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El Teósofo - Órgano Oficial de la Presidenta Internacional de la Sociedad Teosófica
Vol. 134 - Número 04 -  Enero 2013 (en Castellano)

 
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La Búsqueda de la Verdad

 

 

BHUPENDRA R. VORA

El Sr. Bhupendra R. Vora es ex-Secretaria General la ST en África central y oriental, ahora viviendo en Inglaterra. Disertación pública dada en la Rama de Bristol, agosto de 2011.

 

En un antiguo Upanishad hay una oración o quizás una aspiración que posee un profundo significado.  Es una oración para comprender la Verdad y adquirir la luz de la Sabiduría que podría conducir hacia la inmortalidad. Muchos de los Upanishads comienzan con oraciones similares que establecen el tono para inquirir posteriormente acerca de la naturaleza de las cosas, y poseen un significado muy profundo. El mantra que expresa este significado es:

 

Om, asato mâ sad-gamaya

tamaso mâ jyotir-gamaya

mrityor mâ am·tam-gamaya

 

El significado es: “De lo irreal condúceme a lo real. De la oscuridad condúceme a la luz. De la muerte condúceme a la inmortalidad.” Desde tiempo inmemorial, el espíritu humano ha buscado la verdad de la existencia y el propósito de la vida. Por lo tanto, en todas las edades y en todas partes del mundo han existido pensadores y sabios que se han esforzado por comprender la naturaleza del Universo y el propósito de la vida. El antiguo sabio que compuso esta bella plegaria expresa  el deseo de conocer las sublimes verdades de la vida.

Esta búsqueda está muy poéticamente expresada en el Nâsadiya Sutra del Rg Veda  donde el sabio que compuso el verso indaga acerca de la naturaleza de la realidad. Tan profunda es su indagación que Mme. Blavatsky lo ha colocado al comienzo de las estancias sobre Cosmogénesis en el volumen I de La Doctrina Secreta. Posee una hermosa imaginería y describe la noche de Brahmâ y el despertar de la conciencia con la llegada del amanecer de la creación. El sabio describe la grandeza de la creación y formula la pregunta acerca del creador de todo esto y si los dioses en el cielo conocen el secreto o si quizás incluso ellos no lo saben.

El poeta William Blake formula una pregunta similar en el bello poema de su libro, Cantos de Inocencia, expresando su asombro por la fuente de creación:

Él escribe:

 

¿Quién te hizo, Corderito?

¿Conoces a quien te creó?

¿Quién te ha dado vida y alimento

Junto al arroyo y sobre el prado;

Te ha dado un abrigo delicioso,

Manto suave, lanoso, brillante;

Te ha dado una voz tan tierna,

Que causa regocijo en los valles?

¿Quién te hizo, Corderito?

¿Conoces a quien te creó?

 

El poeta expresa su asombro por el creador por su maravillosa creación y el pensamiento divino que ha considerado todas las necesidades del cordero con gran complejidad y cuidado. A nuestro alrededor podemos ver las maravillas de la naturaleza en la majestuosidad de los árboles, la belleza de la mariposa y la tenacidad de la pequeña hormiga transportando comida a su nido. De las gigantes ballenas en los océanos del mundo hasta los osos del Ártico, toda vida ha sido provista del mecanismo corporal específico que le suple sus necesidades. Con discernimiento podemos ver la vida que se desenvuelve y vibra en toda la naturaleza. Qué inteligencia es responsable por esta creación y cuáles son sus secretos es una pregunta cuya respuesta el hombre siempre ha buscado. Acerca de esta maravilla de la creación y de la inteligencia divina, La Luz de Asia dice:

 

El que observa no podrá verlo con ojos mortales,

Ni el que busca conocerlo, con la mente mortal;

Velo tras velo se levantará – pero debe haber

Velo tras velo detrás

(Libro Octavo)

 

El misterio del universo se refleja en este verso que sugiere que la mente en su nivel de conciencia no puede comprender lo profundo y vasto de la creación. La mente que está atrapada en el mundo de la multiplicidad y el conflicto no alcanza a comprender la grandeza de la creación o cómo funciona la inteligencia detrás de ésta. La plegaria del Upanishad recitada anteriormente es una inspiración para conocer la verdadera naturaleza en todos los niveles de existencia. Qué es lo real y qué es lo irreal es una pregunta de todo verdadero buscador. ¿Como puede uno afirmar la verdad de las experiencias vividas y probar la autenticidad de lo real? Radha Burnier, en su libro No Other Path to Go  (No hay otro sendero a seguir), dice:

 

Cada comprensión de la verdad, aunque sea una comprensión parcial, debe ser probada mediante la observación y la experiencia, ya que de otra manera puede resultar ser ilusoria, o un pensamiento vacío apoyado sobre premisas falsas. Solo si así procedemos de forma práctica en nuestras vidas cotidianas, cada día, con una visión que penetre a través de lo irreal de los fenómenos, es que el verdadero desapego cobra vida.

