Vol. 133 - Número 11 - Agosto 2012 (en Castellano) |
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Henry Steel Olcott entre los budistas de Japón
DANIEL ROSS CHANDLER Reside en EEUU, y es un colaborador frecuente sobre diferentes temas
Un logro sobresaliente en la Presidencia de la Sociedad Teosófica de Henry Steel Olcott, fueron sus viajes entre los budistas japoneses que le permitieron unificar la comunidad budista, marcando y creando una nueva época. Quizá esta aventura histórica se inició durante el invierno de 1888, cuando un budista japonés que visitó Adyar, Zenshiro Noguchi, le pidió a Olcott que condujera una actividad budista en Japón. Este entusiasta emisario de “la tierra del Sol Naciente” consideraba al Coronel de los EE.UU. como “el Bodhisattva del siglo diecinueve”. Acompañado por Noguchi y Anagarika Dharmapala, Olcott llegó a Kobe, Japón, el 9 de febrero de 1889. Al día siguiente, el Coronel estuvo en un templo Jodo ante una imagen representativa de Ameda Buddha, y recitó pansil en Pâli, al estilo cingalés. El 19 de febrero en Kyoto, organizó una convención compuesta de monjes representantes de los diferentes movimientos budistas de Japón y solicitó ayuda financiera y apoyo logístico para sus compromisos como orador, en todo Japón. El Coronel intentó reconciliar estas diferencias que promovían divisiones, presentando los incidentes provocados como triviales y sin importancia. Él solicitó a los monjes restablecer y purificar la religión Budista, iniciar una contraofensiva anti-misionera para combatir a los cristianos evangelizadores, y enviar maestros y profesores devotos a difundir la religión Budista. Al terminar con su pedido, manifestó que daría por concluida su visita a Japón y regresaría inmediatamente a India, a menos que se estableciera una comisión no-sectaria y que ésta se encargara de coordinar sus compromisos como orador con la supuesta responsabilidad. La Convención aprobó hacerlo. Henry Steel Olcott comenzó su campaña de cuatro meses: estimuló el fuerte sentimiento espiritual, profundamente enraizado dentro del carácter japonés nacional. Ningún país y ningún periodo histórico, afirmó, necesitaba más una reforma religiosa que los budistas japoneses. La enérgica oratoria del Coronel evocó entusiasmo entre los budistas japoneses y produjo agitación entre los evangelistas cristianos. Estimando que veinticinco mil personas asistieron a cada conferencia durante las setenta y seis presentaciones, Olcott calculó que, durante su visita inicial a Japón, le había hablado a aproximadamente doscientas mil personas. El orador se había introducido en una organización isleña indescriptiblemente bella, rica en la antigua cultura asiática, y cargada de un Budismo que necesitaba urgentemente una renovación.
La religión japonesa no era un monolito. El Budismo japonés, un movimiento sectario dentro de la religión japonesa, se caracterizaba por la diversidad más que por la uniformidad. Monjes individuales inspiraron movimientos importantes. Los enormes cambios culturales resultantes en Japón durante la generación de Henry Olcott afectaron la situación religiosa profundamente y crearon oportunidades. El Budismo japonés necesitaba purificación y unificación. Mientras el Presidente-Fundador, representante de la Sociedad Teosófica, viajaba por Japón, descubrió que estos movimientos variados dentro de una cultura espiritual fértil contienen percepciones que revelan una unidad dominante que asegura la expresión por medio de una filosofía difundida pero coherente. Desde el punto de vista de Olcott, esta unidad es claramente teosófica. Cuando el Coronel Olcott recorrió Japón, observó una transición histórica, se descubrió a sí mismo ubicado sobre el borde que separa un periodo que estaba desapareciendo rápidamente y un cambio emergente que luchaba desesperadamente por desarrollarse. Uniendo estos movimientos budistas divergentes con un Consejo común y una Declaración que expresara consenso sobre las enseñanzas budistas esenciales, el venerable ‘budista blanco’ de Adyar aspiraba a brindar un fundamento formidable que diera estabilidad a este enorme cambio cultural. El Coronel Olcott llegó a Japón equipado con las cualidades específicas requeridas para iniciar, actualizar y completar una extraordinaria