad. Está profundamente establecida en la psique humana y es uno de los constituyentes fundamentales del yo personal en nosotros. De este sentido de división profundamente enraizado, o cerco de seguridad según lo expresa Krishnamurti, provienen todas las tragedias en las relaciones. Las noticias en los medios de comunicación de todo el mundo están llenas de relatos de violencia de familias, grupos e individuos que nacen de celos, avaricia, venganza, etc. Algunos individuos piensan que pueden estar más seguros dentro de un grupo y se unen a ellos, sólo para manifestar en sus vidas un grado más profundo de separación y división, sospecha e incluso odio. Como manifiestan las Cartas de los Mahatmas, mencionado anteriormente, el mal es la progenie del egoísmo y la avaricia. Existe una amplia evidencia en el mundo actual que éstos dominan el contenido de la consciencia humana. A pesar de siglos de enseñanzas religiosas, de una elevada búsqueda filosófica y del progreso científico, la mente humana todavía es esclava de la cizaña gigante del egoísmo. Las dos naves espaciales Voyager, lanzadas hace treinta y cinco años, están en la “Cubierta de Helio”, la capa más externa de la esfera de helio, y se han alejado dieciocho billones de kilómetros de la Tierra. Sin embargo, el hambre, las enfermedades y la guerra matan a millones de seres humanos todos los años. ¿Ayuda esto a demostrar que sólo el conocimiento intelectual no es suficiente para producir un mundo mejor?
La libertad no es una reacción, la libertad no es una elección. Es una ilusión del hombre pensar que debido a que puede elegir es libre. La libertad es la observación pura sin dirección, sin temor al castigo o a la recompensa. La libertad es sin motivo, la libertad no está al final de la evolución del hombre sino que yace en el primer paso de su existencia. En la observación, uno comienza a descubrir la falta de libertad. La libertad se encuentra en la plena atención sin elección de nuestra diaria existencia y actividad. (K)
El hecho es que, hasta la última y suprema iniciación, todo chela (e incluso algunos adeptos) es abandonado a sus propios medios y recursos. Nosotros hemos de librar nuestras propias batallas y el conocido dicho de que “el adepto se hace a sí mismo, nadie lo hace” es cierto al pie de la letra. Puesto que cada uno de nosotros es el creador y el productor de las causas que conducen a estos o a aquellos resultados, no tenemos más que cosechar lo que hemos sembrado. (CM, Nº54, p.442-3)
No puede haber verdadera libertad sin auto-responsabilidad. Es muy raro en este mundo volvernos completamente responsable por nuestras acciones y nuestra vida, y renunciar de una vez por todas a culpar a las circunstancias y a otras personas por nuestros propios problemas. Culpar a otros también es muy fácil de hacer, además de ser muy agradable, porque entonces no tenemos que ocuparnos de las características desagradables de nuestro propio yo. La vida verdaderamente religiosa es una aceleración del proceso de auto-confrontación. A menos que nos veamos como somos, perpetuamos la ilusión. Como afirmó Carl Jung: “nos iluminamos no al imaginarnos figuras de luz, sino al hacernos conscientes de la oscuridad”. La Sra. Blavatsky hizo sonar la misma nota clave: “La primera necesidad para obtener el auto-conocimiento es volverse profundamente consciente de la ignorancia; sentir con cada fibra del corazón que uno es constantemente auto-engañado”. A diferencia de lo que muchos en el mundo actual tienden a creer, los Maestros no existen para decirles a las personas qué hacer y para hacerles olvidar sus propios problemas. Sólo quienes se comprenden a sí mismos y van más allá pueden ayudarlos en su trabajo por la humanidad, porque ellos no están interesados con los individuos, sino con el mundo como un todo.
