Vol. 133 - Número 12 - Septiembre 2012 (en Castellano) |
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Viviendo en lo Eterno
Shirley J. Nicholson
La Sa. Shirley J. Nicholson es un miembro antiguo de la Sociedad Teosófica de Estados Unidos y autora de muchos libros, entre ellos Ancient Wisdom, Modern Insight (Sabiduría Antigua, Visión Moderna)
Hay una paz que sobrepasa el entendimiento. Mora en el corazón de aquellos que viven en lo eterno.
Vivimos en un mundo ilusorio. Montañas, edificios, árboles y flores, aún nuestros propios cuerpos, parecen sustanciales y reales. Sin embargo, la Sabiduría Antigua enseña que ellos no lo son. Son mâyâ, ilusión creada por la cualidad de nuestras mentes que transforma la fantasmagoría cambiante en objetos aparentemente sólidos y duraderos. Los físicos descubrieron que lo que parecen restos sólidos en una realidad de pequeñez inimaginable, son partículas de electricidad en constante movimiento. Pero la ilusión va más profundamente que los objetos físicos. El yo familiar que conocemos también es una ilusión. Nos sorprendemos cuando escuchamos que nuestras propias mentes tienen este aparente mágico poder de crear un yo. Sin embargo, los sabios - a través de la historia - han dicho que nuestro sentido de ser un yo independiente y separado, en definitiva, no es válido. Nuestras mentes elaboran un yo con gustos y aversiones individuales, enfoques particulares, un cúmulo de información, todo lo que nos hace el individuo aparente que pensamos que somos. La verdad es que en el fondo somos un campo de conciencia pura. Nuestras experiencias variadas y la percepción ordinaria colorean esta conciencia esencialmente incolora. Nuestras mentes condicionadas nos llevan a creer que nuestra experiencia sensoria y la experiencia de nuestros pensamientos y emociones le suceden a un yo consistente y estable. Pero la introspección no captura ese yo independiente y constante. Sólo podemos experimentar el flujo de pensamientos, sentimientos y percepciones cambiantes. Nuestra así llamada personalidad es parte de la fantasmagoría en la cual vivimos. No podemos establecer un yo permanente en lo que fluye. Los sabios a través de la historia han dado fe de algo permanente, inalterable y Real, aunque sutil y difícil de percibir. Puede vislumbrarse en el silencio interior, cuando la mente y las emociones están muy en calma. O se puede percibir al mirar algo muy profundamente. Una rosa es real a nuestros sentidos, sus colores brillantes, su fragancia, inclusive el dolor que las espinas nos pueden causar. Pero sabemos que es un fenómeno pasajero. Los pétalos se marchitarán y caerán. Su fragancia cambiará al olor a descomposición. Pero aún hay algo eterno en la rosa. Su armonía de forma, contornos y colores encarnan una belleza que resuena profundamente dentro nuestro. Aún una obra de arte magnificente, como la gigantesca estatua de David de Miguel Ángel, nos sobrecoge al percibir en ella un arquetipo eterno capturado en piedra. Experiencias así son momentáneas y sutiles. Sin embargo, existe una manera de vivir que nos conduce a vivir en un estado donde lo eterno es el trasfondo constante de nuestra conciencia. Esta experiencia nos llegará finalmente a todos. Comienza con el desarrollo de dos cualidades indicadas en La Voz del Silencio y reconocidas por muchas tradiciones como esenciales para la iluminación, viveka, discernimiento, y vairâgya, no apegarse a lo irreal. Viveka es la habilidad de discernir entre lo Real y lo irreal, sentir la esencia de las cosas dentro de la forma externa. En A los pies del Maestro, el pequeño libro de instrucciones de un Maestro a Krishnamurti cuando era un joven muchacho, pide que aprendamos a discernir el Dios en todos y en todas las cosas. Annie Besant, en su famosa invocación dice “vida oculta que vibras en cada átomo”. La referencia a “Dios” del Maestro, y “vida oculta”- de Besant- en los átomos son sólo expresiones de lo Real, lo eterno. Si examinamos honestamente las cosas que deseamos, encontraremos que la mayoría alimentan nuestro ego, nuestro sentido de ser un individuo separado, nuestro falso yo. Esas cosas tienen escaso valor en una visión más amplia de la vida. A medida que vemos más y más profundamente, el deseo por lo fugaz y lo transitorio disminuye, y somos atraídos hacia valores eternos tales como el amor puro que no realzan nuestro sentido de yoidad. Viveka, discernimiento de la verdad, es la base de la liberación de lo irreal y el establecimiento en lo Real. Vairâgya, desapego de las cosas mundanas, sostiene y estimula a viveka. Desapego no es indiferencia, no es ser frío y poco compasivo. Más bien revela el verdadero valor de cada situación en el más amplio esquema de las cosas. No implica retirarse de una vida activa sino vivir activamente en el mundo sin apegarse a él. Viveka y vairâgya juntos pueden conducirnos a ese lugar de paz que sobrepasa el entendimiento, donde no somos sacudidos por las situaciones pasajeras. Nos consolidamos en la conciencia pura, siempre anclados en la Realidad detrás del torbellino de la vida. Aprendemos a vivir en lo eterno, en lo Real.
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“Si quieres mantener el contento, que tus actividades sean pocas”, dice el sabio. Mejor aún, limítalas estrictamente a aquellas que son esenciales, y a las que corresponden a las demandas racionales propias del vivir en sociedad. Esto conduce al contento que viene de hacer pocas cosas y hacerlas bien. La mayoría de lo que decimos y hacemos no es necesario, y su omisión nos ahorraría tiempo y problemas. A cada paso, entonces, un hombre debería preguntarse, “¿No estará esto entre lo que no es necesario? Y no sólo es preciso eliminar las actividades innecesarias, sino incluso las imaginaciones, porque de esta manera las actividades superfluas no le seguirán.
Marco Aurelio Meditaciones
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