tarea que la posteridad reconocería como un logro sin precedentes. La cultura religiosa japonesa representaba una mina de oro espiritual esperando ser explotada. Entre el oro resplandeciente estaban los conceptos budistas que describían la divinidad, a los humanos como criaturas destinadas a la inmortalidad, y el ideal de los Bodhisattva o ‘futuros Buddhas’ que enfatizan la compasión universal. Los devotos del Budismo Tendai manifestaban que todas las personas poseen la naturaleza de Buddha y tienen la capacidad para desarrollar esa habilidad inherente. Los budistas Tendai estimulaban la tolerancia y una actitud de mente abierta que nutría la cultura enciclopédica, y estos seguidores reconocían que todas las escrituras budistas proveen revelaciones progresivas que aclaran el enfoque de Buddha. Este viaje produjo algunas vivencias poderosas que Olcott describe en Historia de la Sociedad Teosófica (Old Diary Leaves). Viajando desde Saigón hacia Hong Kong el Coronel observó a los chinos preparándose para celebrar el Año Nuevo Chino, el 1 de febrero. Después de ver esta colorida celebración, continuó su viaje hacia Shangai. El 6 de febrero de 1889, cuando el barco se dirigía hacia Kobe, él junto con los otros teósofos que lo acompañaban vieron las montañas nevadas al aproximarse a la costa coreana. El 8 de febrero, el barco maniobró por el Mar de Japón, salpicado de islas. El Coronel Olcott llegó a Kobe y vio un espectáculo sorprendente que describió vívidamente en Historia de la Sociedad Teosófica (Old Diary Leaves):
En el muelle, alineados en una sola fila, se hallaban sacerdotes budistas de todas las sectas, que me saludaron con esa cortesía exquisita por la cual es reconocida su nación. Naturalmente, lo primero que habría de sorprender a un hombre habituado a la ropa y el aspecto de los monjes del Sur, era el contraste absoluto de la vestimenta de los monjes japoneses. En lugar del manto amarillo, de la cabeza descubierta, los brazos, piernas y pies desnudos, los veías envueltos en trajes voluminosos con grandes mangas colgantes, casi todos con la cabeza cubierta y los pies con calcetines hechos a mano, y sandalias con suela de madera u otros...
En ciertas partes de Japón la nieve se junta hasta una altura de ocho pies, y en algunas montañas no se derrite nunca. Por lo tanto, es evidente que las vestiduras de India, Birmania y Ceilán son inadecuadas para los países del norte en los que florece el Budismo. A cada uno nos hicieron subir en un cochecito (jinricksha), y haciéndose cargo de nuestro equipaje nos llevaron al templo más antiguo de la secta Ten Dai, seguidos por multitud de monjes y laicos, donde fui recibido formalmente y respondí adecuadamente. Esa noche tuve una conversación que se convirtió en una conferencia…
Después de una segunda conferencia, salimos al día siguiente para Kyoto por ferrocarril, y en la estación me aguardaba una multitud de simpatizantes que cubrían incluso la calle frente a ésta. Formando un cortejo, nos acompañaron al Hotel Nakamaraya y después de reposar un poco y de tomar algunos refrescos nos llevaron al gran templo de Choon-in de la secta Jodo, donde recibí visitas en la sala de la emperatriz hasta el anochecer. Era magnífico el cuadro que formaban los biombos de lacas preciosas, los kakemonos pintados, bronces y pinturas en seda… (Vol.II p. 349-50)
La primera visita del Coronel Olcott a Japón produjo numerosas momentos memorables y brindó percepciones invalorables. Las actividades teosóficas de hablar en público eran extensas, extenuantes y rejuvenecedoras. Una mañana cuando asistió a una imponente ceremonia en el Templo Choo-in, donde se habían reunido seiscientos monjes budistas, estuvo frente a un altar elevado portando una imagen que representaba a Buddha. Cuando el Sumo Sacerdote lo solicitó, Olcott cantó el Pancha Sila en Pâli, mientras una audiencia sumamente interesada permaneció de pie. El Coronel disfrutó la novedad inherente en la situación del momento: un blanco, occidental, que hablaba inglés, participando en una ceremonia budista y en un lugar donde ninguna otra persona con sus características había estado antes. En febrero, habló sobre Budismo aproximadamente ante dos mil personas reunidas en el amplio hall del Templo de Choo-in. Al día siguiente, asistió