El pensamiento es tiempo. El pensamiento nace de la experiencia y del conocimiento que son inseparables del tiempo y del pasado. El tiempo es el enemigo psicológico del hombre. Nuestra acción se basa en el conocimiento y por lo tanto en el tiempo, entonces el hombre siempre es un esclavo del pasado. El pensamiento siempre está limitado y por lo tanto vivimos en constante conflicto y lucha. No hay evolución psicológica. (K)
Por lo que se refiere a la naturaleza humana en general, es la misma ahora que era hace un millón de años: prejuicios basados en el egoísmo; mala disposición en general para renunciar al orden establecido de las cosas a favor de nuevos modos de vida y de pensamiento –y el estudio oculto exige todo esto y mucho más- el orgullo y la obstinada resistencia a la Verdad, si ésta trastorna sus conceptos establecidos de las cosas –esas son las características de su época… (CM, Nº1, p.4)
Se conversa bastante sobre el cambio en el mundo actual. Aumentan los elogios respecto a la “revolución de la información”, con una comunicación instantánea desde y hacia cualquier parte del planeta. El modo de hacer negocios también está cambiando, los bancos emplean cada vez menos personas dado que las transacciones electrónicas llevan a cabo la intercomunicación humana. Los avances tecnológicos también han ayudado a las ciencias médicas. Sin embargo, todo este “cambio” parece muy unidimensional, afecta muy poco los niveles más profundos de la consciencia humana. Los así llamados sitios masivos sociales están llenos de mensajes irrelevantes, superficiales, y a veces abiertamente agresivos. Algunas personas pueden tener miles de “amigos” en cualquiera de estos sitios, ¡sin que los haya contactado jamás o sin que sepa mucho de ellos! La famosa frase de Krishnaji “El tiempo es el enemigo del hombre”, asume una importancia sorprendente ya que la mente humana navega por innumerables sitios en el ciberespacio y sin embargo permanece profundamente aislada, frustrada y mundanal. Desde un punto de vista espiritual, un cambio real no puede acontecer sin sacrificar lo ilusorio, poco importante y trivial en nosotros mismos. Y la raíz misma de la ilusión es nuestro sentido de un yo separado. La afirmación del Mahatma que expresa que la naturaleza humana en general es la misma ahora que hace un millón de años atrás, confirma la idea de Krishnaji de que no hay evolución psicológica. Todo el mundo confirma esto, ya que el egoísmo todavía reina en la mente humana. Tal vez el cambio real sólo puede llegar con una revolución en uno mismo, un desprenderse de toda impresión, apego, y de auto-imágenes construidas con gran esfuerzo. Los místicos cristianos le llaman a esto pobreza de Espíritu: esforzarse en no ser nada para uno mismo.
Cuando el hombre sea consciente del movimiento de sus propios pensamientos, verá la división entre el pensador y el pensamiento, el observador y lo observado, quien experimenta y la experiencia. Descubrirá que esta división es una ilusión. Sólo entonces existe una observación pura que es una percepción interna sin ninguna sombra del pasado o del tiempo. Esta percepción atemporal produce una mutación radical y profunda en la mente. (K)
Ahora todo ha pasado. Las festividades del Año Nuevo han terminado y yo soy “Yo” de nuevo. Pero ¿qué es Yo? Sólo un huésped circunstancial cuyos intereses son todos parecidos a un espejismo del gran desierto…
La energía suprema reside en Buddhi, latente cuando está unida sólo a Atman, activa e irresistible cuando está galvanizada por la esencia de “Manas”, y cuando ninguna de las impurezas de este último se mezcla con esa esencia pura para agobiarla con su naturaleza finita. El Manas puro y simple es de un grado inferior y de la región de la tierra; y por eso sus hombres eminentes sólo cuentan como nulidades en el terreno donde la grandeza se mide de acuerdo con las normas del desarrollo espiritual. (CM, Nº 59, pag.488)
Eso a lo que le damos tanta importancia, el yo, desde el punto de vista del Mahatma es sólo un “huésped circunstancial”. Krishnaji afirma que la división entre el observador y lo observado es una ilusión. ¿Cuál es la naturaleza de la percepción que ve a través de los conflictos del yo? Las palabras que Krishnaji usó precedentemente son atención, observación, percepción. La que usó el Mahatma es Buddhi. ¿Es posible que la energía presente en tal percepción nos ayude a atravesar las restrictivas paredes del auto-centrismo, y nos permitan ver la vida de un modo nuevo?
La negación total es la esencia de lo positivo. Cuando existe la negación de todas esas cosas que el pensamiento ha producido psicológicamente, sólo entonces hay amor, que es compasión e inteligencia. (K)
Hasta que la liberación final no reabsorba al Ego, éste tiene que ser consciente de las armonías más puras suscitadas por los efectos estéticos del arte superior al responder sus cuerdas más sensibles a la llamada de los afectos humanos más santos y más nobles. Desde luego que a mayor progreso hacia la liberación, menos necesidad habrá de todo eso, hasta que, para coronarlo todo, los sentimientos humanos y puramente personales e individuales –los lazos de la sangre y de la amistad, el patriotismo y la predilección por un sentimiento universal, el único sentimiento verdadero y santo, el único desinteresado y Eterno: ¡el Amor, un inmenso amor por la Humanidad, como un Todo! ¡Porque es “la Humanidad” la gran Huérfana, la única desheredada de esta tierra, amigo mío! (CM Nº 8, pag. 46-7)
El yo, por su misma naturaleza, niega el amor porque es incapaz de expresar su universalidad y verdad. El amor, en su naturaleza esencial, no puede ser limitado, confinado. Desde un punto de vista espiritual, no existe diferencia entre el amor y la libertad. Cuando estamos libres del yo, el amor es la única realidad.
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