 

Por lo tanto, todas las experiencias deben ser probadas en el yunque de la Verdad. En las experiencias de este mundo nuestras percepciones se ven teñidas por nuestro preconceptos y en consecuencia son parcialmente reales, o para nada reales; por ejemplo, la antigua creencia de que el sol giraba en torno a la tierra, hasta que la Teoría Heliocéntrica fue probada y aceptada. Por lo tanto, lo que parece ser real a menudo no lo es, como lo demuestra el común ejemplo de la soga que aparenta ser una serpiente en la oscuridad. La limitada conciencia externa con frecuencia provee una visión miope de lo que observa. Incluso a un nivel puramente físico, la conciencia humana se queda corta y no alcanza a captar lo que existe para ser percibido por los sentidos. Krishnamurti aconsejaba que toda experiencia debiera estar libre de cualquier pre-condicionamiento.  Cuando contemplamos un árbol en toda su majestuosidad, tal como es, sin ninguna comparación, sin ser teñido por experiencias previas, entonces se convierte en una verdadera comunión con la vida en su interior.

En el nivel objetivo, todo lo que presenta el mundo material es real para la conciencia en su manifestación externa. Los Vedas lo llaman el mundo del nombre (nâma) y la forma (rupa) donde la ilusión de la separación es sentida por la conciencia que está atrapada en la forma. Bajo la influencia de  mâyâ o ilusión se ve a sí misma distinta de las demás. La sensación de “yo y mío” cobra vida y así la separa de las demás. Así esta conciencia dividida experimenta un mundo de multiplicidad que aunque parece real en el nivel externo, expresa solo una verdad parcial y no revela la totalidad. El hombre vive en este nivel externo de conciencia y ve su mundo como una totalidad, sin comprender la realidad subyacente del espíritu. Por lo tanto vive una vida materialista dirigida a satisfacer deseos y ambiciones, sin reflexionar sobre sus aspectos más profundos.

 El Katha Upanishad, dice que tal existencia lleva al ser humano de muerte en muerte, en otras palabras, conduce a la persona a través de los ciclos de nacimiento y reencarnación. En el profundo diálogo entre el Señor de la Muerte y el joven y brillante aspirante Nachiketa hay una discusión sobre las atracciones que ejerce el mundo material y que son efímeras, y la constancia y naturaleza eterna del espíritu que es la fuente. Se le pide al aspirante que distinga entre eso que es placentero a los sentidos pero que es pasajero y la causa del sufrimiento que lo conduce de una muerte a otra; o eso que conduce a una comprensión del mundo manifestado y la dicha y armonía de la Vida Divina que es fuente de toda vida.

Las ilusiones del mundo material son muchas y por lo tanto los humanos viven principalmente en el nivel exterior, sin reconocer casi nunca que existe un campo subyacente de Conciencia Universal que impregna este mundo de multiplicidad. Por lo tanto, no se comprenden los motivos de la muerte y el nacimiento, o la causa del sufrimiento en el mundo, o el propósito de la vida. Esta existencia única es vista como la única realidad y no se indaga sobre las preguntas más profundas de la vida. Por lo tanto, toda oportunidad para disfrutar de los placeres sensuales  o cumplir una ambición es aprovechada en esta vida pasajera sobre la tierra. En una de sus cartas (nº 8), el Mahatma KH describe esta búsqueda de felicidad material:  

 

¡Ay, este mundo en constante ebullición, ostentoso, rutilante, lleno de ambiciones insaciables, donde entre la familia y el Estado se disputan la naturaleza más noble del hombre —como dos tigres se disputan el cadáver de un animal— y lo dejan sin luz ni esperanza!

