Vol. 133 - Número 02 - Noviembre 2012 (en Castellano) |
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Nicholas Roerich: ruso, artista, genio
A.E. Adair
Reimpreso del The Theosophist, octubre 1925
Ante mí tengo tres libros: The World of Roerich (El Mundo de Roerich), de Nina Selivanova; Roerich, publicado por Corona Mundi; y The Messenger (El Mensajero) publicado por la Brahmavidyāshrama, Adyar.
The World of Roerich (El Mundo de Roerich) En este libro, cuyo frente lleva la impresión artística de las Publicaciones “Corona Mundi”, Nina Selivanova intenta interpretar el arte de Roerich así como esbozar un resumen de su vida, porque ella dice que su arte y su vida son inseparables. El período considerado finaliza con su partida hacia India. Ella comienza con una imagen muy llamativa. “En la costa Este de la Tierra Nueva (las costas del Océano Ártico) se levanta el Monte Roerich” . . . y considera estos tres, el Este, la Tierra Nueva, y el Monte como los símbolos de la fuente de inspiración del gran maestro. A medida que uno lee estas reverentes, afectuosas e iluminadoras páginas, la verdad de su imaginación salta a la vista. La inspiración de Roerich sí viene del Este, en ambos significados de Oriental, o de Sabiduría del Este. Es la Tierra Nueva la que inspira su más elevado entusiasmo, sea la nueva tierra que bordea el Océano Ártico de su propia y muy amada madre tierra, o la Nueva Tierra en el Oeste, expresada en su deseo de unir a América y a Rusia, o de nuevo, en la octava más elevada, y en la última fase y la más espiritual de su trabajo creativo, la Tierra Nueva que surgirá con la aparición en el mundo de un gran Instructor Espiritual, una tierra en la cual reinará la Belleza, la Verdad y el Amor que es recta Acción. Por último ¡qué importante parte juegan en la obra y vida del Maestro las montañas! Más que visitar países era como si volara a ellos como un ave a su nido, pintaba lienzo tras lienzo desde muchas tierras distintas; en sus horas de creación él se retiraba, preferentemente a las montañas, y quien conoce su trabajo no puede dejar de sentir las puras corrientes que surgen de la Montaña, hacia la cual sus ojos internos se dirigen. Roerich no es sólo un pintor, aunque en ello descansa su genialidad; él fue un escritor desde su tierna juventud, dominó el idioma ruso antiguo de las épicas septentrionales y escribió en dicho idioma; habló ante grandes audiencias en muchas partes del mundo; realizó un destacado servicio en el área de la arqueología; es líder y organizador nato, es un colaborador altamente estimado por arquitectos, músicos, productores teatrales y de ballet; él es [uno puede aventurarse a decirlo] el más grande exponente vivo de la filosofía de la Belleza. En resumen, él es un genio. No es solamente en las grandes cosas que se muestra a sí mismo brillante, en las pequeñas cosas también. El maestro pintor no considera indigno hacer diseños para cerámicas, bordados, decoración de libros, etc.; para él, las bellas artes no están divorciadas de las artes aplicadas. Aunque ama las montañas, no desprecia las planicies; aunque anhela los cielos nunca pierde contacto con la tierra; siempre amable, considerado con los demás, simple, divertido, con una sonrisa burlona, un agudo observador de la vida; pero al mismo tiempo, sabio, lógico, reservado, más inclinado al silencio que a hablar, aunque nunca frío, y aparentemente imperturbable. Un carácter finamente equilibrado. El mismo poder equilibrado se ve claramente en su obra, la misma tendencia altruista, la misma amplitud. La autora escribe sobre su juventud, educación, matrimonio, empleos y todas las otras circunstancias externas de su vida. Ella se concentra especialmente en la evolución de su estilo, ¡de la gradual revelación del crecimiento de su vida interna en sus obras! ¡Qué versátil es! ¡En cuantos medios distintos trabaja! En óleo, en témpera, en gouache, en acuarelas, en pastel y en crayón. ¡Qué diversa es su temática! Paisajes, arquitectura, cuentos de hadas, brujería, vidas de santos, ópera y ballet, religión, fantasía, el pasado remoto y el futuro desconocido: todos ellos brindaron material para su arte. Nina Selivanova clasifica su obra de dos maneras, una de acuerdo al tema y la otra de acuerdo a los períodos; y muchas de sus obras son descriptas en detalle. Las diversas influencias se examinan inteligentemente; y las series de conquistas que Roerich agregó a su experiencia en la técnica y en la perfección de su don excepcional de colores se registran con discernimiento y lucidez. Sólo se pudieron mencionar brevemente en esta corta reseña, fragmentos de la gran abundancia de material contenido en este libro informativo y simpáticamente escrito.