a una gran recepción llevada a cabo en un templo importante donde se dirigió a unos seiscientos estudiantes, maestros y monjes. Otra conferencia la dio al día siguiente ante una atenta audiencia, en Kyoto. El 15 de febrero de 1889, llegó a Osaka y habló ante la Sociedad de Reforma Carcelaria. Al otro día, dio una conferencia en el Templo Cho-sen-ji y en el Templo Nam-ba-mido. Olcott regresó a Tokio el 18 de febrero. Cuando aparecieron problemas financieros, rechazó la propuesta de un grupo que se ofreció a hacerse cargo de sus gastos. Estimando que aceptar sería imprudente, consideró que la independencia y la imparcialidad eran imprescindibles para permanecer sin compromisos entre los nueve movimientos principales. Un extraordinario evento coronó el viaje de Olcott y renovó su propósito deseado que sucedió después de enviar invitaciones dirigidas a los principales sacerdotes representantes de los movimientos budistas para convocar a un Concilio. Se reunió en la bella habitación de la Emperatriz en el Templo Choo-in el 19 de febrero de 1889. El congreso se consideró sin precedentes en la historia japonesa, los sacerdotes representantes de los diferentes movimientos nunca habían asistido a una convocatoria común. La firme y honrada convicción de que podía ayudar a unir estas diferencias sectarias se había fortalecido al experimentar los saludos de bienvenida espontáneos y entusiastas a su llegada a Japón, y también por el enorme número de asistentes a sus conferencias. Olcott se mantuvo firme en que su visita no se usara para obtener ventajas a favor de ninguno de los movimientos. Estaba convencido que su decisión de permanecer imparcial al trabajar con estos movimientos, resultaría de gran ayuda al influir en varios líderes para asistir a la convocatoria. Algunos sacerdotes estaban decididos a no adherirse a ninguna propuesta que pudiera hacer disminuir su importancia e influencia. La Historia de la Sociedad Teosófica (Old Diary Leaves) indica:
El día de nuestra reunión el sol era brillante y la luz reflejada hacía resplandecer el oro en los paneles laqueados, y en toda superficie lustrada en los decorados bordados de satén que irradiaban en sus bellos tonos… Me invitaron a que ocupase un sitio en la cabecera de la mesa grande, pero decliné respetuosamente el ofrecimiento diciendo que yo no tenía ningún rango oficial en la Orden y que por lo tanto no podía serme atribuido. Como extranjero y laico, sería más conveniente colocarme con mi intérprete en la mesa pequeña. Fue el segundo punto establecido, porque el primero fue hacerlos sentar por edad, dado que el principio de inclinarse ante la superioridad de los años era universal en Oriente. (Vol.II p.355)
Cuando la preparación táctica se completó, el Coronel solicitó que se leyera una traducción japonesa de la carta de saludos de Sumangala Thero ante estos notables sacerdotes budistas japoneses; que se leyera una declaración similar enviada por los principales sacerdotes representantes de los dos movimientos budistas cingaleses; y que los allí reunidos escucharan su disertación, la cual el Coronel Olcott leyó en inglés. En esta charla intentó unir la sima que había separado estos movimientos del norte y del sur durante tanto tiempo. Su alocución creó vínculos no simplemente entre los budistas japoneses de diferentes movimientos sino que con el transcurrir de los siglos también lo hizo cuando el grupo estaba dividido. El Coronel Olcott enfatizó que su propósito no era profesar las enseñanzas apoyadas por ningún movimiento sectario, por el contrario, él se esforzó en promover mayor comprensión entre las doce organizaciones japonesas que participaban. Debido a que la comunicación había colapsado totalmente entre los budistas del norte y del sur, ninguna de las escuelas sabía qué profesaba la otra. El Coronel respetó a todos los participantes como un budista y un hermano en la búsqueda de un propósito común; cada uno fue reconocido como un budista sincero, inteligente y de mente abierta, comprometido con el bien común. Olcott propuso un programa: en los países budistas estos sacerdotes debían purificar y renovar el Budismo, preparar libros de texto elementales y avanzados con fines educativos y exponer las falsedades existentes en las críticas hechas contra