 

Esto es un verdadero reflejo del estado del mundo en el presente como lo era hace más de un siglo, cuando fueron escritas las Cartas de los Mahatmas. El esfuerzo humano se canaliza en la satisfacción de deseos personales y de la familia o para el Estado con el cual la persona tiene obligaciones. El mundo corre tras el rutilante y ostentoso mundo de riquezas y comodidades materiales o el poder, etc., para satisfacer sus ambiciones. Por lo tanto, no dispone de mucho tiempo para pensar acerca de los aspectos más profundos de la vida y queda atrapado en un mundo de ilusión. Es ilusorio en el sentido que es pasajero y es improbable que le brinde paz y felicidad. En el Isa Upanishad, el sabio reza:

 

El rostro de la Verdad (Brahman en la esfera solar) está oculto por una vasija de oro. ¡Oh, Sol! ábrela para que pueda verla yo, el realizador de legítimos deberes. (v. 15)

 

El rostro de la Verdad está cubierto por una vasija de oro (el mundo de mâyâ o materialismo con todo su rutilante esplendor) que impide que la conciencia humana pueda percibir la Vida Universal subyacente que se encuentra en la raíz de su existencia. Los seres humanos funcionan básicamente a nivel mental y por lo tanto sólo perciben la verdad parcial del mundo de las formas pero no el espíritu que habita detrás.  Por lo tanto, el sabio del Upanishad reza su plegaria para que sea removido el rutilante esplendor del mundo material y así pueda tener una visión de la Realidad. Aunque el hombre en general persigue placeres y ambiciones, siente que algo le falta en su vida que finalmente lo conduzca a la búsqueda de la verdad y el propósito de la vida.

 

En el Nuevo Testamento, Jesús le dijo a los judíos que creían en él: Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; . . y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. (Juan 8:31- 32) En el Bhagavadgitâ, el discípulo Arjuna manifiesta su creencia y fe en el Señor Krishna y pide en una plegaria poder tener una visión del Señor (Brahman) sin las distorsiones del mundo material y bendecidas por la visión Divina. La visión era de infinitud, dentro de la cual se haya el universo con todas sus diversas manifestaciones (XI.13).

 

El Buda, en su búsqueda de la verdad, fue de un ermitaño a otro para aprender las escrituras y descubrir las verdades de la existencia.  Fue años después, sentado bajo el árbol Bodhi, que recibió la iluminación.  Él decía que trshnâ, o deseo por la vida sensible, era la causa del sufrimiento en el mundo.  En su primer sermón al mundo, habló de las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Óctuple Sendero que conduce a la liberación. En las Nobles Verdades, dice que existe sufrimiento en el mundo y que la causa de ese sufrimiento es trshnâ o deseo, y que la solución es el Noble Óctuple Sendero de una percepción y vida correctas. Pero también se refirió a la cadena de causalidad que ata al hombre a las ruedas de nacimiento y muerte. En Las Cartas de los Mahatmas, hay una cita del Buda tomada del Mahavagga Sutra, con respecto a la Cadena de Causalidad (Carta Nº 10):

 

De la ignorancia surge samkhâra, de naturaleza triple — las producciones del cuerpo, el habla y el pensamiento.  De samkhâra surge la conciencia, de la conciencia surge el nombre y la forma, de ésta surgen las seis regiones (los seis sentidos, el séptimo es facultad solo de los iluminados); de éstos surge el contacto producto de estas sensaciones; de esto surge  el anhelo (o deseo, kâma, tanhâ); del anhelo, el apego, la existencia, el nacimiento, la vejez y la muerte, la aflicción, el lamento, el sufrimiento, el desánimo y las desesperanza.  Además, al destruir la ignorancia, los samkhâras son destruidos, y su conciencia,  nombre, forma, las seis regiones, contacto, anhelo, apego (egoísmo), vejez, muerte, aflicción, lamento, sufrimiento y desesperanza también son destruidos.  Así se pone fin a todo el vasto sufrimiento.  

 

Cuando contemplamos el mundo a nuestro alrededor, vemos sufrimiento por todas partes y el hombre atrapado en  “la rueda que gira movida por la lucha y la fuerza” a través del apego y el deseo.

La Luz de Asia dice:

 

Si estuvieseis sujetos a la rueda del cambio

sin que hubiese medio de romper vuestras cadenas,

el corazón del Ser libre sería maldito,

el Alma de las cosas sería un cruel dolor.

 

La Luz de Asia dice además:

 

¡Oh! ¡Vosotros, los que sufrís, sabed que sufrís por vosotros mismos!  

Ningún otro os excita u os retiene para haceros vivir o morir,

y haceros girar sobre la rueda, y abrazar y besar

sus rayos de agonía.

 

Como explica el Buda en la Cadena de Causalidad, el proceso de esclavitud comienza con trshnâ, o deseo por la vida sensible y la ignorancia acerca del propósito de la vida.