Roerich Este segundo volumen, un libro bastante pequeño, es como uno de los viejos túmulos que Roerich disfrutaba explorar en su juventud; está lleno de tesoros escondidos, tesoros de la imaginación, de placer emocional y de inspiración espiritual. Contiene sesenta y dos ilustraciones de sus pinturas, y aunque el más grande de todos sus talentos en el arte, su combinación de colores, está ausente, hay mucho todavía. Con la ayuda de las descripciones de Nina Selivanova en The World of Roerich y la práctica de la propia imaginación, es posible al menos, llenar este vacío parcialmente. Los libros son mutuamente útiles para el estudio del arte de Roerich. De forma admirable se hizo una selección para cubrir una gran diversidad de temas y de composiciones y motivos; y uno puede pasar horas en ella, y regresar una y otra vez encontrando siempre alguna nueva experiencia, alguna fuente nueva de deleite. Desde el antiguo Pskov se puede viajar a Maine en América del Norte, desde México a India, desde las regiones árticas a las inmensas costas atlánticas; se puede soñar en el país de las hadas u observar el funcionamiento de los hechizos, se pueden ver las rocas surgiendo a la vida y las nubes revelando su alma, se puede encontrar a Dios en la naturaleza y a Dios en el hombre, caminar con reyes, estar en contacto con santos y contemplar con el profeta la gloriosa aura del Señor Porvenir. Así es el mundo que se ha vuelto conocido como “El Reino de Roerich”. Otros creadores han encontrado la felicidad al hacer un registro de sus días, de un momento del infinito. No así Roerich, su arte guarda la misma dimensión imperecedera respecto a otras pinturas, como las Escrituras respecto a los escritos de los hombres. Él se interesa no en lo temporal sino en lo inmortal. Las macilentas sombras que invaden ahora la tierra distorsionando el real semblante del hombre no logran aplacarlo. Él ve más allá y sabe con profunda convicción que el amanecer está por delante y con él, la victoria y la paz universal.
El mensajero, pinturas de Roerich Aunque era un hombre silencioso y no buscaba notoriedad, de algún modo Roerich inspira a otros con el deseo de escribir sobre él; porque no hay equivocación en esto, encontrarse con Roerich no es sólo conectarse con un gran artista sino con una personalidad inusual. Si no podemos entender su arte, al menos él nos cautivará. Esta pequeña obra, en una agradable encuadernación con su propia firma en la cubierta y una ilustración de “El Mensajero” como portada, contiene artículos de siete admiradores entusiastas del maestro. Citas de estos artículos se encuentran en muchos escritos sobre él, pero en esta obra, por primera vez están todos reunidos e impresos en inglés. Tres de estos artículos son de escritores rusos, entre ellos el fallecido Leonid Andreyev, y cada uno publica una nota individual en conexión con el artista y su obra. Es de conocimiento general que el profesor Roerich donó “El Mensajero” al Museo Blavatsky, que será erigido en Adyar, a la reverenciada memoria de Helena Petrovna Blavatsky, cuando se tengan los fondos. Otro acto de generosidad de su parte es la donación de todos los ingresos derivados de la venta de este libro a la fundación para la obra de ese museo. Cada copia vendida no sólo dará gozo al lector y lo relacionará quizás al artista más grande que haya vivido, sino que ayudará a construir un monumento en memoria de alguien que trajo a la oscuridad materialista de fines del siglo diecinueve, lo que era necesario y fundamental para la humanidad, Luz. De esta manera pueda él honrar a la personalidad más grande, a quien la humanidad del siglo diecinueve le debe tan inmensa deuda. ¿Qué época más apropiada para comenzar el museo que el quincuagésimo año de existencia de la Sociedad que ella fundó? ¡Que El Mensajero, pinturas de Roerich reciba una cordial bienvenida entre todos los que han amado y aprendido de la Mensajera de la Gran Logia Blanca y a quien desea honrar su memoria!
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