los budistas. Maestros y misioneros representantes del Budismo, deberían ser enviados a Europa y Norteamérica. Olcott propuso que los eruditos debían estudiar la literatura budista con sentido crítico, tanto la antigua como la contemporánea, y determinar cuál es auténtica y con autoridad. También propuso que se creara un Consejo que determinara un canon común; las decisiones acordadas deberían ser publicadas y divulgadas. Ofrecer ayuda a estos budistas japoneses para que fueran más cooperativos en el ejercicio de su objetivo común era colaborar con la Sociedad Teosófica. El orador atribuyó la difusión del budismo en países cristianos al valor intrínseco del Budismo, a la coherencia con el conocimiento científico moderno, al espíritu de comunicación de bondad y amor, a la encarnación de la justicia y la construcción lógica. El Coronel se sentía complacido de que destacados autores y reconocidos filólogos hubieran escrito con comprensión sobre el Buddha. Según un acuerdo formalizado durante esta trascendental reunión, cuando se creó el Consejo Budista, se estableció que el Coronel Olcott le hablaría a los asistentes reunidos en los templos mantenidos por todos los movimientos japoneses budistas. Se distribuyeron tareas que le permitieron dar conferencias ante todo tipo de personas y a todos los que quisieran escuchar sus charlas sobre la religión budista. Surgieron situaciones especialmente memorables al enfrentar circunstancias inusuales cuando el Coronel observó la gigantesca imagen representativa de Buddha situada en Nara y considerada la más grande Japón; para llegar allí viajó treinta y cuatro millas por caminos escabrosos en jinrickshas desvencijados, fue abatido por los furiosos rápidos al navegar por el río Origawa, llegando a una aldea montañosa donde ningún europeo lo había logrado antes. Cuando Olcott regresó a Kyoto a finales de marzo o a principios de abril, consideró que, desde el 9 de febrero había dado cuarenta y seis conferencias durante los cuarenta y un días que le siguieron. Cuando dio su conferencia final número setenta y seis en Japón el 27 de Mayo, calculó que le había hablado a ciento ochenta y siete mil quinientas personas. Olcott estuvo allí ciento siete días, durante los cuales visitó treinta y tres aldeas y ciudades. El Coronel ejerció un liderazgo influyente entre los venerables sacerdotes budistas japoneses, quienes sirvieron como guías y maestros espirituales de treinta y nueve millones de budistas, y como residentes titulares dirigiendo setenta mil templos. Cuando el extraordinario viaje del Coronel Olcott llegó a su inevitable fin el 5 de mayo de 1889, el ‘budista blanco’ se despidió de los altos sacerdotes budistas japoneses, estimuló a estos líderes espirituales a mantener la Comisión Central para conducir y coordinar la actividad budista, y enfatizó las ventajas mutuas inherentes en cooperar para tener una mayor unificación. El 27 de mayo, cuando dio la conferencia final para concluir su primera visita a Japón, el orador se detuvo momentáneamente en una puerta y observó una sorprendente, extensa ciudad japonesa y una bahía brillante, cubierta por el sol. Bañada en un sol radiante, este antiguo imperio llamado ‘el origen del sol’, lucía imponente con sus majestuosas montañas cubiertas de nieve que se erguían ante el sol resplandeciente. De regreso a India, Olcott convocó en Adyar una convención, atrayendo budistas de Ceilán, Birmania, Japón y Chittagong. Para tratar de establecer una asociación o confederación budista; intentó persuadir a los participantes a desarrollar una declaración común detallada que expresara un consenso sobre los principios budistas. Durante esta importante iniciativa internacional, los budistas Theravâda y Mahâyâna estudiaron sus enseñanzas, reformularon sus principios esenciales y expresaron su esencia, la que Olcott empleó para desarrollar una Declaración de catorce puntos como expresión de un consenso final. El borrador que escribió Olcott fue aprobado por estos budistas. Persistente y apasionadamente, Olcott trabajó para terminar disputas, cultivar la cooperación y fortalecer la fraternidad entre los grupos dentro del Budismo. Trabajó incansablemente para mitigar divisiones entre las escuelas Theravâda y Mahâyâna dentro del Budismo. Al lograr un