 

Al eliminar la ignorancia, se revierte toda la cadena de esclavitud y el aspirante es conducido por el sendero de iluminación y dicha.

 

La búsqueda de la verdad y el camino hacia la iluminación siempre ha preocupado a las mentes de todos los tiempos. El lema de la Sociedad Teosófica, “No existe religión más elevada que la Verdad”, nos indica que un progreso genuino solo puede realizarse si existe una adecuada comprensión de la naturaleza de la existencia y las leyes que gobiernan el Universo. Con esta comprensión el hombre comprende el propósito de la vida y su papel en el mundo.

 

El propósito de la evolución es conducir a altos niveles de conciencia y como dice la tercera Proposición Fundamental en el Proemio de la Doctrina Secreta: “el peregrinaje obligatorio de cada alma  —un destello del [Alma Suprema Universal]—  a través del Ciclo de Encarnación, (o de Necesidad), conforme a la Ley Cíclica y Kármica.

La Tradición védica hace mención a cuatro metas en la vida terrenal de un ser humano. Estas son dharma, artha, kâma y moksha. Se espera que la búsqueda de la riqueza o artha y los placeres de la vida terrenal o kâma, sean guiados por el dharma u honesto modo de vida. No se censura, por lo tanto, la vida terrenal, sino que ha de ser vivida ética y moralmente con cuidado, para el beneficio y bienestar de los demás.  Esta tradición además menciona que la parte final de la vida ha de ser dedicada a búsquedas espirituales para liberar a moksha.

Existe una gran sabiduría en ese agregado que menciona que una parte de la vida ha de dedicarse a la búsqueda de trabajos espirituales en beneficio de los demás.

Esto crea un equilibrio entre los aspectos materiales y espirituales, y da un propósito a la vida. Sin embargo, la búsqueda de la riqueza (artha) y los placeres de la vida terrenal (kâma) son las únicas metas que persigue el hombre, y la codicia humana parece no tener límites. Para poder mantener riqueza y posición, se comprometen los principios de una vida moral y ética.

 

La filosofía de los Estoicos tiene mucho que enseñarnos al respecto. Los Estoicos enseñan que se puede lograr la armonía y la felicidad esforzándose por alcanzar la virtud antes que el placer. La virtud, según ellos, consiste en comprender la naturaleza por medio de la razón, aceptando el propósito cósmico por medio de la auto-disciplina, y vivir conforme al deber, la verdad y la ley natural. Podrían evitarse muchos de los conflictos mundiales si el hombre viviese una vida virtuosa en armonía con la naturaleza.

 

De lo que estamos siendo testigos en el mundo actual, es de una intensa carrera por cada vez mayor riqueza, confort material, y la ambición por el poder, ya sea económico o político. En la medida que no se comprenda el verdadero propósito de la vida, no tendrá fin el sufrimiento humano y el hombre no ascenderá a la gloria de la iluminación que es su destino. El antiguo sabio le proclamó al hombre:

 

satyam vada, dharmam chara

 

Habla con verdad y sigue el sendero de la honestidad.  La mayoría de la gente coincide en que es moral decir la verdad e inmoral mentir, y sin embargo socialmente se recurre a la mentira con normalidad. Esto es así incluso en el mundo de los negocios. En una de las Cartas de los Mahatmas, KH escribe (Carta Nº 30):   

 

¿Qué pensaría usted de un caballero o de una dama, cuyas afables y corteses maneras y cuya suavidad de lenguaje no disimularan ninguna falsedad, que al encontrarse con usted le expresara brusca y simplemente lo que piensa de usted, o de cualquier otra persona?  ¿Y dónde puede usted hallar a esa perla de comerciante honesto, o ese patriota temeroso de Dios, o político . .?

 

Los comentarios hechos por el Mahatma son muy significativos y necesitan considerarse con cuidado.  Para lograr éxito en los negocios, la política u otra actividad social, los seres humanos recurren a gran cantidad de mentiras. En el habla se manifiesta como el típico rasgo humano de decir cosas agradables a los demás que pueden no ser verdad, o no hay intención de decirlas. Se lo considera buena educación y señal de buenos modales. Sin embargo, esta falsedad impide que surja la intuición. A su vez, el habla no debería herir y por lo tanto se requiere discernimiento en el trato con los demás.

 

De igual manera, el camino del dharma u honestidad es el del amor o compasión, en el que existe interés por toda vida. El Buda señaló el camino en el Noble Óctuple Sendero. Él enseñó que solo con una correcta comprensión del propósito de la vida, puede una persona encaminarse correctamente por el sendero. Al estar atrapado en el mundo de la ilusión, el hombre es capaz de comprender el propósito de la vida y la verdadera naturaleza de las cosas.

