Vol. 133 - Número 02 - Noviembre 2012 (en Castellano) |
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El verdadero servicio social
D. P. SABNIS Miembro de la Rama Blavatsky, Mumbai, Sección Inda de la ST
El trabajo social es el impulso manifiesto de ayudar a los menos afortunados, ya sea por medio de beneficencia o por otros modos de servicio, para aliviar las condiciones de un semejante que sufre. El ideal del servicio social surgió con el descenso de la religión y el aumento de la ciencia. Aunque están involucrados en proyectos loables, la mayoría de las instituciones sociales avanzadas carecen de varios proyectos, tales como la eliminación de suburbios pobres, viviendas para los necesitados, rehabilitación de prostitutas, hogares para niños y niñas de la calle, etc. Los expertos del servicio social no están de acuerdo respecto a la verdadera causa de los problemas que están tratando de solucionar, pero casi todos ellos opinan que todo esfuerzo para reformarlos produce nuevos problemas. Instalaciones e instituciones costosamente equipadas y los trabajadores sociales más apasionados comprueban que la escasez de dinero no es la mayor dificultad. En el mundo actual, los problemas de pobreza, embarazos con bajas expectativas de vida, malnutrición, etc., no son el principal problema, sino las dificultades mentales y morales. Actualmente un trabajador social está más interesado en ayudar a las personas a eliminar la soledad, la competencia, el estrés, etc. En la actualidad la mayoría de las personas que van a un psicólogo no están “enfermas” en un sentido convencional. Lo que ellas padecen realmente es “una muerte interna”. Viven en la abundancia y no experimentan dicha. Se ha comprobado que la mayoría de los casos de suicidios ocurren porque la vida parecía carente de significado. Esto sucede en sociedades ricas y en estados con bienestar físico. Las personas no pueden ser felices mejorando solamente su condición socio-económica. La verdad es que como la lucha por la supervivencia ha decrecido, ha surgido la pregunta: supervivencia ¿de qué? Muchas personas tienen los medios para vivir, pero no un propósito para hacerlo. HPB escribe: “Los teósofos son necesariamente los amigos de todos aquellos movimientos del mundo, ya sean intelectuales o simplemente prácticos que trabajan para el mejoramiento de la condición humana”. Pero no debemos perder de vista el hecho de que el hombre no es sólo su cuerpo, ni sólo su mente, sino algo más. En vez de poner énfasis sólo en la caridad material, proveer alimentos, ropa y albergue, o servicios para los enfermos, se le debe dar más importancia a aliviar el sufrimiento mental y moral. Los problemas físicos sólo están en el cuerpo, el sufrimiento mental y moral se encuentra más profundamente. HPB muestra que los filántropos que se esforzaron para hacer feliz a la gente, mejorando sus condiciones físicas o el ambiente externo, con la construcción de hogares, iniciando comedores, etc., finalmente se desilusionaron. Quienes pasaron la vida haciendo este tipo de trabajo confesaron que “ciertamente la miseria es difícil de aliviar. Es un elemento vital en la naturaleza humana, y es tan necesario para algunas vidas como el placer es para otras; la miseria no es sólo soportable sino aceptable para muchos que la padecen. Una mujer que trabajó toda su vida para el mejoramiento de las prostitutas, confesó finalmente que no era posible mejorar la condición de todas las mujeres porque parecían “apreciar la situación que la gente rica llama miseria”. Se les dan frazadas a los pobres durante el invierno, y muchos las venden. Se construyen casas para los necesitados, también las venden y regresan a vivir donde estaban anteriormente. HPB aconseja ejercitar la discreción incluso al ayudar a otros. Un adepto muy desarrollado en la vida puede manejar la situación y por sus poderes intuitivos saber a quién aliviar el sufrimiento y a quién dejarlo donde está porque es su mejor maestro. Nosotros, como no tenemos esos poderes intuitivos, tenemos que ejercer el discernimiento incluso en la caridad física. HPB sugiere que la “verdadera base” para el trabajo social, para que los esfuerzos hacia el mejoramiento social sean útiles, se debe basar en cuatro principios: “La Unidad Universal y Causación, Solidaridad Humana, la Ley de Karma, Reencarnación. Estos son los cuatro eslabones de la cadena de oro que podrían unir a la humanidad en una sola familia, una Fraternidad universal.” Como todos somos almas peregrinas, lo que cada uno de nosotros necesita hacer, ella sugiere, es “darle luz y consuelo al alma peregrina que se esfuerza”. Muestra que no sólo debemos darle consuelo, alivio físico y mental, sino también darle “luz”, es decir, “conocimiento adecuado” o el “pan de la sabiduría” al afligido. Un hombre, además de ser un comerciante, un barrendero, un maestro, es un peregrino en su análisis final porque un aspecto de su naturaleza se esfuerza en la dirección de la evolución humana. Las Leyes de Karma y Reencarnación son doctrinas de responsabilidad y esperanza. Cuando a la gente se le enseña que no pueden escapar de las consecuencias de sus acciones, ya sean pensamientos, palabras o hechos, entonces, “además de sentir en ellos mismos la verdadera dignidad de la naturaleza humana, se alejarán del mal y se abstendrán de él como lo harían de un peligro físico”. Cuando la gente siente que esta vida es la única vida, luchan para mantener el cuerpo y el alma juntos a toda costa. Debemos comprender que sólo cambiar en las circunstancias externas sin un cambio en las actitudes internas no solucionará los problemas; que la psicología se necesita más que la fisiología para tratar temas sociales. Que sólo la psicología no es suficiente. A menos que nuestra alma se ilumine, no puede haber una transformación permanente y real. Si educamos el alma, la mente se educa; si renovamos el alma, el corazón y el carácter se renuevan, porque la educación y la renovación son permanentes en sus efectos. Resumiendo, esta es la verdadera base del trabajo social.
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