acuerdo entre budistas en Ceilán, fue a Rangoon el 21 de enero de 1891, habló ante un consejo monástico en Mandalay el 3 de febrero y consiguió la confirmación de que un enunciado de catorce puntos efectivamente describía la religión Budista profesada y practicada en Birmania. Un objetivo primario era convertir el consenso doctrinario en una cooperación concertada. El Coronel recomendó que se fundara una Comisión Internacional representada y apoyada por budistas, y que se le encomendara difundir la religión budista. Entusiasmado con el éxito evidente logrado en Birmania, regresó a Ceilán el 18 de febrero de 1891. Olcott persuadió al Sumo Sacerdote, Sumangala, y a cinco monjes budistas adicionales, a refrendar la Declaración de catorce puntos, expresando un consenso creciente en Ceilán donde el Coronel Olcott fue reverenciado como un héroe y defensor nacional, propulsor de la religión Budista. Con una plataforma budista aprobada entre los budistas Theravâda residentes en Birmania y Ceilán, pero faltando ser refrendada por los budistas de la postura Mahâyâna, el Coronel Olcott partió nuevamente hacia Japón desde San Francisco el 8 de octubre de 1891 y llegó a Japón el 28 de octubre de 1891. Los colegas del Coronel residentes en Ceilán fallaron en informarle a los budistas japoneses que Olcott iba hacia allí, gran número de monjes se habían ido de Kyoto buscando alivio del terremoto. El Coronel reunió algunos representantes y los debates comenzaron. Al asegurar la aprobación de los budistas Mahâyâna en Japón, y al obtener la refrenda de los budistas Theravâda en Ceilán y Birmania, Henry Steel Olcott fue descrito como ‘el padre de los budistas cingaleses’ y ‘el apóstol al servicio de Asia’. Durante estas negociaciones, se le informó que sólo una persona ajena, un extranjero, podía asegurar el apoyo para una plataforma propuesta que expresara un consenso budista. A Olcott le dijeron que este líder debía ser un budista sincero. Aunque le anticiparon que enfrentaría algunas dificultades con los budistas del norte, el Coronel debatió la propuesta con el influyente sacerdote Shaku Genyu San. Finalmente, durante su residencia de nueve días en Kyoto, este decidido ‘budista blanco norteamericano’ se aseguró las firmas de ocho líderes entre los movimientos. Shaku Genyu San refrendó la plataforma, en representación de la Comisión General que incluia los nueve movimientos. El Coronel obtuvo lo que Motwani describió como la ‘unidad del Budismo en toda Asia, un logro sin paralelo hasta ese momento en la historia del Budismo’ (p.15). Kirthinsinghe concluye del modo siguiente:
Se puede afirmar con seguridad que el nombre del Coronel Olcott es honrado en el Asia Hindú-Budista , desde India y Ceilán hasta Japón, más que el de cualquier otro norteamericano que jamás haya vivido (p. 19-20)
Para Prothero, el Coronel Olcott, el primer norteamericano de descendencia europea que se convirtió formalmente al Budismo como una expresión manifiesta de religión universal, brindó un legado eterno, incluyendo sus trabajos en Sri Lanka como líder inspirador del Renacimiento budista cingalés, y en India como un ardiente defensor del Renacimiento indo. Prothero describe a Olcott como un incansable reformador e intermediario de la cultura entre Oriente y Occidente, quien desarrolló una nueva creación espiritual llamada ‘Budismo Protestante’, una ‘mezcla creativa’, que unió el Protestantismo Norteamericano, el Budismo Theravâda tradicional e influencias culturales adicionales.
Referencias Olcott, Henry S., Historia de la Sociedad Teosófica, (Old Diary Leaves), Subcomisión de Difusión y Propaganda de la ST en Argentina, 1962. Montwani, Kewal, Colonel H. S. Olcott: A Forgotten Page of American History (Coronel H. S. Olcott: Una Página Olvidada de la Historia Americana). Ganesh and Company, Madras, 1955. Kirthisinghe, B. P. y M. P. Amarasuviya, Colonel Olcott: His Service to Buddhism, (Coronel H. S. Olcott: su servicio al Budismo), Buddhist Publication Society, Kandy, 1981. Prothero, Stephen Richard, ‘Henry Steel Olcott (1832-1907) and the Construction of ‘Protestant Buddhism’ (H.S. Olcott (1832-1907) y la construcción del ‘Budismo Protestante’), Disertación Doctoral, Harvard University, 1990.
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