 

Todo en la naturaleza, desde las pequeñas formas de vida hasta los sistemas más distantes, revela un designio divino que perfecciona las formas mediante las cuales la vida universal se manifiesta a sí misma. Pensadores, sabios y poetas han expresado su asombro ante el creador de este bello Universo. Es sorprendente que billones de estrellas y sus satélites se muevan como una gran orquestra en el espacio infinito sin que se entrecrucen sus órbitas. Todas se mueven con precisión matemática. Este movimiento de las estrellas revela el trabajo de alguna gran inteligencia que dirige todo hacia una cada vez mayor perfección y belleza.

 

Sin embargo, la mente humana queda atrapada en las ilusiones de su mundo de mâyâ y por lo tanto es incapaz de ver la majestuosidad de la creación en todo lo que la rodea: la perfección en la simetría de los pétalos y la esencia de una rosa; la capacidad de un ave para encontrar su camino de regreso; la semilla que permanece hibernando en el suelo y germina cuando llega la estación correspondiente. En toda forma de vida que nos rodea, existe una belleza innata que revela la obra de un gran artista o creador. Esta sensibilidad para percibir la obra de la naturaleza requiere una elevación de la conciencia desde la observación de lo superficial a lo sublime en todo.

 

La ilusión de separación se manifiesta de muchas maneras y genera las causas del conflicto que existe en el mundo.  Desde la antigüedad el hombre, en su búsqueda de la verdad, ha dado sus propias definiciones e interpretaciones de la verdad, lo que ha dado como resultado la formación de las diferentes escuelas de pensamiento. Esto ha sido la causa de cismas y conflictos a través de las edades. En vez de conducir a sus adherentes y seguidores por un sendero de amor y compasión por el que abogaron los fundadores, las religiones tradicionales han provocado mucho conflicto, violencia y sufrimiento en el mundo.

 

Kahlil Gibran, en su obra El Vagabundo, cuenta la historia de dos filósofos que se encuentran en el camino y discuten sobre la búsqueda de la verdad. Uno de ellos dice que está en busca de la “fuente de la juventud” mientras que el otro dice que desea hallar “los misterios de la muerte”. La discusión se torna violenta, y comienzan a acusarse mutuamente de ceguera espiritual.  En medio de la riña, aparece un tercer hombre en escena, y les dice: Mis buenos amigos, realmente ambos pertenecéis a la misma escuela filosófica y habláis sobre lo mismo, sólo que usáis palabras diferentes. Uno de vosotros busca la fuente de la juventud, y el otro el misterio de la muerte. Sólo son una misma cosa y habitan ambas en vosotros. Esta historia nos cuenta los conflictos en que se ven envueltos los seres humanos al intentar reafirmar la validez de su sistema de creencias.

 

El Señor Mahâvira, el último Tirthankara del Jainismo, proveyó una solución para los malentendidos y confrontaciones entre los pueblos de distintas religiones, por medio de su principio de Anekântvâda. Él decía que la verdad tiene muchos aspectos y la gente solo podía percibir algunos de estos, y luego proclamarlos como la verdad total, cuando de hecho su visión o percepción era sólo la de la verdad parcial. Para ilustrarlo, dio el ejemplo de los cuatro ciegos alrededor de un elefante. Todos tocaban al elefante desde diferentes posiciones y por lo tanto daban distintas opiniones acerca de cómo era éste; una de ellos decía que era como una cuerda, ya que él se encontraba cerca de la cola; el segundo, parado junto a una pierna, insistía que era como un pilar, y el tercero, de pie a su lado, y tocando la superficie del cuerpo, afirmaba que era como una pared y el cuarto hombre ciego, que se encontraba cerca de la trompa, dijo que se asemejaba a una manguera. Todos daban una verdad parcial, pero ninguno tenía una visión del elefante en su totalidad.

 

Al predicar sus doctrinas, los proponentes de las diferentes religiones poseen una visión similar y miope de la verdad. En Las Cartas de los Mahatmas hay un duro comentario sobre la condición humana en el contexto de las religiones tradicionales y la causa del mal.  Uno de los Mahatmas escribe (Carta Nº 10):

   

 Señalaré el mayor de todos ellos, la causa principal de casi los dos tercios de los males que afligen a la humanidad desde que esa causa se convirtió en un poder. Se trata de la religión, bajo cualquier forma y en cualquier nación. Es la casta sacerdotal, el clero y las iglesias. Es en esas ilusiones que el hombre tiene por sagradas, donde debe buscarse el origen de esta cantidad de males que son el gran azote de la humanidad y que amenaza con aplastarla. La ignorancia creó a los Dioses y la astucia se aprovechó de la  oportunidad.  Mire la India y mire la Cristiandad y el Islam, el Judaísmo y el Fetichismo. Es la impostura de los sacerdotes lo que hizo a estos Dioses tan terribles para el hombre; es la religión la que hace de él un santurrón egoísta, un fanático que odia a toda la humanidad, aparte de su propia secta, sin que por ello se vuelva ni mejor ni más moral. Es la creencia en Dios y en los dioses lo que convierte a dos terceras partes de la humanidad en esclavos del puñado de aquellos que la engañan bajo el falso pretexto de salvarla. ¿No es el hombre, que siempre está dispuesto a cometer cualquier clase de crímenes si se le dice que su Dios o sus dioses se lo piden, la víctima propiciatoria de un Dios ilusorio, el vil esclavo de sus taimados sacerdotes? . . . Durante dos mil años, la India ha soportado el peso de las castas, mientras que sólo los brahmines vivían en la opulencia; actualmente, los seguidores de Cristo y los de Mahoma se degüellan mutuamente en nombre y para mayor gloria de sus mitos respectivos. Recordemos que toda la miseria humana jamás disminuirá hasta el día en que la mejor parte de la humanidad destruya, en nombre de la Verdad, de la moralidad y de la caridad universal, los altares de sus falsos dioses.

 

La observación realizada por los Mahatmas hace más de un siglo, aún se aplica hoy. En todo el mundo se observa el choque de ideologías de una u otra manera. Se hacen interpretaciones incorrectas de las enseñanzas de las escrituras y los sacerdotes confunden a los miembros de su religión, quienes terminan creyendo en algo que no es verdad y es probable que conduzca al conflicto. Y entonces oímos acerca de violentos enfrentamientos entre hinduistas y musulmanes o cristianos y musulmanes en distintas partes del mundo.  Incluso dentro de los miembros de la misma religión, entre las distintas sectas como los Sunnis y Shias, o los Protestantes y Católicos, existe considerable desconfianza y violencia. La observación hecha por los Mahatmas, de que las religiones oficiales han sido la causa de sufrimiento en el mundo, es totalmente verdad.

 

Cuando se estableció la Sociedad Teosófica en 1875, concibió la creación de una Hermandad Universal sin distinción de raza o religión, lo cual divide al mundo y lo mantiene en la oscuridad de la ignorancia. Se esperaba que fuese “la piedra angular, la base de las futuras religiones de la humanidad”. El segundo objetivo provee la plataforma para un estudio objetivo y una comparación de las distintas religiones, filosofías y ciencia. Si los seres humanos siguiesen estos principios habría menos conflictos en el mundo.

 

El lema de la Sociedad, No Existe Religión más Elevada que la Verdad, debe servir de guía para nuestras acciones, si es que deseamos hacer de la Teosofía la piedra angular de las futuras religiones del mundo.

 

Referencias:

 

 Brihadâranyaka Upanishad.

Blavatsky, H. P., La Doctrina Secreta, vol. I.

Blake, William, Songs of Innocence.

Arnold, Sir Edwin, La Luz de Asia.

Burnier, Radha, No hay otro sendero a seguir.

Katha Upanishad.

Las Cartas de los Mahatmas a A. P. Sinnett.

Ishta Upanishad.

El Nuevo Testamento.

El Bhagavadgitâ.

Ramnarine, Dr R., Some Concepts of Hinduism.

Greer, Thomas H., A Brief History of Western Man.

Gibran, Kahlil, El vagabundo.

Cartas de los Maestros de Sabiduría, Primera Serie.

 

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Éste es un discurso único, maravilloso:

El ser viviente en la imagen del Ser Supremo.

No es anciano ni niño;

No sufre dolor, ni queda atrapado en las redes de la muerte;

No es destruido ni muere;

Siempre es ubicuo.

No siente calor ni frío;

No tiene amigos ni enemigos;

No siente dicha ni pena.

Todo le pertenece; a él pertenece todo el poder.

No posee padre ni madre;

Siempre existió tras los límites de la materia.

No es alcanzado por el pecado ni el bien—

Dentro del corazón de cada ser, siempre está despierto.

 

Adi Granth, Gaund, M.5, p. 868

 

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